Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

4 jun 2012

Consultorio de Mina, dígame

Cincuenta años después de escandalizar a italia por ser madre soltera, la cantante continúa defendiendo los derechos de la mujer atendiendo preguntas en Internet.

Mina, en una foto de archivo del año 1970. La intérprete de 'Tintarella' di Luna está considerada como una de las más grandes. Louis Armstrong dijo de ella: “Es la mejor cantante blanca del planeta”.
Cierro los ojos y veo a mi madre revoloteando en el salón de nuestra casa en Granada mientras una canción alegre y pegadiza suena en la radio
. No entiendo lo que dice: está cantada en una especie de idioma mágico. A mi madre, que lleva una falda evasé y unas zapatillas francesitas, la canción le pone contenta. A mí también. Los dos coreamos risueños su conjuro mágico: Tintarella di Luna.
Eso debió ser a comienzos de los años sesenta, y luego supe que el idioma de aquella canción era italiano y su intérprete, Mina.
Cuando me hice mayor, comprendí algo aún más importante: para muchas mujeres de la generación de mi madre –la encarnada por el personaje Mercedes Alcántara en la serie televisiva Cuéntame–, Tintarella di Luna fue un himno liberador.
 Por eso ella la bailaba tan jovialmente.
Nacida en Lombardía en 1940 y criada en Cremona (lo que le valdría el sobrenombre de Tigresa de Cremona), Mina Anna Mazzini fue una rebelde (con causa, como todos, diga lo que diga el título de la película de James Dean).
 Primero con aquel tema de 1959-1960 que incorporaba a la canción italiana el naciente twist y hablaba de una chica que se bronceaba con la Luna y pasaba las noches en el tejado cual si fuera un gato. Al informar del fulgurante éxito de Tintarella di Luna, la prensa italiana solía apostillar con indulgencia: La gioventù ha i suoi diritti (“la juventud tiene sus derechos”).
Muy pronto, Mina volvería a ser pionera de un tiempo nuevo al escandalizar a Italia por tener un hijo siendo soltera y, además, con un hombre casado, el actor Corrado Pani. La RAI, la única televisión existente entonces en Italia, la vetó durante los dos años siguientes
. Fue en 1962, ahora se cumple el medio siglo.
A los jóvenes les puede extrañar que ser madre soltera fuera motivo de anatema en un país que ya era miembro de la Comunidad Europea y en una época en la que ya había televisores.
Pero así era: muchas de las libertades que hoy se dan por naturales no existían cuando mi madre y Mina eran veinteañeras. Ni en España ni tampoco en Italia.
A comienzos de los sesenta no existían las redes sociales en Internet, pero sí la correspondencia.
Y tantas cartas a favor de Mina recibió la RAI que terminó por readmitirla en su programación. A lo largo de esa década y la siguiente, con temas como Un anno d´amore; Parole, parole; Grande, grande, grande, y Amor mío, la cantante, morena natural, teñida después de rubio, de cejas depiladas y nariz aguileña, se convertiría en la más grande de Italia, lo que quiere decir una de las más grandes de Europa y del mundo. Lo dijo Louis Armstrong: “Mina es la mejor cantante blanca del planeta”.
En España siempre ha habido pasión por Mina. Serrat, Miguel Bosé y Mónica Naranjo, entre otros, han cantado temas de la Tigresa de Cremona, incluso a dúo con ella.
 Pero el supremo homenaje celtibérico fue la fantástica versión de Un anno d’amore que cantó Luz Casal en la película de Almodóvar Tacones lejanos.
Hace ya más de tres décadas que Mina se retiró de los focos.
 A fines de los setenta se instaló en Lugano (Suiza) y anunció que seguiría grabando discos (en su propio estudio) pero jamás volvería a actuar en público.
 Esa decisión fue, y es, objeto de toda suerte de especulaciones: que si estaba calva, que si había perdido la voz, que si había engordado monstruosamente…
Lo cierto es que sigue viva y coleando.
 Va sacando discos, tiene su web, escribe un artículo semanal para el diario La Stampa y lleva un consultorio en la edición digital italiana de Vanity Fair.
En la última entrega de ese consultorio, la de finales del mes de mayo, una admiradora le cuenta que va a tener que sacrificar su trabajo por haber tenido un hijo.
 Mina le responde expresándole su indignación por un mundo que todavía obliga a las mujeres a escoger entre el empleo y la maternidad.
Y escribe que “la più funesta, la più violenta delle guerre” es “quella contro la dignità”.
 No hace falta traducción, pero, por si acaso, quede constancia de que, medio siglo después, la intérprete de Tintarella di Luna considera que la más funesta y violenta de las guerras es aquella librada contra la dignidad.

 

El rescate de Belén

"Los ojos de Belén transmiten más que los de Goirigolzarri. Esteban es la única que llora, habla, da explicaciones y triunfa siendo la noticia que no se rompe, ni corrompe".

Belén Esteban, en un acto de la Fundación Bobath, en julio de 2010, en Madrid. / GTRESONLINE
Parece que el fenómeno Belén Esteban resiste mucho mejor que nuestro valor riesgo país.
 Su primer programa en solitario, Los ojos de Belén, consiguió un 21% de share.
  Como el share es algo que la mayoría de los contribuyentes entendemos mejor que las primas de riesgo y los malabarismos de nuestro Gobierno para evitar la intervención, quedó claro que Belén tuvo muchísimo mejor debut ante los medios que Goirigolzarri.
Los ojos de Belén transmiten más que la mirada de Goiri.
Como ya han pasado meses de nuevo Gobierno, entendemos mejor su modus operandi.
 Se trata de un Gobierno de recortes e inyecciones, la misma lógica de la cirugía plástica.
 Mientras se recorta en educación y sanidad, se inyectan millones a un banco partidista
. Como el fin de semana fue de aúpa, tuvimos al presidente hablando, ¡por fin!, el lunes y recordándonos que todo lo que no sea tan serio como salvar a España no tiene interés.
 Como el dinero que se inocula a Bankia, sin interés. Estamos en quirófano: recortar e inyectar.
Así como la intervención de Esteban va a salvar la noche de los viernes en Tele 5, Rajoy tendrá que hacer fijas sus comparecencias de los lunes.
Este próximo habría que proponer a alguien pío del Gobierno que mediase en el Vaticano y seleccionar el mejor mayordomo para el Santo Padre.
Vuelve a resultar interesante ser mayordomo. Aceptando que te pongan como apodo El Cuervo.El caso del mayordomo del Vaticano recuerda a una de esas tapaderas que impiden al dedo justiciero llegar a donde debería.
 Lo atractivo de El Cuervo es la precisión que parecía imprimir a todo su trabajo.
 Cuando le vemos vertiendo vino en la copa del Papa nos maravilla su profesionalidad. ¡Ni una gota de más ni de menos en esa copa santa!
Algunos verían algo casi sospechoso en esa exactitud dosificadora del mayordomo, pero no su esposa, que, como otras esposas confiadas o distraídas, podría haber visto cómo su marido manejaba documentos secretos en casa, pero prefirió no hacer preguntas.
 Puede tratarse de algo viral, puesto que hemos visto a otras esposas que todos conocemos mirar hacia otro lado, como intentó Rubalcaba con Bankia.
Todos víctimas de la epidemia de tortícolis.
Cuando uno tiene mayordomo, ¿qué le pide? Eficiencia, discreción y una familiaridad rara.
 Se sabe que le llamaban El Cuervo. Pero se confirma que el servicio trasiega con lo que ve y oye.
 Otra cosa es lo que haya escuchado el mayordomo, porque, la verdad, cuesta creer que en esos almuerzos y ayunos vaticanos se toquen asuntos poco píos o faltos de delicadeza. En ese ambiente se habla de teología o, si surge, la polémica sería más bien sobre si María Magdalena fue discípula o… lo otro. Resulta difícil aceptar que se hable de dinero o de personas que no están presentes.
Pero todo está cambiando de esa forma que Ted Turner sintetizó en una entrevista en CNN: “Siempre ha habido noticias, pero ahora vivimos una avalancha de noticias todos los días”.
Por eso es difícil precisar si el regreso de Belén es el pináculo o el principio de su carrera como comunicadora en solitario.
 Ya en el programa Sálvame quisieron afear su éxito inicial: ¡la habían llamado juguete roto! Al tiempo que Esteban se molestaba por esa insidia, iban surgiendo esas muecas que la han hecho infinitamente popular y crecía la sensación de que Belén se ha dado cuenta de que este no es momento de ser princesa del pueblo ni madre coraje.
 Es momento de ser y dar noticia porque es lo único contante y sonante
. Como vender. Vende Tita Thyssen un constable, que la gente pronuncia contable, y venden los García Obregón la zona comercial La Plaza de la Moraleja. Tanto el cuadro como la plaza tienen valor similar, rondando los cincuenta millones. Tita vende para tener cash; los García Obregón, para repartir. ¿Adónde irán esos tesoros?
En un mundo así reconforta que Hola.com informe del flechazo surgido entre doña Sofía y Paquita, una perrita mestiza de tres años salvada por la asociación Ladridos Vagabundos. Paquita fue cruelmente abandonada en abril, en los mismos días en los que el Rey cazaba elefantes.
 Se formalizó el flechazo durante la visita a la Feria 100×100 Mascota, de la cual Paquita salió convertida en nueva residente de La Zarzuela. ¡Una perrita más en casa! Eso es respeto por los animales.
La feria también nos permitió descubrir una simpatiquísima modalidad deportiva canina conocida como dog frisbee. Acompañada en todo momento por la ministra de Sanidad, Ana Mato, y el presidente del Ifema, José María Álvarez del Manzano, ¡menudo equipo!, la vida y la feria quisieron que la Reina descubriera el dog frisbee en el mismo momento que Isabel Pantoja enseñaba los dientes en una entrevista telefónica en Antena 3, comparando su caso con el de la infanta Cristina, porque ambas forman parte de esa asociación, aún sin nombre, de esposas que miran hacia la pared ante los mejunjes del marido.
Quién dice que a este humano dog frisbee no se unan el Gobierno y los exconsejeros de Bankia sin dar explicaciones de su juego
. Para eso está los viernes la intervención de Belén Esteban, la única que llora, habla, da explicaciones y triunfa siendo la noticia que no se rompe, ni corrompe.

 

“Humillante, pero no queda otra”

La clase media, azotada por la crisis, se convierte en el nuevo cliente de los repartos de alimentos

El paro y los bajos salarios la empujan a los servicios de Cruz Roja

Un grupo de ciudadanos de Tres Cantos, Madrid, hace cola para recoger alimentos en la Cruz Roja. / GORKA LEJARCE
“Papá, te ayudo”. “Y yo”. Cuatro manitas toman los paquetes.
 Macarrones, arroz, botes de tomate... Los críos dejan los envases en la bolsa del supermercado.
 Pero esto, con su gran fila a ratos, no es un supermercado: es el reparto de alimentos gratuitos para quienes no llegan a fin —o a mediados— de mes.
 Aunque puede recordarlo.
 Las cajeras que entregan las provisiones son voluntarias de la Cruz Roja. El escenario, una caseta prefabricada de un suburbio bien de Madrid, Tres Cantos.
 Los clientes, sobre todo españoles de clase media arrastrados por el paro y los bajos salarios, salen con el carro lleno rumbo a casa. Como si volvieran del supermercado. Como cualquier otro vecino.
“Es humillante, pero no queda más remedio”, asegura Nieves, de 55 años, con la bolsa llena de provisiones. Acaba de estrenar el servicio de la ONG, que reparte alimentos una vez al mes a los residentes en este municipio —41.147 habitantes—. Tres Cantos reluce en las estadísticas: 8% de paro, renta media entre las más altas de Madrid y un 60% de universitarios. Pero ilustra la caída de la clase media.

Deterioro en alza

El 21,8% de la población española está en riesgo de pobreza, según los datos del INE de 2011.
 La crisis se deja sentir: en 2009 era el 19,5%.
Los menores de 16 años son los más afectados: el 26,5% son pobres ahora (viven en hogares cuya renta es inferior a 15.820 euros al año para cuatro personas). En 2010, la mitad padecía pobreza extrema por vivir en familias con menos de 11.000 euros al año (13,7% frente al 9% en 2008).
En 1.728.400 hogares todos están en paro.El 41,2% de los españoles ha  cambiado de hábitos para ahorrar en alimentación y el 70% intenta rebajar los gastos de casa, según el CIS.
“Estoy separada y tengo un hijo de 18 años. Mi marido me pasaba 1.200 euros mensuales para el chico y para mí hasta hace un año, pero ahora le va fatal, no puede.
 He llegado a una situación en la que no tengo qué comer”, explica esta manchega menuda que pide silenciar su nombre real. Un ama de casa —“nunca trabajé fuera porque no me hacía falta”— que no había pisado “nunca” un servicio social.
 Hasta el mes pasado, cuando Nieves puso los pies por primera vez en el barracón supermercado a medio camino de chalés adosados, oficinas vistosas y bloques de pisos a menudo con piscina.
“Me siento mal por tener que venir aquí, como un pobre que se pone a pedir. Pero por mi hijo mato, como dice Belén Esteban”.
 Ese hijo estudiante que, a decir de su madre, “no lleva mal la situación”. “Tiene su ordenador con algún juego. Se entretiene con los amigos... Desde pequeño le enseñé a ser austero”, afirma la mujer con cierto alivio.
 A Nieves, para quien los ahorros son solo un recuerdo lejano, le da tranquilidad tener piso propio. Aunque deba “mucho” de comunidad.
 “Los vecinos me conocen de toda la vida. Saben cómo estoy y no me empujan”. Pero los gastos fijos de la casa se encaraman a los 400 euros mensuales. Y, encima, hoy no hay leche en el reparto.
“Mis hijos están con su padre. Yo no puedo mantenerlos”, afirma una madre
Se ha acabado para las 19 de las familias que recogen su lote este martes por la tarde.
Son una pequeña parte de las 200 —agrupan a unos 600 tricantinos, calcula el presidente de la Cruz Roja local, José Chai— que se benefician del avituallamiento gratuito. “El 60% son españoles.
 Son los únicos que aumentan, y mucho, en los últimos tiempos. Buena parte de los inmigrantes parten en busca de vivienda más barata”, detalla Chai.
“Clase media, muchos con estudios universitarios”, describe.
“Gente que ingresaba hasta 3.000 euros al mes en dos sueldos, que se ha quedado sin ingresos y con hipoteca o alquiler que pagar e hijos que mantener”, añade Yolanda Cagigal, trabajadora social del centro. Gente que con frecuencia “esconde los alimentos en las bolsas del Carrefour para fingir que ha hecho la compra”, que agota los ahorros antes de dar un paso que desconocen, recurrir a la asistencia social, afirma Chai. “No saben cómo pedir ayuda, no están acostumbrados. Llegan cuando ya no pueden más”.
El 60% de los que reciben comida en una zona bien de Madrid son españoles
Como Juan Carlos y su mujer, Jafi. Cargan el suministro en el coche, el sello de los tiempos mejores cuya letra han logrado renegociar con el banco hasta los 100 euros al mes. “Solo le pongo 20 de gasóleo, y cuando puedo”, aclara el joven.
 Él sí tiene un trabajo, pero peor que el anterior. Ella agota el subsidio tras el paro. Las cosas empezaron a torcerse hace cuatro años: el declive hasta juntar, entre ambos, “menos de 1.000 euros”. Y con dos hijos que mantener, de siete y cinco años.
“Salgo a buscar trabajo cada mañana y vuelvo con las manos vacías”, asegura Jafi. Con “ocho euros” en el monedero, tiene los cálculos más que hechos.
“En junio quito a los niños del comedor, porque ya no hay beca y el servicio cuesta 162 euros para los dos”. El próximo recorte será acabar con el fútbol del chico: 325 euros al año.
 Pero lo entenderá: “Ellos saben lo que hay, que no tenemos mucho dinero”.
 “Hay que salir adelante por tus hijos”, zanja Jafi con una sonrisa.
 Aunque el ánimo decaiga a veces.
La pareja española arranca el monovolumen mientras Eva —nombre supuesto— carga con su bolsa. Pesa menos de la media —situada en 16,5 kilos—, porque vive sola. A su pesar. Divorciada, 45 años, tres hijos. “Están con el padre, que tiene un buen sueldo, porque yo no puedo mantenerlos”. Esta madrileña que dejó el empleo tras tener a su último hijo, que “siempre había vivido sin apuros”, trabaja ahora de asistenta a dos horas de distancia.
Cuatro horas de tarea por día, 450 euros al mes. Vive en una habitación alquilada por 300. Cuentas que no salen y que, hace seis semanas, le llevaron a pedir ayuda —“ya estaba en las últimas”— y, de paso, a convertirse en voluntaria de Cruz Roja.
“Me gusta ayudar a la gente. No puedo estar en casa parada”
. Así que echa una mano con el ordenador. Y se siente útil “al devolver algo que de lo que recibo”. Un bálsamo para “el dolor y la humillación” que siente a diario.
El camino inverso hizo Beto, de 55 años.
 Cuando se quedó en paro como auxiliar de seguridad, este peruano se acercó a echar una mano en el barracón de Cruz Roja.
 Conduce el transporte adaptado que traslada a personas con discapacidad a las consultas médicas.
“Vine a ayudar y cuando la cosa se ajustó y los ahorrillos se acabaron, pedí ayuda”, relata este universitario que agota el subsidio y desconfía de volver a encontrar empleo “por culpa de la edad”.
“No paro de meter currículos, y nada
. Las empresas no quieren a gente de más de 45 años y el político quiere pagarnos la pensión a los 80”. En su casa, tres chicos y dos adultos, solo la mujer —española— trabaja: 900 euros para todos. “Menos mal que el piso es suyo”, suspira Beto.
En la cola de los alimentos también hay empresarios que han quebrado. Como Liliana y su marido, cuya firma de construcción “fue a pique por los impagos”.
 Esta colombiana en la cuarentena es la única que trabaja en casa, de camarera.
“Pero mi sueldo no alcanza”. Una nómina de 800 euros para un alquiler de 1.000 en un piso donde realquila una habitación.
“La renta es lo primero que se paga y luego, lo que se puede.
Si es la luz, no es el agua, ni el gas...”. “Yo estoy acostumbrada a luchar la vida, pero mis hijos están aterrados y buscan trabajo”.
Ese trabajo que ralea tanto.
 Ese trabajo cuya escasez multiplica las colas para recibir alimentos.
También en las zonas acomodadas. En Tres Cantos ya no la monopoliza una quincena de familias —desestructuradas, inmigrantes en apuros o de etnia gitana—, como una década atrás.
 La clase media también está en la fila. Como si volvieran del supermercado. Como siempre.
 Casi.

Un misil de precisión contra el cáncer

La quimioterapia y los tratamientos biológicos se unen

La combinación de fármacos permite abordar tumores difíciles

Las resistencias obligan a cambiar los protocolos

  • El 70% de los cánceres de ovario se hace resistente al tratamiento de primera línea 
  • Lo que prefiera el paciente

    Es un estudio pequeño, pero su novedad le ha merecido el honor de ser uno de los cuatro seleccionados cada día por la organización del congreso de la Asociación Americana de Oncología Médica en Chicago.
     Como explica Bernard Escudier, jefe de Asistencia Clínica de los hospitales de París, en “los últimos cinco años han aparecido siete fármacos para el cáncer de riñón, y ninguno parece mejor que los otros”.
     ¿La solución? Que decidan los pacientes.
     Para ello se diseñó un ingenioso ensayo. A un grupo se le dio uno de ellos durante 10 semanas, y al otro, el rival. Pasado ese tiempo, se cambiaron los tratamientos.
     Ni los médicos ni los pacientes sabían qué estaba tomando cada uno. Y, al final, se les preguntó qué preferían. “De una manera muy sorprendente”, un 70% se decantó por uno de ellos.
     Y, contra a lo que los expertos esperaban, en todos los aspectos sobre los que se preguntó a los pacientes (calidad de vida, fatiga) elegían mayoritariamente el mismo.
    El trabajo tiene un problema, como se puso de manifiesto durante su presentación. El ensayo estaba financiado por uno de los fabricantes, que fue el que obtuvo el mejor resultado, pero lo que importa es que gana espacio la idea de preguntar a los pacientes.
    En la misma línea se presentó otro trabajo para ver por qué las personas con menos ingresos eran más reacias a participar en ensayos clínicos.
     Solo el 9% de los enfermos de cáncer se prestan a esta colaboración, fundamental para el avance de la ciencia.
     Y cuanto más amplia sea la representación, más extrapolables serán los resultados.
     Pero la falta de tiempo y de posibilidad para ir al trabajo, el precio de los desplazamientos y el miedo a tener que pagar parte del ensayo se demostraron determinantes.