Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

25 may 2012

Un foro ultraconservador llama al regreso de la mujer al hogar

Manifestación contra el matrimonio entre homosexuales en 2005.
Rearme ideológico, con ingredientes de moral, religión y ultraconservadurismo, frente a los tiempos que corren.
“Autenticidad de la mujer: redescubriendo la vida en el hogar”, “soluciones al comportamiento homosexual”, “cómo mantener a la familia unida: soluciones prácticas”, “contra la ideología de género” o “ataques a la familia” —traducido al inglés como “el lobby homosexual”—.
Son algunos de los temas, junto con “el doloroso drama del aborto” o “el coste social de la pornografía”, que abordará desde este viernes hasta el domingo en Madrid el Congreso Mundial de Familias (CMC) en su sexta edición. La organización ultraconservadora que lleva el mismo nombre, nacida en 1997 en EEUU, desembarca en España de la mano de Hazteoir, una asociación contraria al aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo.
El obispo de Alcalá de Henares presidirá una sesión este viernes
El congreso madrileño, en defensa de la importancia de la “familia natural” —entendida como por un matrimonio heterosexual “abierto a la vida”, detallan fuentes de la organización española—, contará con la presencia del eurodiputado popular Jaime Mayor Oreja —que ha calificado de “aberración” la interrupción voluntaria del embarazo— y del obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla, quien en una homilía televisada la pasada Semana Santa asoció homosexualidad y prostitución y aseguró que muchas mujeres que abortan “no pueden dormir por el pecado”.
El prelado presidirá este viernes la sesión titulada “la familia natural y la revolución contra la familia”, en la que participará el cardenal Ennio Antonelli, presidente del Pontificio Consejo para la Familia del Vaticano.
Pero también está prevista la intervención de representantes de otras religiones (judía, ortodoxa y protestante) y de expertos o militantes de distintos países, incluido EEUU.
Según Hazteoir, la Conferencia Episcopal “no se ha involucrado en la organización del congreso”.
 “No tenemos nada que ver con ello”, puntualiza un portavoz de los obispos, que no se pronuncia sobre la cita. El plantel de intervinientes lo ha coordinado en parte la Universidad Francisco de Vitoria —propiedad de los Legionarios de Cristo—.
La Conferencia Episcopal
no se ha involucrado en la organización del congreso
Para los organizadores, ha llegado el momento de tomar la iniciativa ante los vientos que soplan.
Y eso pasa por “comprender las políticas que han minado a la familia (el lobby homosexual, control de natalidad, políticas antivida incluyendo aborto y eutanasia, el enfoque de ideologías de género) para confrontar el problema social y político”, se lee en la presentación del “programa científico”. Este jueves, en la rueda de prensa previa a la cita, hicieron alarde de victimismo.
 El responsable de Hazteoir, Ignacio Arsuaga, lamentó “la exhibición de intransigencia” de los sectores que se oponen a sus planteamientos.
El principal convocante internacional de la cita es el Centro Howard para la Familia, la Religión y la Sociedad. Su director, Allan Carlson, que intervendrá en Madrid, ha criticado duramente lo que considera un acoso de los gobiernos socialdemócratas a la familia tradicional. Considera que “el mayor desafío en el siglo XXI es la implosión demográfica”, la despoblación.
 A su juicio, uno de los factores que más han agravado la crisis demográfica es el matrimonio homosexual. Para el Congreso Mundial de las Familias, España “es un país que aún se está recuperando de ocho años de un líder socialista, [José Luis Rodríguez] Zapatero, que impuso a la ciudadanía la legalización del matrimonio homosexual y el aborto, a pesar de que está mayoritariamente en contra de ellos”, según Larry Jacobs, director gerente de esa organización.

Cuando el crimen se esconde en la oscuridad del confesionario

La periodista Berna González Harbour, subdirectora de EL PAÍS.
Verano en rojo (RBA) se condensa en esos días que Madrid arde, los gorriones se esconden en cualquier sombra y la pesadez estival solo se interrumpe si un equipo de fútbol que no pasa de octavos gana el Mundial de 2010, o si en un parque de asfalto en ebullición, se comete un crimen.
 La primera novela negra de Berna González Harbour, subdirectora de EL PAÍS y colaboradora de la cadena SER, amalgama escenarios y personajes en un ejercicio cuasi periodístico, de crónica social, que secuestra la realidad más dura de la Iglesia Católica para atravesarla con la ficción propia del género
. "La novela negra me ha servido para poner en práctica lo que hago en mi oficio: retratar la realidad social que nos rodea, como un género completamente distinto, a partir del lenguaje literario", explica la autora.
"Quería usar un tema que saliera en nuestras portadas, que abandonamos muchas veces, pero que detrás de ellos, ya sea en el silencio y el anonimato, quedan víctimas, sufrimiento, heridas…"
. González Harbour (Santander, 1965) se presenta a la entrevista con el traje de escritora, pero según avanza la conversación reconoce que durante el proceso de creación literaria le costó deshacerse de la pátina de periodista. "Cuando empecé con el primer borrador comprobaba cada dato, luego me di cuenta, rápidamente, de que tenía que avanzar y avanzar en la historia porque la literatura me ha permitido un margen para la creatividad absoluto siempre que me ajustara a la verosimilitud de lo que estaba contando".
La periodista y escritora deposita así en el libro la confusión que muchas veces nubla a la Iglesia cuando identifica crimen con pecado tras la cortinilla del confesionario
. Para descorrer el velo, la comisaria María Ruiz, "una mujer camino de los 40, muy eficiente, que no se exhibe, concentrada y entregada a su trabajo, sacrifica parte de su vida privada".
Quería usar un tema que saliera en nuestras portadas”
Este personaje —un tributo a una generación de mujeres que han conseguido llegar a los puestos de mando, aunque la mayoría de sus compañeros sigan siendo hombres— sirve de cimiento para una novela que se despliega en tramas que saltan de Madrid a Santander, pasando por Burgos; callejones sin salida en colegios católicos, campamentos de verano e imprentas abandonadas; y otras dos generaciones de personajes que se van entrelazando hasta cerrar una historia de sotanas.
A la comisaria Ruiz le recoge el guante Luna, un periodista veterano, contrapunto en la resolución del crimen. Es un reportero que no solo equilibra la balanza en su habilidad para escudriñar pesquisas de manera paralela, sino que su situación laboral cobra cierta relevancia por intermediación de la autora.
 "Es un tributo al periodista de fuentes, sin horarios, que pisa las cloacas y los despachos sin importarle con quién tiene que hablar.
 Capaz de moverse en todas las aguas", explica la escritora.
 "Un homenaje al verdadero periodista. Estamos en un momento muy difícil para la profesión y me parecía interesante desvelar esta nueva realidad".
Al tándem Ruiz-Luna se engancha una tercera generación: los adolescentes que "pueden tener 400 amigos en Facebook, pero están solos".
 Son estos jóvenes con su lenguaje y su forma de relacionarse 2.0 los que introducen el tercer tono a Verano rojo y convertirán a sus mayores en una suerte de héroes como los que se llevaron la copa de Sudáfrica
. El Mundial de fútbol no solo hila cronológicamente la novela desde el segundo plano, sino que se convierte en metáfora: "Mis personajes, como estos jugadores de fútbol, empiezan siendo pequeños, complejos, con sus heridas, pero luchan por conseguir su objetivo, y a su manera, tendrán una victoria".

Nicole Kidman, una buena actriz atrapada en una máscara


Nicole Kidman en la presentación de 'The paperboy'. / ERIC GAILLARD (REUTER)
Sabiendo y deseando que las obras maestras pueden aparecer en cualquier cinematografía, incluida la asiática, mis ortodoxos gustos sienten pasión ancestral (y justificada) por el gran cine norteamericano.
 Cannes acostumbra a descubrirnos dos o tres de las mejores películas que se han rodado allí cada año. Pero en esta edición, no hay manera.
 O sea, que probablemente no existen. Y se supone que la elección es concienzuda. Pero nada de lo que han exhibido aquí, indistintamente de que haya sido concebido por Hollywood o por el cine independiente norteamericano, posee esa añorada calidad, la sensación de que el producto es brillante y perdurable.
Ayer vimos The paperboy, dirigida por Lee Daniels, alguien que adquirió un prestigio tal vez excesivo con Precious, aquella historia naturalista sobre una chica negra, gorda y angustiada a la que su madre viola, maltrata y explota sistemáticamente
. En esta ocasión Daniels abandona el tono cercano al documental que utilizaba en Precious para describir una ficción pretendidamente inquietante sobre dos periodistas que intentan reabrir un caso criminal y demostrar la inocencia de un cazador de caimanes que fue acusado de asesinato y espera en el corredor de la muerte que se cumpla la sentencia
. Lo hacen ayudados por una exuberante señora que mantiene erótica correspondencia con el reo y por el hermano pequeño de uno de los periodistas, alguien en la edad de la incertidumbre, enamorado en vano de esa voluptuosa mujer que solo anhela emociones fuertes.
Lee Daniels nos irá revelando que nada ni nadie es lo que parece en una trama entre costumbrista y violenta. Nicole Kidman, una estrella que está envejeciendo y anda lógicamente a la búsqueda de papeles sabrosos en proyectos que otorguen prestigio, acepta humildemente interpretar a un personaje de reparto y lo borda.
 Hay una secuencia tórrida que se desarrolla en la cárcel y en la que ella y el preso alcanzan mutuamente el orgasmo sin poder tocarse, que evidencia lo buena actriz que puede ser.
Pero tengo desde hace unos años un problema con Nicole Kidman. Y es la molesta sensación de que su rostro y su cuerpo han pasado muchas veces por el quirófano intentando alejar la decadencia física.
 Y se nota excesivamente. Su expresividad y sus gestos están condicionados por ello, notas que esta actriz ha convertido su preciosa cara en una máscara. The paperboy se deja ver y oír, pero su intento de crear suspense y desasosiego es inútil.
 El guion tiene vocación de retorcimiento, pero la película está contada de forma plana.
Sentí un rechazo visceral y racional ante las primeras e inentendibles películas del director mexicano Carlos Reygadas.
 Pero me enganchó poderosamente la tercera. Se titulaba Luz silenciosa. Comenzaba y terminaba captando el amanecer y el atardecer como nunca lo había hecho el cine. Y no era un recurso estético, tenía sentido.
 También poseía un extraño hipnotismo la historia que narraba
. En Post tenebras lux Reygadas retorna a sus orígenes, a un argumento tan gratuito como ininteligible rodado con una estética cargante.
 Deduzco que el diablo ha visitado a una familia de la alta burguesía mexicana que se ha retirado a vivir al campo y que el padre es un adicto a la pornografía que busca ayuda en una especie de Alcohólicos Anónimos
. Pero tampoco lo tengo claro, ya que existen historias paralelas y surrealistas que podrían hacerte pensar que está hablando de otras cosas.
 Él lo sabrá, pero no hay forma de que mi condición de espectador lo averigüe.
 Y tampoco existe nada en esas imágenes y en esos diálogos que te entretenga mínimamente.
De todas las vacuidades con pretensiones autorales que ha ofrecido hasta el momento el festival, esta tal vez sea la más insoportable.

“el mayor banco público de la Historia”.

No salimos del pasmo, que ahora resulta que el PP va a crear Es que me da la risa.

  
Así que aquí nos tienen, encelados con el abucheo, sea o no sea, del partido de fútbol, que es lo que de verdad nos interesa a los ciudadanos, ajenos a la crisis, Bankia o lo que haga el BCE.
 En La Razón, por ejemplo, el más reciente Pedro Narváez o el más veterano José María Marco andan con esta cosa. Como Alfonso Merlos –ojo, peligro- o José Luis Martín Prieto, “Los gamberros nos quieren tocar el pito sabiendo que no vamos a usar el chuzo”.
 ¡Cuánta firma, señor, desperdiciada en semejante tontuna! Inane Narváez, si me permiten decirlo, y falsamente profundo Marco, como casi siempre, que los suyos no pasan de artículos reaccionarios de la A a la Z, recubiertos de un falso aplomo intelectual. Habla de regresiones: “En estas primeras décadas del siglo XXI, la vida civil y moral española está conociendo algunas importantes tendencias regresivas de orden casi antropológico. Una de ellas es el movimiento 15-M. El 15-M equivale a la infantilización de la acción política, el grado sub-cero en cuanto a la inserción de las personas en la vida pública”.
Pero vayamos a lo que nos interesa, que lo del 15-M era solo una excusa: “Más propiamente nuestros son los nacionalismos. El nacionalismo es una ideología que se utiliza para crear una nación allí donde dicha nación no existe. 
Esta invención requiere la selección y el descarte de todo aquello que los nacionalistas no consideran nacional”.
Y más adelante: “Se entiende así por qué el nacionalismo es una forma de regresión -de las más peligrosas, además- desde formas complejas y tolerantes de convivencia hasta formas de vida poco desarrolladas y nada proclives a la tolerancia ni al diálogo”.
 De la regresión al siglo XIX a la que nos están llevando las políticas de quienes él apoya y surte de teorías en FAES, nada dice. Se le habrá pasado.
El editorial está dedicado a José Manuel Gómez Benítez y sus denuncias contra Dívar. Se lo resumo brevemente con el sumario que ellos mismos ofrecen: “El vocal Benítez está obligado a dimitir por su conducta desleal y mezquina”.
 ¿Tiene La Razón alguna opinión formada sobre los fines de semana –un poco largos, sí, pero sin duda justificados por el insoportable estrés de su cargo- del magistrado presidente Carlos Dívar, en aquel hotelucho en aquel páramo, lugar extraordinariamente oportuno para la meditación y el recogimiento de un alma pura como la suya?
 Pues no lo dice. Pero dado que los estudiantes, los maestros, los catedráticos, los rectores, los médicos y, en general, todos los funcionarios, según Marhuenda, son unos vagos redomados que no dan ni clavo, a lo mejor tiene alguna palabra sobre la extensa labor recreativa del alto magistrado. Digo.
Y vean cómo La Razón es capaz de llamar descerebrados y pusilánimes a once rectores de once Universidades españolas: “La presidenta de los rectores presentó al colectivo como víctima del ministro, pero fueron los responsables universitarios los que dinamitaron la cita con Wert. Adelaida de la Calle cobró un protagonismo esencial en el plante. 
Movilizó a los rectores contra el Gobierno, pese a que al menos once de ellos eran partidarios de la reunión con Wert. De la Calle actuó como un agente político al servicio de intereses ajenos a la Universidad.
 Nada sorprendente en una persona tan próxima al PSOE”. ¡Qué arrojado carácter el de esta nueva Pasionaria, y qué escaso espíritu el de los once rectores, sumisos ante tan enérgica revolucionaria!
En Abc hay editorial sobre Gibraltar. Qué pereza volver a leer, como seguro que lo hice en el Abc de los años 60, frases como ésta: “En el conflicto de Gibraltar, los extremos deben descartarse: ni consentir la humillación ni apasionarse con patriotismos estériles”.
 Sí, claro, está bien. ¡Cincuenta años después nos trae la misma matraca! Por favor… ¿Decíamos antiguo? José María Carrascal también escribe sobre Gibraltar: “A ingleses y gibraltareños no hay que contentarles ni convencerles ya que no atienden a los halagos ni a las razones. Sólo, a los intereses y a la fuerza.
 ¿Por qué no se atrevieron a enviar patrulleras a defender la democracia en Hong Kong?”. Pues eso, lo que vengo diciendo: a la guerra.
Jiménez Losantos, en El Mundo, se permite esta ¿gracia?:“Cuando la Copa se llamaba del Generalísimo ningún catalán o vasco se disfrazaba de ‘tifoso’".
Curioso transformismo el de este corneta nuestro, que si no me equivoco en las fechas, por aquellas épocas debía militar en Bandera Roja.
 ¿De qué tenía que disfrazarse él mismo para que no le apalearan los grises o, peor, los policías de la Brigada Político Social, antes de meterle en la cárcel?
 Un poco de dignidad le impediría a él mismo, por mucha revelación ultraliberal que haya experimentado, evitarse las bromitas con aquella dictadura inhumana. Dice también que echa en falta a “Urdangarin y a Cristina, ejemplos de ventajismo político y golfería institucional, en esta marcha sobre Madrid de los fascios redentores de Euskal Herria y los Països Catalans”.
 Más bromitas.
Y ya que estamos de deportes, El Mundo titula así su editorial: “Todos con el sueño olímpico de Madrid”. ¿Inocente? Quiá: “Si la candidatura de Barcelona gozó de todo el apoyo institucional y popular, parece justo que Madrid reciba el mismo trato”. Ahí íbamos. ¿Crisis? Para otras cosas…