Un vídeo viral propone qué hacer y qué evitar en la red social que más crece.
Este mes celebrará tan solo su segundo aniversario y se cree que lo hará ya con 100 millones de afiliados, lo que tiene boaquiabierto al sector de la tecnología: Twitter tardó cinco años en alcanzar esa cifra redonda y Facebook cuatro.
Eso implica que cada día millones de usuarios de la aplicación, que es propiedad de Facebook desde que el pasado abril la empresa de Mark Zuckerberg se hiciera con ella por mil millones de dólares, aprenden lo que es un filtro Valencia, acceden a las fotos de conocidos y desconocidos y se enfrentan a un número insospechado de imágenes de pies (con zapatos nuevos, desnudos y clavados en la arena, semicubiertos por el agua del mar, descansando sobre el sofá...) y todavía más instantáneas de comida. Instagram tiene múltiples posibilidades, pero, en su andadura de dos años se han codificado una serie de clichés que hacen que a veces se vuelva repetitiva.
Para luchar contra eso, el cineasta Casey Neistat, acostumbrado a sacar provecho de sus ocurrencias virales, ha elaborado un vídeo en stop-motion y con estética muy instagramera (nostálgica y analógica) en el que ofrece sus reglas para el buen uso de la red. Lo ha llamado Guía para no ser un asco en Instagram y allí dice lo que, según él, hay que hacer y lo que hay que evitar.
Todo para que la red social no acabe aburriendo, como Facebook, que según Neistat, "ha perdido el Norte y ahora es una especie de diarrea de Internet posteada por gente a la que casi ni conozco". Twitter, dice, "no está mal, pero se basa sólo en compartír ideas por texto". En cambio, Instagram "es puro, sólo lo bueno".
Éstas son algunas de las reglas de Neistat:
-Instagram no va sobre las fotos, sino sobre "compartir".
Siempre será mejor postear una foto interesante que una bonita.
-Encuentra un tema y explótalo.
Mejor ser "el tío que cuelga fotos de perritos" que "otra persona más que aburre con sus fotos de vacaciones".
-Modérate con los hashtags. Las etiquetas sirven para unificar temas (por ejemplo, la popular #foodporn, para el porno gastronómico o fotos de comida apetecible) y, así, ganar seguidores y "likes" de desconocidos. Pero hay por ahí usuarios con una media desorbitada de nueve o diez hashtags por foto. Algunos irónicos y otros tan genéricos como #picoftheday, foto del día.
-Pedir a la gente que te siga no está bien. NUNCA está bien.
-El bebé es muy mono, sí, pero no nadie necesita nueve fotos suyas seguidas.
El corto también ofrece ejemplos de celebrities. Al fin y al cabo, ese es uno de los grandes atractivos de Instagram, que comporte con Twitter: no es necesario ser "amigo" de uno famoso para tener acceso a su vida cotidiana, sólo seguirlo.
Según Neistat, un ejemplo de famoso que hace un buen uso sería el rapero Rick Ross, que tiene "cientos de miles de dólares en efectivo guardados en cajas de zapatos, un Rolex tatuado en la mano y zapatillas de piel de pitón rojas" (y cuelga fotos de todo eso).
En cambio, Justin Bieber "sólo postea imágenes de su cara bonita".
De hecho, las celebrities que manejan sus propias cuentas –es fácil detectar las cuentas falsas y las profesionales de las reales– suelen comportarse de manera muy parecida a los mortales en Instagram. Jessica Alba, por ejemplo, cuelga centenares de fotos de comida.
No le importa documentar todos los platos de su desayuno, comida y cena, como hizo en un viaje reciente a Japón.
También es proclive a otros clichés instagrameros, como las fotos de la propia taza de Starbucks, con el nombre escrito.
Ese es justamente uno de los "26 tipos de fotos que el mundo no necesita", según Buzzfeed.
Otras son: los tatuajes feos, las fotos de conciertos desde la platea, el cielo, sushi, hamburguesas, gente que sonríe a su iPhone y, por supuesto, los malditos pies, que alcanzaron su punto de saturación el pasado verano.
Hay lugares comunes de Instagram difíciles de evitar: ni Rihanna (una usuaria muy constante), ni Lena Dunham ni Zooey Deschanel son ajenas a la autofoto sacando morritos.
Aunque el legado visual más significativo de Instagram, que es también el más polémico, es su estética deliberadamente retro, que llevó a un columnista a bromear: "algún día nuestros hijos preguntarán: ¿por qué era todo amarillo en aquella época?".
Los críticos con la aplicación aseguran que los filtros proporcionan una falsa pátina arty a cualquier imagen, por mundana que sea, y convencen a sus usuarios de que están haciendo algo trascendente.
Esos filtros y marcos tipo Polaroid se han ganado una reputación de ser "poco serios", hasta el punto que un reportero del New York Times, Damon Winter, recibió duras críticas por utilizar filtros de Hipstamatic (la aplicación rival y similar a Instagram) para fotografiar a soldados en Afganistán.
Quizá por eso también prolifera últimamente el hashtag #nofilters, que viene a rizar el rizo: parecer aún más auténtico en la red social que más se preocupa por su apariencia.