Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

4 ago 2012

¿Cuál es tu película favorita de Marilyn Monroe?


Marilyn"Sobre la impuntualidad de Marilyn debo decir que tengo una vieja tía en Viena que estaría en el plató cada mañana a las seis y sería capaz de recitar los diálogos incluso al revés. Pero, ¿quién querría verla?
 Además, mientras esperamos a Marilyn Monroe todo el equipo, no perdemos totalmente el tiempo.
Yo, sin ir más lejos, pude leer Guerra y Paz y Los miserables".
"Hay más libros sobre Monroe que sobre la II Guerra Mundial. Hay cierta semejanza entre las dos: era el infierno, pero valía la pena".
"Marilyn era una mezcla de pena, amor, soledad y confusión".
"Marilyn era un absoluto genio como actriz cómica, con un sentido extraordinario para los diálogos cómicos.
 Tenía ese don
. Nunca después he vuelto a encontrar una actriz así".
Todas estas frases, y aún hay decenas más, son la muestra del amor y el odio que Billy Wilder tenía por Marilyn Monroe.
 Sin ella, Con faldas y a lo loco (Some like it hot, 1959)igual no hubiese sido la obra maestra que es. Igual solo hubiese sido una muy buena película.
 En el 50 aniversario de la muerte de la tentación rubia teníamos que elegir, que mojarnos, y así lo hacemos. La comedia de Wilder, quizá LA comedia de la historia del cine, así, con mayúscula y rotundidad, tiene a la Marilyn mas sexy (con su "good night honey" o tocando el ukelele) y a la más cómica.
 Sin Monroe igual Tony Curtis no hubiese babeado como lo hacía y  Jack Lemmon hubiese estado menos gracioso como Daphne.
Me resulta dificil elegir, Con Faldas y a lo Loco. · insuperables actores cómicos y muy buenos.
La Tentación vive Arriba.
Los caballeros las prefieren rubias pero se casan con las morenas, me gustan......todas.

EL INAGOTABLE MISTERIO DE MARILYN MONROE

En la madrugada de hoy a mañana se cumplen cuarenta años de la muerte, en su casa de Brentwood,de una actriz que es universalmente considerada un icono del siglo XX y cuyo inmenso talento la convierte en una adelantada a su época.

 

El 5 de agosto de 1962, y cada cinco años, los cronistas del lado sombrío del cine tienen subrayada en negro su cita con una vieja e ingotable ceremonia de profanación.
 Es, cada cinco años y desde hace 40, el rito del nuevo desenterramiento y la nueva criba de las cenizas de la inagotable noticia de la muerte, en su casa de Brentwood, en Los Ángeles, de una mujer de 36 años llamada Norma Jeane Baker, conocida en todo el mundo como Marilyn Monroe, que en la década de los años cincuenta dio el último empuje de esplendor a un Hollywood ya atrapado por las primeras rampas de su decadencia y cuya caída se llevó por delante a muchos de sus talentos, comenzando por el de esta inmensa mujer.
La inexplicable cercanía, la condición de espejo y la turbadora sensación de verdad y realidad que despide la imagen de esta actriz herida por un trágico choque entre su inteligencia y su belleza, la han convertido en uno de los focos iluminadores de las galerías subterráneas del siglo XX.
 Los rostros vociferantes de los políticos pasan y la mayor parte de los enrevesados itinerarios de los aventureros del espíritu de ese tiempo se difuminan. Pero permanecen y se hacen cada vez más nítidos algunos signos humildes de aquel turbulento tiempo que les tocó vivir.
Uno de esos rostros, convertido en icono universal, que quedan y que fortalecen sus raíces cuanto más se nos alejan en el tiempo es Marilyn.
 Cuando ocurrió su suicidio, o lo que fuese aquello, el suceso se ensanchó hasta rozar zonas de vértigo, por estar indirectamente involucrado en él John Kennedy, un presidente ennoblecido por su asesinato, pero que hoy, 40 años después de aquello, vuela más alto por su condición de amante de Marilyn Monroe que por sus propias hazañas o fechorías.
Aunque la inercia de los primeros funerales periodísticos de Marilyn Monroe mantiene la fecha de la madrugada del día 5 de agosto, parece cada vez más probable que la actriz muriese unas horas antes de lo dicho, no en la madrugada del 5, sino entre las diez y las doce de la noche del domingo día 4 de agosto de hace cuatro décadas.
 A eso conducen la mayor parte de las conjeturas arrancadas de un suceso del que no se conocen, aunque parece evidente que los tuvo, testigos directos y en el que al zarpazo del suicidio, que ya se abrió paso otras veces en otras alcobas de la actriz, se añade, para unos, una estúpida negligencia médica y, para otros, el epílogo, sórdido y tumultuoso, de la larga y extenuante batalla de la actriz contra el poder, esta vez encarnada en una agria y violenta ruptura sentimental con Robert Kennedy, un hombre del poder.
Aunque casi todos los que tiraron de algún hilo de aquella siniestra trama ya han muerto o, si viven, han enmudecido, hartos de repetir su rencor o su disculpa y su coartada, la caja de las conjeturas acerca de lo que ocurrió aquella noche en Brentwood sigue aún abierta y de ella saltan a la luz nuevas esquinas de la intriga.
 Pero reconforta que ahora -en la nueva oleada de libros, reportajes, estudios y documentos salidos de este octavo lustro de la muerte de Norma Jeane-, tras la consabida avalancha de indicios e invitaciones a engrosar el enigma del suceso, éste parece por fin haber escapado de la lógica del thriller de la vida real en que fue encerrado durante tantos años.
 Este cambio se produce en gran parte gracias a la solvencia de la Biografía de Marilyn Monroe, que Donald Spoto publicó hace 11 años, en 1993, y que es el disparadero de que comience a moverse la idea de que fue algo y no alguien la causa de la muerte de Marilyn Monroe.
Ella misma diagnósticó sin percibirlo su muerte cuando dijo que una estrella era un objeto y ella, que era la estrella absoluta, detestaba ser objeto
. Es este rechazo frontal a sí misma y, al sistema que la exigía convertirse en objeto, lo que la hacía al mismo tiempo fuerte y sumamente vulnerable.
 Y es todo esto, añadido a su dura ironía hacia lo que llamaba el prostíbulo abarrotado -en referencia a las trastiendas morales del negocio de Hollywood- lo que la mató.
Y este rasgo suicida hace irrepetible, genial y secretamente corrosiva a la obra de esta mujer.
De ahí que su rostro sea más que el de una estrella, porque su tragedia, como su comedia, no fue nunca fingida, y por ello pervive.
 Sigue Marilyn, medio siglo después de romper el techo expresivo del estrellato, siendo víctima de cegueras como la del crítico Val Hennesy, que hace unos años la rememoró como 'una actriz irremisiblemente mala, una mujerzuela autocomplaciente, una niña malcriada disfrazada de mujer y una estrella emperifollada y descerebrada', navajazos a un cadáver que chocan estruendosamente con la delicada idea de quien la dirigió en Bus Stop, Joshua Logan, que poco antes, en 1984, dijo de ella: 'Era una de las actrices más geniales que he conocido.
 Va más allá del arte
. Es la actriz de cine más completa desde Greta Garbo. Tiene ese mismo misterio insondable. Es puro cine'.
La singularidad de ese rasgo de ser portadora de puro cine fue captado de forma intuitiva y perfecta por una célebre bailarina inglesa, la gran Margot Fonteyn, que la conoció en su momento de plenitud y dijo de ella, ya muerta:
 'Era asombrosamente bella. Lo que más me fascinó fue su evidente incapacidad para quedarse inmóvil.
 Así como las personas normalmente mueven los brazos y la cabeza en una conversación, estos gestos se reflejaban en Marilyn en todo su cuerpo, produciendo un efecto delicadamente ondulado, igual que el movimiento de un mar casi encalmado
. Yo vi muy claro que se trataba de algo de lo que ella no era consciente. Era en ella tan natural como respirar y en manera alguna es ese meneo afectado que han sugerido algunos escritores'
No hay mejor captura y descripción interior que ésta de aquel invisible, inexplicable, al mismo tiempo misterioso y diáfano, temblor que convertía a Marilyn Monroe en una actriz en carne viva, que actuaba con la totalidad de su cuerpo y que, por ello, era una adelantada a su tiempo, que se enfrentó -y rompió, con terca inteligencia instintiva, en uno de los actos de autodefensa más vigorosos que se conocen- a todo un desalmado y opulento sistema, que obviamente acabó con ella.

3 ago 2012

Sacado de Jose miguel Junco Ezquerra.

Wislawa Szymborska 1923-2012

UN GATO EN UN PISO VACÍO


Morir, eso no se le hace a un gato.

Porque qué puede hacer un gato
en un piso vacío.
Trepar por las paredes.
Restregarse entre los muebles.
Parece que nada ha cambiado
y, sin embargo, ha cambiado.
Que nada se ha movido,
pero está descolocado.
Y por la noche la lámpara ya no se enciende.
Se oyen pasos en la escalera,
pero no son ésos.
La mano que pone el pescado en el plato
tampoco es aquella que lo ponía.
Hay algo aquí que no empieza
a la hora de siempre.
Hay algo que no ocurre
como debería.
Aquí había alguien que estaba y estaba,
que de repente se fue
e insistentemente no está.
Se ha buscado en todos los armarios.
Se ha recorrido la estantería.
Se ha husmeado debajo de la alfombra y se ha mirado.
Incluso se ha roto la prohibición
y se han desparramado los papeles.
Qué más se puede hacer.
Dormir y esperar.
Ya verá cuando regrese,
ya verá cuando aparezca.
Se va a enterar
de que eso no se le puede hacer a un gato.
Irá hacia él
como si no quisiera,
despacito,
con las patas muy ofendidas.
Y nada de saltos ni maullidos al principio.

Fantasía literaria y adorable criatura

La actriz Marilyn Monroe leyendo. / SNAP Photo Library
Una tarde, mientras contemplaban el puente de Brooklyn desde la orilla de Manhattan, Marilyn Monroe puso a su amigo Truman Capote entre la espada y la pared: “Si alguna vez te preguntaran, cómo era yo, cómo era Marilyn, en realidad, ¿Qué contestarías?”
. Su tono era juguetón e inoportuno, pero grave. “Apuesto a que dirías que era una palurda”, añadió la actriz antes de que el escritor abriera la boca. “Por supuesto”, contestó el periodista, “pero también diría…”. Al autor de A Sangre fría se le entrecortó la voz y percibió que esa vez, la actriz quería una respuesta honesta
. El esplendor póstumo de ese momento quedó para siempre en su memoria: “La luz se iba. Marilyn parecía esfumarse con ella, mezclarse con el cielo y las nubes, disolverse a lo lejos.
 Quise elevar mi voz sobre los chillidos de las gaviotas y llamarla para que volviese: ¡Marilyn! ¿Por qué todo tuvo que acabar así, Marilyn? ¿Por qué? ¿Por qué la vida tiene que ser tan terrible?” 
. A continuación, algo le devolvió al momento presente, pero siguió balbuceando: “Yo diría…”. Marilyn le dijo que no le oía. “Diría que eres una adorable criatura”.
Con esta maravillosa escena, Capote (1924-1984) concluye el relato sobre la actriz, titulado: Una adorable criatura (incluido en Retratos, 2001).
 Es quizás la obra más destacable entre un sinfín bibliográfico que mayoritariamente apuesta por el sensacionalismo que rodea la vida de Monroe.
 Pero su emoción final puede llevar a engaño: el retrato del mayor representante de la novela de no ficción tampoco es un homenaje hagiográfico a su íntima amiga; también refleja su carácter caprichoso y frívolo, sus miedos y sus limitaciones intelectuales.
 Y por encima de todo destaca la gracilidad femenina de un ser extremadamente vulnerable que desprende luz y belleza como pocos.
 Un ser, que por encima de todo, para bien y para mal, era adorable.
En 1954, cuando solo tenía 28 años, la actriz escribió sus memorias, un texto imprescindible para conocer de primera mano el temblor y la candidez que definieron su vida
. El libro, titulado My Story, refleja la compleja personalidad de una mujer que en nada se parece a la rubia ingenua que creó Hollywood.  Marilyn rememora su infancia en una familia humilde de California, la violación que sufrió de niña, su ascenso a la fama y su perpetua y fatal intuición acerca de su destino:
“Sí, había algo especial en mí y sabía de qué se trataba. Yo era el tipo de chica a la que encuentran muerta en su dormitorio con un frasco de somníferos en la mano".
 El texto no vio la luz hasta doce años después de su muerte.
La figura de Marilyn ha sido de las más rentables de la historia, sobretodo póstumamente.
 La extensísima bibliografía que ha generado su leyenda no sigue la estela benévola de sus admiradores. Más bien al contrario, la mayoría de las obras reflejan la polémica, la leyenda negra, los trapos sucios y las excrecencias que esconde la biografía de Norma Jeane Mortenson (1926-1962), convertida en Marilyn Monroe, actriz infravalorada y el sex simbol más famoso de todos los tiempos.

Cómo la veían

J. M
Su belleza sobrevivió desde la antigüedad,
requerida por el mundo del futuro, poseída
por el mundo actual, se convirtió en un mal mortal.
Pier Paolo Pasolini, cineasta italiano.
Marilyn era una persona sensible, incomprendida, mucho más perceptiva de lo que se supone en general. Teníamos una aventura amorosa y nos veíamos de forma intermitente hasta el día en que murió en 1962. No me pareció que estuviera deprimida (…). Estoy seguro de que no se suicidó. Siempre he creído que fue asesinada.
Marlon Brando, actor estadounidense.
Vi que lo que parecía que no era lo que realmente era, y lo que estaba pasando dentro de ella no era lo que estaba pasando fuera, y eso siempre significa que hay algo con qué trabajar. En el caso de Marilyn, las reacciones al método fueron colosales. Podía conseguir la emoción que necesitaba para cada escena. Su alcance era infinito.
Lee Strasberg, maestro y teórico fundador del Actor Studio.
Ella estaba asustada de sí misma. Me encontré deseando ser un psicoanalista y que ella fuera mi paciente. Puede que no pudiera ayudarla, pero habría lucido preciosa en el sofá.
 Billy Wilder,  director de cine estadounidense.
Nada se podía hacer con aquella luminosidad, era imposible....Tal vez entonces estaba demasiado ocupado dirigiendo y no me di cuenta del enorme potencial que tuve a mi lado, hay momentos en que está maravillosa, creo que Marilyn era única.
Lawrence Olivier, director y actor en El Principe y la corista (1957).
Recuerdo que me impresionó más fuera de la pantalla que dentro... había algo conmovedor y emotivo de ella.
John Huston, director de The Misfits, y La jungla de asfalto.
Creo que ella es una comediante hábil, pero también creo que podría convertirse en la mejor actriz trágica que se pueda imaginar.
 Arthur Miller, escritor y marido de la actriz de 1956 a 1961.
Es increíble. Es Mae West, Theda Bara y Bo Peep, todo en uno.
Groucho Marx, cómico y director de cine.
Uno de los libros más polémicos sobre la rubia universal es Blonde (2000), la novela de la newyorkina Joyce Carol Oates.
 A lo largo de 900 páginas se retrata la vida errante de una mujer ansiosa, dependiente de tranquilizantes y estimulantes y víctima de varios abusos sexuales que merman su equilibrio mental.
 Las escenas de sexo se describen minuciosamente, especialmente la violación que sufre por parte del productor que le dio su primer papel, el ménage à trois que practica con Charles Chaplin Jr. y Eddy G. Robinson y la violenta escena que protagoniza con el presidente de los Estados Unidos. En el pasaje, Kennedy prácticamente obliga a Monroe a practicarle una felación.
“Cogió a la Actriz Rubia por la nuca y le puso la cabeza en la entrepierna. ‘No lo haré. No soy una prostituta, soy’… de hecho era Norma Jeane, confundida y asustada”
. Y según la autora, lo hizo.
Oates recupera la tesis que sugiere que la actriz fue asesinada por la CIA tras su relación con Kennedy. El asesino de su ficción recibe órdenes claras y precisas porque “la zorra rubia del Presidente era una amenaza para él y para la seguridad nacional”. En la novela, Marilyn es asesinada a manos de este “francotirador” que le hunde una aguja de quince centímetros en el corazón.
La idea del asesinato ha sido muy jugosa de cara a las ventas. Lo comprobó también Donald H. Wolfe con su libro Marilyn Monroe, investigación sobre un asesinato (1999).
El autor investigó durante siete años y entrevistó a más de 85 personas con el objetivo de demostrar que la CIA y el FBI mataron a la actriz porque ésta había conseguido información confidencial sobre Kennedy.
Tras su titánico trabajo, al autor solo le queda una duda: “¿Intentaban matar a Marilyn Monroe? ¿O sólo someterla con un pinchazo crítico, es decir, suministrarle una dosis mayor de aquella a la que estaba acostumbrada, para poder abrir por la fuerza su archivador, tomar notas, cartas y documentos legales y buscar el libro de secretos?
 Los indicios señalan homicidio premeditado. En presencia de Bobby Kennedy, le inyectaron una cantidad de barbitúricos suficiente para matar a 15 personas”.
El reverso de la novela de Oates y del libro de Wolfe es Marilyn Monroe (1993), la biografía de Donald Spoto, considerada una de las obras más serias sobre la actriz. Spoto ofrece una visión mucho menos turbulenta de la actriz y afirma que su muerte fue causada por una combinación letal y accidental de sedantes y barbitúricos.
 El autor rechaza la tesis del suicidio y retrata los últimos días de Marilyn como un momento álgido y feliz en su carrera. Para Spoto su muerte fue una negligencia médica causada por su analista de cabecera, el doctor Greenson.
Otra versión amable es la del escritor barcelonés, Terenci Moix (1942-2003), confeso entusiasta del Hollywood de los años cincuenta. En su homenaje a los actores y directores de la época, Mis inmortales del cine (1996), dedica un extenso capítulo a la actriz: “Tenía un algo especial, esa pequeña cosa extra, y sobre todo tenía algo que le hacía brillar en la pantalla.
 Era un ser que podía ser vulgar en su vida real, pero que era capaz de transformarse cuando la cámara se ponía delante de ella”.
Para Moix, la actriz rubia tenía algo inimitable, como la morena más famosa del cine español: “ese algo lo tiene también la actriz Penélope Cruz, esa comunión con la cámara que no es frecuente descubrir”.
¿Negligencia, suicidio o asesinato? Definitivamente, las dos últimas opciones se llevan la palma en el mundo literario.
 La rubia como una drogadicta, desequilibrada y facilona a la par que frígida, que para colmo no cuida para nada su higiene personal.
Su flamante presidente como un niño pijo, amoral, egoísta y despreciativo que además es eyaculador precoz.
Así retrata François Forestier a la pareja en su libro Marilyn y JFK (2010), del que asegura que “no hay ni una sola frase inventada”.
 Forestier describe los múltiples encuentros sexuales entre la rubia y el presidente:
 Marilyn espera a su amante en una bañera de agua caliente mientras JFK se desnuda para ser montado por la actriz.
 De repente Peter Lawford entra al baño y fotografía a la pareja con su Polaroid.
 Él se ríe, ella hace muecas. Alrededor de ellos, los espías de Hoover, el mandamás del FBI, les vigilan y comentan la jugada.
Forestier asegura que las fotos de Lawford aún circulan por ahí, pero los servicios secretos de los Kennedy se encargaron de borrar las pistas del romance.
Para el autor Autobiografía de Marilyn Monroe (2006), Rafael Reig, la mayoría de obras sobre la actriz son puro afán de sensacionalismo, de explotar la tragedia y la fama de Monroe.
 Según el escritor, los textos más importantes y con mayor calidad literaria son los de Capote y Arthur Miller. Reig está harto de oír hablar del misterioso fallecimiento de la actriz:
"La muerte de Marilyn no fue ningún misterio. Lo asombroso es que no hubiera muerto antes, y eso lo sabe todo el que la conoció”.
Para haber sobrevivido, ella tendría que haber sido mucho más cínica o haber estado mucho más lejos de la realidad de lo que estaba
Arthur Miller
De todos los que la conocieron, quizás el dramaturgo Arthur Miller (1915-2005), marido de la actriz de 1956 a 1961, fue quien mejor entendió el vacío que la asfixiaba.
 El mítico autor teatral era la persona que más valoraba su talento y quien más empeño puso en salvar a aquella adorable criatura de aquel nido de víboras que era Hollywood.
 Pero incluso él acabó agotado de su personalidad autodestructiva y decidió romper.
Posteriormente Miller intentó retratar las contradicciones de su relación en su guion Vidas Rebeldes (1961), en el que el personaje de Clark Gable dice algo que bien podría haber dicho él mismo:
“¿Puede un hombre sonreír cuando contempla a la mujer más triste del mundo?”
En sus memorias Vueltas al tiempo (1988), el dramaturgo ofrece la más preclara y sentida conclusión sobre el final de Marilyn: “Para haber sobrevivido, ella tendría que haber sido mucho más cínica o haber estado mucho más lejos de la realidad de lo que estaba.
 Pero no, ella era una poeta en una esquina tratando de recitar entre una multitud que le arrancaba la ropa”.