Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

7 ene 2012

Caravaggio, eterno biografiado ROGER SALAS

Una nueva y documentada biografía sobre el pintor pone en liza tanto lo que se sabe como lo que se supone o se imagina sobre el legendario lombardo.
Parece que el destino biográfico de Caravaggio, un artista que vivió en flagrante lucha con sus propios demonios y fantasmas a los que frecuentemente colocó halos y alas para meterlos en sus magistrales pinturas tenebristas, seguirá siendo para siempre tan inquietante como fue su vida, eternamente pasto de especulación y misterio, del hallazgo y de la nueva interpretación.

Caravaggio. Una vida sagrada y profana

Andrew Graham-Dixon

Uno de los innegables valores del libro está en relacionar investigaciones modernas entre sí y con las biografías clásicas
Cuando entre 1998 y 1999 Andrew Graham-Dixon (Londres, 1960), según reconoce él mismo en el prefacio de su libro, comenzaba a pergeñar la idea de una nueva biografía de Caravaggio, salían a la escena editorial M. The man who became Caravaggio de Peter Robb (Sidney, 1999; traducciones al castellano: M. El enigma de Caravaggio -Océano, México, 2004 y Alba, Barcelona, 2006-) y Caravaggio, A life de la británica Helen Langdon (Londres, 1998; en castellano: Caravaggio, Edhasa, 2002).
Graham-Dixon titula su obra Caravaggio. Una vida sagrada y profana, queriendo enmendar por la vía de la adjetivación el directo y nada inocente título de Langdon, que habla de "una vida" consciente y con la distancia adecuada, en la certeza, de que Michelangelo Merisi llamado Caravaggio "tuvo" otras vidas
. Es decir, es susceptible de ser contada esa misma vida como otra, ya sea en la transversal interpretativa de sus propias obras (sugerencia que va de lo plástico a lo narrativo) mayores y menores, como en el basamento del aparato documental disponible, que no es magro pero tampoco alumbra más allá de cierto estampado de trazo grueso, sobre los que el biógrafo actual debe ir al detalle del bordado, a un redondeado descriptivo lleno de peligros, casi una suerte de práctica ucrónica.
Y esto vale para los análisis que van desde el lugar exacto de su nacimiento a las muy teatralizadas circunstancias de su muerte, pasando por la autoría de algunas obras
. Y ¿no será que esa "ucronía de anticipación" está también en las obras pictóricas, como la muy dicha selección de los modelos callejeros y la progresiva desacralización de los temas escogidos y que provocó que Vincenzo Pacelli dijera que Caravaggio había dejado de creer en Dios o que el español Vicente Carducho le demonizara como "un anticristo del arte"? Piénsese que Poussin estaba convencido de que Caravaggio había sido "enviado al mundo para destruir la pintura", estos citados oportunamente por Graham. Por ejemplo, Tañedor de laúd merece un apasionante aparte: el modelo es un cantante castrado español, Juan Montoya, aseveración reafirmada por Graham y Spike.
Es casi unánime la preferencia especializada por la obra conservada hoy en el Ermitage de San Petersburgo, aun sabiendo que las flores no las pintó el mismo Caravaggio, que la otra versión del Metropolitano de Nueva York.
¿Es el libro de Graham-Dixon una excelente biografía? Digamos que es buena y sostiene su utilidad junto a los precedentes, pero enturbia su contundencia por su moralina tardovictoriana al enconarse en una obsesiva demostración de que Caravaggio no era homosexual, acuñando para el pintor una graciosa condición que haría las delicias de los sexólogos: ser "omnisexual". Este palabro, que por más de sus 120.000 entradas en Google, no está admitido en el DRAE y viene poco y con reservas en los diccionarios médicos a favor de otro que también tiene lo suyo: pansexual, no es de recibo para aplicarlo a Caravaggio. En cualquier caso, cabe preguntarse: ¿qué sentido último tiene embarcarse en estos calificativos al acercarnos a Caravaggio? Es verdad que no había entonces Día del Orgullo Gay, ¡pero se veía cada cosas en Campo de Fiori en los tiempos del pintor! Tan errático es hacer aparecer a Caravaggio como un gay descocado en su época como todo lo contrario. La petulancia moralista sobra. En otros terrenos, Graham es lúcido: "En lo esencial, Caravaggio fue un autodidacta (...) La ventaja de que no se le hubiera enseñado nada es que no tenía nada que olvidar (...) Pintaba como si los ricos y los poderosos fueran sus enemigos".
No dibujaba. Nunca tuvo taller estable ni discípulos. Los cuadros vistos a la luz de los rayos X demuestran que no hay bosquejo precedente alguno: todo lo hacía el pincel
. Apenas contó con algún ayudante casi imberbe (que también tenía, por añadidura, el cargo de favorito y modelo). Esta biografía también ayuda en esta perspectiva técnica que en el caso de Caravaggio es definitiva en lo estilístico.
Graham-Dixon llega a nosotros en una esmerada traducción detallista, ahonda en esta gestión de apropiación más de formalidad lineal y gestual que de fondo, y que también llevó a Caravaggio a la explotación de piezas y momentos de Annibale Carracci y Tiziano. En este sentido, Caravaggio vuelve a ser un moderno modernísimo.
Uno de los innegables valores del libro de Graham está en relacionar investigaciones modernas entre sí y a la vez, con las biografías clásicas de Caravaggio (Manzini, Bagioni, Bellori). El resultado pone al lector en la perspectiva de seguir adelante, de separar sutilmente con mano intrusa esos grandes y pesados encortinados, rozar el ala de cisne de un ángel turgente que no es tal y entrar en las sombras (frecuentemente tinieblas) de los cuadros mismos y que son la mejor metáfora de una vida, de las muchas vidas de Caravaggio.

"Tengo un hipotecón, y las cuentas a cero"

Pregunta. Tiene dos películas francesas por estrenar y acaban de aparecer otras dos. ¿No se da un respiro?
Respuesta. Bueno, yo soy actriz secundaria, he hecho pocos protagonistas. Con uno, Hors jeu, me llevé el premio de interpretación de Locarno, y hoy me llevan los mengues del antisistema. He visto las cuentas corrientes y estoy como Bette Davis, que puso un anuncio en el periódico: "Actriz con cuatro oscars busca trabajo". Yo no tengo tantos oscars, pero sí dos nominaciones a los Goya y el premio de Locarno. Y busco trabajo también.
P. La veo hecha polvo.
R. Porque todo esto es como una entelequia, tener a la gente sin poder emprender proyectos, no circula el dinero, o los cuatro que lo tienen lo guardan bien guardado. Y lo peor es la gente que desahucian y tienen que seguir pagando sus casas. Qué más les da. Que impriman un poco más de dinero. Vale más una inflación que una recesión. El Gobierno ha dado un montón de pasta a los bancos y luego los bancos no se lo dan al ciudadano.
P. Es una indignada de manual.
R. Estoy cabreada. Indignada es poco.
P. En una de sus últimas películas, Miss Tacuarembó, una niña quiere ser artista y termina en un parque temático sobre la Biblia. ¿Usted quién se pide ser: Moisés, Yahvé, Barrabás?
R. Ese parque temático existe en Argentina, aunque parezca alucinante. Y yo, de ser alguien, casi Barrabás.
P. Ha sido madrina de la colección del modisto indio Manish Arora, alma de la firma Paco Rabanne. Minifaldas, pitillos y taconazos. ¿Estamos ya para esos trotes?
R. Yo creo que sí. Cuanto más chunga se pone la cosa, más fantasía necesitaremos. Mire los años veinte.
P. ¿Y el calendario de zombis en el que ha participado para el canal Fox?
R. Fox nos contrató a varios para la segunda entrega de la serie The walking dead. Pero yo, zombi, no. Muerta viviente, no; ni viva muerta. Yo viva viva.
P. Una vez dijo que era intransigente, insatisfecha y asilvestrada. ¿Sigue en las mismas?
R. Asilvestrada, siempre un poquitito, no lo podemos dejar. Intransigente, no lo soy, peco más de lo contrario. Instisfecha, sí. Siempre hay algo en mí insaciable.
P. ¿Cómo están los hombres?
R. Pues no están mal. Yo ahora no tengo una versión. Reconozco que soy de esa generación que ya ha aprendido a vivir sin ellos. Me gustan muchísimo, pero no a cualquier precio. Si se alquilaran un poco baratos, me alquilaría un par de ellos, pero no para fusión o ensamblaje. Para buenos ratos.
P. ¿Cómo se pasa de patito feo a creerse lo más de lo más?
R. Pues no se pasa nunca, hija. Yo soy una guapa fea a una fea guapa, depende del consumidor. Es un tema obsoleto y cansino. Siempre te encuentras a alguno que te recuerda la necedad, y que no va a ver más allá de mi apéndice nasal.
P. ¿Lo tiene asegurado?
R. No, fíjese. No lo tengo asegurado.
P. ¿Hasta dónde está del sello "chica Almodóvar"?
R. Mire, cada vez me sienta mejor. Te vas haciendo mayor y te siguen llamando chica. Y además es verdad que empecé con Pedro y que gracias a él me di a conocer mundialmente. Es un gran amigo, y mi padre cinematográfico.
P. En Nochebuena murió Chita. ¿Ha dado el pésame a Tarzán?
R. Es que Tarzán había pasado antes. Pero vivan los simios, los chimpancés y los gorilas, esos animales que te hablan tanto con los ojos,
P. "¿Cómo voy a condenar a un niño a tenerme como madre?". Pues ha hecho la faena a dos.
R. Esa era la parte oscura y autodestructiva que tenemos todos. Gracias a Dios, crucé esa frontera. Los artistas estamos un poco habitados, secuestrados por nuestro rollo creativo. Pero es verdad que hay una cosa biológica pura y dura, como mujer, como madre. Es cuando conoces el amor de verdad. Dejas de ser el ombligo del mundo.
P. En su vida artística ha sido Rossy Peor, Rossy von Donna (Fondona), Rossy de Palma. Si se queda libre el título, ¿le gustaría ser duque de Palma?
R. Para nada, cariño. Para nada. Uffff. P. ¿Piensa que la gente se creerá lo de que tiene la cuenta a cero?
R. Bueno, pero hay otros que la tienen a menos tanto. Y que se lo crean. En España, ningún famoso se hace rico. O muy pocos. Yo tengo un hipotecón muy gordo, y tengo mis cuentas a cero, y me voy a ir al banco y les voy a decir: "Oye, arréglame este desaguisado, porque tú me lo has producido".
P. Si le da resultado, tenga la bondad de avisarme.
R. Pues tendrán que hacer algo. Tengo la semana que viene cita con mi banquero. Y le voy a decir que si se ha cortado la mayonesa no es culpa mía. Le habréis dado mal al manubrio, guapos.

El año que vivimos retrospectivamente

Acabó el año cultural, proliferaron las listas de repaso a sus frutos y entre el coro discordante emergió un claro triunfador: el pasado. Sobran los ejemplos: mientras The artist, ¡una película en blanco y negro muda!, figura en las quinielas de los Oscar, la más ¿novedosa? aportación estilística de la música resultó ser un mejunje de referencias que llaman pop hipnagógico y se basa en los ecos de las producciones de los 80 procesados con la atención del duermevela. Libertad, de Jonathan Franzen, se vendió como "la gran novela decimonónica del siglo XXI" en su invocación a Dostoievski.
Y entretanto, la gastronomía, motor de democratización de la modernidad, se descolgó con un sorprendente ejercicio de contrición al glorificar la comida de la abuela, mientras el hipster, último paradigma del joven enterado, decidió que su barba rescatada del baúl de los recuerdos solo debía ser cuidada por los veteranos artesanos del corte a cuchillo.


El triunfo de Adele y sus canciones inspiradas en los 60 es un paradigma
Se podría argumentar que la cultura del eterno revival es cosa vieja, tan vieja al menos como el siglo. Por no decir, como Marco Aurelio o Hegel, que ya detallaron sus tentaciones. Acaso la diferencia resida en que vivimos el paroxismo de una tendencia que ha hecho saltar las alarmas teóricas. 2011 comenzó en el terreno de los retroestudios culturales con la publicación de Retromania (Faber and Faber), libro del crítico británico Simon Reynolds sobre la obsesión de la cultura pop con su propia herencia, y terminó con un artículo en la edición estadounidense de la revista Vanity Fair. Firmado por Kurt Andersen, detallaba, con fotografías en las que se afeaba a Lady Gaga su escasa aportación al discurso de Madonna, la incapacidad de la cultura a secas de las dos últimas décadas para proyectarse hacia el futuro en un mundo por lo demás marcado por los vertiginosos cambios sociales y tecnológicos. El novelista se refería al pasado como a un país extranjero sin iPhones, redes sociales y el resto de lo que súbitamente ha venido a configurar nuestras vidas.
Pero ¿a qué se debe tanta esclerosis creativa? ¿Por qué la cultura solo parece tener ojos últimamente para fijarlos en el retrovisor? Podría ser pura comodidad. "Se busca desesperantemente el confort en el pasado, cuando no en lo meramente entrañable, como demuestra la fiebre del diseño por lo vintage", explica el escritor Julián Rodríguez, editor también de Periférica. Paradigma de la joven editorial, el sello se identificó en sus primeros compases con la sintomática tribu de los reeditores, casas que basaron (y basan) su oferta en el rescate de clásicos por razones estéticas o puramente económicas; desde hace un par de años, Periférica se atreve también con nuevos autores.
En esa comodidad hay también un ingrediente de conservación, coinciden los expertos, acaso disculpable; en medio de la crisis económica el pasado se identifica con lo auténtico, con una tabla salvavidas en medio de la tormenta de ese progreso que ya dejó de ser sinónimo de mejora. Nadie está para demasiadas alegrías. Menos, si, como decía el crítico de arte Harold Rosenberg, padre del expresionismo abstracto, "todo arte profundamente original es, en un principio, percibido como feo". Y lo feo, ya se sabe, no vende a la primera. Andersen achaca estos síntomas al hecho de que, "como cualquier otro sector capitalista, la gigantesca industria de la cultura y el estilo busca lo estable y predecible".
"Todo el mundo quiere triunfar y, para innovar, debe haber gente dispuesta a no hacerlo. Por eso parece que volvamos siempre a lo mismo, porque avanzar es arriesgar", explica Thomas Frank, crítico cultural estadounidense. El extremo podría ilustrarse con el triunfo de Adele, autora de 21, el álbum más vendido en 2011 con más de siete millones de copias. Su fórmula no se despega demasiado de la música de los años 60 que la inspira. "En la música, la ideología de la modernidad se hallaba en pleno corazón del discurso más popular, y alcanzó a los artistas más exitosos de la historia.
Desde Pink Floyd hasta The Police", afirma Reynolds. "Eso pasó. De la parálisis reinante nace el concepto de la atemporalidad, tan en boga. Ya no puedes detectar la época en que fue concebida una canción".
Quizá porque, como reconoce Andreas Huyssen, cofundador de la New German Critique y autor de Modernismo después de la posmodernidad (Gedisa), hay un elemento que ha venido a distorsionar el discurso lineal de pasado que progresa en el presente para proyectarse al futuro: Internet. "Paradójicamente, los nuevos instrumentos", aclara Frank, "se utilizan para afianzar viejos sistemas, no para crear nuevas perspectivas". La Red no solo posibilita acceder de un modo inmediato al archivo universal, sino que permite recrearse en la nostalgia (propia o ajena), imitar gracias a YouTube sus ademanes y volver sobre lo mismo una y otra vez. Como aquel personaje de Woody Allen en Midnight in Paris, una de las películas que marcaron el año que vivimos retrospectivamente.
Ya saben, ese tipo en crisis que solo hallaba consuelo viajando cada noche al París de los años 30, el pasado de su elección.

Llora por ti Argentina

Argentina, un país contradictorio


zzbue-obelisco_a2_5191_[1].jpgVuelvo sobre la mitomanía de los argentinos, por las escenas casi inverosímiles que se han dado en Buenos Aires a raíz de la intervención quirúrgica realizada a la Presidenta argentina, afectada de cáncer. Debe ser que han rememorado a Evita o algo así. Hace años, el escritor canario Emilio Sánchez Ortiz -entonces afincado en París- me invitó a cenar en su casa de Issy les Moulineaux. Entre otros ilustres comensales estaba la pareja del escritor, una artista argentina que él me presentó más o menos así: "Es argentina, que es algo único; porque, ¿qué es un argentino? Pues un argentino es un italiano que vive en Buenos Aires, habla español, sueña con ser inglés y si puede acaba viviendo en París; o sea, universal". Y algo así debe ser, porque los pueblos cultos no son mitómanos, y Argentina es la cuna de muchas expresiones culturales de mucha altura, tanto en la literatura como en el arte, las ciencias (empíricas o sociales) y hasta en la historia de los avances (por ejemplo, la primera sesión de cine en la se cobró por ver una película sucedió en una azotea de Buenos Aires). Pues este país que nos ha dado a Borges o Cortázar (que responden un poco a la definición de Sánchez Ortíz) es muy racional y a la vez mitómano a veces hasta el fanatismo. ¿Creen que si Gardel, Evita, Fangio, Perón, El Che Guevara, Di Stéfano o Maradona fuesen de otro país habrían alcanzado la categoría de mito universal? En Estados Unidos está Búfalo Bill, en Francia Edith Piaft y en España mitos recientes universales no hay, si acaso Hemingway y encima no era español. Y poco más (ya sé, Don Quijote, Don Juan y La Celestina, pero hablo de contemporáneos). 
No hay país en el mundo que tenga tantos mitos de esta clase como Argentina. En realidad, Argentina es un mito en si misma. ¿Y si no existiera y fuese una fantasía creada por Borges? Y ya tenemos otros en puertas: Messi. ¿Sería lo mismo si no fuese argentino?