EL PADRINO
por Jesús Ruiz Mantilla
¿Es El Padrino una película sobre la mafia?
Sí, obvio, tanto como un tratado de gastronomía, en el que se mezclan planes criminales con recetas de tomate y gnochis
. ¿Puede verse El padrino como un compendio sobre el crimen? Por supuesto, pero tanto como sobre la historia de Estados Unidos, sobre el éxodo, el desarraigo, lo tribal, las profundas causas de la emigración y la construcción y destrucción de una sociedad anclada en un pacto paralelo y correlativo entre la violencia y la decencia.
Pero El padrino nos aporta mucho más que todo eso.
¿Y si la definimos como un gran fresco sobre la familia? Desde luego, lo es, profundamente, sobre ese núcleo absorbente, carcelario, seguro e inseguro donde todo se resuelve puertas adentro, del que huimos y al que regresamos a refugiarnos. Pero también refleja el amor, la traición, el respeto, la mentira, el cobijo, el rechazo...
¿Cómo catalogar a El padrino? ¿Cómo una película o como un experimento transversal de creación que la convierte también al tiempo en algo parecido a una ópera? Ambas cosas.
Y por tanto un espectáculo total, donde junto a los bailes, las bodas, los bautizos y las comuniones se inmiscuyen la sed de venganza, el resentimiento, la incapacidad para el perdón y el remordimiento…
Pero ante todo, lo que uno puede apreciar obsesivamente, visión tras visión, en El padrino es un fresco inmisericorde sobre el destino y eso viene a ser parir un Shakespeare moderno alrededor del cual gira el alma colectiva de un país situado en unas coordenadas precisas de la tierra pero poblado por ingentes avalanchas de almas llegadas de todo el mundo en el que podemos encontrar, como le ocurre al joven Vito Andolini a su llegada a la isla de Ellis, el misterio de la vida con todas sus consecuencias.
No logro hallar una obra colectiva entre el arte contemporáneo estadounidense que refleje mejor un alma transferible a lo universal que la obra maestra convertida en trilogía de Coppola.
Él, con sus tiranteces constantes entre los estudios y los productores, con la lucha del artista frente a la maquinaria del negocio, creó, sin saberlo, El quijote americano.
Un caballero de la triste y altiva figura donde todo el mundo, cuatro décadas después, sigue mirándose
. Es, ni más ni menos, que su gran clásico.
12 sept 2012
España una vista atrás. Silvia Hernando Madrid 12 SEP 2012 - 14:34 CET
Solía decir que al médico hay que retratarlo como médico, y al rey como rey.
Y así lo hizo, más de un millón de veces.
Juan Gyenes, el fotógrafo húngaro que capturó la esencia de la segunda mitad del siglo XX en España, protagoniza una de las exposiciones que celebran el tricentenario de la Biblioteca Nacional de España: una antología que recorre, rostro a rostro, los jalones de su vida y su obra. La institución, que atesora los fondos del artista, cedidos por su familia, y que albergó una de sus primeras muestras, “no podría ser mejor lugar para celebrar esta exposición, que es muy diferente a las que él hacía”, señaló Irenka Gyenes.
La hija del artista, fallecido en 1995, fue junto a Fernando Olmeda, comisario y biógrafo, la encargada de presentar ante la prensa Gyenes, maestro fotógrafo, que se mantendrá hasta el 18 de noviembre.
Al rey, Gyenes lo retrató como a un rey, con su reina. Y aquella foto que tomó en 1976 con unos jóvenes Juan Carlos y Sofía se convirtió en la imagen oficial de cabecera de colegios, oficinas gubernamentales e instituciones varias hasta 2007.
A Franco lo capturó altivo, firme.
Y la efigie, coronada por un ahora irrisorio precio en pesetas, viajó por España y el mundo en forma de sello de correos.
“Él siempre trató de realizar fotografías de carácter icónico”, indicó el comisario.
Lo que no significa que sus sujetos fueran siempre famosos o reconocidos: él fue, ante todo, un fotógrafo de estudio; uno por el que pasaron familias, niños vestidos de marinero preparados para recibir la comunión o entrañables parejas casaderas.
Hijo de un violinista, Gyenes llevaba, según le gustaba decir, la música en la sangre. Aunque para su desgracia, no en las manos. La fotografía se convirtió así, desde edad temprana, en su vía de expresión artística. En un recorrido eminentemente cronológico, la muestra arranca con algunas fotografías inéditas de un artista que, aún aficionado a sus 16 años, capturaba momentos de la vida en Hungría. Poco más tarde, ya como profesional, archivó en imágenes la vida teatral de su país, una actividad y una pasión que definiría su trabajo a lo largo de toda su carrera, especialmente en su etapa española, donde, solo en el Teatro Real, asistió a 600 representaciones durante 22 años.
“Fue el documentalista de una época”, sostiene Olmeda.
Coetáneo de grandes fotorreporteros como su paisano Robert Capa, Gyenes optó por el exilio una vez estalló la Segunda Guerra Mundial.
Tras una breve estancia en El Cairo, recaló en España en 1940, donde permanecería hasta su muerte.
Su carácter afable y divertido, a pesar de no manejarse del todo con el castellano, unido a un talento natural para la captación de la luz y la atmósfera que bebía de la pintura, le abrieron las puertas de los hogares de lo más granado de la sociedad española de la época.
Además de mantener una excelente relación con la Casa de Alba y otros aristócratas –hay varias imágenes, por ejemplo, de la joven duquesa en la muestra-, comenzó a publicar en la revista Semana, “lo que le dio la fama nacional”, explicó el comisario.
“Entonces comenzó a fotografiar a bellezas españolas, tanto conocidas como desconocidas”. Al final de su vida, sumaba más de 2.000 portadas, no solo de aquella revista, sino de otras publicaciones como ABC, Blanco y Negro o la revista Diez minutos, entre otras cuantas.
Con todo, el comisario explicó que hay más entradas de registro en sus fotos de gente desconocida que conocida.
Gyenes era artista, eso por descontado.
Pero también fue un avezado hombre de marketing. Desde el primer momento, cuando llegó a España y comenzó a trabajar para el madrileño estudio Campúa, comprendió la importancia de los derechos de autor
. Como las imágenes que realizaba iban firmadas con el nombre del estudio, él, ingenioso, pedía a los retratados que le dedicaran las instantáneas.
Para cuando montó su propio negocio en 1948, en la Calle Isabel la Católica de Madrid, ya se había hecho un nombre
. Los recuerdos de aquel estudio, que tenía una vitrina expositiva que daba a la Gran Vía, también se pueden ver en la exposición, en forma de cámaras y trípodes, de libros de registro o archivos personales.
“Te llevan a la esencia de la obra, porque se ve el proceso de creación”, explicó Olmeda.
Precursor de la fotografía de moda masculina, artista publicitario, eventual reportero (capturó, por ejemplo, el desfile de Eisenhower y Franco por la Gran Vía en 1959), Gyenes fue, ante todo, un gran embajador del arte español.
“Él pensaba que vivíamos un segundo siglo de oro”, explicó Olmeda, “y publicó libros y presentó exposiciones por todo el mundo”.
Aquella españolidad del siglo XX encarnada en Carmen Sevilla, en Sara Montiel, en Lola Flores, Concha Piquer, José María Aznar, Isabel Preysler, Jacinto Benavente, Salvador Dalí o Azorín, intimista y alegre, orgullosa y sencilla, termina en la exposición igual que empezó: a modo de grandes retratos en blanco y negro, que el artista prefería, aun sin evitarlo, al color.
“Él pasó a la historia como un maestro del retrato”, concluyó el comisario, “alguien que puede ser equiparado a grandes figuras de la talla de Edward Steichen o Yousuf Karsh”.
Y así lo hizo, más de un millón de veces.
Juan Gyenes, el fotógrafo húngaro que capturó la esencia de la segunda mitad del siglo XX en España, protagoniza una de las exposiciones que celebran el tricentenario de la Biblioteca Nacional de España: una antología que recorre, rostro a rostro, los jalones de su vida y su obra. La institución, que atesora los fondos del artista, cedidos por su familia, y que albergó una de sus primeras muestras, “no podría ser mejor lugar para celebrar esta exposición, que es muy diferente a las que él hacía”, señaló Irenka Gyenes.
La hija del artista, fallecido en 1995, fue junto a Fernando Olmeda, comisario y biógrafo, la encargada de presentar ante la prensa Gyenes, maestro fotógrafo, que se mantendrá hasta el 18 de noviembre.
Al rey, Gyenes lo retrató como a un rey, con su reina. Y aquella foto que tomó en 1976 con unos jóvenes Juan Carlos y Sofía se convirtió en la imagen oficial de cabecera de colegios, oficinas gubernamentales e instituciones varias hasta 2007.
A Franco lo capturó altivo, firme.
Y la efigie, coronada por un ahora irrisorio precio en pesetas, viajó por España y el mundo en forma de sello de correos.
“Él siempre trató de realizar fotografías de carácter icónico”, indicó el comisario.
Lo que no significa que sus sujetos fueran siempre famosos o reconocidos: él fue, ante todo, un fotógrafo de estudio; uno por el que pasaron familias, niños vestidos de marinero preparados para recibir la comunión o entrañables parejas casaderas.
Hijo de un violinista, Gyenes llevaba, según le gustaba decir, la música en la sangre. Aunque para su desgracia, no en las manos. La fotografía se convirtió así, desde edad temprana, en su vía de expresión artística. En un recorrido eminentemente cronológico, la muestra arranca con algunas fotografías inéditas de un artista que, aún aficionado a sus 16 años, capturaba momentos de la vida en Hungría. Poco más tarde, ya como profesional, archivó en imágenes la vida teatral de su país, una actividad y una pasión que definiría su trabajo a lo largo de toda su carrera, especialmente en su etapa española, donde, solo en el Teatro Real, asistió a 600 representaciones durante 22 años.
“Fue el documentalista de una época”, sostiene Olmeda.
Coetáneo de grandes fotorreporteros como su paisano Robert Capa, Gyenes optó por el exilio una vez estalló la Segunda Guerra Mundial.
Tras una breve estancia en El Cairo, recaló en España en 1940, donde permanecería hasta su muerte.
Su carácter afable y divertido, a pesar de no manejarse del todo con el castellano, unido a un talento natural para la captación de la luz y la atmósfera que bebía de la pintura, le abrieron las puertas de los hogares de lo más granado de la sociedad española de la época.
Además de mantener una excelente relación con la Casa de Alba y otros aristócratas –hay varias imágenes, por ejemplo, de la joven duquesa en la muestra-, comenzó a publicar en la revista Semana, “lo que le dio la fama nacional”, explicó el comisario.
“Entonces comenzó a fotografiar a bellezas españolas, tanto conocidas como desconocidas”. Al final de su vida, sumaba más de 2.000 portadas, no solo de aquella revista, sino de otras publicaciones como ABC, Blanco y Negro o la revista Diez minutos, entre otras cuantas.
Con todo, el comisario explicó que hay más entradas de registro en sus fotos de gente desconocida que conocida.
Gyenes era artista, eso por descontado.
Pero también fue un avezado hombre de marketing. Desde el primer momento, cuando llegó a España y comenzó a trabajar para el madrileño estudio Campúa, comprendió la importancia de los derechos de autor
. Como las imágenes que realizaba iban firmadas con el nombre del estudio, él, ingenioso, pedía a los retratados que le dedicaran las instantáneas.
Para cuando montó su propio negocio en 1948, en la Calle Isabel la Católica de Madrid, ya se había hecho un nombre
. Los recuerdos de aquel estudio, que tenía una vitrina expositiva que daba a la Gran Vía, también se pueden ver en la exposición, en forma de cámaras y trípodes, de libros de registro o archivos personales.
“Te llevan a la esencia de la obra, porque se ve el proceso de creación”, explicó Olmeda.
Precursor de la fotografía de moda masculina, artista publicitario, eventual reportero (capturó, por ejemplo, el desfile de Eisenhower y Franco por la Gran Vía en 1959), Gyenes fue, ante todo, un gran embajador del arte español.
“Él pensaba que vivíamos un segundo siglo de oro”, explicó Olmeda, “y publicó libros y presentó exposiciones por todo el mundo”.
Aquella españolidad del siglo XX encarnada en Carmen Sevilla, en Sara Montiel, en Lola Flores, Concha Piquer, José María Aznar, Isabel Preysler, Jacinto Benavente, Salvador Dalí o Azorín, intimista y alegre, orgullosa y sencilla, termina en la exposición igual que empezó: a modo de grandes retratos en blanco y negro, que el artista prefería, aun sin evitarlo, al color.
“Él pasó a la historia como un maestro del retrato”, concluyó el comisario, “alguien que puede ser equiparado a grandes figuras de la talla de Edward Steichen o Yousuf Karsh”.
LAS FACHADAS
LAS FACHADAS

A ver cómo disimulamos, se dirían en la redacción de Abc en la reunión de primera página.
Y el director –supongo- tuvo la gran idea: ¡El 1-0 de Georgia! Así que la cosita esta de Barcelona –bah, una reunión de amiguetes- se queda en un “CiU agita un polvorín”, suficientemente vago pero suficientemente insidioso.
Tres sumarios más bien ridículos y, ya en ello, foto de Boadella con la bandera de España: “Espero que me den el título de traidor nacional de Cataluña”. El Mundo dice que “el juego independentista se le va a Mas de la mano”.
Con gran foto de la manifestación. “Desafío independentista”, titula La Razón
. Los sumarios, los mismos que Abc, referidos al valor del bono catalán y a la posible expulsión de Cataluña de la UE si llegara a declararse independiente
. Y es que en días tan señalados la gaviota mensajera tiene trabajo doble. Y La Gaceta pues… no sé qué decirles, que ahí la ven. ¿Ustedes lo entienden? Pues eso.
A ver cómo disimulamos, se dirían en la redacción de Abc en la reunión de primera página.
Y el director –supongo- tuvo la gran idea: ¡El 1-0 de Georgia! Así que la cosita esta de Barcelona –bah, una reunión de amiguetes- se queda en un “CiU agita un polvorín”, suficientemente vago pero suficientemente insidioso.
Tres sumarios más bien ridículos y, ya en ello, foto de Boadella con la bandera de España: “Espero que me den el título de traidor nacional de Cataluña”. El Mundo dice que “el juego independentista se le va a Mas de la mano”.
Con gran foto de la manifestación. “Desafío independentista”, titula La Razón
. Los sumarios, los mismos que Abc, referidos al valor del bono catalán y a la posible expulsión de Cataluña de la UE si llegara a declararse independiente
. Y es que en días tan señalados la gaviota mensajera tiene trabajo doble. Y La Gaceta pues… no sé qué decirles, que ahí la ven. ¿Ustedes lo entienden? Pues eso.
Vuelve la desvergüenza a TVE Por: José María Izquierdo. El ojo Izquierdo
Vuelve la desvergüenza a TVE
Por: José María Izquierdo
Manifestantes en Cataluña. / Marta Pérez (EFE)
Seiscientos mil ciudadanos según la Delegación del Gobierno, 1.500.000 según los Mossos d'Esquadra, colapsaron ayer las calles de Barcelona
. El lío y la algarabía, que había dicho Rajoy la noche anterior en su entrevista televisada. Fue, para cualquier observador mínimamente objetivo, una auténtica exhibición de fuerza del independentismo catalán. Y luego, a continuación, se opina sobre ello. ¿Un desastre, una ruina? Pues un desastre o una ruina.
Pero las calles estaban llenas.
Acontecimiento informativo de primerísimo nivel. Para entendernos, era la noticia que aún abría la web de la BBC a las dos de la madrugada. Por ejemplo. Que a nuestros cornetas la Diada les iba a poner muy nerviosos lo sabíamos.
Que a algunos les iba a volver ciegos lo hemos descubierto en el seguimiento informativo.
Lo mismo creen ustedes que es casualidad que coincidan el telediario de la nueva Televisión Española y Abc
. El flamante director de Informativos, Julio Somoano, no ha pasado ni la primera prueba. La vuelta a la desvergüenza en la televisión pública. ¿A ustedes les sorprende?
. La escaleta del infomativo situó la manifestación gigantesca de Barcelona exactamente en el minuto 20 y 23 segundos.
¿Les gusta como ejercicio de respeto a sus espectadores de una televisión pública?
Tranquilos
. A esa misma hora –y antes y después, pero comparemos con equidad-, la web de Abc llevaba de primera noticia el partido de la selección de fútbol; de segunda, que Rajoy gravará más las plusvalías para combatir la especulación; de tercera, que la troika da más tiempo a Portugal; de cuarta, que Finlandia apuesta por evitar más rescates; de quinta, España y Ryanair; de sexta, una información sobre los Presupuestos.
Hay que llegar a la séptima para encontrar que “Encapuchados queman la bandera de España durante los festejos de la Diada en Barcelona”.
El sumario completa el un tanto tendencioso titular: “La izquierda independentista más radical han aprovechado la cita para la quema de la insignia española, francesa y de la Unión Europea”.
Y ya, en el octavo puesto, tachín, tachín, “La manifestación independentista consigue colapsar el centro de Barcelona”. ¿Verdad que es bonita la coincidencia?
Nos vamos al editorial de Abc. Título: “Frente al desafío, Constitución”.
Y ahora, ya dentro, se llevan las manos a la cabeza por una manifestación de tan gran calado, a la que sin embargo han negado la foto de primera página, como ya veremos: “El nacionalismo catalán, junto con una parte del socialismo, hizo ayer en Barcelona una exhibición de fuerza soberanista con motivo de la Diada, demostrando que la política de crispación, enfrentamiento y victimismo apadrinada por el Gobierno de la Generalitat está dando resultados.
Frente a la crisis económica y el desplome de los servicios públicos, el nacionalismo catalán ha marcado al resto de España como el responsable de sus males”. Y para poner coto a esta situación, ofrece un consejo:
“Es conveniente para el interés nacional de España que tanto el Partido Popular como, especialmente, el PSOE –corresponsable de esta crisis nacionalista por su gestión en el tripartito del ‘Pacto del Tinell’– no dejen espacio a la ambigüedad, rechacen el desafío del nacionalismo catalán y no teman su enfado ni sus amenazas de ruptura.ç En Cataluña hay un porcentaje de abstencionistas que no secundan las propuestas del nacionalismo y tampoco encuentran un mensaje político alternativo con suficiente capacidad de atracción.
El reto de los partidos nacionales es comportarse ante ellos como tales.
No arreglarán nada, ni moderarán al nacionalismo con la misma política de apaciguamiento que no ha servido para ganarse su lealtad a la Constitución que ha dado a Cataluña una cota inédita de autogobierno”.
En El Mundo, el editorial lleva un título rotundo: “A Frankenstein se le escapa el monstruo”.
Primer párrafo: “Artur Mas, con el apoyo activo de todos los estamentos financieros catalanes, los medios de comunicación y una TV3 convertida en plataforma de agitación, logró movilizar ayer a cientos de miles de ciudadanos en Barcelona, que salieron a la calle bajo el lema ‘Cataluña, un nuevo Estado en Europa”.
Y un extraño párrafo que airea recuerdos que deberíamos sepultar: “No es nuevo tampoco en la historia el fenómeno. Ya sucedió en momentos como la sublevación contra Felipe IV, la guerra de Sucesión y la proclamación del Estado catalán en la II República que duró unas pocas horas.
Estos precedentes se resolvieron mediante actos de fuerza, pero, al margen de la plena vigencia de los instrumentos que contempla la Constitución para defender la integridad nacional, la situación ahora es enteramente distinta porque nadie piensa en recurrir a las armas”.
Ni mencionarlas, por favor.
Victoria Prego también escribe sobre la Diada y acaba pidiendo a Rajoy que no ceda más, porque es inútil como maniobra de freno al independentismo.
Y Casimiro García Abadillo, al hilo de unas palabras de la ex directora general de TV3, Mónica Tarribas, titula así su artículo: “No seáis imbéciles”. También hay columna de Salvador Sostres sobre el tema que nos ocupa. No, por nada, por si les interesa…
Y lo mismo creen que los columnistas son todos unos tíos –o unas tías, obviamente- que piensan lo que escriben y que finalmente, tras releer con cuidado sus cuatrocientas o quinientas palabras y pulir algunas expresiones o corregir algunos datos, las envían a sus medios con la conciencia de haber escrito algo racional. Ustedes no conocen a Federico Jiménez Losantos: “Resulta (…) sorprendente oír que la separación de España no puede producirse porque la mayoría de los catalanes no es separatista. ¿Y cuándo le ha importado la democracia al nacionalismo?
La mayoría de los vascos tampoco lo es, y sin embargo la traición de Zapatero y el entreguismo de Rajoy los abocan a una independencia gestada y gestionada por el PNV y la ETA”.
Era solo el preámbulo, que ahora viene lo bueno: “¿Alguna vez ha habido una mayoría de vascos favorable al terrorismo? ¿Y eso ha impedido a los etarras asesinar, chantajear y aterrorizar desde hace casi medio siglo? A la vista está que no”. O sea: ¿Alguna vez ha habido mayoría de madrileños (burgaleses, ecijanos) a favor del asesinato de las mujeres a manos de sus maridos?
¿Y eso ha impedido a los maridos asesinar, chantajear y aterrorizar a sus mujeres desde hace siglos? Si es que…
De La Razón poca cosa, que el editorial es perfectamente prescindible.
“La radicalización nacionalista es una huida ante la crítica situación económica”, dice. Escaso poderío, como ven.
Y la sección llamada pomposamente El Análisis político, la ocupa un texto de Alicia Sánchez-Camacho, la Presidenta del PP catalán, que para qué nos vamos a andar con tonterías.
Que firmen los cargos del PP las columnas de opinión y no perdamos más tiempo.
Y un ahorro de pasta, además…
Para acabar, y por desengrasar, les transcribo una información de La Gaceta, que la cosa tiene su aquél. Lean, lean: “El presidente de Unedisa, Antonio Fernández Galiano, ha reunido esta mañana a los principales periodistas y directivos de la casa –Pedro J. Ramírez, Casimiro García-Abadillo y Victoria Prego entre ellos- para anunciar la posible fusión del grupo editorial con el Grupo Vocento. La fusión entre el grupo de Galiano, al que pertenecen los diarios El Mundo, Marca y Expansión, los especializados Diario Médico y Correo Farmacéutico, y semanales y mensuales como Telva o Yo Dona, con el Grupo Vocento, propietario de Abc, Net Televisión e Inversión y Finanzas entre otros medios, supondría un paso más en la unificación de medios de comunicación que alcanza su hito con las agrupaciones televisivas, con Mediaset como ejemplo principal”.
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