9 oct 2012
Alfonso Díez, El Sabio
Queridos y queridas todos y todas: hoy estoy
superigualitaria.
Llevo unas semanas despellejando a mujeres y me han
llegado campanas de que, o equilibro la balanza de género, o voy al
defensor del lector y la lectora.
En esa tesitura, entenderás que me la
envaine: está el patio como para significarse a lo tonto o a la tonta.
Abreviando, que es gerundio, voy a hablar de tíos: soy superfan del
Duque. De Miguel Ángel Silvestre no, qué pereza: está tremebundo, pero desde que renegó del canallita de Sin tetas no hay paraíso y va de actor del método, solo le aguanta Blanca Suárez, y porque le sale a cuenta el coste-beneficio.
A mí el que me pone es el otro. El duque consorte de Alba, nacido Alfonso Díez Carabantes. Él sí es un aristócrata posmoderno y no Lady Gaga.
Ayer hizo un año de su boda con Cayetana.
Aún lo estoy viendo todo desmelenado tocarle las palmas a su novia en
Dueñas poseído por el duende flamenco. Lo que tuvo que oír ese hombre
para llegar al altarcillo de ese palacio no está escrito.
Bueno, sí,
corrieron ríos de tinta, te lo recuerdo: que si era un cazafortunas, que
si un arribista de libro, que si seguía soltero a los 60 sería por
algo. Infundios. Fue casarse y tapar bocas. La primera, la suya.
A la
chita callando, el exfuncionario palentino se ha metido a sus hijastros,
sus nietastros y a toda la pandi de íntimas de su excelentísima esposa
en el bolsillo de los chinos de Ralph Lauren Collection.
Las señoras de la sociedad sevillana, con Carmen Tello de Curro Romero
a la cabeza, están que no orinan con el chico de la duquesa.
Que es
supereducado, superdiscreto y superatento, comentan, además de
superapuesto, salta a la vista. Para mí lo que pasa, aparte de todo eso,
es que Alfonso les hace más caso que sus maridos, que las querrán con
locura, pero las tienen muy vistas
. Mientras sus legítimos ni se
percatan de que han ido a la pelu aunque se tiñan de platino, el duque
les dice lo guapas que son, el tipo que tienen y lo bien que les sientan
las mechas caoba y, claro, le adoran. Con el añadido de que sus esposos
están tranquilísimos: ya se sabe que con el marido de una amiga no hay
peligro ninguno.
Cayetana, por si acaso, le ata corto, que hasta Concha Velasco le ha tirado los tejos
.
La duquesísima aún está que no se lo cree.
A sus 86 de vellón, con un
pibón maduro que la tiene como una reina.
Un cine, una misa, un
restaurante, un concierto. Como tantos matrimonios, ¿o te crees que Alberto y Charlene
de Mónaco están todo el día haciendo el salto del tigre? Envidia, es lo
que tienen los que lo critican.
Que si ha refinado su armario, que si
se ha operado la nariz, que si se ha hecho algún arreglito.
Pues como
tantos y tantas consortes, insisto, mira a Letizia.
Lo dicho, que es participio: mientras otros ladran, Alfonso cabalga. Hoy debuta en ABC como crítico estrella de cine, tiembla, Boyero.
Además, se ha mercado una casita en Sanlúcar pensando en el futuro, dado que tiene todas las papeletas para ser el viudo
.Hasta entonces, dice en el reportaje que le dedica ¡Hola!, vive al día con su chica en un alita de Dueñas, que “el palacio es un complemento” y cuesta un Goya calentarlo.
Por cierto, que la biblia rosa escribe “Alfonso Diez”, así, sin acento, para que no quepa duda de que le da la nota máxima del pijismo patrio.
Carabantes, sabes más que Lepe.
A tu vera, Alfonso X El Sabio era un don nadie.
67 estilos para 40 años de moda
¿Dónde empezar y donde poner punto final a la hora de confeccionar
una guía de la moda española de las cuatro últimas décadas? ¿Quién forma
parte y quien se queda fuera?
Al crítico de moda Pedro Mansilla la editorial Lunwerg le encargó una especie de diccionario de la moda española, que él ha iniciado así: “Hace 40 años murió Franco”.
Ese libro aún no se ha publicado, saldrá dentro de un mes, pero ya tiene una secuela: la exposición Cazadores de Tendencias, que se puede ver hasta marzo de 2013 en CentroCentro.
A partir de ese suceso clave en la historia de España y el profundo cambio estético que trae consigo, surge una historia de la moda y sus protagonistas, y que sirve también de hilo conductor de la exposición.
Todo nace con “tres líderes”, en opinión de Mansilla: Antonio Miró en Barcelona, Jesús del Pozo, en Madrid y Adolfo Domínguez, en Galicia.
Ellos marcarían un camino que recorren 67 protagonistas ordenados en la exposición por orden alfabético. Rompe el fuego uno de los líderes, Adolfo Domínguez, al que le siguen, Ailanto, Amaya Arzuaga, Balenciaga, Carlos Díez, Francis Montesinos, Juanjo Oliva, Miguel Adrover, Sybilla, TCN... por nombrar solo algunos.
Mansilla explica que a la hora de elegir se ha regido por dos principios: uno, objetivo, “que todos los que salen hayan pasado por algún desfile de moda”, y dos, el de la intimidad, que él explica así:
“He acabado cediendo el protagonismo al diseñador y que fuera él quien eligiera las imágenes para explicar su trabajo”, al que acompañan sus biografías.
Los fotógrafos son, junto con las modelos, los otros grandes protagonistas con nombres como Outumuro, Javier Vallhonrat o García-Álix.
Las negociaciones han durado dos años y son un filón de anécdotas que darían para otro libro
. Por ejemplo, Mansilla, que ha procurado de cada diseñador tener imágenes originales, quería una de Roberto Verino hecha por Jon Kortajarena que como se sabe no es fotógrafo sino modelo.
Pero su representante no se contentó con 300 euros más o menos que pedían todos. O los 500 que costó una de Cecil Beaton a una modelo de Balenciaga. Pidió 19. 000 y se acabó la historia. “Una inmoralidad”, zanja el comisario.
Otro capítulo que da para mucho es el de los ausentes.
“Hay unos que primero no se ponen, luego te dicen que mañana te mandan la foto y al otro día que no quiero, como Carmen March, y lo siento mucho porque tendría que haber estado”.
Otros no están porque su negocio desapareció, no desfilan hace tiempo o tiraron la toalla (María Moreira, J+G o el dúo Spastor y Javier Larrainzar, que según el comisario no dieron señales de vida) o por líos de propiedad, como Antonio Miró o Purificación García.
Mansilla acaba pidiendo disculpas a algunos, Moisés Nieto, Juan Vidal o Nihil Obstat “porque en algún momento tenía que cerrar la puerta y fue en los desfiles de febrero”.
Y por una cuestión cabalística, pese a declararse no supersticioso: 67 nombres y 76 años que han pasado desde la primera imagen de Balenciaga (1936) y la del último, El Colmillo de Morsa.
Al crítico de moda Pedro Mansilla la editorial Lunwerg le encargó una especie de diccionario de la moda española, que él ha iniciado así: “Hace 40 años murió Franco”.
Ese libro aún no se ha publicado, saldrá dentro de un mes, pero ya tiene una secuela: la exposición Cazadores de Tendencias, que se puede ver hasta marzo de 2013 en CentroCentro.
A partir de ese suceso clave en la historia de España y el profundo cambio estético que trae consigo, surge una historia de la moda y sus protagonistas, y que sirve también de hilo conductor de la exposición.
Todo nace con “tres líderes”, en opinión de Mansilla: Antonio Miró en Barcelona, Jesús del Pozo, en Madrid y Adolfo Domínguez, en Galicia.
Ellos marcarían un camino que recorren 67 protagonistas ordenados en la exposición por orden alfabético. Rompe el fuego uno de los líderes, Adolfo Domínguez, al que le siguen, Ailanto, Amaya Arzuaga, Balenciaga, Carlos Díez, Francis Montesinos, Juanjo Oliva, Miguel Adrover, Sybilla, TCN... por nombrar solo algunos.
Mansilla explica que a la hora de elegir se ha regido por dos principios: uno, objetivo, “que todos los que salen hayan pasado por algún desfile de moda”, y dos, el de la intimidad, que él explica así:
“He acabado cediendo el protagonismo al diseñador y que fuera él quien eligiera las imágenes para explicar su trabajo”, al que acompañan sus biografías.
Los fotógrafos son, junto con las modelos, los otros grandes protagonistas con nombres como Outumuro, Javier Vallhonrat o García-Álix.
Las negociaciones han durado dos años y son un filón de anécdotas que darían para otro libro
. Por ejemplo, Mansilla, que ha procurado de cada diseñador tener imágenes originales, quería una de Roberto Verino hecha por Jon Kortajarena que como se sabe no es fotógrafo sino modelo.
Pero su representante no se contentó con 300 euros más o menos que pedían todos. O los 500 que costó una de Cecil Beaton a una modelo de Balenciaga. Pidió 19. 000 y se acabó la historia. “Una inmoralidad”, zanja el comisario.
Otro capítulo que da para mucho es el de los ausentes.
“Hay unos que primero no se ponen, luego te dicen que mañana te mandan la foto y al otro día que no quiero, como Carmen March, y lo siento mucho porque tendría que haber estado”.
Otros no están porque su negocio desapareció, no desfilan hace tiempo o tiraron la toalla (María Moreira, J+G o el dúo Spastor y Javier Larrainzar, que según el comisario no dieron señales de vida) o por líos de propiedad, como Antonio Miró o Purificación García.
Mansilla acaba pidiendo disculpas a algunos, Moisés Nieto, Juan Vidal o Nihil Obstat “porque en algún momento tenía que cerrar la puerta y fue en los desfiles de febrero”.
Y por una cuestión cabalística, pese a declararse no supersticioso: 67 nombres y 76 años que han pasado desde la primera imagen de Balenciaga (1936) y la del último, El Colmillo de Morsa.
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