Parece clara la Moraleja,cuanto más estafes, te aproveches de tu situación, que te corrompe, sales mejor, porque tu Urdangarin no vas a la cárcel ni te harán un desalojo a porrazos, vienes a Barcelona y con lo que debes tener te lo gastas en Botox que estás muy arrugado, tu esposa fiel te adora y te seguirá por esa casa alquilada en Barcelona, no deja de ser la Hija de un rey, mientras hay gente que sobrevive con 400e familia con dos hijos y en el paro.
cristina te perdona todo y con cuatro hijos formarán una familia feliz e hipócrita.
vaya ejemplo nos da, espero que estas navidades el rey ahorre el discurso en esta polítíca de austeridad, porque ya nada le puede llenar de orguyo y satisfacción....esta vida loca que se desmorona. adios urdangarin, adios y de paso a letizia que ha confundido ser una mediocre actriz con su papel de princesa sin corona....total ya.....
11 oct 2012
Un Actor llamado Javier Escrivá
El otro dia estábamos hablando una amiga y yo, que ya no hay actores que declamen bien, lo fue Francisco Vallaadares, recitaba y declamaba como creo nadie lo hizo, tb lo hizo Daniel Dicenta y su padre, o Jose Marria Rodero, pero ya hoy nadie aguanta bien el soliloquio del Tenorio o del Segismundo. Y nos acordamos de Javier Escrivá que lo hacía muy bien, aunque su recuerdo esté ligado a una Película: Molokai, siendo niñas, el asunto de los leprososnos daba como miedo, y Escrivá era el Padre Damián, creo que podría contar la película entera y ese final para nosotras espantoso cuando mete los pies en una palangana de agua hirviendo y no siente nada, se había contagiado de La Lepra, y nosotras de la lepra y como se caía la carne a trozos sabíamos mucho por las sádicas monjas.
Diplomado en Genealogía, Heráldica y Derecho Nobiliario, se traslada desde su ciudad natal a Madrid, donde inicia su trayectoria interpretativa que, condicionada por su fisico le lleva a interpretar papeles de galán aunque también abundan los personajes atormentados de calado dramático.
La fama le llega en 1959 al interpretar al misionero Padre Damián en la película Molokai, de Luis Lucia, que obtiene un rotundo éxito entre el público español.
Pese al éxito de la película, su trayectoria cinematográfica durante los años sesenta es bastante irregular, labrándose una carrera en el teatro, donde interpreta obras como El cerco de Numancia, Julio César, Llama un inspector, Fuenteovejuna, Divinas palabras, Tango, Cyrano de Bergerac o La celestina.
En 1971 alcanza de nuevo un pico de popularidad al protagonizar la serie de TVE Visto para sentencia, tras la cual relanza su carrera tanto en cine como en televisión. En la pantalla grande se suceden los títulos en los que alterna drama y comedia, trabajando con directores como Pedro Olea, Pedro Lazaga o Eloy de la Iglesia.
En televisión interviene en varias obras del espacio Estudio 1, así como en las series Goya, Segunda enseñanza (1986) o Régimen abierto (1986) o Réquiem por Granada (1991).
En teatro, estrena a Antonio Buero Vallejo en Lázaro en el laberinto (1986) y repone Don Juan Tenorio (1990), en el Español y La muralla (1993), de Joaquín Calvo Sotelo.
Apartado del mundo de la interpretación, sus últimos años los dedica a trabajar en una empresa de subastas de joyas y obras de arte, aunque retornó a televisión con las series Yo, una mujer (1996), de Ricardo Franco, con Concha Velasco y Éste es mi barrio (1996), de Vicente Escrivá, ambas para Antena 3.
Falleció en accidente de tráfico.
Y perdimos un buen actor. La escena lo quería pero él nunca estuvo cómodo como actor. Una Pena.
Diplomado en Genealogía, Heráldica y Derecho Nobiliario, se traslada desde su ciudad natal a Madrid, donde inicia su trayectoria interpretativa que, condicionada por su fisico le lleva a interpretar papeles de galán aunque también abundan los personajes atormentados de calado dramático.
La fama le llega en 1959 al interpretar al misionero Padre Damián en la película Molokai, de Luis Lucia, que obtiene un rotundo éxito entre el público español.
Pese al éxito de la película, su trayectoria cinematográfica durante los años sesenta es bastante irregular, labrándose una carrera en el teatro, donde interpreta obras como El cerco de Numancia, Julio César, Llama un inspector, Fuenteovejuna, Divinas palabras, Tango, Cyrano de Bergerac o La celestina.
En 1971 alcanza de nuevo un pico de popularidad al protagonizar la serie de TVE Visto para sentencia, tras la cual relanza su carrera tanto en cine como en televisión. En la pantalla grande se suceden los títulos en los que alterna drama y comedia, trabajando con directores como Pedro Olea, Pedro Lazaga o Eloy de la Iglesia.
En televisión interviene en varias obras del espacio Estudio 1, así como en las series Goya, Segunda enseñanza (1986) o Régimen abierto (1986) o Réquiem por Granada (1991).
En teatro, estrena a Antonio Buero Vallejo en Lázaro en el laberinto (1986) y repone Don Juan Tenorio (1990), en el Español y La muralla (1993), de Joaquín Calvo Sotelo.
Apartado del mundo de la interpretación, sus últimos años los dedica a trabajar en una empresa de subastas de joyas y obras de arte, aunque retornó a televisión con las series Yo, una mujer (1996), de Ricardo Franco, con Concha Velasco y Éste es mi barrio (1996), de Vicente Escrivá, ambas para Antena 3.
Falleció en accidente de tráfico.
Y perdimos un buen actor. La escena lo quería pero él nunca estuvo cómodo como actor. Una Pena.
“Nadie es normal”
El noruego Ingvar Ambjørnsen sorprendió con 'Elling' segunda entrega de una tetralogía
La novela trata del reto de dos amigos para sobrevivir en el mundo hostil de lo cotidiano.
“No creo que haya nadie que sea normal”.
A partir de esta premisa, el escritor noruego Ingvar Ambjørnsen construyó en seis meses y “sin planearlo” a Elling, un hombre que en la madurez se enfrentará al complicado reto de salir de la casa de su madre tras cuarenta años de cálido resguardo
. Lo que se encuentra tras pasar el felpudo se relata en Elling, hermanos de sangre, la segunda entrega de la tetralogía que Ambjørnsen terminó hace una década y que llega ahora a España de la mano de Nørdica Libros.
Radiólogo de outsiders, el escritor en esta entrega hace del anecdotario que viven Elling y su compañero de piso Kjell Born tras pasar del internamiento en un centro noruego –del que se desconoce su función- a un piso tutelado, un tratado sobre la voluntad de salir adelante de dos exploradores de un mundo desconocido. “Suelo escribir sobre la amistad pero no sobre el amor.
Siempre intento hacerlo con el corazón, con el instinto, lo que llamo los personajes que salen de mi nariz”, cuenta al otro lado del teléfono.
Su empeño persistente en convertir en hostilidad cada supuesta
amenaza que se encuentran por el camino, acaba traduciéndose en una
retahíla de pequeñas victorias que atrae como un imán a nuevos
personajes a su universo.
Igual de peligroso es intercambiar dos palabras con la cajera del supermercado, que rescatar a una vecina ebria y embarazada o tomar un vino con un viejo poeta.
La incorporación de una mujer a ese microcosmos hipermasculino de un piso de la zona noble de Oslo y la guía de un escritor, irán medrando el carácter y comportamiento de los protagonistas.
Hasta tal punto que cualquier digresión termina por ser reflejo. “Es un personaje universal en el que todo el mundo reconoce algo de sí mismo”, descifra parte del éxito de su criatura el autor. “Lo que no voy a contar es mi truco para evitar que la gente sienta compasión por los personajes”.
Entre poco y nada se descubre en este segundo capítulo del pasado de Elling.
De su patológica obsesión por evitar el contacto con los demás o de dar una explicación apocalíptica a cada acontecimiento.
“No me interesa ofrecer un diagnóstico psicológico, hubiera sido un error, algo así como encerrar a Elling y sus historias en una jaula”, dice con contundencia el escritor.
Aunque al mismo tiempo, Ambjørnsen es consciente de que la conversión en universal de su hijo literario ha suscitado en el norte de Europa, en especial en Alemania y Noruega, todo un debate entre psicólogos y psiquiatras.
“Soy el padre de Elling, no quiero saber nada”, ríe al ser interpelado.
Adaptada al teatro y luego al cine (estuvo a las puertas de los Oscar) por Axel Hellstenius y Petter Naes, Elling, hermanos de sangre es además un canto al optimismo en tiempos en que esta actitud se enclaustra en la pena de terminar siendo tratado como un ciego o ingenuo lelo.
“Elling no volverá, pero eso no significa que cada día esté presente”, comenta Ambjørnsen. “En su simplicidad reside su éxito”.
A partir de esta premisa, el escritor noruego Ingvar Ambjørnsen construyó en seis meses y “sin planearlo” a Elling, un hombre que en la madurez se enfrentará al complicado reto de salir de la casa de su madre tras cuarenta años de cálido resguardo
. Lo que se encuentra tras pasar el felpudo se relata en Elling, hermanos de sangre, la segunda entrega de la tetralogía que Ambjørnsen terminó hace una década y que llega ahora a España de la mano de Nørdica Libros.
Radiólogo de outsiders, el escritor en esta entrega hace del anecdotario que viven Elling y su compañero de piso Kjell Born tras pasar del internamiento en un centro noruego –del que se desconoce su función- a un piso tutelado, un tratado sobre la voluntad de salir adelante de dos exploradores de un mundo desconocido. “Suelo escribir sobre la amistad pero no sobre el amor.
Siempre intento hacerlo con el corazón, con el instinto, lo que llamo los personajes que salen de mi nariz”, cuenta al otro lado del teléfono.
Suelo escribir sobre la amistad pero no sobre el amor. Siempre intento hacerlo con el corazón, con el instinto, lo que llamo los personajes que salen de mi nariz
Igual de peligroso es intercambiar dos palabras con la cajera del supermercado, que rescatar a una vecina ebria y embarazada o tomar un vino con un viejo poeta.
La incorporación de una mujer a ese microcosmos hipermasculino de un piso de la zona noble de Oslo y la guía de un escritor, irán medrando el carácter y comportamiento de los protagonistas.
Hasta tal punto que cualquier digresión termina por ser reflejo. “Es un personaje universal en el que todo el mundo reconoce algo de sí mismo”, descifra parte del éxito de su criatura el autor. “Lo que no voy a contar es mi truco para evitar que la gente sienta compasión por los personajes”.
Entre poco y nada se descubre en este segundo capítulo del pasado de Elling.
De su patológica obsesión por evitar el contacto con los demás o de dar una explicación apocalíptica a cada acontecimiento.
“No me interesa ofrecer un diagnóstico psicológico, hubiera sido un error, algo así como encerrar a Elling y sus historias en una jaula”, dice con contundencia el escritor.
Aunque al mismo tiempo, Ambjørnsen es consciente de que la conversión en universal de su hijo literario ha suscitado en el norte de Europa, en especial en Alemania y Noruega, todo un debate entre psicólogos y psiquiatras.
“Soy el padre de Elling, no quiero saber nada”, ríe al ser interpelado.
Adaptada al teatro y luego al cine (estuvo a las puertas de los Oscar) por Axel Hellstenius y Petter Naes, Elling, hermanos de sangre es además un canto al optimismo en tiempos en que esta actitud se enclaustra en la pena de terminar siendo tratado como un ciego o ingenuo lelo.
“Elling no volverá, pero eso no significa que cada día esté presente”, comenta Ambjørnsen. “En su simplicidad reside su éxito”.
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