28 sept 2012
La moda italiana mira a AsiaLa pasarela de Milán propone luminosas colecciones de estilo oriental para primavera/verano 2013 Milán enciende las luces
La pasarela de Milán propone luminosas colecciones de estilo oriental para primavera/verano 2013
- Milán enciende las luces
- De la fachada del Palacio milanés que alberga la sede de Emilio Pucci salen cuatro enormes tentáculos negros. Son los cables que conectan al palacio con los enormes camiones con grupos electrógenos que aparcan en la acera sin ningún complejo. La prueba de hasta qué punto la moda es el motor de esta ciudad. En la semana de la moda, todo se consiente.
En el interior, los salones barrocos albergan la presentación de la colección que Peter Dundas diseña para la tradicional casa florentina.
Con un obvio paseo por Indochina y Vietnam, que revisa desde el kimono al quipao, la chaqueta corta, el chaleco con túnica, el cuello Mao, los cierres de cintas, las flores bordadas al estilo mantón de Manila y los dragones y los tigres dibujados con hilos metalizados, Dundas puso sobre la pasarela una mujer elegante y sensual a la que, sin embargo, faltó ese punto de electricidad roquera que el noruego administra con mano de maestro. Luz como aire, en palabras del diseñador, era lo que emanaban las modelos en las primeras salidas, dedicadas por completo al color blanco.
Con un sugerente juego de superposiciones y transparencias, los bordados al tono o las aplicaciones de cristal parecían tatuajes sobre el cuerpo, por el efecto crisálida de una capa de gasa de seda superpuesta. Después llegó el color, y con él las obviedades como los dragones chinos bordados en oro y rojo sobre loneta caqui o los kimonos de seda acolchados.
Con la tendencia fuertemente escorada hacia la decoración y el lujo, Marni optó por lo contrario. Consuelo Castiglioni ha trabajado una colección sobria en los acabados pero intensa en la búsqueda de una silueta nueva y diferente, basada en volúmenes que se despegan del cuerpo con grandes fuelles, pliegues y godets que se disparan en todas direcciones.
Unas veces es la cadera la que flota y revolotea; otras la espalda, como un moderno polisón, y en muchas siluetas el volumen se abre en varios planos, dando una sensación tridimensional a la que contribuye el cuerpo de los tejidos como la gabardina o la organza tecnificada.
Por una vez, las joyas estuvieron ausentes de la pasarela y los estampados fueron relegados a su mínima expresión –cuadros y enormes e interesantes flores- para dar valor a una paleta de tonos neutros y sobrios.
Sobre la pasarela del teatro Metropol, enormes tinajas con chumberas sitúan en Taormina la colección del dúo Dolce&Gabbana. Mare Sole Amore es el lema que da nombre a un desfile que saca de paseo a una mujer joven que disfruta de Sicilia mientras luce la artesanía tradicional de la zona. Con una puesta al día llena de frescura, moderna y alegre, los sicilianos crean maravillosas piezas de cestería que convierten en corsés o miriñaques los arabescos de la cestería tradicional; estampan la organza con las figuras de sus famosos teatrillos ambulantes, o tejen en rafia femeninos trajes sastre de ganchillo.
La línea en forma de A, con volúmenes que se alejan de la silueta, convive con túnicas y minivestidos rectos que beben de los sesenta -como la banda sonora, la canción Meraviglioso, de Domenico Modugno- y revisa los cincuenta cuando flotan sobre la pasarela los vestidos de organza estampada de cintura marcada y generosa falda, con grandes mangas balón. Rafia, saco, paja, brocado, lino y algodón completan los materiales con los que se construyen no solo prendas, sino atractivos y divertidos accesorios como cestos, sandalias planas, alpargatas, o zapatos con plataformas tan decoradas como un bodegón de frutas frescas.
Giorgio Armani presentó anoche su colección junto a una muestra de sus creaciones más excéntricas. Por supuesto, entre ellas ocupan un lugar destacado las que ha ideado para Lady Gaga. Un derroche de fantasía que contrasta con la refinada elegancia que caracteriza al veterano modisto, cuya máxima es "la elegancia no es ser llamativo, sino ser recordado".
Ángela Missoni describe sus propuesta como "un haz de luz refractario, una ilusión óptica, un rayo fluorescente de luz", y entrega una colección que se sostiene en las superposiciones. Con estructuras orientales que dan una silueta en geometría, las prendas interiores dejan pasar el color al exterior gracias a modernas filigranas de encaje y troquelados. La colección es, efectivamente, luminosa.
Si las propuestas de los grandes diseñadores italianos se venden bien, la próxima primavera será un resplandor.
http://youtu.be/8NyzWl8gwRs
¿Amor a los sesenta?
El infierno del crédito', crítica de 'Una vida mejor', por J. O.
Como parece que hay demanda, sigue la oferta: Si de verdad quieres… continúa la senda abierta este año por películas como Tres veces veinte años, El exótico hotel Marigold y Cairo time,
historias protagonizadas por (y destinadas principalmente a) personas
al borde la jubilación, que están llegando a esa encrucijada en la que
muchas veces la vida coloca a los matrimonios anclados en la fuerza de
la costumbre, que quizá se aman pero que hace tiempo que no lo
demuestran, una edad en la que la madurez comienza a girar hacia un
estado de cierta desesperación al ver las orejas al lobo de la vejez,
una edad en la que ya no hay la paciencia, la delicadeza ni la dulzura
para aguantar ciertas cosas a la persona supuestamente amada, convertida
muchas veces en oponente, sobre todo cuando en el entramado emocional
el machismo juega un papel importante.
Y si Tres veces veinte años y El exótico hotel Marigold tenían lo mejor y lo peor del cine de sus respectivas procedencias (Francia y Reino Unido), Si de verdad quieres… resulta también inequívocamente estadounidense, para lo malo y para lo bueno: liviana, agradable, superficial, glamurosa, de discreta altura dramática y potentísima altura interpretativa:
Meryl Streep y Tommy Lee Jones soportan la película sobre su carisma y su variedad de registros (del llanto a la sonrisa sin que te des cuenta), mientras el guion de Vanessa Taylor recurre excesivamente al cliché (la mamada como centro del universo y unos cuantos lugares comunes más) y la dirección de David Frankel, el realizador de El diablo se viste de Prada, es simplemente funcional.
Como la propia terapia de pareja en la que los dos protagonistas se introducen, 5.000 euros del ala para el médico, solo por unos ratos de charla durante una semana, la película es un lujo, pero también una impostura
. Escenifica buena parte de las problemáticas diarias de este tipo de parejas, centrándose en la más comercial de todas ellas, el sexo, pero nunca osa acercarse a la esencia de la cuestión: el miedo a la soledad (emocional y económica), la pervivencia del amor en su sentido más estricto pasadas unas cuantas décadas, el terror a hacerse viejo, la decadencia del cuerpo humano…
Así, a pesar de los excelentes trabajos de Streep y Lee Jones, la película, más que contar una historia de autoayuda para parejas maduras en crisis, parece una película de autoayuda, con su misma indolencia, con su misma falta de autoexigencia.
Y si Tres veces veinte años y El exótico hotel Marigold tenían lo mejor y lo peor del cine de sus respectivas procedencias (Francia y Reino Unido), Si de verdad quieres… resulta también inequívocamente estadounidense, para lo malo y para lo bueno: liviana, agradable, superficial, glamurosa, de discreta altura dramática y potentísima altura interpretativa:
Meryl Streep y Tommy Lee Jones soportan la película sobre su carisma y su variedad de registros (del llanto a la sonrisa sin que te des cuenta), mientras el guion de Vanessa Taylor recurre excesivamente al cliché (la mamada como centro del universo y unos cuantos lugares comunes más) y la dirección de David Frankel, el realizador de El diablo se viste de Prada, es simplemente funcional.
Como la propia terapia de pareja en la que los dos protagonistas se introducen, 5.000 euros del ala para el médico, solo por unos ratos de charla durante una semana, la película es un lujo, pero también una impostura
. Escenifica buena parte de las problemáticas diarias de este tipo de parejas, centrándose en la más comercial de todas ellas, el sexo, pero nunca osa acercarse a la esencia de la cuestión: el miedo a la soledad (emocional y económica), la pervivencia del amor en su sentido más estricto pasadas unas cuantas décadas, el terror a hacerse viejo, la decadencia del cuerpo humano…
Así, a pesar de los excelentes trabajos de Streep y Lee Jones, la película, más que contar una historia de autoayuda para parejas maduras en crisis, parece una película de autoayuda, con su misma indolencia, con su misma falta de autoexigencia.
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