Queridos y queridas todos y todas: hoy estoy
superigualitaria.
Llevo unas semanas despellejando a mujeres y me han
llegado campanas de que, o equilibro la balanza de género, o voy al
defensor del lector y la lectora.
En esa tesitura, entenderás que me la
envaine: está el patio como para significarse a lo tonto o a la tonta.
Abreviando, que es gerundio, voy a hablar de tíos: soy superfan del
Duque. De Miguel Ángel Silvestre no, qué pereza: está tremebundo, pero desde que renegó del canallita de Sin tetas no hay paraíso y va de actor del método, solo le aguanta Blanca Suárez, y porque le sale a cuenta el coste-beneficio.
A mí el que me pone es el otro. El duque consorte de Alba, nacido Alfonso Díez Carabantes. Él sí es un aristócrata posmoderno y no Lady Gaga.
Ayer hizo un año de su boda con Cayetana.
Aún lo estoy viendo todo desmelenado tocarle las palmas a su novia en
Dueñas poseído por el duende flamenco. Lo que tuvo que oír ese hombre
para llegar al altarcillo de ese palacio no está escrito.
Bueno, sí,
corrieron ríos de tinta, te lo recuerdo: que si era un cazafortunas, que
si un arribista de libro, que si seguía soltero a los 60 sería por
algo. Infundios. Fue casarse y tapar bocas. La primera, la suya.
A la
chita callando, el exfuncionario palentino se ha metido a sus hijastros,
sus nietastros y a toda la pandi de íntimas de su excelentísima esposa
en el bolsillo de los chinos de Ralph Lauren Collection.
Las señoras de la sociedad sevillana, con Carmen Tello de Curro Romero
a la cabeza, están que no orinan con el chico de la duquesa.
Que es
supereducado, superdiscreto y superatento, comentan, además de
superapuesto, salta a la vista. Para mí lo que pasa, aparte de todo eso,
es que Alfonso les hace más caso que sus maridos, que las querrán con
locura, pero las tienen muy vistas
. Mientras sus legítimos ni se
percatan de que han ido a la pelu aunque se tiñan de platino, el duque
les dice lo guapas que son, el tipo que tienen y lo bien que les sientan
las mechas caoba y, claro, le adoran. Con el añadido de que sus esposos
están tranquilísimos: ya se sabe que con el marido de una amiga no hay
peligro ninguno.
Cayetana, por si acaso, le ata corto, que hasta Concha Velasco le ha tirado los tejos
.
La duquesísima aún está que no se lo cree.
A sus 86 de vellón, con un
pibón maduro que la tiene como una reina.
Un cine, una misa, un
restaurante, un concierto. Como tantos matrimonios, ¿o te crees que Alberto y Charlene
de Mónaco están todo el día haciendo el salto del tigre? Envidia, es lo
que tienen los que lo critican.
Que si ha refinado su armario, que si
se ha operado la nariz, que si se ha hecho algún arreglito.
Pues como
tantos y tantas consortes, insisto, mira a Letizia.
Lo dicho, que es participio: mientras otros ladran, Alfonso cabalga. Hoy debuta en ABC como crítico estrella de cine, tiembla, Boyero.
Además, se ha mercado una casita en Sanlúcar pensando en el futuro, dado que tiene todas las papeletas para ser el viudo
.Hasta entonces, dice en el reportaje que le dedica ¡Hola!, vive al día con su chica en un alita de Dueñas, que “el palacio es un complemento” y cuesta un Goya calentarlo.
Por cierto, que la biblia rosa escribe “Alfonso Diez”, así, sin acento, para que no quepa duda de que le da la nota máxima del pijismo patrio.
Carabantes, sabes más que Lepe.
A tu vera, Alfonso X El Sabio era un don nadie.
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