Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

7 dic 2011

La contracultura como marca Thomas Frank analiza la influencia de las empresas en los cambios estéticos

Todo cambió en 1959, cuando el publicista Bill Bernbach recibió en su agencia, la mítica DDB, el encargo de una campaña para Volkswagen en EE UU.
La compañía alemana era percibida, además de como un residuo de la Alemania nazi, como la empresa que fabricaba coches pequeños, de formas peculiares, mecánica convencional y, sobre todo, que se repetían año tras año, en contra de la lógica de Detroit de forzar en el público la necesidad de adquirir un modelo cada 12 meses
.


"En los sesenta se libró una gran batalla que benefició a las corporaciones"
Bernbach hizo una campaña en la que, en vez de camuflar o combatir esta mezcla de defectos y estereotipos, los resaltaba.
El éxito de la campaña no solo propulsó las ventas del fabricante alemán en EE UU, sino que contribuyó a que la publicidad, hasta entonces concebida como una ciencia -se habían incluso desarrollado fórmulas matemáticas alrededor de la efectividad de un anuncio-, se convirtiera en aquella arma de seducción masiva que el capitalismo necesitaba.
Los jóvenes ya no tendrían que colmar sus pulsiones revolucionarias en lo bolchevique, las podrían satisfacer con cualquier producto que el sistema les ofreciera.
Más de 50 años después, los preceptos que sentó Bernbach en su campaña siguen vigentes, levemente corregidos y exponencialmente aumentados.
Thomas Frank, periodista y escritor estadounidense, quien en 1997 escribió La conquista de lo cool (Alpha Decay) no se sorprende por este hecho. Lo que le maravilla es que su libro se acabe de editar en España.
"No es que crea que es tarde, es que uno jamás piensa que este tipo de hechos pueden ser relevantes más allá de su país. Supongo que me equivoco.
Los sesenta siguen siendo un lugar por muchos idealizado, lleno de buena música y prosperidad económica. Pero los sesenta, al menos en EE UU, fueron el momento en que tanto demócratas como republicanos giraron a la derecha, empezando a destruir el país que Roosevelt había levantado en los años treinta.
Se libró una gran batalla cultural y los grandes beneficiados fueron las corporaciones".
Frank incide durante buena parte del libro en otorgar un papel protagonista a la empresa en el desarrollo de las subculturas juveniles y en recordarnos que, en demasiadas ocasiones, cuando se piensa en los agentes que hicieron que el mundo cambiara durante los sesenta, se obvia a la empresa.
"Hoy es lo más normal del mundo ver a los más guays del planeta en una agencia de publicidad, pero el cambio que sufrió la industria durante esos años fue brutal.
La capacidad de adaptación del capitalismo a los retos propuestos por la sociedad se ejemplifica en la evolución que ha tenido el mundo de la publicidad desde el inicio de esos años".
Para Frank la última esperanza se perdió en los noventa.
"Con todo el asunto del grunge, la MTV y demás, pensé que aquello era una broma, que ninguna marca sería capaz de vender todo eso. Me equivoqué. Ahí empecé a interesarme por lo que se narra en este libro.
Aquello que estaba sucediendo era una réplica exacta de lo ocurrido en los sesenta, solo que incluso peor.
Mi conclusión es que la juventud ha ido perdiendo interés en la organización del trabajo y en los valores asociativos de la izquierda.
El interés revolucionario ya no se encuentra ahí, y la última oportunidad de recuperarla se fue con los noventa. Ahora las marcas han asumido por completo los valores contestatarios", apunta.
Tras La conquista de lo cool, Thomas Frank editó One market under one god (Un mercado bajo un dios), al respecto de la revolución embotellada de los años noventa y la forma en que la publicidad se apropió del underground.
Sobre la coyuntura actual, marcada por el desarrollo del supuesto consumidor inteligente, la marca amiga y la fiebre por la personalización del producto y el mensaje, Frank tiene, obviamente, sus dudas: "Creo que el consumidor moderno, incluso el hipster, es alguien más culto que el de hace 50 años
El problema es que para gustarse se ha vuelto exigente hasta rozar el ridículo. El mejor ejemplo es la comida. Cierto segmento de la población cree que, para comprar bien, hay que saber el árbol genealógico del pollo que se adquiere.
Llevo toda la vida comprando el pollo en el súper y no por eso me considero un idiota".
Según Frank, al sistema se lo combate exigiendo los derechos laborales de quienes trabajan en la granja donde se cría el pollo, no exigiendo un pollo criado con música de Chopin y masajes en la papada.

6 dic 2011

El calendario Pirelli

Un calendario destaca cada año frente al resto, porque lo firma un fotógrafo más que consagrado, porque posan las modelos de primera línea y porque lo reciben solo unos pocos y muy selectos clientes de la marca de neumáticos italiana Pirelli
El calendario Pirelli tiene, al menos, dos lecturas: la primera, quién está detrás de la cámara. Este año el elegido ha sido el italoamericano Mario Sorrenti (Nápoles, 1971), un hombre del mundo de la moda, consagrado en Vogue, asiduo de Calvin Klein y que maneja la desnudez de los modelos como pocos.
"Al principio pensé que iba a hacer fotos muy sexys ", decía vestido en vaqueros y camisa a cuadros durante la rueda de prensa ayer en el Hotel Astoria de Nueva York, "pero cuando llegamos a Córcega [escenario del calendario] me di cuenta que no quería que fueran solo sexys", confesaba, sin apuntar mucho más para no romper la magia de las imágenes que se han hecho públicas hoy.
Sorrenti entra así en el club de fotógrafos que desde el año 1964 lleva encargando la marca de neumáticos y que solo reciben 20.000 selectos clientes cada año.
Antes fueron, entre otros, Richard Avedon, Peter Lindbergh, Mario Testino, Terry Richardson, Annie Leibovitz y el modista Karl Lagerfeld en la última edición, muy espectacular en el resultado, pero alejado de la línea fotográfica no escrita del calendario que lo llevó a incluir desnudos masculinos y demasiados adornos
. Con Sorrenti, el primer italiano que firma el almanaque de una marca tan italiana como Pirelli, las fotografías vuelven a su sitio, donde la belleza de quien posa es lo que resalta, no la parafernalia y el delirio del artista.
La otra lectura es la de las modelos
. Este año no ha faltado Kate Moss, que firma su tercera aparición, tras las ediciones del 1994 y 2006. Así la top británica, un par de semanas después de su boda, se puso otra vez delante del objetivo de la que fuera su pareja, y quien firmó varios de sus desnudos más memorables.
La presencia de Milla Jovovich también imprime esa vuelta a la esencia del calendario, con la belleza sin mucho artificio como máxima, y de la que nadie puede dudar que tienen Rinko Kikuchi, Saskia de Brauw, Joan Smal, Isabeli Fontana (la más veterana, con su quinta aparición en un pirelli), Lara Stonebeing, Guinevere Van Seenus, Edita Vilkeviciute o Malgosia, que forman parte de este calendario de lujo, una de las mejores campañas de publicidad anuales de algo sin ningún glamour como pueden ser unos neumáticos.

A la mar voy todavía A Luis Hernández Alfonso, en Madrid

Dime tú, mar, ahora ¿a qué naranja
he de tender mi frente?
¿Debo arrancar de cuajo tus arenas,
golpear tus rumores,
escupir tus espumas,
matar tus olas de gallina de oro
que sólo ponen huevos de esperanza?
La paz te he suplicado y me la niegas,
mi ternura te ofrezco y no la quieres.
Pero algo he de pedirte todavía:
que no hagas naufragar a mi palabra
ni apagar el amor que la mantiene.

Aún mi mano en la mar, así lo espero.

Poemas de Pedro García Cabrera

Árbol amigo, tu sombra es una mano de ternura
abierta y derramada. Tan alto y te nace a los pies
a ras de hierba, dándole sin mirar,
isla de la frescura y el beso de paloma,
toda semblante de hoja seca y no obstante
maternal hasta el fondo con la tela de araña,
con el rencor de los trozos de vidrio,
con la hebra sin fin de las hormigas
y mi propia ballesta de deseos
que ha crecido en tus brazos,
y latido en tus savias
y dormido en tus frutos
dulces como los senos del amor y del mar,
Ahora estoy tendido bajo tu sombra
y te oirás mi sangre
como te oyes el viento derramar tus madejas
y un posarse de pájaros en tu raíz de bosque.
Tan alto como estás y no te olvidas
de que tienes un poco del destino del hombre,
de que fluyas en el alma del tiempo,
que es verde por ser tuyo, porque tú te has hecho rama a
[rama,
hoja por hoja, pecho y espalda de propia vida.
Árbol amigo, ahora que tan juntos no hemos encontrado
¡qué pena que no tengas
el silencio interior de mi alegría!
(Rescate del hombre, Tacoronte 4-IX-49)