La moda es un negocio sensible.Es un negocio sin pudor, (lo digo yo) te meten como necesidad una firma, en este caso Gucci no me gusta, toda la paraafrenalia que la rodea menos, pero en tiempos en que mucha gente debe vivir con 400E no me parece etico hablar de billones de E. es una bofetada a la sociedad, los muy ricos contra los más pobres y en medio los que nadamos sin flotador, un Gucci guste o no no se puede comprar, los muy ricos ni se lo cuestionan, y las marcas van cambiando, las de que representan que llevarlo es decir que eres rica y a las que no se le ocurre.
Bueno el Corte Inglés creo que aplazado te lo deja, aunque habrá un tope, y un bolso no es como una casa, o un coche. El mundo al revés.
Una pequeña salida de tono puede devenir en catástrofe.
Tras experiencias como la de las desafortunadas palabras
que apartaron a John Galliano de Dior, la paranoia en la liga de las grandes marcas es tal que resulta complicado leer entrevistas a diseñadores que interesen a nadie más que a los equipos de comunicación que las gestionaron.
Por eso, charlar con la diseñadora de Gucci resulta refrescante.
Frida Giannini (Roma, 1972), famosa por poco más que su trabajo, ostenta uno de los cargos más importantes de la industria. Y pese a ello, le gusta hablar. Es franca. Capaz de reconocer ciertos errores e inseguridades, algo particularmente infrecuente.
Y hasta referirse sin demasiados complejos
al hombre con quien comparte su vida, mínimo, desde octubre del año pasado, Patrizio di Marco. Nada menos que el consejero delegado de la empresa en la que ella lleva 10 años trabajando
Me molesta como mujer que se haga gala de serlo para llevarte al hombre que te respaldará siempre y los dos serán cada vez más ricos.
Una Sociedad de lucha de Clases, los que compran en Gucci y los que compran en "los Chinos".
El mundo cambia, la economía no..
Recibe en una suite del exclusivo hotel Cipriani de Venecia.
Con un aparatoso collarín. En un fotogénico evento trufado de celebridades y al que han invitado a EL PAÍS. “Me caí de mi caballo la semana pasada. Tengo dolores de cabeza y estaré así un par de semanas más, pero estoy bien, no hay nada roto”, ríe con sorna. Después del cierre de esta edición, Giannini ejercerá de anfitriona de la segunda gala del
Gucci Award for Women in Cinema, un premio que busca dar visibilidad a mujeres que trabajan en la industria del cine tras las cámaras (“yo misma me di cuenta de lo mucho que ignoraba su existencia”) y al que este año están nominadas cinco luminarias (las oscarizadas diseñadora de vestuario estadounidense Colleen Atwood y la montadora de
La invención de Hugo, Thelma Schoonmaker, entre otras), de las que la diseñadora habla con pasión
. No es su única contribución a esta industria: en el marco de la muestra
ha presentado también El caso Mattei (cinta de 1972 de Francesco Rosi, que ayer recibió un homenaje en el festival).
Es la novena joya clásica del celuloide de cuya restauración se ha hecho cargo la marca italiana como patrocinadora de
The Film Foundation.
Una entidad capitaneada por Martin Scorsese que ha devuelto esplendor a películas como El gatopardo, La dolce vita o Érase una vez en América.
“Con Madonna siempre me enzarzo en discusiones. Si quieres defender tus ideas ante ella sin que te destruya, tienes que ser firme ”
Horas antes de que la artista Marina Abramovic, el cineasta Wim Wenders, la actriz Salma Hayek o Carlota Casiraghi desembarcaran en la exclusiva isla veneciana libre de paparazis que alberga la gala, Giannini recuerda sus primeros encuentros con la lista infinita de celebridades que han colaborado con la firma. “Al principio, me sentía como una adolescente conociendo a su ídolo, un
shock.
No quiero decir que ahora esté más relajada, porque nunca lo estoy: frente a una personalidad tan fuerte, nunca sabes cuál será la reacción. Madonna fue de las más duras”, reconoce.
“Tiene una opinión sobre todo, siempre nos enzarzamos en discusiones.
Si quieres defender tus ideas sin que te destruya, tienes que mantenerte fuerte en tu posición. Resulta de lo más inspiradora. Es una máquina”(Que stress)
Nadie sabe muy bien cómo la diseñadora
consiguió embarcar a Carlota Casiraghi en una campaña de publicidad que, como Giannini admite, “es la envidia de mucha gente”.
“Surgió de manera muy natural. Me buscó y quedamos en Roma.
Quería prendas especiales para competir como jinete.
Empezamos a trabajar juntas y un día me trajo algunas piezas antiguas de Gucci personalizadas para su abuela y su madre.
Yo estaba embarcada en la celebración del 90º aniversario de la firma y creímos que sería interesante una colaboración que rescatara los iconos legendarios del pasado, sin fines estrictamente comerciales”. Tras la etapa de Ford, que ignoró la
italianidad de la firma, reivindicar la herencia ha sido la obsesión de la diseñadora.
“Sentía que faltaba respeto por el pasado de la compañía.
Creativamente, creo que la decisión más acertada que he tomado ha sido poner el acento en la artesanía, en la calidad, en el made in Italy, actualizar iconos de la casa, como el bolso Bamboo o el Jackie”.
Y en ese viaje al pasado, ¿cómo eludir los detalles más oscuros de la familia Gucci?
Un culebrón de asesinatos, pasiones y altas traiciones que enfrentó durante generaciones a padres e hijos y a maridos y mujeres, y que Ridley Scott ha proyectado llevar al cine
. “Estoy enamorada de la historia de la familia: es como una novela de romance y pasión”.(Recuerdo cuando la mujer envió unos sicarios para matar al marido) no recuerdo como fue que dieran con ella, estaban separados y su ex iba a casarse con otra, y claro lo de la firma Gucci se tambaleaba para su 1ª esposa. El caso es que dieron con ella.
Con todo, reconoce “muchos” errores en su propia gestión revivalista.
“El principal: abusar de los logotipos al principio. Aunque las cifras de venta fueran buenas”.
“Si después de explicarle la colección repetidas veces a alguien, sigue obsesionado con Tom Ford, no hay nada que hacer”
Con una facturación en el primer semestre de 2012 de 1.727 millones de euros y un ritmo de crecimiento anual próximo al 20%, la etapa de Giannini ha sido la más exitosa de la historia de Gucci.
Por encima de
la de Tom Ford y pese a la coyuntura económica actual.
Sin embargo, la crítica fue dura con ella en sus inicios. “A lo mejor tenían razón. Pues si, con ese dinero se puede acabar casi con la Crisis o darnos la Paga extraordinaria, que es lo que cuestan unos zapatos.
Quizá yo tampoco entendía lo que estaba haciendo”, reflexiona. Pero ¿importa lo que escriba un periodista cuando los números te respaldan?
“Soy muy cuidadosa con las críticas. De algunas he aprendido. La percepción mediática es ahora muy buena, pero al principio sí pudo ser muy negativa. Pensaba en esos artículos, los releía. En alguna ocasión ha habido gente realmente grosera.
Y cuando ha reincidido tres, cuatro, cinco veces, he decidido dejar de invitarla al desfile, porque es completamente inútil.
Si después de explicarle la colección repetidas veces, una persona sigue obsesionada con Tom Ford, qué se le va a hacer. Honestamente, esto solo ha ocurrido una vez.
Pero lo cierto es que miro mis primeros años en Gucci y creo que podían tener cierta razón.
Estoy creciendo con la compañía, ahora tengo más experiencia, me siento más segura. No es tan fácil, requiere tiempo desarrollar una visión”.
El pasado octubre, Giannini y
el jefe, Patrizio di Marco, hacían pública una relación que podría haber generado controversia
. No fue así. “Estoy muy contenta. En el pasado estuve con alguien a quien no le importaba nada la moda ni lo que yo hacía, y a veces era frustrante”. El proceso de hacerlo público no fue sencillo.
“En el momento en que nos dimos cuenta de que esto era mucho más que un rollo de verano, fuimos a informar al dueño [François-Henri Pinault].
Ambos estábamos preparados para abandonar la compañía si así lo creía necesario. No queríamos estar en la clandestinidad, somos dos profesionales, no estábamos bromeando
. Y él respondió que le sabía mal por nosotros, ya que significaba que íbamos a estar aún más horas trabajando
. Eso no es ningún problema. Todo ha ido bien. Puede que nosotros nos peleemos, pero eso no tiene por qué afectar a la empresa”.