Isabel Coixet ha huido de la foto grande, de aquella potente imagen del barco que se hundió frente a las costas gallegas, las playas negras atestadas de hombres y mujeres ataviados de blanco luchando contra lo que parecía imposible, aquellos "hilitos de plastelina" a los que se refirió el entonces vicepresidente del Gobierno,
Mariano Rajoy, para centrarse en personas concretas de nombres anónimos pero que fueron los que de verdad salvaron el mar y las playas.
Son los voluntarios del Prestige, aquellos que abandonaron estudios, familias y hogares confortables para limpiar las playas de chapapote, sobre los que se centra el documental de la realizadora catalana Marea blanca.
Con frío, lluvia, durmiendo en unos desangelados pabellones y con dos bocadillos al día, aquellos voluntarios lograron el milagro que la Administración no fue capaz.
"Sin los voluntarios, esto hubiera durado cien años", asegura un pescador gallego, emocionado con el recuerdo de aquellos días trágicos, de los que el próximo mes de noviembre se cumplen 10 años. Auspiciado por Coronitas y la fundación Savethebeach, centrada en la salvación de las playas, Marea blanca retrata historias humanas en torno a la tragedia del Prestige, como la de Montse, que se enamoró de un pescador y se quedó a vivir en Muxía, o como ese voluntario de Uzbekistán que no conocía Galicia y ahora está dedicado allí al tratamiento y purificación de las aguas.
"La tragedia del Prestige marcó a mucha gente para bien y para mal", asegura Coixet, ganadora del último Goya al mejor documental por Escuchando al juez Garzón. Marea blanca se estrena esta noche en Madrid en una gala en el cine Callao.
La realizadora ha obviado toda referencia al conflicto político que se generó en torno al hundimiento del petrolero de bandera panameña. "Ya hay varios documentales, que quizás no han tenido la difusión que se merecía, en los que se aborda todo el tema político.
Nosotros queríamos centrarnos en el tema de los voluntarios porque es de las pocas cosas en torno al Prestige en las que todo el mundo está de acuerdo.
El sacrificio de los voluntarios sirvió para algo tan grande como lograr limpiar las playas en un tiempo concreto", explica Coixet, que ya tiene las maletas preparadas para viajar a Estados Unidos, donde le espera una gran producción, con una estrella de Hollywood todavía por determinar.
Después de años escribiendo guiones e historias propias sin posibilidades de llevarlas a cabo, Coixet ha aceptado el encargo de los productores de Elegy, el filme que dirigió en Estados Unidos con Penélope Cruz y Ben Kingsley, para rodar The age of Adaline, un romance fantástico sobre una joven nacida a principios del siglo XXI que, tras sufrir un accidente, se convierte en un ser inmortal.
Coixet es también una de las ciudadanas indignadas con la situación política y social que vive nuestro país. "Tengo la mala costumbre de leer muchos periódicos nacionales e internacionales cada día y la realidad es que antes de salir de casa tienes que respirar hondo.
Lo que tengo claro es que en momentos como este solo lo concreto motiva, que la única manera práctica de canalizar esa indignación es cuidar a la gente de nuestro entorno, de preocuparse por casos de tu alrededor aunque sean pequeños", añade la directora que siempre mira el ombligo de otros.
"El mío me aburre soberanamente".
Mariano Rajoy, para centrarse en personas concretas de nombres anónimos pero que fueron los que de verdad salvaron el mar y las playas.
Son los voluntarios del Prestige, aquellos que abandonaron estudios, familias y hogares confortables para limpiar las playas de chapapote, sobre los que se centra el documental de la realizadora catalana Marea blanca.
Con frío, lluvia, durmiendo en unos desangelados pabellones y con dos bocadillos al día, aquellos voluntarios lograron el milagro que la Administración no fue capaz.
"Sin los voluntarios, esto hubiera durado cien años", asegura un pescador gallego, emocionado con el recuerdo de aquellos días trágicos, de los que el próximo mes de noviembre se cumplen 10 años. Auspiciado por Coronitas y la fundación Savethebeach, centrada en la salvación de las playas, Marea blanca retrata historias humanas en torno a la tragedia del Prestige, como la de Montse, que se enamoró de un pescador y se quedó a vivir en Muxía, o como ese voluntario de Uzbekistán que no conocía Galicia y ahora está dedicado allí al tratamiento y purificación de las aguas.
"La tragedia del Prestige marcó a mucha gente para bien y para mal", asegura Coixet, ganadora del último Goya al mejor documental por Escuchando al juez Garzón. Marea blanca se estrena esta noche en Madrid en una gala en el cine Callao.
La realizadora ha obviado toda referencia al conflicto político que se generó en torno al hundimiento del petrolero de bandera panameña. "Ya hay varios documentales, que quizás no han tenido la difusión que se merecía, en los que se aborda todo el tema político.
Nosotros queríamos centrarnos en el tema de los voluntarios porque es de las pocas cosas en torno al Prestige en las que todo el mundo está de acuerdo.
El sacrificio de los voluntarios sirvió para algo tan grande como lograr limpiar las playas en un tiempo concreto", explica Coixet, que ya tiene las maletas preparadas para viajar a Estados Unidos, donde le espera una gran producción, con una estrella de Hollywood todavía por determinar.
Después de años escribiendo guiones e historias propias sin posibilidades de llevarlas a cabo, Coixet ha aceptado el encargo de los productores de Elegy, el filme que dirigió en Estados Unidos con Penélope Cruz y Ben Kingsley, para rodar The age of Adaline, un romance fantástico sobre una joven nacida a principios del siglo XXI que, tras sufrir un accidente, se convierte en un ser inmortal.
Coixet es también una de las ciudadanas indignadas con la situación política y social que vive nuestro país. "Tengo la mala costumbre de leer muchos periódicos nacionales e internacionales cada día y la realidad es que antes de salir de casa tienes que respirar hondo.
Lo que tengo claro es que en momentos como este solo lo concreto motiva, que la única manera práctica de canalizar esa indignación es cuidar a la gente de nuestro entorno, de preocuparse por casos de tu alrededor aunque sean pequeños", añade la directora que siempre mira el ombligo de otros.
"El mío me aburre soberanamente".
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