Antonio Banderas provoca síndrome de Estocolmo. Nadie habla mal del actor malagueño en el cine español: los compañeros le respetan y le admiran, quienes han trabajado con él jamás le dedican una palabra negativa y la prensa vive enamorada de un intérprete todo profesionalidad y educación. Con el fotógrafo habla de objetivos y cámaras, de Haití y de cómo le pilló la revolución tunecina mientras rodaba en ese país Oro negro, de Jean-Jacques Annaud. El personal del hotel donde se hospeda –su estancia habitual cuando está en Madrid- se deshace en halagos sobre su amabilidad.
Y delante de la grabadora Banderas siempre ofrece perlas y entra a todos los trapos: cinematográficos, políticos y económicos. A pesar de que estos días ha saltado de Los Ángeles a Berlín, y de allí a Granada, Málaga y Madrid, y pese a cierta cara de cansancio, el actor sigue en un movimiento continuo que en los próximos meses le llevará a otro personaje mítico: Pablo Ruiz Picasso.
Pregunta. Su carrera ha mutado radicalmente desde que cambió de representantes: lleva del tirón un allen, otro almodóvar, un annaud, un soderbergh…
Respuesta. Y viene uno bueno en verano, que es Carlos Saura. Seré el Picasso de Saura en 33 días. Es un personaje que me ha perseguido durante mucho tiempo y siempre lo había rechazado. Me merece mucho respeto porque soy malagueño, porque nací a cuatro cuadras de donde lo hizo él. Siempre me ha fascinado: salvando las distancias, se fue de Málaga un poco más joven que yo, y sentía como yo una morriña brutal por la tierra. Tuve la suerte de conocer hace tiempo a su hija Paloma y me contó que Picasso nunca abandonó su idea de volver a Málaga. También me dijo que le gustaba oírme porque yo hablo el español con el acento cerrado malagueño –que le recordaba a su padre-, de zeta pura. En mis inicios, cuando vine a Madrid, lo escondía por cierto complejo de inferioridad y para que los directores me escucharan en castellano neutro. Ahora no. Es una película especial, porque cuenta los 33 días de creación del Guernica, en mitad de la Guerra Civil, con un Picasso que el corazón se le va a España… Con sus dudas ante el encargo de un mural, que se le van cuando ve las imágenes del bombardeo de Gernika.
P. Es un momento de furia creativa, en el que Picasso usa incluso malos materiales en pos de la rapidez.
R. He hecho ya mis deberes, he investigado y he leído que él lo pintó con cierta idea de provisionalidad, de algo que no iba a permanecer. Picasso le decía a la gente que le rodeaba: “Cuando acabe la exposición haced lo que queráis con él”. Y al mismo tiempo se contradecía: “Esto es un regalo para España, para los dos Españas, para la izquierda y para la derecha”
. Para desesperación de su agente, que quería vender la obra y olvidarse de regalos [risas].
P. España vive ahora una profunda crisis con reformas drásticas incluidas.
R. El momento es muy complicado, y el resultado de las medidas que el gobierno está tomando no lo veremos en mucho tiempo. Me alío con la gente que cree que los recortes son necesarios para rebajar el déficit, pero al mismo tiempo no se está jugando en la otra parte del problema, que es crear trabajo. No hay estímulos en esa dirección, probablemente porque se está intentado ir demasiado deprisa, y ya no hablo del gobierno español, sino de Europa, de Berlín, que dicta las normas que se aplican en los países que estamos en problemas. ¿Cuánta gente se va a quedar en la calle? Es complejo, yo no quiero radicalizarme en la crítica a determinadas acciones. Lo que me preocupa es esa sospecha que también ronda a los indignados o a quienes acamparon en Wall Street: que no estamos gobernados por quienes hemos votado sino que hay otros poderes que no presentan cuentas ante los electores y son quienes dictan las políticas económicas, llámese mercado, lobbys, agencias de clasificación… ¿Se están produciendo golpes de estado económicos? Parece que estamos al final de una era: puede que haya una evolución o a lo mejor tensan demasiado la cuerda y estalla la revolución. Con las primas de riesgo y ciertas políticas alemanas me entra un cierto mosqueo. Y hablo desde mi opinión de actor, no soy un economista.
P. ¿Nota la crisis en su productora, a su alrededor?
R. Sí, tengo una familia muy extensa y hay ya varios parados. El cine español, que siempre está en crisis general, ahora vive un momento de parón en los rodajes. Literalmente. No solo por problemas de financiación, sino que se añade la incertidumbre. Lo siento por mis compañeros de aquí, porque yo vivo en Estados Unidos y allí las cosas son muy distintas. Mis producciones en España las voy a sacar, más lentamente, pero lo haré. Los artistas somos malos gestores, porque somos unos románticos. Por eso tengo gestores externos para mis producciones.
P. Viene a unos Goya en los que no es el favorito.
R. No voy a ganar el goya. Creo que es el trofeo más cantado. Mi mujer me dijo: "Quiero ir a los Goya contigo". Le respondí: "Pero es que voy a perder". Y Melanie me cortó: "Con más razón quiero estar". Ella estaba ensayando en Nueva Orleans, porque rueda ya, y por eso estará en Madrid menos de 24 horas. Pero ese el carácter de la mujer con la que me casé [risas]. Sería muy ruin por mi parte no ir porque no voy a ganar, como pienso que ocurrirá. Estoy muy agradecido con mi candidatura y con las 16 de la película. Sé que suena a perogrullada, y sin embargo es así. Fue un trabajo interesantísimo, y me ha dejado un poso que no se revela inmediatamente, pero que me ha hecho encontrar unas claves y unas cuerdas nuevas para mi guitarra. Me ha abierto los ojos a nuevos matices.
P. Porque Pedro Almodóvar le empujó…
R. …a luchar contra mis propios instintos naturales. Después de 26 años juntos, Pedro busca en mí y me deja marca otra vez. A mis 51 años. Qué tipo. Pedro nunca se ha doblegado, siempre ha buscado como lo hace un artista puro y fiel a su personalidad. Viendo un documental de Picasso, me fijé en cómo seguía y seguía pintando aunque tú pensaras que estaba el cuadro acabado. El proceso le llevaba a tantos sitios. Pedro es igual, un buscador, un genio que estará con el tiempo en la categoría de Picasso, Buñuel, Miró, españoles que son su propio estilo. Son libres. Hay que metabolizar sus películas y con el tiempo adquieren su dimensión. Mira, en Paramount nos juntaron para una foto a 100 actores para celebrar el centenario del estudio. Estaba todo Hollywood y se me acercaron todos a alabar la radicalidad de La piel que habito. En el mundo anglosajón ha dejado una huella profunda. Porque en el fondo habla de la creación artística, y mi personaje se comporta como Dios artista y como un monstruo.
P. ¿Está envejeciendo a gusto?
R. Mucho, a veces me produce satisfacción ver mi madurez en la pantalla. Incluso a veces me gustaría envejecer más rápido. Y pienso volcarme cada vez más en la dirección.
Y delante de la grabadora Banderas siempre ofrece perlas y entra a todos los trapos: cinematográficos, políticos y económicos. A pesar de que estos días ha saltado de Los Ángeles a Berlín, y de allí a Granada, Málaga y Madrid, y pese a cierta cara de cansancio, el actor sigue en un movimiento continuo que en los próximos meses le llevará a otro personaje mítico: Pablo Ruiz Picasso.
Pregunta. Su carrera ha mutado radicalmente desde que cambió de representantes: lleva del tirón un allen, otro almodóvar, un annaud, un soderbergh…
Respuesta. Y viene uno bueno en verano, que es Carlos Saura. Seré el Picasso de Saura en 33 días. Es un personaje que me ha perseguido durante mucho tiempo y siempre lo había rechazado. Me merece mucho respeto porque soy malagueño, porque nací a cuatro cuadras de donde lo hizo él. Siempre me ha fascinado: salvando las distancias, se fue de Málaga un poco más joven que yo, y sentía como yo una morriña brutal por la tierra. Tuve la suerte de conocer hace tiempo a su hija Paloma y me contó que Picasso nunca abandonó su idea de volver a Málaga. También me dijo que le gustaba oírme porque yo hablo el español con el acento cerrado malagueño –que le recordaba a su padre-, de zeta pura. En mis inicios, cuando vine a Madrid, lo escondía por cierto complejo de inferioridad y para que los directores me escucharan en castellano neutro. Ahora no. Es una película especial, porque cuenta los 33 días de creación del Guernica, en mitad de la Guerra Civil, con un Picasso que el corazón se le va a España… Con sus dudas ante el encargo de un mural, que se le van cuando ve las imágenes del bombardeo de Gernika.
P. Es un momento de furia creativa, en el que Picasso usa incluso malos materiales en pos de la rapidez.
R. He hecho ya mis deberes, he investigado y he leído que él lo pintó con cierta idea de provisionalidad, de algo que no iba a permanecer. Picasso le decía a la gente que le rodeaba: “Cuando acabe la exposición haced lo que queráis con él”. Y al mismo tiempo se contradecía: “Esto es un regalo para España, para los dos Españas, para la izquierda y para la derecha”
. Para desesperación de su agente, que quería vender la obra y olvidarse de regalos [risas].
P. España vive ahora una profunda crisis con reformas drásticas incluidas.
R. El momento es muy complicado, y el resultado de las medidas que el gobierno está tomando no lo veremos en mucho tiempo. Me alío con la gente que cree que los recortes son necesarios para rebajar el déficit, pero al mismo tiempo no se está jugando en la otra parte del problema, que es crear trabajo. No hay estímulos en esa dirección, probablemente porque se está intentado ir demasiado deprisa, y ya no hablo del gobierno español, sino de Europa, de Berlín, que dicta las normas que se aplican en los países que estamos en problemas. ¿Cuánta gente se va a quedar en la calle? Es complejo, yo no quiero radicalizarme en la crítica a determinadas acciones. Lo que me preocupa es esa sospecha que también ronda a los indignados o a quienes acamparon en Wall Street: que no estamos gobernados por quienes hemos votado sino que hay otros poderes que no presentan cuentas ante los electores y son quienes dictan las políticas económicas, llámese mercado, lobbys, agencias de clasificación… ¿Se están produciendo golpes de estado económicos? Parece que estamos al final de una era: puede que haya una evolución o a lo mejor tensan demasiado la cuerda y estalla la revolución. Con las primas de riesgo y ciertas políticas alemanas me entra un cierto mosqueo. Y hablo desde mi opinión de actor, no soy un economista.
P. ¿Nota la crisis en su productora, a su alrededor?
R. Sí, tengo una familia muy extensa y hay ya varios parados. El cine español, que siempre está en crisis general, ahora vive un momento de parón en los rodajes. Literalmente. No solo por problemas de financiación, sino que se añade la incertidumbre. Lo siento por mis compañeros de aquí, porque yo vivo en Estados Unidos y allí las cosas son muy distintas. Mis producciones en España las voy a sacar, más lentamente, pero lo haré. Los artistas somos malos gestores, porque somos unos románticos. Por eso tengo gestores externos para mis producciones.
P. Viene a unos Goya en los que no es el favorito.
R. No voy a ganar el goya. Creo que es el trofeo más cantado. Mi mujer me dijo: "Quiero ir a los Goya contigo". Le respondí: "Pero es que voy a perder". Y Melanie me cortó: "Con más razón quiero estar". Ella estaba ensayando en Nueva Orleans, porque rueda ya, y por eso estará en Madrid menos de 24 horas. Pero ese el carácter de la mujer con la que me casé [risas]. Sería muy ruin por mi parte no ir porque no voy a ganar, como pienso que ocurrirá. Estoy muy agradecido con mi candidatura y con las 16 de la película. Sé que suena a perogrullada, y sin embargo es así. Fue un trabajo interesantísimo, y me ha dejado un poso que no se revela inmediatamente, pero que me ha hecho encontrar unas claves y unas cuerdas nuevas para mi guitarra. Me ha abierto los ojos a nuevos matices.
P. Porque Pedro Almodóvar le empujó…
R. …a luchar contra mis propios instintos naturales. Después de 26 años juntos, Pedro busca en mí y me deja marca otra vez. A mis 51 años. Qué tipo. Pedro nunca se ha doblegado, siempre ha buscado como lo hace un artista puro y fiel a su personalidad. Viendo un documental de Picasso, me fijé en cómo seguía y seguía pintando aunque tú pensaras que estaba el cuadro acabado. El proceso le llevaba a tantos sitios. Pedro es igual, un buscador, un genio que estará con el tiempo en la categoría de Picasso, Buñuel, Miró, españoles que son su propio estilo. Son libres. Hay que metabolizar sus películas y con el tiempo adquieren su dimensión. Mira, en Paramount nos juntaron para una foto a 100 actores para celebrar el centenario del estudio. Estaba todo Hollywood y se me acercaron todos a alabar la radicalidad de La piel que habito. En el mundo anglosajón ha dejado una huella profunda. Porque en el fondo habla de la creación artística, y mi personaje se comporta como Dios artista y como un monstruo.
P. ¿Está envejeciendo a gusto?
R. Mucho, a veces me produce satisfacción ver mi madurez en la pantalla. Incluso a veces me gustaría envejecer más rápido. Y pienso volcarme cada vez más en la dirección.