Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

3 jun 2012

La Vía Láctea chocará frontalmente con su vecina Andrómeda

La colisión galáctica se producirá dentro de 4.000 millones de años, según los cálculos de unos astrónomos que han utilizado el telescopio ‘Hubble’ para hacer mediciones precisas

El Sol no resultará destruido pero acabará en otro lugar tras la fusión de ambas galaxias.

Composición fotográfica del choque de la Vía Láctea y Andrómeda. / NASA
La Vía Láctea, el conjunto de miles de millones de Estrellas al que pertenece el Sol, acabará chocando frontalmente con su vecina Andrómeda, que está ahora a una distancia de unos 2,5 millones de años luz. Como resultado de la colisión ambas acabaran fusionadas en una.
 Ocurrirá dentro de unos 4.000 millones de años.
 A esta conclusión han llegado unos científicos que han logrado medir con gran precisión la velocidad y desplazamiento de Andrómeda (también llamada M31) con el telescopio espacial Hubble y han concretado sus cálculos mediante simulaciones por ordenador.
 El Sol no resultará destruido en el choque, aunque acabará en una posición diferente de la actual, seguramente más alejado del centro galáctico. Las estrellas están tan lejos unas de otras que no chocarán, explican los investigadores.
Las dos galaxias están aproximándose debido a la mutua atracción gravitatoria que ejerce la materia (incluida la materia oscura que rodea a una y a otra).
 Esto se sabe hace tiempo, pero calcular con detalle cómo y cuándo se producirá la colisión ha exigido medir con gran precisión el desplazamiento de Andrómeda, que es lo que han hecho ahora Roeland van der Marel (Instituto del Telescopio Espacial, en Baltimore, EE UU) y sus colegas.
 Exponen sus resultados en la revista Astrophysical Journal. Hasta ahora no se sabía si la colisión galáctica sería frontal o si ambos conjuntos estelares solo se rozarían.
Andrómeda se está acercando a la Vía Láctea a una velocidad de 400.000 kilómetros por hora, suficiente como para ir de la Tierra a la Luna en una hora, explica la NASA en un comunicado.
 “Tras casi un siglo de especulaciones acerca del futuro de Andrómeda y nuestra Vía Láctea, finalmente tenemos un panorama claro de cómo se desarrollarán los acontecimientos en los próximos miles de millones de años”, afirma Sangmo Tony Sohn, también científico del Instituto del Telescopio Espacial.
Según los cálculos de estos investigadores, tras la colisión pasarán otros 2.000 millones de años hasta que las dos galaxias, interactuando, se fundan completamente formando una sola de forma elíptica con un núcleo. Es posible que un tercer conjunto estelar, una pequeña compañera de M31, la galaxia del Triángulo (M33), acabe también colisionando y fundiéndose con las otras dos.
 La probabilidad de que M33 choque antes con la Vía Láctea es pequeña, indican los investigadores.
Este tipo de colisiones y fusiones no son raras en el universo, y eran aún más corrientes en el cosmos primitivo, más pequeño que el actual. Van der Marel y sus colegas han estado observando y midiendo durante varios varias regiones seleccionadas de Andrómeda para completar esta investigación.

 

La fidelidad es cosa de otro tiempo

Actuación del grupo francés de música electrónica M83 en el festival Primavera Sound, en Barcelona. / GIANLUCA BATTISTA
Está claro que en este tiempo de promiscuidad social y amorosa, de facebooks, meetics y porno gratis, hipervículos y déficit de atención, la fidelidad es algo que pertenece al pasado
. También en la música, donde Internet lanza cada medio minuto a una nueva banda que enamora y decepciona igual de rápido, y donde pensar, decidir y pulsar "me gusta" no cuesta un maldito segundo
. Ayer, en la segunda jornada del Primavera Sound, intercalado con la celebración de lo contemporáneo (y lo era precisamente por su incesante viaje al pasado) y la consagración del baile como bálsamo a los tiempos que corren (The Rapture y M83), tres bandas se salieron del guion y hablaron del compromiso, un anacrónico trofeo.
The Cure y su colosal concierto, de dos horas y cuarenta minutos, monopolizaron el argumento de la noche. Sonaron tan bien, siguen siendo tan buenos y únicos que el precio de la fidelidad de las tres cuartas partes del aforo de la noche (ayer ya se parecía a esos 40.000 espectadores que la organización esperaba tener por día) fue una ganga.
Todas las bandas que tocaron a la misma hora que la legendaria obra de arte de Robert Smith —que tiene las cuerdas vocales intactas después de 20 años cantando— estuvieron condicionadas por su despliegue musical.
Todas menos Napalm Death, el cuarteto de death metal (grindcore es lo que inventaron) de Birmingham que sirvió de bandera al festival —junto al terrorífico delirio noruego de Mayhem— para este particular y extravagante revival hipster que atraviesa el género (este verano incluso se celebra un certamen en Benicàssim dedicado exclusivamente a este tipo de formaciones)
. Presos del brutal romanticismo que implica seguir a cuestas tanto tiempo con los principios, abarrotaron su escenario, sobre todo de incondicionales, pero también de mucho advenedizo del mundo indie que se acaba de subir al carro del metal. Sociología de salón a parte, el concierto fue atronador. Es casi imposible distinguir una nota en el furioso berrido del cantante y de las endiabladas ráfagas de distorsión.
Ellos y sus fans son la viva imagen de la idea del compromiso o la responsabilidad, algo hoy completamente desfasado.
Separados por el tremendo muro de hormigón de una de las salidas al puerto del Fòrum tocaban en el escenario contiguo Sleigh Bells.
 Apadrinados por M.I.A, la gran madrina de la modernidad, que les ha producido el disco en su sello, la historia consiste en una mezcla de pop electrónico, hip-hop y hardcore gritón y guitarrero a más no poder. De hecho, sobre el escenario llevan dos guitarras y 12 enormes amplificadores Marshall.
 Eso, y unas bases programadas y la voz y actitud de rockstar intencionadamente fuera de sus cabales (bastante mimetizada con la de su madrina) de Alexis Krauss
. Hubo un momento que en aquella zona del festival parecía que se libraba un concurso de rotura de tímpanos al alimón con sus vecinos de Napalm Death.
En el concierto de Napalm Death fue casi imposible distinguir una nota en el furioso berrido del cantante
Horas antes —otro ejemplo de cómo seguir queriendo a alguien aunque pierda pelo, eche barriga y y le cueste todo un horror—, Chameleons pusieron hasta arriba uno de los grandes escenarios del PS. Los de Manchester son una de esas leyendas del rock (post-punk, para más señas) que al festival le gusta traer cada año en la tradicional cuota vintage.
 Se trata de indagar anualmente en el rastro sonoro que dejaron los padres del lo que ofrece el resto de bandas del cartel.
 Estos grupos, fuera del circuito de las exigencias profesionales, son una ruleta rusa que puede acabar en ridículo.
 No es el caso. Después de unos diez años sin salir de gira, la banda, quién sabe realmente por qué, se ha vuelto a subir a la furgoneta. Mark Burgess, el vocalista, aguantó a pleno sol de la tarde las embestidas del tiempo y llegó a bajarse a cantar entre el público con la mítica Second Skind.
No fueron anécdota, sino los primeros en llenar uno de los escenarios principales del recinto (a golpe de lealtad también), que hasta bien entrada la noche no alcanzó los niveles de otros años.
El otro asunto que quedó claro es que toda la música, industria y artistas (lo ha dicho Jay Z, el rey Midas del hip-hop), miran ahora hacia la pista de baile.
 Pasar este trago histórico consiste en invocar al pasado y que la catástrofe nos pille bailando. The Rapture estuvieron perfectos en ese trabajo.
 La banda neoyorquina, una prolongación sonora del rock de Manhattan que encabezaron los Talking Heads muchos años antes, tiene un directo muy divertido.
 El revival, del que también forma parte James Murphy (el dueño del sello en el que publican The Rapture) empezó cuando Rudolph Giulliani se puso burro y empezó a cargarse la fiesta en su ciudad. Ayer sonaron perfectos y lanzaron los hits de su último álbum (como How deep is your love) uno tras otro hasta las tres de la madrugada en un abarrotado escenario principal.
Lo mismo había hecho el enmascarado SBTRKT un poco antes con un apabullante despliegue rítmico de batería, sintes y bases.
 Un fenómeno que fabrica una especie de house salvaje con perfecta voz soul que le acompaña en directo. O M83, los únicos que sobre el escenario, hasta el momento, han desplegado en el PS de este año algo parecido a un show con luminosa puesta en escena.
Bases electrónicas para la épica de sus canciones y una permanente subida sin rumbo a ninguna parte que solo alcanza algo parecido a un final, a un alivio colectivo, cuando la gente se pone por fin a bailar
. Así, y obsesionada con el pasado, aguarda parte de esta generación al desastre.

NO TIENE QUE OCURRIR, PERO PUDIERA de José Miguel Junco Ezquerra, el Domingo, 3 de junio de 2012 a la(s) 10:35 ·

NOTIENE QUE OCURRIR, PERO PUDIERA

No tiene que ocurrir, pero pudiera.
Es noche en este cuerpo cristalino
y allá, vaya a saber con qué pretexto,
en las pupilas tu candor asoma.

No tiene que ocurrir, pero pudiera.
Dura es la vida como mármol virgen.
Pero por un instante, un solo instante,
las gestos del querer se multiplican.

No tiene que ocurrir, pero pudiera.
De pronto entre la sangre una fisura
hermana como hermanan, lo sabemos,
las gestas del sudor entremezclado.

No tiene que ocurrir, pero pudiera.
El acontecimiento de una planta
abriéndose camino a manotazos
desde el desolladero de la roca.

No tiene que ocurrir, pero pudiera.
Usted retoma el pulso, la hidalguía,
vuelve al principio y piensa despacito
y se deshace como flor temprana.

No tiene que ocurrir, pero pudiera.
Se compra abrigo el frío en algún rastro,
es domingo y las manos se enternecen,
el beso llama a la caricia y cunde.

No tiene que ocurrir, pero pudiera.
Por una vez no sirven precedentes
y uno va y se desnuda sin complejos
y sale el sol y la ternura aflora.

Un beso....

Un beso en mi boca fría,
ensombrecida,
en el que resalta
la luz roja
de tus labios,
refulgentes,
cálidos,
calor suave
de tus palabras
interrumpidas.
Un beso
que otros labios
comenzaron,
otros continúan
y ninguno
cerraron.
Un beso
que, en la soledad,
es una llama
consumida
de brillo apagado
en la húmeda
oscuridad,
donde tus claveles
sangran
cubriendo
los arriates
de los míos morados.
Atardece,
sin tu beso,
derrotado el día.
Será otra noche
igual e indistinta,
de luna imparable
que anega la sombra
de tu añorado
y esperado abrazo.