Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

11 sept 2012

“La peluquería la dejaremos solo para ocasiones excepcionales”¿es un gasto superfluo ir bien arreglados?, Además de pobres, ir hechos unos zarrios. Puede con nuestra Dignidad.

“Vamos como pollo sin cabeza y no se está comprando porque se le mete el miedo al personal. Están haciendo más complicada la solución en vez de facilitar el empleo y el consumo”.
 Tomás Benítez lo ve crudo. Considera que el nuevo IVA, que ha entrado en vigor este sábado 1 de septiembre, le afectará principalmente en la cesta de la compra. Con ingresos mensuales de 1.500 euros, tiene dos hijos que “desgraciadamente” han vuelto a casa a vivir con él debido a la crisis, explica en la parada de autobús. En Sevilla, al menos, el billete del bus se mantiene en 1,30 euros.
Los comercios no habían notado menor afluencia, pero se palpa el miedo.
 “Está todo el mundo preocupadísimo y hablando de lo mismo, aunque hoy no he notado menos gente”, confirmaba poco después de la una del mediodía Miguel, gerente del bar Gloria Bendita, en el centro de la ciudad. Para que la clientela no le dé esquinazo, el propietario mantiene sus precios: un café a 1,2 euros, la caña a 1,10 euros y la tapa a 2,20 euros.
Durante esta semana también se han acelerado ventas para eludir la subida, como en Talleres Montero, en el barrio de Triana, donde Antonio Montero ha cerrado operaciones de venta de coches para que el cliente se ahorre entre 280 y 400 euros. “Hay gente que estaba en trámites de pensárselo y los cierres han crecido. Hoy llevo una mañana desastrosa, mientras que ayer cerramos una venta y el jueves dos”, dice con una media sonrisa. Con la subida, Montero relata que en su comercio un Opel Astra pasará de 19.600 euros a 20.100 euros. Y expresa sus dudas de que pueda mantener la media de 20 ventas al mes de las marcas Opel y Tata que comercializa, o si el miedo paralizará las ventas. El viernes, para evitar la subida, se pudieron ver colas en varias gasolineras de Bormujos, en el Aljarafe sevillano.
La mayoría de consumidores teme la subida en la compra de alimentos. “Al cine no voy, pero aún voy a ir menos”, bromea Juani Sánchez en el centro comercial Plaza de Armas.
“Y la peluquería, solo para ocasiones excepcionales. En casa aún no hemos echado cuentas”, añade
. En este centro comercial estaba Albero Zapatos, que de momento mantiene los precios porque los zapatos de esta temporada fueron adquiridos hace meses.
“Para la próxima temporada de primavera sí habrá subida. Hasta entonces los clientes no lo sentirán. Creo que ya no va a ser un antojo, sino una necesidad”, afirma la dependienta Carmen Escobar.
 Ayer a las 12.30 no se había notado un descenso de clientes, aunque al ser un día de regreso de vacaciones, en la capital sevillana pocas familias salen de compras tras la huida a la costa en agosto.
Junto a la zapatería, la cafetería de la cadena Jamaica Café de Indias sí han subido los precios: si el viernes se cobró el café a 1,20 euros, desde ayer ha pasado a 1,25 euros.
 Sin embargo, los precios son los mismos para los trabajadores del centro comercial, que seguirán pagando un euro por el café.
Si el desayuno tiene tostada, la ventaja es mayor y de 3,4 euros para el público general, los trabajadores lo siguen pagando a dos euros. “De momento no ha habido quejas”, cuenta la camarera Susana Lechuga.
Sin embargo, la mayoría de bares no subirá los precios y los dueños explican que de otro modo los clientes se quedarían en casa y el cierre del negocio estaría cerca. Ayer la afluencia no varió en los bares. “El cliente no te dirá nada, pero si subes los precios en vez de dos veces vendrá una. Ni yo ni nadie en la zona ha subido los precios”, sostiene Aurelio García, en el bar La Gallega, en el centro de Sevilla. El menú con café y postre sigue a siete euros, el café solo a 1,10 euros y la tapa a dos euros. “Desde que paró la construcción hacemos menos de 300 euros de caja”, añade García. En el barrio del Porvenir, Guillermo Maese, sigue la pauta de García. El bar Colombia seguirá con los desayunos a 1,80 euros y la caña a 1,10 euros. “La cerveza ya no da beneficios y ahora me la van a subir”, se queja.
En el mismo barrio la papelería Mi Papel mantendrá igualmente precios pese a la subida que afecta a los materiales en la vuelta al cole. “La clientela viene asustada y luego se tranquiliza”, relata la dependienta Estefanía de Haro. El cliente José Antonio Ramón lamenta que en el colegio “no han tenido el detalle de decir el material para comprarlo antes".
Mientras, los cines intentan que la subida de 13 puntos en el IVA no ahuyente a los espectadores, ya en caída libre los últimos años. Ayer el Avenida 5 Cines del centro no tenía previsto una subida del precio de la entrada, confirmó la taquillera Lucía Rodríguez. Otros, como el Metromar Cinemas sí que modificarán el precio, aunque está aún por decidir si será de 70 o 90 céntimos. Ayer, sin la subida, ver una película aún costaba 6,60 euros y 5,90 euros el día del espectador.

Los españoles están desmoralizados, viven una crisis de autoestima

Destrucción del buque estadounidense 'Maine' en el puerto de La Habana en 1898. / kurz&Allison (library of congress)
Los españoles están desmoralizados, viven una crisis de autoestima
. Las encuestas muestran que ven cada vez más negro no ya su presente, sino su futuro.
 Costó mucho, décadas, que recuperasen la confianza en su país
. Esta confianza se ha quebrado de la mano de la crisis económica, de los problemas que conlleva para todos y para cada cual, y de las perspectivas de un rescate (no ya de la banca sino del Estado) que, tal es el abatimiento, mucha gente empieza a querer que llegue cuanto antes si ha de venir.
Y por detrás, hay una crisis de la política.
La pérdida de Cuba en la guerra con Estados Unidos de 1898, el “desastre”, fue el detonante de una reflexión de España sobre sí misma que impulsaron las generaciones intelectuales del 98 y del 14.
 “Desde entonces”, escribió Vicens Vives, “el pueblo español ha buscado, como si fuera un elixir milagroso, una estructura política y social que corresponda con sus aspiraciones”.
 Con la Transición, durante tres décadas, creyó haberla conseguido, pero de nuevo emerge la idea de fracaso.
Una psiquiatra cree que ver que no hay nada bajo control genera ansiedad
Para el historiador Santos Juliá no hay comparación con el 98: “Aquello fue otra cosa.
 Soldaditos macilentos que volvían en sus trajes de rayadillo, después de un desastre de derrota a una patria con un Estado literalmente en la ruina, o sea, quebrado y quebrantado: las gentes les llevaban bocadillos para que no murieran de inanición.
Fue como la traca final de la mirada sobre la decadencia de España, que había inquietado a los liberales y conservadores del XIX”
. De hecho, se tardó mucho en recuperar la autoestima nacional, probablemente hasta el ingreso de España en la hoy Unión Europea en 1986, o en el euro en 1999.
 Y ahora el posible rescate no ya de la banca sino de las finanzas públicas se vive, en palabras del Financial Times, “como una humillación”, en una España que creía haber puesto fin a su diferencia secular con Europa.
¿España deprimida? ¿Desmoralizada?
 Los psicólogos y psiquiatras se resisten a extrapolar la psicología individual a la social. Aunque hay una relación. La crisis está generando estrés en los individuos (por pérdida de empleo, incertidumbre, reducción de salarios, subidas de impuestos y carestía de la vida, etcétera). Y este estrés ha degenerado en desmoralización, individual y colectiva, cuando no depresión.
 “Cuando se somete a la persona (y a la sociedad, en cierto modo, también) a un estado de estrés mantenido, este se convierte en algo superior a lo que el organismo puede reducir con sus recursos psicológicos naturales”, señala la psiquiatra Lola Morón. “Cuando controlamos la situación, la sensación de amenaza desaparece. Pero, cuando es de descontrol, se recrudece.
 Eso pasa ahora también en la sociedad.
Tenemos una sensación de vulnerabilidad constante, de que las cosas no están bajo nuestro control, y esto nos sitúa en un estado de alerta constante que acaba produciendo ansiedad y angustia en los individuos”, prosigue. Y añade: “Acaba por producir desmoralización y desesperanza. También produce un estado de apatía, ya que perdemos las ganas de pelear.
 Al principio se intenta, pero la apatía vence”.
Y, en efecto, en esta España no hay espíritu de lucha para hacer frente a las dificultades. Aquí, tras cuatro años de crisis económica que se ha extendido a la política, reina la desmoralización. En Italia, más bien la ira —o, vulgarmente hablando, el cabreo— con los políticos.
Protagonistas de la Transición se preguntan si aquello valió la pena
La percepción no tiene por qué responder a la realidad.
 Hay dos Españas.
 No de acuerdo con la división tradicional entre una retrógrada y otra modernizadora, o entre la oficial y la real, sino entre una España que funciona y otra que no.
 La primera está formada por empresas punteras, grandes, medianas y pequeñas, que innovan y exportan. También cabe incluir un sector turístico que sigue siendo muy competitivo.
 La segunda es la ligada al ladrillo, ahora en crisis, o a sectores sin competencia real en su seno.
 Hoy domina la sensación de que España es toda como esta última, cuando no es así.
Además, el paro, la crisis y alguna reforma (pues se han hecho pocas de verdadero calado) están teniendo efectos positivos en la recuperación de la competitividad española (y de los países intervenidos), como señalaba el semanario alemán Der Spiegel, citando un estudio de la Asociación Alemana de Cámaras de Industria y de Comercio.
 Pero esto no cala, pues predomina el abatimiento, y estos avances no se traducen en mejoras para las personas. Más bien, lo contrario.
En las últimas décadas, este país ha vivido un enorme progreso económico, político y social. El progreso se ha roto.
 No es tanto la sensación de que de nuevos ricos hemos pasado a nuevos pobres como de que nos hemos quedado sin objetivos y sin horizontes, o con un horizonte en el que los hijos vivirán peor que los padres. Algunos protagonistas de la Transición empiezan a preguntarse si acertaron y si aquello valió la pena.
 ¿Ya no somos ejemplo? Elementos esenciales de esa construcción están siendo cuestionados, como el Estado de las autonomías y hay una pérdida de la credibilidad de casi todas las instituciones.
 Pero, sin embargo, más allá de la admiración por el personaje, el sepelio este verano de Gregorio Peces Barba reflejó que había añoranza de esos tiempos en que por encima de la lucha política hubo capacidad de consenso.

La terapia de la verdad

La desmoralización viene también de la falta de perspectivas para remontar la crisis.
 Ningún político se atreve realmente a decir la verdad.
 Desde luego, el Gobierno prefiere el paso a paso, “la tortura de la gota malaya”. Pero algunos observadores estiman que para superar el “feed-back de iteración-depresión hecho a base de mentiras piadosas a las que siguen realidades crueles”, es necesario decir la verdad.
En esta línea, Carlos Alonso Zaldívar, diplomático y ensayista, considera que “la mentira domina cada vez más el debate público.
 El Gobierno está constantemente tratando de vender falsas esperanzas. La oposición vende propuestas de pequeños remedios.
 Pese a todo eso, la gente percibe que vamos a peor.
 Pero todavía insuficientemente. Nos espera un futuro peor de lo que la gente supone. Lo que habría que hacer es ir con la verdad por delante y con un plan para superarla. Decir claramente: nos esperan unos cuantos años peores que hasta ahora; solo haciéndoles frente saldremos bien; si no, nos seguiremos arrastrando quién sabe hasta cuándo”.
Un problema de esta terapia es la falta de liderazgo político para plantearla y la carencia, hoy por hoy, de un plan para salir de la crisis más allá de la creencia de que las reformas funcionarán y generarán crecimiento. Otro es si realmente se cura una depresión diciéndole al paciente la verdad de lo que le espera.
 La respuesta, según Lola Morón, psiquiatra, es “rigurosamente no. La depresión solo se cura con fármacos o con el tiempo
. Sí se les abre una pequeña puerta de esperanza cuando se les dice que su padecimiento es tratable y reversible”.
 Y es tratable y reversible. Cada vez hay más gente en España tomando antidepresivos y ansiolíticos. “Los fármacos en una sociedad son leyes: leyes que cambien la política, la paralizante relación de la política”, dice el sociólogo José Antonio Gómez Yáñez, de la Universidad Carlos III.
Finlandia vivió momentos de crisis cuando se derrumbó su mercado con la Unión Soviética en 1991
. Fue capaz de generar un amplio consenso social y político, y una estrategia de país que acabó resultando un éxito. España es una sociedad más compleja.
 Pero salir de la depresión requiere para los españoles la elaboración de un amplio acuerdo nacional con una estrategia-país, dificultada cuando a veces dominan los nacionalismos estrechos, soberanistas o españolistas. Es necesario que los españoles sientan que participan en la solución no solo asumiendo costes, sino también decisiones de futuro.
Por otra parte, la salida neta de capitales es notoria (y legal; puede haber otra parte oculta).
 En el primer semestre de este año superó los 219.000 millones de euros, frente a un saldo positivo en el mismo periodo del año anterior. Es decir, que no solo los extranjeros no invierten, sino que mucho español ha estado desinvirtiendo y sacando depósitos al extranjero, lo que ahora es más fácil gracias a la UE y a la electrónica
. Pero esto significa que muchos de los tenedores de esos capitales son los primeros que han dejado de creer en España. Y la gente lo percibe. Si la élite no cree en el país, ¿cómo se va a pedir que confíen los ciudadanos?
También pesa en el abatimiento la pérdida de peso de España en el mundo, y especialmente en Europa. Durante muchos años, España adquirió un peso relevante. La crisis lo ha rebajado. Además, el mundo ha cambiado. También para España.
 El caso más claro es América Latina, donde la actitud paternalista ya no tiene cabida. Es casi al revés: es América Latina la que ahora ayuda a España.
Un factor que contribuye al abatimiento es la falta de vertebración de España que hace sumamente difícil llegar a un proyecto de país para salir de la situación actual.
 A ello cabe añadir que la gente siente hastío del enfrentamiento político, y también que hoy por hoy no se les presenta una auténtica alternativa.
Y la crisis económica ha provocado no una crisis política, sino una crisis de la política, a la que han contribuido también los casos de corrupción. Según Fernando Vallespín, expresidente del CIS y catedrático de Teoría Política de la UAM, a través de las encuestas se detecta que “los ciudadanos no ven a los políticos como capaces de resolver sus problemas, sino como un problema más.
Y esto suscita inevitablemente la cuestión de la deslegitimación del sistema democrático tal y como está concebido, y abre las puertas a la aparición de discursos populistas en la derecha y la izquierda.
 Pero a ello se suma en estos momentos la falta de liderazgo para dirigir a la sociedad en esta crisis”.
Santos Juliá ve en esta desafección hacia la política el único punto de comparación con el 98, “la desafección a los políticos como tal clase política; no a tal o cual partido, ni a tal o cual dirigente, sino a los políticos como clase, y de rechazo a la política como actividad; desafección y algo más que lleva a protestas multitudinarias, o acampadas en la calle, algo desconocido en aquellos tiempos”.
 Y, añade, “en este punto de la desafección igual alcanzamos los lamentos de nuestros bisabuelos y quizá hasta los superemos porque ahora el ruido que se puede formar cuenta con más altavoces y más potentes”.
La pérdida de peso de España en el mundo acentúa el abatimiento
Además, “tras la esperanza que supuso para muchos la llegada del PP al Gobierno, se ha producido una fuerte frustración de expectativas que, junto el empeoramiento de la situación económica y social, ha llevado a la sociedad a esta desmoralización”, según la socióloga Marta Romero.
La desmoralización deriva también de que los ciudadanos sienten que las grandes decisiones sobre España se toman fuera y tampoco ven que la solución pueda venir de fuera.
 La crisis de liderazgo en España se enmarca en una crisis de liderazgo en Europa.
Y esta, a su vez, en la pérdida de cohesión y peso de Occidente ante el ascenso de otras potencias, como China.
 No es que hayamos pasado a la modesta España a la que se refiere Enric Juliana en su libro del mismo título. El verdadero peligro es vivirlo como una España derrotada, pues con la desmoralización no se logrará nada.
 Si arraiga este sentimiento, tardaremos años en recuperarnos.

Matar a la madre a golpe de lápiz Tommaso Koch

Alison Bechdel desmenuza en una novela gráfica sus secretos familiares.

 

Papá está leyendo.
No es exactamente un gran acontecimiento, pero por algo había que empezar.
 Y como la pequeña Alison Bechdel estaba empeñada en que quería escribir un diario, su progenitor se puso a explicarle cómo se hacía.
 No tiró especialmente de la fantasía: simplemente, estaba leyendo y así lo transcribió en el cuaderno de su hija.
 Y la pequeña se estrenó añadiendo el titular del libro en cuestión: La trompeta del cisne.
Fue la primera frase en el diario de Alison Bechdel.
 Desde entonces, muchas páginas blancas se han ido llenando de todo lo que le ocurría. Aunque hay un aspecto que la (hoy) dibujante estadounidense no debió de entender del todo: se supone que un diario es, por definición, privado.
 Ella, en cambio, desde hace unos años, se ha volcado en contarle y diseñarle al público, hasta el más mínimo detalle, la cotidianidad de su familia. Primero con Fun home, historia en forma de exitosa novela gráfica de su tragicómica relación con su fallecido padre. Y ahora con ¿Eres mi madre? (Mondadori), un viaje en 300 páginas por el complicado (por usar un eufemismo) trato de Bechdel con su progenitora.
Una página de '¿Eres mi madre?'
“En el fondo me siento como una suerte de monstruo.
 Estoy revelando secretos de mi familia y exponiendo a todos la vida de mi madre, cuando ella además preferiría que no”, relata la dibujante
. Aunque, al fin y al cabo, su pasión por el chisme íntimo se debe también, y precisamente, a lo que cuenta: “Si hubiera crecido en un entorno feliz y acogedor, donde las emociones se expresaban abiertamente, tal vez estaría haciendo otro trabajo”.
Sin embargo, está ejerciendo de dibujante.
Un oficio que le encanta (antes de sus dos novelas gráficas mantuvo durante años una exitosa tira cómica titulada Dykes to watch out for) casi tanto como le cuesta. Siete años tardó Bechdel en acabar Fun home.
Y para ¿Eres mi madre? necesitó más aún: “Es un libro sobre el que he trabajado toda la vida. Pero me resistía a escribirlo, lo estaba evitando”.
Deshojando las páginas de la novela gráfica no cuesta entender por qué.
Entre citas de Virginia Woolf y Donald Winnicot, sesiones con el analista y buceos en sus relaciones sexuales, Bechdel ofrece al lector una radiografía privada de su existencia y, sobre todo, de su relación con su madre. Actriz aficionada, proyecto de artista, habladora por los codos, cariñosa cerca del cero absoluto, la progenitora no sale exactamente bien parada del cómic.
 Tanto que ¿Eres mi madre? no le hizo precisamente ilusión. “Aun así no me pidió que quitara nada. Entendió que era mi versión de la historia, no la suya”, asegura la dibujante.
Pero a fuerza de investigar luces y sombras de su progenitora, Bechdel descubrió que contaba con ciertos atenuantes: “Las madres tienen un trabajo imposible. Se espera de ellas que estén totalmente pendientes de sus hijos y que a la vez no les dediquen todas sus energías y lleven su vida”. Nada fácil, en efecto.
Menos aún si encima esa vida acaba en las librerías.