. Su tono era juguetón e inoportuno, pero grave. “Apuesto a que dirías que era una palurda”, añadió la actriz antes de que el escritor abriera la boca. “Por supuesto”, contestó el periodista, “pero también diría…”. Al autor de A Sangre fría se le entrecortó la voz y percibió que esa vez, la actriz quería una respuesta honesta
. El esplendor póstumo de ese momento quedó para siempre en su memoria: “La luz se iba. Marilyn parecía esfumarse con ella, mezclarse con el cielo y las nubes, disolverse a lo lejos.
Quise elevar mi voz sobre los chillidos de las gaviotas y llamarla para que volviese: ¡Marilyn! ¿Por qué todo tuvo que acabar así, Marilyn? ¿Por qué? ¿Por qué la vida tiene que ser tan terrible?”
. A continuación, algo le devolvió al momento presente, pero siguió balbuceando: “Yo diría…”. Marilyn le dijo que no le oía. “Diría que eres una adorable criatura”.
Con esta maravillosa escena, Capote (1924-1984) concluye el relato sobre la actriz, titulado: Una adorable criatura (incluido en Retratos, 2001).
Es quizás la obra más destacable entre un sinfín bibliográfico que mayoritariamente apuesta por el sensacionalismo que rodea la vida de Monroe.
Pero su emoción final puede llevar a engaño: el retrato del mayor representante de la novela de no ficción tampoco es un homenaje hagiográfico a su íntima amiga; también refleja su carácter caprichoso y frívolo, sus miedos y sus limitaciones intelectuales.
Y por encima de todo destaca la gracilidad femenina de un ser extremadamente vulnerable que desprende luz y belleza como pocos.
Un ser, que por encima de todo, para bien y para mal, era adorable.
En 1954, cuando solo tenía 28 años, la actriz escribió sus memorias, un texto imprescindible para conocer de primera mano el temblor y la candidez que definieron su vida
. El libro, titulado My Story, refleja la compleja personalidad de una mujer que en nada se parece a la rubia ingenua que creó Hollywood. Marilyn rememora su infancia en una familia humilde de California, la violación que sufrió de niña, su ascenso a la fama y su perpetua y fatal intuición acerca de su destino:
“Sí, había algo especial en mí y sabía de qué se trataba. Yo era el tipo de chica a la que encuentran muerta en su dormitorio con un frasco de somníferos en la mano".
El texto no vio la luz hasta doce años después de su muerte.
La figura de Marilyn ha sido de las más rentables de la historia, sobretodo póstumamente.
La extensísima bibliografía que ha generado su leyenda no sigue la estela benévola de sus admiradores. Más bien al contrario, la mayoría de las obras reflejan la polémica, la leyenda negra, los trapos sucios y las excrecencias que esconde la biografía de Norma Jeane Mortenson (1926-1962), convertida en Marilyn Monroe, actriz infravalorada y el sex simbol más famoso de todos los tiempos.
Cómo la veían
J. M
Su belleza sobrevivió desde la antigüedad,
requerida por el mundo del futuro, poseída
por el mundo actual, se convirtió en un mal mortal.
requerida por el mundo del futuro, poseída
por el mundo actual, se convirtió en un mal mortal.
Pier Paolo Pasolini, cineasta italiano.
Marilyn era una persona sensible, incomprendida, mucho más perceptiva de lo que se supone en general. Teníamos una aventura amorosa y nos veíamos de forma intermitente hasta el día en que murió en 1962. No me pareció que estuviera deprimida (…). Estoy seguro de que no se suicidó. Siempre he creído que fue asesinada.
Marlon Brando, actor estadounidense.
Vi que lo que parecía que no era lo que realmente era, y lo que estaba pasando dentro de ella no era lo que estaba pasando fuera, y eso siempre significa que hay algo con qué trabajar. En el caso de Marilyn, las reacciones al método fueron colosales. Podía conseguir la emoción que necesitaba para cada escena. Su alcance era infinito.
Lee Strasberg, maestro y teórico fundador del Actor Studio.
Ella estaba asustada de sí misma. Me encontré deseando ser un psicoanalista y que ella fuera mi paciente. Puede que no pudiera ayudarla, pero habría lucido preciosa en el sofá.
Billy Wilder, director de cine estadounidense.
Nada se podía hacer con aquella luminosidad, era imposible....Tal vez entonces estaba demasiado ocupado dirigiendo y no me di cuenta del enorme potencial que tuve a mi lado, hay momentos en que está maravillosa, creo que Marilyn era única.
Lawrence Olivier, director y actor en El Principe y la corista (1957).
Recuerdo que me impresionó más fuera de la pantalla que dentro... había algo conmovedor y emotivo de ella.
John Huston, director de The Misfits, y La jungla de asfalto.
Creo que ella es una comediante hábil, pero también creo que podría convertirse en la mejor actriz trágica que se pueda imaginar.
Arthur Miller, escritor y marido de la actriz de 1956 a 1961.
Es increíble. Es Mae West, Theda Bara y Bo Peep, todo en uno.
Groucho Marx, cómico y director de cine.
A lo largo de 900 páginas se retrata la vida errante de una mujer ansiosa, dependiente de tranquilizantes y estimulantes y víctima de varios abusos sexuales que merman su equilibrio mental.
Las escenas de sexo se describen minuciosamente, especialmente la violación que sufre por parte del productor que le dio su primer papel, el ménage à trois que practica con Charles Chaplin Jr. y Eddy G. Robinson y la violenta escena que protagoniza con el presidente de los Estados Unidos. En el pasaje, Kennedy prácticamente obliga a Monroe a practicarle una felación.
“Cogió a la Actriz Rubia por la nuca y le puso la cabeza en la entrepierna. ‘No lo haré. No soy una prostituta, soy’… de hecho era Norma Jeane, confundida y asustada”
. Y según la autora, lo hizo.
Oates recupera la tesis que sugiere que la actriz fue asesinada por la CIA tras su relación con Kennedy. El asesino de su ficción recibe órdenes claras y precisas porque “la zorra rubia del Presidente era una amenaza para él y para la seguridad nacional”. En la novela, Marilyn es asesinada a manos de este “francotirador” que le hunde una aguja de quince centímetros en el corazón.
La idea del asesinato ha sido muy jugosa de cara a las ventas. Lo comprobó también Donald H. Wolfe con su libro Marilyn Monroe, investigación sobre un asesinato (1999).
El autor investigó durante siete años y entrevistó a más de 85 personas con el objetivo de demostrar que la CIA y el FBI mataron a la actriz porque ésta había conseguido información confidencial sobre Kennedy.
Tras su titánico trabajo, al autor solo le queda una duda: “¿Intentaban matar a Marilyn Monroe? ¿O sólo someterla con un pinchazo crítico, es decir, suministrarle una dosis mayor de aquella a la que estaba acostumbrada, para poder abrir por la fuerza su archivador, tomar notas, cartas y documentos legales y buscar el libro de secretos?
Los indicios señalan homicidio premeditado. En presencia de Bobby Kennedy, le inyectaron una cantidad de barbitúricos suficiente para matar a 15 personas”.
El reverso de la novela de Oates y del libro de Wolfe es Marilyn Monroe (1993), la biografía de Donald Spoto, considerada una de las obras más serias sobre la actriz. Spoto ofrece una visión mucho menos turbulenta de la actriz y afirma que su muerte fue causada por una combinación letal y accidental de sedantes y barbitúricos.
El autor rechaza la tesis del suicidio y retrata los últimos días de Marilyn como un momento álgido y feliz en su carrera. Para Spoto su muerte fue una negligencia médica causada por su analista de cabecera, el doctor Greenson.
Otra versión amable es la del escritor barcelonés, Terenci Moix (1942-2003), confeso entusiasta del Hollywood de los años cincuenta. En su homenaje a los actores y directores de la época, Mis inmortales del cine (1996), dedica un extenso capítulo a la actriz: “Tenía un algo especial, esa pequeña cosa extra, y sobre todo tenía algo que le hacía brillar en la pantalla.
Era un ser que podía ser vulgar en su vida real, pero que era capaz de transformarse cuando la cámara se ponía delante de ella”.
Para Moix, la actriz rubia tenía algo inimitable, como la morena más famosa del cine español: “ese algo lo tiene también la actriz Penélope Cruz, esa comunión con la cámara que no es frecuente descubrir”.
¿Negligencia, suicidio o asesinato? Definitivamente, las dos últimas opciones se llevan la palma en el mundo literario.
La rubia como una drogadicta, desequilibrada y facilona a la par que frígida, que para colmo no cuida para nada su higiene personal.
Su flamante presidente como un niño pijo, amoral, egoísta y despreciativo que además es eyaculador precoz.
Así retrata François Forestier a la pareja en su libro Marilyn y JFK (2010), del que asegura que “no hay ni una sola frase inventada”.
Forestier describe los múltiples encuentros sexuales entre la rubia y el presidente:
Marilyn espera a su amante en una bañera de agua caliente mientras JFK se desnuda para ser montado por la actriz.
De repente Peter Lawford entra al baño y fotografía a la pareja con su Polaroid.
Él se ríe, ella hace muecas. Alrededor de ellos, los espías de Hoover, el mandamás del FBI, les vigilan y comentan la jugada.
Forestier asegura que las fotos de Lawford aún circulan por ahí, pero los servicios secretos de los Kennedy se encargaron de borrar las pistas del romance.
Para el autor Autobiografía de Marilyn Monroe (2006), Rafael Reig, la mayoría de obras sobre la actriz son puro afán de sensacionalismo, de explotar la tragedia y la fama de Monroe.
Según el escritor, los textos más importantes y con mayor calidad literaria son los de Capote y Arthur Miller. Reig está harto de oír hablar del misterioso fallecimiento de la actriz:
"La muerte de Marilyn no fue ningún misterio. Lo asombroso es que no hubiera muerto antes, y eso lo sabe todo el que la conoció”.
Para haber sobrevivido, ella tendría que haber sido mucho más cínica o haber estado mucho más lejos de la realidad de lo que estabaArthur Miller
El mítico autor teatral era la persona que más valoraba su talento y quien más empeño puso en salvar a aquella adorable criatura de aquel nido de víboras que era Hollywood.
Pero incluso él acabó agotado de su personalidad autodestructiva y decidió romper.
Posteriormente Miller intentó retratar las contradicciones de su relación en su guion Vidas Rebeldes (1961), en el que el personaje de Clark Gable dice algo que bien podría haber dicho él mismo:
“¿Puede un hombre sonreír cuando contempla a la mujer más triste del mundo?”
En sus memorias Vueltas al tiempo (1988), el dramaturgo ofrece la más preclara y sentida conclusión sobre el final de Marilyn: “Para haber sobrevivido, ella tendría que haber sido mucho más cínica o haber estado mucho más lejos de la realidad de lo que estaba.
Pero no, ella era una poeta en una esquina tratando de recitar entre una multitud que le arrancaba la ropa”.
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