Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

11 oct 2012

Ante ustedes, el españolizador Por: José María Izquierdo

Está  bien esto de ir subiendo escalones en la bronca con Cataluña. “Nuestro interés es españolizar a los alumnos catalanes”, dijo ayer José Ignacio Wert en el Congreso. O sea, que “Ayudando”, como titula hoy El Periódico. Pues nuestros chicos están orgullosos de la valentía del ministro de Educación, Cultura y Deporte. Si estuviera en la plaza, sombreros cordobeses, puros, mantillas y hasta sostenes, si me permiten decirlo, habrían volado hacia el albero entre gritos de “Torero, torero”. Pasa, sin embargo, que Wert es ministro del Gobierno y lo mismo tiene en estos momentos un tanto delicados alguna contraindicación esta novedosa afición suya por hacerse el héroe de toda la carcundia mediática. Debe compensarle. Y a Rajoy, convenirle.
Wert
Se nos agolpan noticias sobre La Gaceta. Y a mí qué, se dirán ustedes. Pues lo mismo tienen razón, ya ven…
Editorial de La Razón. ¿Es más héroe Basagoiti o Wert? Difícil elección entre dos superhombres.
 El uno: “Desde esa posición de autoridad moral que le confiere luchar y defender los valores constitucionales, Basagoiti ofrece la fórmula para colocar en su justo lugar a los nacionalistas e independentistas vascos y catalanes: respuesta unitaria de la sociedad española, reacción clara del Gobierno de España y, sobre todo, movilización de esa mayoría social que no quiere rupturas, aunque no lo exprese con los alardes propagandísticos de los separadores”. 
 El otro: “Nada más oportuno que la intervención del ministro Wert en el Congreso, cuya claridad y valentía ha escandalizado a los nacionalistas.
 El ministro de Educación aseguró que su política en Cataluña se dirigirá a ‘que los niños catalanes se sientan tan orgullosos de ser catalanes como de ser españoles’.
 Elemental. Lo mismo cabe decir de los niños vascos.
 Ya era hora de que un miembro del Gobierno de España tuviera el coraje de denunciar la manipulación nacionalista de las escuelas para falsear la Historia común de los españoles, para adoctrinar en la secesión y para instalar un rechazo a todo lo que España es y significa”. ¡Qué dura la elección entre uno y otro cíclope!
Martín Prieto mete prisa al Ministerio del Interior para que prohíba ir a las manifestaciones con capucha o similar
. Y recuerda el caso del italiano Leopoldo de Gregorio, ministro de Hacienda –o cargo equivalente en la época- de Carlos III, más conocido como el marqués de Esquilache 
. La revuelta popular fue extraordinaria ante la prohibición impuesta por el marqués de chambergos y capas largas. Incluso cargó con tijeras a las patrullas policiales –cual Mariano Rajoy- para dejar a los embozados con el paño a la medida autorizada.
 La cosa acabó con el envío del ilustrado marqués de embajador a Venecia
No me parece mala idea, no. Que manden a Ignacio Cosidó de embajador a Italia. O a Venecia. 
Aunque sea de cónsul.
Ya saben que “mañana es 12 de octubre, Día del Pilar y de la Hispanidad”, como gentilmente nos recuerda Alfonso Ussía. 
 Y tras felicitar a la Guardia Civil por la fiesta de su patrona, la emprende con Mas.
  Y para ello se sirve de su acendrado amor hacia el sector castrense: “Es muy complicado en España hoy en día -Cataluña incluida, claro-, acudir a una celebración compuesta en su totalidad por españoles decentes, muchos de ellos, catalanes”.
  Así empezamos, que es solo el aperitivo: “Esa decencia que desfilará ante el Rey ha elegido por vocación el servicio a España y los españoles. 
Unos llegan más arriba y otros se quedan en el camino. 
La mayoría acude a cumplir en el exterior misiones acordes a nuestros compro¬misos internacionales y por fortuna, cumplido el deber, vuelven a España.
 Algunos lo hacen en un ataúd. Nos están defendiendo a todos, catalanes, vascos, castellanos, andaluces y para qué seguir. Uno de los defendidos es Mas, aunque su sensibilidad de chorlito nervioso le impida recono¬cerlo, valorarlo y agradecerlo”
. Que es lo que queríamos demostrar.
Y lo que dijo Wert, que tanto aplaude el editorial de Abc: “El Gobierno de Mariano Rajoy ha puesto fin a la pasividad con la que se dejaba hacer y deshacer a los nacionalistas con una educación a la medida del secesionismo y la hostilidad hacia España.
 El ministro de Educación, José Ignacio Wert, puso el dedo en la llaga del sistema educativo catalán cuando afirmó, ayer en la sesión de control del Congreso de los Diputados, que el Gobierno quiere ‘españolizar a los niños catalanes”. 
 Ahí está. El dedo, efectivamente, en la llaga
. Con lo que duele. Al que tiene la llaga, claro. Pero Manuel Martín Ferrand, que ya ha visto mucho, tiene otra opinión: “A los alumnos hay que educarlos.
 Españolizarlos es tan perverso como catalanizarlos”.
No así Isabel San Sebastián, que también ha debido de ver mucho, quién lo duda, pero no todo el mundo tiene la misma capacidad de comprensión: “A juzgar por la catarata de descalificaciones e insultos que le cayó inmediatamente en las redes sociales, varios medios de comunicación y hasta el Senado, de labios de un representante de CiU, lo que hizo ayer el ministro de Educación en el Congreso fue un acto rayano en el heroísmo.
 Una hazaña democrática merecedora de admiración. 
Una proeza que ninguno de sus predecesores, salvo Esperanza Aguirre, había osado acometer”. 
 Lo que sigue pueden ustedes leerlo en Abc. Que tampoco es cosa.

RAIMON - AL VENT - 50 ANYS

‘Al vent del món’ Juan Cruz 11 OCT 2012 - 00:02 CET

No tienen tantos argumentos para irse como para seguir con nosotros.

 

Los que hace 35 años teníamos 30 años, o casi, nos salvábamos del miedo, o de otras contingencias de la vida cantando como náufragos Al vent, la canción de Raimon que rompió los tímpanos de la noche en plena grisura franquista.
 Luego vino Joan Manuel Serrat (y también vinieron otros) y nos acostumbramos a cantar, de madrugada, las canciones de amor o de cuna dichas en catalán.
 Un idioma cristalino, lleno de un sonido que era a la vez marino y montañoso, montaraz y poético, bellísimo. Al tiempo nos hicimos lectores de libros que venían de Barcelona, y para muchos Barcelona era la capital a la que se dirigían nuestras pasiones (la futbolística, la cultural), conducidas a veces por Kubala y a veces por Marsé, Barral o José Agustín Goytisolo.
Barcelona ha sido y es, en nuestra generación, que fue la generación de la espera, un diapasón, una manera de ser a la que aspirábamos
. Era el centro mismo del mundo para los latinoamericanos y para los que veníamos de más cerca, pero éramos también, a nuestro modo, latinoamericanos
. En la historia de este encuentro hubo luego algunos desencuentros, construidos sobre tópicos pútridos que condujeron, en algún momento muy concreto de nuestra experiencia, a aquel boicoteo a lo que se produjera allí, en Cataluña.
 Recuerdo con la nitidez con la que la memoria devuelve lo falaz e incomprensible un mediodía en Talavera de la Reina, al inicio de aquel boicoteo.
 El camarero no quería que tomara agua de Vichy, pues esta era de fabricación catalana.
Como había mucha gente y no era momento ni sitio para arrancarse de allí pedí agua Perrier, que, como su nombre indica, es francesa de origen.
 Rebusqué en el envase hasta que encontré que también Perrier se embotellaba a las afueras de Barcelona.
El mundo ya es una entidad ilocalizable
. Pablo Neruda se burló de las patrias antes de que existiera Internet, y calificó esa palabra, patria, como un peligroso guarismo tan feo como las palabras termómetro o ascensor, una señal de tráfico.
 Detrás de la palabra patria siempre viene un ejército a romper, por parafrasear El extranjero de Camus, la armonía del día, el silencio excepcional de las playas en las que uno se siente del mundo, al vent del món.
De todas las cosas que he leído estos días acerca de la reivindicación pública de la identidad catalana como estandarte de la independencia, me interesó mucho, y me horripiló más, lo que se le atribuye a un senador, Vilajoana, que llevó asuntos de Cultura de la Generalitat.
 Según parece, este político experimentado gritó, en medio de su júbilo, “español el que no bote” para significar que en el éxtasis solo se podía admitir la unanimidad de su querencia.
Nadie podía no botar a riesgo de ser llamado español, como si ser español, aparte de aludir a un lugar de procedencia, fuera sinónimo de no sé cuántos fracasos.
Barcelona ha sido y es, en nuestra generación, un diapasón, una manera de ser a la que aspirábamos
Soy español de Canarias.
 Fueron los peninsulares (a los que algunos canarios llaman godos, según cómo los peninsulares se porten; Vilajoana, lo siento, puede ser tenido por godo) los que tomaron aquella tierra para entregársela a los Reyes Católicos.
En algún tiempo de nuestra historia hubo reivindicaciones independentistas basadas en el hecho cierto de aquella colonización; lo que pasa es que ahora la mayor parte de aquellos colonos se ha reencarnado en nosotros mismos.
 Mi madre decía que nosotros, nuestra familia, provenía de Francia y de unos gitanos, pero nunca he sentido la tentación de buscar en ningún árbol genealógico la certidumbre de sus aciertos o de sus invenciones.
 En todo caso, como comparto con Neruda ese juicio sobre la palabra patria, sé que soy de un lugar cruzado por un sinfín de culturas o de ideas, entre las cuales estuvo, en algún momento, el enciclopedismo, después el surrealismo, y recientemente incluso la atlanticidad, que nos comunica más con lo que sigue mar afuera que con lo que el mar deja atrás.
Entre esas influencias, la generación a la que pertenezco, en Canarias y en España, atesora la influencia de Cataluña, el gusto por el catalán y por lo catalán, en la cultura, en las costumbres, y entre estas, cómo no, figura el fútbol como un estandarte que en mi caso tiene el aire blaugrana.
 Leí el otro día aquí un artículo de Félix Ovejero en el que se decía que (a propósito de la diatriba catalana) uno debe respetar todas las ideas, incluida la de la independencia de Cataluña.
Cómo no, todo el mundo tiene derecho a su opinión, a su opción, a su historia, etcétera.
 Añadía Ovejero que ese respeto no era suficiente: si uno está en contra de la idea que respeta ha de luchar por la idea propia.
Y como ciudadano del común, como amante de Cataluña y de Catalunya, modestamente proclamo el disgusto que me causa que un gran número de catalanes (incluido, por supuesto, aquel senador) quieran dejarnos a nosotros, los españoles de cualquier parte, de Canarias también, fuera del círculo de tiza que quieren construir porque no soportan al Gobierno de Madrid, a los gobernantes españoles, a los políticos con los que no se entienden.
Francamente, creo que no tienen tantos argumentos para irse como los que tenemos nosotros, los catalanófilos, e incluso los que no lo son, para seguir con nosotros, gritando, como Raimon, al vent del mon. Al vent del mon, diguem no. ¿Podemos?