Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

2 may 2012

El dulce desencanto de Anni B Sweet

Justo en la entrada del piso madrileño de Anni B Sweet hay un post-it verde. Le recuerda las tareas domésticas más básicas: “Tira la basura. Coge fruta. Mermelada. Aceite”. En realidad hace ya tiempo que la cantante malagueña Ana López -su verdadero nombre- le hizo caso al papelito. Sin embargo los consejos ahí siguen, desde hace un mes. “Es que a casa solo vengo para dormir”, desvela la explicación la artista.
El post- it refleja la existencia de una joven que, con 24 años, se pasa los días entre ensayos, entrevistas, giras, viajes y grabaciones. Y que abre su apartamento, con toda naturalidad, a cuatro tipos que van a estar más de una hora fotografiándola, grabándola y haciéndole preguntas. Así llena su vida Anni B Sweet desde que en 2009 tocó a la puerta del éxito con su primer álbum, el melódico Start, Restart, Undo. Y así seguirá, muy probablemente, ahora que acaba de publicar el segundo fruto de sus reflexiones musicales: Oh, Monsters!.
De hecho, el próximo 4 de mayo la artista lanzará en Valladolid la gira de presentación de una creación “oscura, sincera, elaborada y atmosférica”, donde a guitarra y voz se suman ecos electrónicos. Con sus monstruos bajo el brazo la malagueña se irá por España, lejos de su amplio salón repleto de instrumentos y del helicóptero con mando a distancia que domina su mesa.
La cantante Anni B Sweet, en el salón de su casa. / GORKA LEJARCEGI
A fuerza de girar, Anni B Sweet ha tardado tres años en orientarse entre miedos, desencantos e ilusiones. Y entre decenas de sugerencias que la musa de la madrugada susurraba a su oído. “Componía sobre todo a esas horas porque era el momento en el que estaba más inspirada y también el único que tenía”, explica la artista malagueña.
 De todas esas encerronas mañaneras salió finalmente con 14 himnos a la delicadeza en inglés.
“Son los temas que más representan las distintas etapas de mi vida”, explica el criterio de selección Anni B Sweet.
 Una vida al cuadrado, rebotando de un lado a otro del planeta, de los kimonos en la ciudad japonesa de Kamakura a los “atardeceres rosas” en Suiza. Aunque tres años de apnea por el mundo han cambiado a aquella joven salida de Málaga: “Antes era inocente, más fácil de enamorar.
Pero conocer más conlleva perder el encanto. Ahora voy con más reparo”.
Veterana de apenas dos décadas, Anni B Sweet habla como alguien que acumula ya bastantes batallas perdidas. “Muchas cosas ya no son tan mágicas.
 El amor es una de ellas. Jamás he vuelto a experimentar algo como la primera vez”, reflexiona la cantante. Expresado en música, es el concepto que rige Getting older (Hacerse más viejos), una de sus canciones favoritas del álbum. “Pensé en cuando, de pequeña, jugaba por la montaña, con mis amigos.
 Y me di cuenta de que ya no lo haría”, sostiene la malagueña.

Las churras y las merinas

Manifestaciones pacíficas en los alrededores del Parlamento de Islande, en enero de 2009.
Por pura comodidad usamos el término de crisis para referirnos a una multitud de procesos distintos, porque diversas son las causas que en diferentes países han culminado con una quiebra nacional.
 No por las mismas razones se han hundido en la miseria Islandia, Grecia o Irlanda. Distinguirlo es importante si uno desea saber lo cerca que está España de cometer los mismos errores.
 Que los haya cometido o esté por cometerlos puede conducirnos al tercer mundo, que es donde están ahora los tres países antes mencionados.
No lo digo yo, lo dice un especialista en investigación económica del New York Times y de Vanity Fair, Michael Lewis, cuyo esclarecedor Boomerang ha sido traducido por Deusto. Lewis, modelo de estudioso que entrevista a los protagonistas reales, tanto si son directores de bancos alemanes como si se trata de pérfidos especuladores de Goldman Sachs, aclara algunos puntos clave que permiten valorar el grado de incompetencia de los dirigentes de los tres países mencionados, así como la ciega codicia de sus poblaciones.
Islandia es el caso más triste.
 Una sociedad dirigida por un puñado de patrones de pesca sin la menor idea de economía, metidos a financieros y persuadidos de haberse convertido en ases de las finanzas, mientras las corporaciones americanas les vendían por toneladas los fondos más tóxicos.
 Es el único país de Europa en el que una sociedad enfurecida ha intentado meter en la cárcel a los dirigentes que les han llevado a la ruina.
Por supuesto sin tener en cuenta la responsabilidad que esa misma sociedad ha tenido en el disparate. Islandia ilustra sobre lo peligroso que es depender de un gobierno de inútiles.
 Para nuestro regocijo la salida del agujero se la plantean de un modo original: cambiando todos los dirigentes machos por dirigentes hembra, comenzando por la presidenta.
 Las razones, perfectamente sensatas, hay que leerlas en el libro.
La ruina de Irlanda es asunto por completo distinto. Juega aquí también la torpeza de la clase dirigente y de la clase política, pero impulsada no sólo por la ignorancia, sino también por la petulancia. Los irlandeses, que jamás habían destacado por su talento económico, se encontraron de repente con unos crecimientos exponenciales y en lugar de sospechar que algo no casaba, lo atribuyeron al genio nacional. El virus identitario cegó por completo a los dirigentes irlandeses. El primer ministro, Bertie Ahern (famoso por haber dicho aquello de que “Lehman’s es un pulpo internacional que tiene testículos por todas partes”), es la cabeza de turco de una sociedad que se lanzó a comprar y vender su propio país de manera enloquecida sin dudar ni un momento en la inspiración financiera que les iluminaba en gaélico. Como dice Lewis, nunca rumiaron que de ser muy pobres habían pasado a ser muy ricos sin haber sido nunca normales. A los escasos críticos que osaban preguntar por esta anomalía se les acusaba de odiar a la nación. Hoy el riesgo de inversión en Irlanda es similar al de Irak.
Lo de los griegos es sensacional. ¿Cómo pudieron las autoridades europeas tomar en serio los datos que les daban unos dirigentes que sin excepción eran fanáticos de la mentira, el fraude, la estafa y el robo? Y eran así porque la población entera les había elegido como sus modelos. Algunos ejemplos. La jubilación de los empleos considerados “peligrosos” es a los cincuenta y cinco, pero hay seiscientos trabajos considerados peligrosos, entre ellos la peluquería. El déficit declarado por el gobierno en 2009 era del 3,7%, hoy sabemos que era del 14%. En Grecia nadie paga impuestos. No hay castigo. Los pocos casos que llegan a los tribunales tardan quince años en resolverse. La inmensa mayoría de los inspectores de hacienda aceptan sobornos. Si alguien los denuncia tardan ocho años en ser juzgados. Para entonces ya ha cambiado el gobierno y hay una amnistía encubierta.
Los griegos se han lanzado a incendiar la calle furiosos contra los bancos, pero también los banqueros podrían salir a la calle furiosos contra los griegos, piensa Lewis. “La epidemia de mentiras y estafas hace que la vida civil sea imposible; el colapso de la vida civil lleva a más mentiras, estafas y robos. Al carecer de toda confianza entre ellos, los ciudadanos se refugian en la familia o en sí mismos”. ¿Les suena?
Antes, me decía Miquel Agulló, las mejores carreras universitarias acababan en el servicio al estado.
Hoy lo hacen en cualquier enorme máquina de estacazo financiero.
 A la política sólo se dedican quienes no han podido entrar en esas máquinas atroces.
 La ruina del estado, que es la nuestra, está en manos de los mediocres.
Por falta de espacio no comento los dos últimos capítulos.
Uno, magnífico, sobre las razones que han dado todo el poder a Alemania (y menos mal que así ha sido) y otro sobre California como modelo “irlandés” en los E EUU. La entrevista con Schwarzenegger es fabulosa y uno se pregunta cómo es posible que las entrevistas de altos dirigentes en este país sean tan sosas, fofas, desinformadas y aduladoras.
 Bueno, quizás sea por la altivez de nuestra clase dirigente, que conoce de sobra su impunidad. ¿No será eso lo que nos empuja lentamente hacia el abismo de nuestros arruinados vecinos?

Hay objetos que tienen alma

Hay objetos que tienen alma


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Cada uno de nosotros tiene un objeto (o varios) que trascienden su valor real, porque tienen un significado especial: el reloj heredado del abuelo, aquel llavero que fue el puente de una relación o el anillo que alguien nos regaló. Hace unos días Serrat comentaba que guarda con especial cuidado la primera guitarra que tuvo, un regalo que a su padre le costó un gran esfuerzo económico y con la que pulsó sus primeros acordes. Esas cosas tiene aun más valor, porque formaron parte de nuestra vida durante un tiempo, a veces años, y son para nosotros como seres vivos, compañeros de viaje con los que muchas veces hasta hemos hablado. Hay niños que se encaprichan de una almohada, de una manta frisada o de un muñeco de peluche, que para los demás no solo carece de valor sino que es sencillamente un trasto que hace tiempo tendría que haber estado en la basura. Pero, ¡ay! Cuidado, porque ese peluche barato, que tal vez fue adquirido en un bazar de paso, en una estación de tren, en un aeropuerto, a lo mejor de manera apresurada para cumplir un compromiso, se convierte en compañero inseparable de un niño, que poco a poco le va insuflando vida, con el soplo de tantas noches compartidas y hacerle sentir que siempre estaría ahí. Por eso rindo hoy homenaje a esos objetos tan queridos que, aunque sean de lana, algodón o franela, son depositarios de una memoria afectiva muy humana, y porque seguramente serían el mejor regalo para alguien que creyendo haberlos perdido los vuelva a encontrar.

Náufragos en tiempos ágrafos

miércoles 2 de mayo de 2012

El hombre recortado

Le recortaron el pelo y no dijo nada,
le recortaron el periódico, la luz,
después le recortaron, un poco, la alegría,
media sonrisa, apenas, le dejaron,
pero él no dijo nada, ni moverse.

Le recortaron la altura, las piernas un poco,
después el pan, el agua, las recetas,
le recortaron el amor, los besos,
el sueldo y nada dijo, nada.

Le recortaron la vivienda, el coche,
a los hijos, un poco, los pantalones,
el parking también, claro, y la camisa,
le recortaron la voz, un poco el cuello.

Cuando se quiso rebelar no pudo,
y encima lo pisaban sin recato, un poco.