Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

17 may 2012

La sociedad de consumo ha muerto

Un día de compras en un centro comercial de Madrid. / SANTI BURGOS
Se acabó. Se acabó la fiesta y se acabaron las ganas de ir de fiesta. La sociedad de consumo ha muerto. Por lo menos tal y como la conocemos ahora, por lo que el consumo no nos sacará de la crisis
. Lo explica el estudio de los profesores Josep Maria Galí y Guillem Ricarte, realizado para Creafutur y Esade. El informe, presentado esta mañana, señala que la actual crisis de la deuda y consecuentemente del consumo “es un síntoma de un fenómeno de mayor calado, un movimiento más de fondo, una transformación social” de la que las empresas deben tomar nota para enfocar sus negocios.
El trabajo se basa en más de 3.500 entrevistas sobre costumbres, entrevistas en grupo y on line realizadas en 10 países. Su conclusión es que “vamos hacia una sociedad en la que las decisiones de los consumidores incorporan consideraciones sociales y colectivas y en las que las decisiones individuales de consumo se tomarán teniendo en cuenta su repercusión social”, ha explicado Josep Maria Galí.
Los compradores españoles están frustrados por la crisis
En un lenguaje coloquial que no abunda en los informes y que es muy de agradecer, el estudio habla de tres modelos de consumo vinculados a situaciones económicas. El amarillo, que corresponde a las economías emergentes (China, Brasil o todavía algo en España), es el de la fiesta que desencadenan las expectativas de crecimiento. El consumo de la publicidad seductora, la religión de las marcas, del usar y tirar y la obsolescencia programada.
El mundo rojo, al que pertenecen España, Estados Unidos, Reino Unido o Francia, es el del consumidor frustrado, cabreado por un “calentón que ha derivado en un incendio” provocado por la crisis y el gastar lo que no tenemos. En el mundo rojo, el nuestro, los consumidores salimos de “el sueño irreal” fruto del crédito y somos desconfiados: desconfiamos del estado, de la política, los agentes financieros y las grandes empresas.
 Una desconfianza que alcanza a las marcas, “a quienes”, dice el estudio, “se acusa de no pensar en los intereses de los consumidores, de prepotencia e incluso de manipular la obsolescencia y de practicar una mercadotecnia intrusiva y poco respetuosa”.
El consumo seguirá siendo imprescindible para el bienestar,
pero perderá centralidad
El tercero es el mundo azul, al que pertenecen economías como Alemania o Suecia, donde los consumidores se vuelven exigentes e incorporan sus preocupaciones en los actos de consumo. Aspectos como “la sostenibilidad, la seguridad, la secularidad o la solidaridad”.
 El mundo azul exige
. Exige alimentos saludables, seguros y de proximidad; busca comprar en grupo y cerca. Exige a la banca que “vuelva a sus orígenes y se preocupe del ahorro de los clientes y de financiar empresas”
. Exige seguridad a las redes de comunicaciones; a la industria alimentaria que luche contra la obesidad; al transporte que sea sostenible, combinado y compartido; y al turismo que pase del low cost al without cost (el intercambio).
En este mundo azul la mercadotecnia se ve obligada a cambiar.
 De la agresividad y el “vender a cualquier precio”, que frustran a los consumidores, debe pasar a “a entender los problemas de la gente e innovar para proponer soluciones de futuro”.
 Estrategias en las que ya no vale infundir miedo, sino que deben mostrar más los valores de usar que de tener, solucionar problemas y ayudarnos a vivir como queremos vivir y no cómo queremos que nos vean por lo que compramos.
“Hay más oportunidades en innovar para ahorrar problemas a la gente, que ahora tiene muchos, que en prometer el cielo”, asegura el estudio en sus últimas líneas.
 “El consumo seguirá siendo imprescindible para el bienestar, pero perderá centralidad en un contexto social en el que los valores de la seguridad, solidaridad, secularidad y sostenibilidad ganan valor”, concluye.
“Será el final de la sociedad de consumo, una sociedad de ciudadanos conscientes de la escasez en la que el consumo no será cosa de consumidores sino de ciudadanos”.

La polémica y no tan secreta boda de Telma Ortiz


Portada de la revista 'Hola', del 16 al 23 de mayo de 2012.
Telma Ortiz pretendía que su boda con Jaime del Burgo pasara inadvertida.
 No lo ha conseguido. Todo lo contrario. Se casó el pasado viernes en secreto, aunque no ha podido evitar que no se pare de hablar del enlace, tanto por la manera en que se celebró como por la defensa realizada por el ya cuñado de la princesa de Asturias de la intimidad de su esposa.
La relación de la pareja ha sido breve.
 Se conocían desde hace tiempo-él fue testigo de doña Letizia en la boda real- pero no fue hasta las pasadas vacaciones de Semana Santa cuando decidieron casarse.
 Estaban esquiando en la exclusiva estación de Aspen cuando él le regaló un espectacular anillo de brillantes. Hicieron planes para el 7 de julio y pensaron en dos escenarios posibles: Roma y Artajona (Navarra). Pero conforme pasaban los días y se iba descubriendo poco a poco los planes para la ceremonia, Telma y Jaime se ponían más nerviosos, tanto que decidieron precipitar los acontecimientos
. Ni tan siquiera esperaron a que la novia dejara las muletas y se recuperara de la lesión que sufrió precisamente en Aspen y que la obligó a pasar por el quirófano.
Todo estaba preparado, creían ellos, para que nadie descubriera el enlace.
 El pasado viernes al mediodía, Telma llegó al aeropuerto de Pamplona con su hija Amanda, de cuatro años. Allí la esperaba su prometido. Juntos se desplazaron al monasterio de Leyre, donde ya se encontraban los padres del novio y un matrimonio amigo de Telma con sus dos hijos.
 Ellos fueron los únicos testigos del enlace
. Los grandes ausentes: Paloma Rocasolano, madre de la novia, Jesús Ortiz, el padre, y los príncipes de Asturias.
Telma entró vestida de sport al monasterio de Leyre y salió con un traje blanco, no de novia pero sí de ceremonia. La boda la oficiaron tres sacerdotes, uno de ellos muy amigo de la madre de Del Burgo, una mujer muy religiosa. Tras la ceremonia, la pareja se reunió a cenar con los hermanos de Jaime del Burgo, que desconocían que se había celebrado la boda.
El pasado domingo, un familiar confirmó a EL PAÍS los extremos del enlace a la vez que Jaime del Burgo enviaba una carta abierta al diario El Mundo en la que defendía el derecho a la intimidad de su esposa y calificaba de "mafiosos" los métodos empleados por la que llama prensa social. Al parecer, la Casa del Rey no conocía el texto de la carta hasta que se publicó.
No es la primera vez que Telma Ortiz se enfrenta a la prensa con la ayuda de su pareja. Estando unida a Enrique Martín-Llop, padre de su hija, denunció a medio centenar de medios de comunicación por acoso mediático y pidió al juez una especia de censura previa o lo que es lo mismo que no se pudieran publicar fotos de ellas y de sus niña. Telma perdió ante los tribunales.
Ella insiste en que es un personaje privado y que el hecho de que sea la hermana de la princesa de Asturias no cambia la situación. Telma Ortiz participa en la vida social y familiar de los Príncipes y asiste a los actos de este tipo que se celebran en el palacio de La Zarzuela donde se deja fotografiar.
 La prensa ha seguido puntualmente sus pasos, pero no es un personaje habitual. En los últimos meses se ha hablado más de ella por su trabajo en el Ayuntamiento de Barcelona, donde se creó un puesto específico y bien remunerado para ella -que dejó la semana pasada-, que por su vida personal.
 Eso sí, ¡Hola! esta semana publica en portada fotos de la boda, un reportaje que deja al descubierto una ceremonia que al final no ha sido tan secreta como pretendían sus protagonistas.
Tras la boda, Telma regresó a Barcelona y su marido, a Londres
. La hermana de la princesa de Asturias se instalará en la capital británica una vez que su hija Amanda acabe las clases.

Isabel Coixet se rinde ante los voluntarios del 'Prestige'


La directora Isabel Coixet. / JESÚS URIART
Isabel Coixet ha huido de la foto grande, de aquella potente imagen del barco que se hundió frente a las costas gallegas, las playas negras atestadas de hombres y mujeres ataviados de blanco luchando contra lo que parecía imposible, aquellos "hilitos de plastelina" a los que se refirió el entonces vicepresidente del Gobierno,
 Mariano Rajoy, para centrarse en personas concretas de nombres anónimos pero que fueron los que de verdad salvaron el mar y las playas.
 Son los voluntarios del Prestige, aquellos que abandonaron estudios, familias y hogares confortables para limpiar las playas de chapapote, sobre los que se centra el documental de la realizadora catalana Marea blanca.
Con frío, lluvia, durmiendo en unos desangelados pabellones y con dos bocadillos al día, aquellos voluntarios lograron el milagro que la Administración no fue capaz.
"Sin los voluntarios, esto hubiera durado cien años", asegura un pescador gallego, emocionado con el recuerdo de aquellos días trágicos, de los que el próximo mes de noviembre se cumplen 10 años. Auspiciado por Coronitas y la fundación Savethebeach, centrada en la salvación de las playas, Marea blanca retrata historias humanas en torno a la tragedia del Prestige, como la de Montse, que se enamoró de un pescador y se quedó a vivir en Muxía, o como ese voluntario de Uzbekistán que no conocía Galicia y ahora está dedicado allí al tratamiento y purificación de las aguas.
 "La tragedia del Prestige marcó a mucha gente para bien y para mal", asegura Coixet, ganadora del último Goya al mejor documental por Escuchando al juez Garzón. Marea blanca se estrena esta noche en Madrid en una gala en el cine Callao.
La realizadora ha obviado toda referencia al conflicto político que se generó en torno al hundimiento del petrolero de bandera panameña. "Ya hay varios documentales, que quizás no han tenido la difusión que se merecía, en los que se aborda todo el tema político.
Nosotros queríamos centrarnos en el tema de los voluntarios porque es de las pocas cosas en torno al Prestige en las que todo el mundo está de acuerdo.
 El sacrificio de los voluntarios sirvió para algo tan grande como lograr limpiar las playas en un tiempo concreto", explica Coixet, que ya tiene las maletas preparadas para viajar a Estados Unidos, donde le espera una gran producción, con una estrella de Hollywood todavía por determinar.
 Después de años escribiendo guiones e historias propias sin posibilidades de llevarlas a cabo, Coixet ha aceptado el encargo de los productores de Elegy, el filme que dirigió en Estados Unidos con Penélope Cruz y Ben Kingsley, para rodar The age of Adaline, un romance fantástico sobre una joven nacida a principios del siglo XXI que, tras sufrir un accidente, se convierte en un ser inmortal.
Coixet es también una de las ciudadanas indignadas con la situación política y social que vive nuestro país. "Tengo la mala costumbre de leer muchos periódicos nacionales e internacionales cada día y la realidad es que antes de salir de casa tienes que respirar hondo.
 Lo que tengo claro es que en momentos como este solo lo concreto motiva, que la única manera práctica de canalizar esa indignación es cuidar a la gente de nuestro entorno, de preocuparse por casos de tu alrededor aunque sean pequeños", añade la directora que siempre mira el ombligo de otros.
 "El mío me aburre soberanamente".

16 may 2012

Marilyn nunca estuvo allí

Cartel del Festival de Cannes.
Marilyn sonríe. Y sopla. En el gesto se nota cierta alegría. La vela sobre la tarta está apagada. Norman Jean cumple 30 años, y esa tarta, esa vela y es sonrisa se debe a su celebración. Cannes ha elegido esa foto para su cartel oficial, en una imagen feliz por su 65 aniversario, justo cuando ya han pasado cinco décadas desde la muerte de Monroe. Como aseguraba la organización en su nota de prensa el día del lanzamiento: “El póster atrapa a Marilyn por sorpresa en un momento íntimo donde el mito se encuentra con la realidad […]. Todo ello simboliza el ideal de sencillez y elegancia”.
Puede ser, pero la foto contiene varias trampas. Como Cannes. Por de pronto, está hecha dentro de un coche, un sitio muy extraño para comer tarta y soplar velas. Y además: Monroe nunca pisó Cannes, jamás paseó por La Croisette y por supuesto, nunca fue fotografiada en hoteles como el Carlton, el Martínez o el Majestic Barrière. Solo una película suya se proyectó en el certamen: en 1951 ‘Eva al desnudo’ obtuvo el Premio Especial del Jurado y el premio a la mejor actriz para Bette Davis. Monroe ni siquiera pisó Francia. Por cierto, que ya el año pasado la actriz fue la imagen de Una cierta mirada, con un bañador azul. El certamen vive esas mismas trampas: en la sección oficial están Abbas Kiarostami, Ulrich Seidl, Im Sang-soo, Carlos Reygadas… pero por allí se pasearán Jane Fonda, Brad Pitt, Zach Efron, Robert Pattinson, Nicole Kidman, Kristen Stewart, Ben Stiller o Sacha Baron Cohen, que hace doblete como actor de doblaje en ‘Madagascar 3’ y por su película ‘El dictador’, cuya iconografía ocupa la puerta del Carlton. Cannes vive de vender cine, y aunque se escude en grandes creadores de arte y ensayo, su negocio se diversifica de forma sorprendente: el año pasado en el Mercado de Cannes uno de los adelantos más vistos era el de una película china porno en 3D. Y los megaestrenos como ‘Prometheus’, de Ridley Scott, ‘Masagascar 3’ o ‘El caballero oscuro: la leyenda renace’, el tercer Batman de Christopher Nolan, se verán allí para compradores y privilegiados: esos títulos son los que moverán la publicidad, los miles de carteles que ocupan los balcones y las ventanas de los edificios que dan a La Croisette. En la pasada edición uno de ellos anunciaba ‘The paperboy’, la novela de Peter Dexter que fue durante un tiempo el proyecto estadounidense de Pedro Almodóvar –su nombre aparecía en la pancarta-. La semana que viene ‘The paperboy’ será uno de los platos fuertes del festival, con Lee Daniels (‘Precious’) como director. La inauguración hoy corre a cargo de Wes Anderson y su ‘Moonrise kingdom’, con Bill Murray, Bruce Willis, Tilda Swinton y Edward Norton. La clausura será ‘Thérèse Desqueyroux’, el filme póstumo de Claude Miller.
El hotel Carlton, de Cannes, decorado con carteles de la película 'El dictador', de Sacha Baron Cohen. / LOIC VENANCE (AFP)
Y entre medias, dos libros capitales adaptados al cine veremos si con éxito:
 ‘En la carretera’, de Jack Kerouac, vista por Walter Salles; y ‘Cosmópolis’, de Don DeLillo, versión David Cronenberg. Bernardo Bertolucci se pasa al 3D –es el penúltimo grande en hacerlo, que Godard también ha decidido rodar en estereoscópico- con ‘Tú y yo’, igual que Darío Argento con su ‘Drácula’.
Y como siempre, suenan unos pocos nombres para la Palma de Oro: clásicos como Abbas Kiarostami, Michael Haneke, Jacqques Audiard o Ken Loach, cineastas de prestigio como Andrew Dominik, Cristian Mungiu, Ulrich Seidl, Carlos Reygadas, Thomas Vinterberg, Im Sang-Soo o John Hillcoat, y directores en crecimiento como Jeff Nichols y Matteo Garrone (metido estos días en un escándalo sobre sus posibles contactos con la Camorra para rodar ‘Gomorra’), además de los antes mencionados.
Finalmente, dentro de un desembarco potente de cine latinoamericano, las películas españolas no han tenido mucho eco. ‘Drácula’, de Argento (sección oficial fuera de concurso), y ‘Elefante blanco’, de Trapero (proyectada en Una cierta mirada), cuentan con dinero español. Igual ocurre con ‘Siete días en La Habana’, uno de cuyos capítulos además está dirigido por Julio Medem.
 En la Quincena de Realizadores estarán Jaime Rosales con ‘Sueño y silencio’, y el argentino Benjamín Ávila, con ‘Infancia clandestina’, coproducción española-argentina.
 Y en la Semana de la Crítica, el español Antonio Méndez estrenará ‘Aquí y allá’. Todos, dentro de un certamen que mueve en la ciudad 250 millones de euros, y en el negocio cinematográfico… ni se sabe.