6 ene 2012
Chile, blanquear la dictadura
Chile, blanquear la dictadura
Chile fue un disparo en el corazón del mundo, una herida mortal a la sensibilidad democrática, una reiteración alevosa de lo que había pasado en otros lugares; fue, para los españoles que no lo habían vivido, una representación feroz, presente, de un pasado que aquí no se había cerrado todavía, y sigue abierto.
El golpe militar de Pinochet, organizado con el apoyo tácito de Estados Unidos en un tiempo en que la gran potencia debilitaba de manera obscena a los que vivían en su patio trasero, acabó con el Gobierno de Allende y se llevó por delante a miles de personas, políticos o no, que la metralleta y la tortura hallaron a su paso. Como lo habíamos vivido (como nos lo contaron a los que no lo habíamos vivido), sabíamos a qué sonaban esos sables, como vocablos mortales lanzados sobre las cabezas de los disidentes. Hubo tortura, masacres, detenciones ilegales, persecuciones masivas de progresistas o de ciudadanos que, simplemente, estaban en contra de que se usurpara así el poder.
Pasó el tiempo, a Pinochet lo debilitaron la paciencia audaz de los demócratas y la presión internacional. Y fue en el extranjero donde finalmente el juez Baltasar Garzón ayudó a desnudarlo de los abundantes ropajes de su hipocresía. Ahora Chile es otro país, naturalmente, otra vez un país democrático en el que relucen, entre otros valores, algunos de los valores que ayudó a alimentar su historia: el respeto por la cultura y, cómo no, por la historia. Hasta que ha venido un ministro de Sebastián Piñera a interrumpir el sendero de respeto al pasado, a los perseguidos en ese pasado, y ha querido convertir la dictadura en un rasguño militar, en un régimen militar tan solo, como si hubiera sido el suspiro de un pie de página la dictadura sanguinaria de Augusto Pinochet.
Es un insulto a la historia, pero como la historia está llena, naturalmente, de seres humanos, es un insulto a la humanidad. Hay una famosa secuencia en la que un ministro de Educación que luego sería presidente de Chile, Ricardo Lagos, señala con el dedo a Pinochet, en un programa de televisión, para que responda ante la ciudadanía de los manejos que estaba estableciendo para quedarse para siempre con el poder. Ese episodio, de una enorme valentía, pues en ese momento el dictador militar estaba en la poltrona del poder que arrancó por la fuerza, se conoce en Chile, y en el mundo, como El dedo de Lagos.
A veces lo veo en Youtube, para confirmar con mis propios ojos el tamaño de la esperanza que tuvieron los chilenos, aun bajo aquel yugo, para oponerse y para exigir, en nombre de las virtudes de la democracia, que se apeara del desfiladero desde el que seguía observando a Chile como si fuera su finca. Ojalá ahora esa iniciativa que trata de blanquear la dictadura caiga bajo el dedo de los que, como Lagos, lucharon por un país que no quería ser dormido con mentiras.
El golpe militar de Pinochet, organizado con el apoyo tácito de Estados Unidos en un tiempo en que la gran potencia debilitaba de manera obscena a los que vivían en su patio trasero, acabó con el Gobierno de Allende y se llevó por delante a miles de personas, políticos o no, que la metralleta y la tortura hallaron a su paso. Como lo habíamos vivido (como nos lo contaron a los que no lo habíamos vivido), sabíamos a qué sonaban esos sables, como vocablos mortales lanzados sobre las cabezas de los disidentes. Hubo tortura, masacres, detenciones ilegales, persecuciones masivas de progresistas o de ciudadanos que, simplemente, estaban en contra de que se usurpara así el poder.
Pasó el tiempo, a Pinochet lo debilitaron la paciencia audaz de los demócratas y la presión internacional. Y fue en el extranjero donde finalmente el juez Baltasar Garzón ayudó a desnudarlo de los abundantes ropajes de su hipocresía. Ahora Chile es otro país, naturalmente, otra vez un país democrático en el que relucen, entre otros valores, algunos de los valores que ayudó a alimentar su historia: el respeto por la cultura y, cómo no, por la historia. Hasta que ha venido un ministro de Sebastián Piñera a interrumpir el sendero de respeto al pasado, a los perseguidos en ese pasado, y ha querido convertir la dictadura en un rasguño militar, en un régimen militar tan solo, como si hubiera sido el suspiro de un pie de página la dictadura sanguinaria de Augusto Pinochet.
Es un insulto a la historia, pero como la historia está llena, naturalmente, de seres humanos, es un insulto a la humanidad. Hay una famosa secuencia en la que un ministro de Educación que luego sería presidente de Chile, Ricardo Lagos, señala con el dedo a Pinochet, en un programa de televisión, para que responda ante la ciudadanía de los manejos que estaba estableciendo para quedarse para siempre con el poder. Ese episodio, de una enorme valentía, pues en ese momento el dictador militar estaba en la poltrona del poder que arrancó por la fuerza, se conoce en Chile, y en el mundo, como El dedo de Lagos.
A veces lo veo en Youtube, para confirmar con mis propios ojos el tamaño de la esperanza que tuvieron los chilenos, aun bajo aquel yugo, para oponerse y para exigir, en nombre de las virtudes de la democracia, que se apeara del desfiladero desde el que seguía observando a Chile como si fuera su finca. Ojalá ahora esa iniciativa que trata de blanquear la dictadura caiga bajo el dedo de los que, como Lagos, lucharon por un país que no quería ser dormido con mentiras.
¿Dónde está Rajoy?
¿Han secuestrado a Rajoy?
Los especialistas en secuestros están atentos a los teléfonos por si alguien llama pidiendo un rescate. Rajoy ha desaparecido. Se le vio por última vez en el Congreso de los Diputados el pasado 26 de diciembre, martes, por lo que hace once días que no se le ha visto en público, nadie lo ha visitado en su despacho y no se tienen noticias de que haya hablado por teléfono con alguna persona. Su Vicepresidenta, la muy atareada Soraya Sáez de Santamaría, ha dicho en sus funciones de portavoz que Rajoy ha presidido el Consejo de Ministros de ayer, pero ya nadie está seguro de que eso sea verificable. Aparece ella, da cuenta de los acuerdos (aunque luego en el BOE salen más cargaditos), se hace acompañar de los ministros y ministras de las áreas económicas con mensajes que asustan, y tratan de dar la impresión de que acaban de estar reunidos con el Presidente, pero ni rastro de Rajoy. Esto es muy delicado y por eso los medios de comunicación evitan aludir al tema, y tratan los asuntos gubernamentales como si Rajoy estuviese en La Moncloa, para dar imagen de normalidad, no alarmar a la población y permitir que los niños celebren con tranquilidad el Día de Reyes. Por cierto, como hoy es la Pascua Militar, se espera que Rajoy acuda a la recepción que tradicionalmente ofrece el Rey en el Palacio Real, pero ya se preguntan si comparecerá el Presidente o un doble, e incluso se especula con que si el Rajoy que se vio el día 26 en el Congreso era el genuino, porque no dijo ni media palabra (si Carusso no canta no se puede certificar que sea Carusso)
. Me dicen que una persona de mucha responsabilidad del entorno de Rajoy ha llamado a los novelistas Ravelo, Correa y Lozano para que envíen a los detectives a sus órdenes Monroy, Blanco y García Gago, para que unan esfuerzos y den cuanto antes con el paradero del Presidente. Por si hiciera falta, yo también pongo a disposición de ese alto personaje al Brigada Salerno, que sale en una de mis novelas, y aunque es siciliano (o precisamente por eso) tiene mucha experiencia en este tipo de asuntos.
Confiemos en que el verdadero Rajoy aparezca cuanto antes.
5 ene 2012
Los Reyes Magos tradicción Navideña
Suscribirse a:
Entradas (Atom)