Big Brother tiene big problems.
El Gran Hermano hace tiempo que almacena todos los datos, pero hasta ahora, gracias a la llamada Big Data (literalmente grandes datos), no podía cribar los buenos de los malos; los que necesitaba en determinado momento de los del resto, los importantes de los banales. ¿De qué vale interceptar todas las comunicaciones de Al Qaeda si no sabe distinguir la de Bin Laden? ¿De qué vale almacenar todos los historiales clínicos si no se criban los cirróticos de los diabéticos? El reto se llama Big Data.
Cada vez producimos más datos y tenemos la capacidad de almacenarlos; pese a su engañoso nombre, por Big Data no se entiende solo eso, sino la posibilidad de manipularlos, cribarlos, analizarlos y segmentarlos. No se trata de tener solo la información, sino de aprovecharla. Hacienda, Sanidad y Seguridad son los primeros que practican el Big Data. Para ello necesitan la colaboración de cuantos más mejor. Hace unos años, por ejemplo, National Geographic pidió a sus lectores un poco de saliva para conseguir su ADN y trazar la itinerancia de las razas.
Gracias a Big Data, por ejemplo, puede avanzar a mayor ritmo la investigación sobre el cáncer o sobre vacunas para enfermedades, ya que seleccionan a los pacientes de una misma enfermedad y puede seguir sus tratamientos.
Cuando corremos ya llevamos nuestras zapatillas conectadas a Internet; cuando andamos, el podómetro nos cuenta pasos, ritmo cardiaco, calorías quemadas y hasta nos dice las veces que nos hemos despertado en la noche
. Datos que almacenamos en Internet y que compartimos en redes sociales con los amigos, bien para competir o, simplemente, para animarnos a cumplir con la dieta marcada por el médico.
Y los datos saltan del paciente al médico y de este al ambulatorio y de aquí al hospital local y luego a la red de hospitales que, si es el caso, gracias Big Data cotejará a los mismos que les pasa lo mismo pero que evolucionan distinto. Big Data no es el qué, sino el porqué.
Todo y todos conectados a Internet (el Internet de las cosas) han disparado en este siglo los datos que generamos. Big Brother lo tiene todo, pero no lo sabe todo. Necesita Big Data.
El Gran Hermano hace tiempo que almacena todos los datos, pero hasta ahora, gracias a la llamada Big Data (literalmente grandes datos), no podía cribar los buenos de los malos; los que necesitaba en determinado momento de los del resto, los importantes de los banales. ¿De qué vale interceptar todas las comunicaciones de Al Qaeda si no sabe distinguir la de Bin Laden? ¿De qué vale almacenar todos los historiales clínicos si no se criban los cirróticos de los diabéticos? El reto se llama Big Data.
Cada vez producimos más datos y tenemos la capacidad de almacenarlos; pese a su engañoso nombre, por Big Data no se entiende solo eso, sino la posibilidad de manipularlos, cribarlos, analizarlos y segmentarlos. No se trata de tener solo la información, sino de aprovecharla. Hacienda, Sanidad y Seguridad son los primeros que practican el Big Data. Para ello necesitan la colaboración de cuantos más mejor. Hace unos años, por ejemplo, National Geographic pidió a sus lectores un poco de saliva para conseguir su ADN y trazar la itinerancia de las razas.
Gracias a Big Data, por ejemplo, puede avanzar a mayor ritmo la investigación sobre el cáncer o sobre vacunas para enfermedades, ya que seleccionan a los pacientes de una misma enfermedad y puede seguir sus tratamientos.
Cuando corremos ya llevamos nuestras zapatillas conectadas a Internet; cuando andamos, el podómetro nos cuenta pasos, ritmo cardiaco, calorías quemadas y hasta nos dice las veces que nos hemos despertado en la noche
. Datos que almacenamos en Internet y que compartimos en redes sociales con los amigos, bien para competir o, simplemente, para animarnos a cumplir con la dieta marcada por el médico.
Y los datos saltan del paciente al médico y de este al ambulatorio y de aquí al hospital local y luego a la red de hospitales que, si es el caso, gracias Big Data cotejará a los mismos que les pasa lo mismo pero que evolucionan distinto. Big Data no es el qué, sino el porqué.
Todo y todos conectados a Internet (el Internet de las cosas) han disparado en este siglo los datos que generamos. Big Brother lo tiene todo, pero no lo sabe todo. Necesita Big Data.
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