Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

15 oct 2012

El sueño de la razón romántica

El Museo Städel de Fráncfort examina la fascinación por la maldad, la muerte y los fantasmas en la pintura del Romanticismo más oscuro.

Los pintores románticos fueron algo más que iluminados con pose de dandy que dedicaron sus días a observar paisajes asombrosos con la melena al viento y el mentón en el aire.
 Caminaron por la vida como visionarios torturados por las fuerzas oscuras, que indagaron en los abismos de la condición humana a través de un interés desmedido por lo tenebroso, lo grotesco y lo fantasmagórico. Así lo descubre la exposición Schwarze Romantik (“Romanticismo negro”), inaugurada en el Museo Städel de Fráncfort, que hasta el 20 de enero permite explorar la agonía existencial de los artistas del periodo, así como la de precursores y herederos de su legado, a través de más de 200 obras de pintores como Goya, Blake, Delacroix, Géricault, Friedrich, Klee, Magritte o Munch.
Más que propensos al autoengaño, los románticos fueron individuos desencantados por el contexto histórico en el que les tocó vivir.
 “La desilusión que sucedió a la Revolución Francesa y la desconfianza en los criterios que habían guiado la Ilustración despertaron un gran interés por lo oscuro.
 Nuestro objetivo es alejarnos de los estereotipos sobre el Romanticismo para descubrir la auténtica identidad de un movimiento que se define por la obsesión por miedos y pesadillas”, explica el comisario de la muestra, Ingo Borges, desde este museo situado a la orilla del Meno y poseedor de una de las mayores colecciones de arte de Alemania.
El centro, que acaba de ampliar su espacio de exposiciones, intenta revitalizar el interés por una ciudad más conocida como capital de la prima de riesgo que por el atractivo de su oferta cultural.
Los románticos fueron individuos desencantados por el contexto histórico en el que les tocó vivir
En una Europa todavía más removida que la de hoy, asolada por las guerras napoleónicas y fracturada por la desaparición de los sistemas de organización política conocidos hasta entonces –con el absolutismo se vivía mejor, debieron de pensar algunos—, los románticos amanecieron obcecados por la amenaza invisible de los espectros nocturnos
. En la grieta aparecida entre un pasado por olvidar y un futuro desdibujado, los pintores nunca entendieron “si estaban caminando sobre una semilla o un desecho”, como dejaría dicho el escritor romántico Alfred de Musset.
 La idea de la muestra consiste en aplicar a la pintura la teoría del “Romanticismo oscuro” formulada por el crítico literario Mario Praz, quien describió a los poetas del periodo como seres fascinados por “la idea del horror como fuente de goce y belleza”, que decidieron escarbar en los bajos impulsos que el decoro del siglo anterior había logrado reprimir.
El sueño de la razón ilustrada, como diría Goya, produjo monstruos.
 Retratista de múltiples escenas de tortura, mutilación y canibalismo –“tristes presentimientos de lo que ha de acontecer”, como reza uno de sus Caprichos—, aparece presentado como padre fundador de esta inclinación por las tinieblas.
 Resultó tan influyente como Fuseli, que iba para pastor protestante, pero también sería abducido por las fuerzas del mal. La pesadilla, cuadro que da una bienvenida poco cálida a esta exposición de luz tenue y paredes grises, generó estupor y temblores en su época, cuando las damas de salud frágil fueron invitadas a mantenerse a una distancia prudencial del lienzo.
El sueño de la razón ilustrada, como diría Goya, produjo monstruos.
El erotismo mórbido que encerraba su obra sería muy imitado en los siglos posteriores.
Ectoplasmas de rasgos femeninos, cadáveres con un halo virginal y femmes fatales enviadas por el diablo se multiplicaron en la pintura, así como mitos clásicos, medievales o isabelinos de comportamiento no siempre digno –de Fausto a Hamlet y de Medea a Lady Macbeth— a quienes los pintores adoptaron en “una búsqueda perpetua de antihéroes con los que poder identificarse”, como apunta Borges.
 Gran figura del Romanticismo alemán, Caspar David Friedrich ocupa otra de las salas.
 Conocido por sus panorámicas compatibles con el merchandising museístico, su obra encierra en realidad bosques encantados, veleros fantasma y cementerios nebulosos, supuestos efectos del trauma de haber visto fallecer a un hermano que todavía no gateaba, hundido en un estanque invernal.
El fin del mundo, fantasía masoquista en la que reincidimos como sociedad cada vez que llega un cataclismo, también aparece ampliamente representado en cielos rojizos que anuncian lo peor, de Thomas Cole a Salvador Dalí. La llegada del simbolismo y de las vanguardias no dejó al arte libre de estas obsesiones malsanas, como demuestra la obra de Max Ernst.
 A los surrealistas, la negra introspección romántica les sirvió de portal de acceso a un mundo ajeno a la realidad física
. El nacimiento del cine pronunciaría todavía más esta predisposición a lo oscuro. Como demuestra la exposición, F.W. Murnau, Fritz Lang y James Whale calcaron en sus encuadres a Friedrich, Fuseli o Wiertz. La exposición se detiene en los años cuarenta.
No le habría costado demasiado seguir adelante, hasta describir una cultura que ya ha marcado en el calendario la fecha del próximo apocalipsis, mientras venera a heroínas adolescentes de tez mortecina y prefiere no numerar, por pura superstición, la planta 13 de los rascacielos.

 

El melancólico e inteligente adiós de los Rivera

A mi no me gusta esas ferias de toros, y no porque digan que si lo matan o no al Toro, tampoco me gusta ni ver matar a un conejo, lo vi de niña y jamás he podido comrlo.
Pero por decir que no me gusta esa fiesta no soy abanderada de nada, porque me gustan los toreros , no todos pero algunos, son guapos y se exiven , el traje de matador no lo entiendo, ya sé que es un ritual y de ahí vendrá el dicho" Es un hombre que se viste por los pies", bueno, no le queda otra. y están esos colores y tantas canciones , las folkloricas y los toreros, aunque cada dia eso ya no se ve.
Pues Cayetano Rivera Ordoñez, guapo según el dia, dice que se despide, pero es que le dan muchas cornadas y según cuentan cuando el toro te coge muy amenudo es que no eres buen torero, no calculas distancias ni posibles giros del animal, eso dicen, y Cayetano está muy corneado, nunca pudo estrenar el traje que le hizo Armani para una faena. Y casi fue mejor que no se lo pusiera, las cosas tradicionales no admiten banalidades.
Los hermanos Rivera durante la feria taurina de Villanueva del Arzobispo el pasado septiembre. / GTRESONLIN
En poco menos de una semana, el mundo de los toros se ha quedado huérfano de los hermanos Rivera Ordóñez, Cayetano y Francisco, que han decidido decir adiós o hasta luego a la profesión de toreros, a la que tanto deben.
 Y lo han hecho en silencio, como de tapadillo, en un atípico protocolo de despedida —me voy, pero no me ausento—, y con la divinidad como redentora y jueza: “Si Dios quiere”, decía el hermano mayor.
En poco menos de una semana se ha puesto fin, —de momento— a dos trayectorias taurinas deslumbrantes tiempo ha, y que se han ido apagando en beneficio del auge de dos personajes públicos que han conseguido jubilar a los toreros.
Pero son listos estos dos hermanos, y han demostrado que, además de un porte elegante, les funciona la cabeza fuera de los ruedos.
 Se han ido en silencio, sin anuncios previos, sin besos a las arenas de las plazas, sin emociones que alegran más la cuenta corriente que el corazón… Y sin corte de coleta, esa ceremonia tan íntima como expresión pública de que hasta aquí hemos llegado.
 Cayetano se ha retirado de manera temporal, y Francisco lo deja en manos de Dios.
 Es decir, que uno por razones temporales y el otro por espirituales dejan la puerta abierta para volver cuando los genes despierten y una buena oferta lo demande.
Y se van cuando uno y otro son una sombra de lo que fueron; cuando se ha roto el encanto del poderío de Francisco y el empaque de Cayetano, cuando son más interesantes fuera que dentro de la plaza, cuando la afición les ha pasado página, y pingües negocios reclaman su atención.
Porque los dos hermanos tienen vida más allá de los ruedos.
Cayetano, modelo de alta costura y perfumes, ha saboreado el glamour de la pasarela de Milán y estampa su cara bonita en los anuncios que salpican las paradas de autobuses.
Francisco es empresario con intereses en el textil, el inmobiliario, la agricultura, la ganadería, la restauración y las plazas de toros.
Y ambos son dos personajes públicos en el sentido más cañí de la palabra.
 Nacieron famosos y toreros por imposición genética.
No es posible una familia más taurina y popular que la suya, una curiosa coctelera en la que se mezclan los más puros mimbres del toreo con la cima del corazón mediático.
Y los dos se han creado un perfil propio, novedoso y diferente, estratégicamente diseñado al gusto de la modernidad. Elegante Cayetano, con ese atractivo aire entre la melancolía, la tristeza y la timidez; parco en palabras, pero de voz grave y solemne.
 Descarado Francisco, huidizo o no según las circunstancias, arisco y mujeriego, religioso y peleón, con ese punto agridulce de soberbia del que presume el guaperas canalla.
El bueno y el malo, y sin lugar para el feo.
Francisco y Cayetano, dos toreros creadores de ilusión
. El mayor llegó a Sevilla el 23 de abril de 1995, se hizo matador de toros de la mano de Espartaco y puso el toreo boca abajo. Tal fue su exhibición de poderío técnico, capacidad, valor e inteligencia natural ante la cara del toro, que el niño de Paquirri y protegido del abuelo Ordóñez se convirtió en un torerazo de la noche a la mañana.
Y así se paseó por las principales ferias durante varios años, como digno sucesor de sus mayores.
Cayetano fue el contrapunto.
 Nació a los toros ya mayor, cuando otros dormitan ya en su cortijo.
 Se vistió de luces cuando comprendió que la pantalla del cine no iluminaría su futuro, y dijo ser un torero diferente, cuajado de empaque y personalidad.
 No tuvo suerte con su apoderado, Curro Vázquez, quien más que su representante ha sido su ángel de la guarda protector, y lo convirtió en matador de becerros y no toros
. Lo cuidó tanto que lo descafeinó, y Cayetano se hizo una caricatura de sí mismo.
 O, quizá, nunca tuvo la ambición necesaria.
Cayetano se ha ido en el momento justo, castigado por los toros, sin asumir el compromiso que hace grandes a los toreros, y más admirado en la pasarela que en el ruedo.
A Francisco hace tiempo que se le rompió el amor con el toro.
Se cansó de llevar sobre sus espaldas la enorme responsabilidad de figura y prefirió ser uno más, al abrigo del cotilleo nacional sobre su ascendencia, su fallido matrimonio de alta alcurnia y sus amoríos de quita y pon.
 Uno más, pero desde la atalaya privilegiada de su enorme popularidad que le permitía estar en los primeros puestos del escalafón sin causa para ello. Nunca más fue ya el torero poderoso que deslumbró en sus primeros años.
Cayetano y Francisco se han marchado y hacen bien
. En silencio y sin alharacas, como corresponde a quien se ve empujado a decir adiós porque nada ni nadie le retiene.
En la hora de este melancólico e inteligente adiós, quede en la balanza la ilusión aportada por los dos hermanos, herederos de la más pura savia taurina.
Por encima de su obra quedará el peso de sus apellidos; y quedará la agridulce sensación de que sus personajes han devorado a los toreros
. Cosas de la vida…

14 oct 2012

Todo hombre.....

"Todo hombre espiritual -leo en Stefan Zweig- alberga en sí fuerzas de una índole peculiar para dominar su destino y el que no sabe sobrellevar humanamente semejante prueba, ya no cuenta tampoco como artista."

Y el que no sabe sobrellevar... Conforme avanza la luz hacia poniente, se acentúan las siluetas de las nubes, antracita alrededor del gris perla, lila oscuro alrededor de un blanco independizado, malva profundo y, adentro, resplandor en volandas.

“Estoy muy contenta del reencuentro con Borja”

La baronesa Thyssen visita a su hijo, que acaba de ser padre por tercera vez y cuenta a EL PAÍS cómo fue la visita

  • La baronesa Thyssen se convierte en abuela por tercera vez 
  • La baronesa Thyssen, a su salida de la clínica Ruber Internacional / GTRES
    Han pasado casi tres años desde que Carmen Cervera y su hijo Borja hablaron por última vez. Después de incontables descalificaciones mutuas, denuncias en los tribunales y varios juicios, madre e hijo se reencontraron el miércoles por la noche en un despacho de la madileña clínica Rúber. El pretexto era el nacimiento del tercer hijo de Borja, Enzo.
    La baronesa Thyssen se encontraba en Madrid rematando los últimos actos del veinte aniversario del museo Thyssen y alguien le contó que acababa de ser abuela por tercera vez. Decidió sobre la marcha que el chófer la llevara al hospital en el que su nuera, Blanca Cuesta, estaba ingresada. Precedida de un ramo de flores de felicitación enviada a la pareja, Carmen Thyssen llegó poco antes de las nueve de la noche y salió pasadas las diez. No vio ni a su nuera ni al bebé aunque por fin pudo hablar a solas con Borja.
    ¿De qué hablaron tanto tiempo?. “De los temas que tenemos pendientes entre nosotros.
     Estuvo todo muy bien. Yo estoy muy contenta del encuentro
    . Creo que él también”. Carmen declina comentar si su hijo estuvo o no cariñoso con ella después de tanto tiempo sin verse.
     El mismo silencio prefiere guardar sobre el hecho de no entrar a la habitación para conocer en persona al nuevo nieto y saludar a su nuera.
    En los últimos meses, Borja Thyssen ha recibido dos duros reveses en la guerra que mantiene frente a su madre.
     Por un lado, los tribunales desestimaron su reclamación sobre la propiedad de dos cuadros (Una mujer y dos niños junto a una fuente, de Goya, y El bautismo de Cristo, atribuido a Giaquinto) y por otro, él y su esposa han sido imputados por un presunto delito de descubrimiento y revelación de secretos en la Audiencia Provincial de Madrid. "Con esos asuntos seguirán nuestros respectivos abogados", precisa la baronesa.
    "Yo lo que quería era ver a mi hijo y estoy contenta".
    Espera ver en otra ocasión al bebé y a sus dos hermanos mayores (Sacha y Eric, de cuatro y dos años respectivamente) y reconoce que no le llevó ningún regalo a la clínica. "No me dio tiempo. He estado muy ocupada con la exposición de Gauguin y el aniversario del museo
    . Tampoco estaba previsto que pudiera venir al hospital. Ya habrá tiempo". Carmen no sabe que comentará su hijo del encuentro. Pero ella confiesa sentirse muy contenta.
    “Hemos podido hablar entre nosotros de todos los problemas que nos separa. Estuvo bien. Espero que todo siga su curso”. ¿Hay fecha para un nuevo encuentro”.
     “Eso espero”, concluye Cervera.