La pantalla partida de la emisión de TVE mostraba una calle llamada Ferraz, donde todo era soledad, desamparo en la sede del partido socialista. Fiestón en la del Partido Popular.
Los altavoces se llenaban de éxitos populares de los noventa como Saturday night. Probablemente desafiaban los límites de decibelios impuestos por el Ayuntamiento, pero también era una derrota histórica al Gobierno que había que celebrar.
Sí, la mejor fiesta del verano fue el domingo pasado a las puertas del Partido Popular.
Twitter enardecía: "Confirman: DJ Pulpo está pinchando en Génova". En Buenos Aires, ciudad donde escribo estas líneas, no se hablaba de otra cosa. "Cómo son los españoles, que al borde del default -como ellos llaman lo que nos está pasando- se pegan una superfiesta".
En las televisiones los escaños subían, y en la calle Génova la música ya era una galopante marcha brasileña. Y nacía una estrella. No, no el presidente que todos ya sabíamos que lo sería.
No, la nueva estrella era esa persona capaz de transformar la lluvia en un subidón musical a pie de calle y de urna, capaz de devolvernos a todos el espíritu bailón.
Ese hombre, ese nombre para no olvidar: DJ Pulpo.
Durante una conversación en la cadena Ser, Pulpo atendió a los tertulianos latinoamericanos mientras pasaba a recoger a su hija en su colegio.
Los tertulianos se mordieron la lengua para no preguntar si era público o privado el colegio de su hijita. DJ Pulpo se manifestó encantador, simpático y sobreviviendo su propio éxito con familiaridad. "No me gusta el término dj, prefiero animador, y eso fue lo que me propuse con la música en Génova: animar este momento crucial, este nuevo cambio. Además, la palabra dj me parece... poligonera".
Es lo que tienen las estrellas, te hacen ver cosas que están allí y no alcanzas a determinarlas. Asumir una palabra extranjera, como dj, como Smartphone, como default, es hortera, periférico, no de centro, y mucho menos de centro derecha.
"Muchos critican este tipo de música", continuaba DJ Pulpo en la entrevista, "pero cuando echas Saturday night, la pista se llena a rebosar". En efecto, los fiesteros de los noventa, que en dos semanas serán ministros, recordarán que esa canción llevaba adherido un bailecito que tomaba gestos prestados a las coreografías de Grease y a la de los hipopótamos en Fantasía, de Walt Disney.
DJ Pulpo aprovechó su intervención para explicar que también había participado activamente en las JMJ, como prefiere llamar a las Jornadas Mundiales de la Juventud que rodearon la última visita del Papa.
Toda su entrevista demostró el verdadero triunfo del partido vencedor: han perfilado ese votante que no simboliza lo conservador. Ni lo contrario. Respeta sus valores: es padre sin reproducción asistida, católico, pero flexible, trabaja en algo nuevo, es un pelín cool. Y casi no usa gel fijador. Se preocupa, pero sabe animarse. "Con mis amigos sociatas salgo de copas", confesó encantado.
Quizá aturdido por los éxitos de DJ Pulpo, el monarca se encontró bruscamente con una puerta en palacio, acuñando un nuevo término para la Casa del Rey: "Percance doméstico".
Hay que entenderlo: si algo hay en un palacio son puertas y gente detrás de ellas. El rostro del Rey amoratado y sin maquillaje, su autoestima es así, se convirtió en todo el mundo hispano en la imagen de un país en crisis. Y una especie de mal augurio tanto para inversores como para ministros entrantes.
Durante la entrega de las medallas a las Bellas Artes, el monarca apareció con unas amplias gafas de sol Carrera, gafas que ya estaban súper en tendencia tanto en Madrid como en Buenos Aires y que denotan que existe un estilista en palacio, a lo mejor detrás de otra puerta. Algunos de los condecorados expresaron su deseo de recibir la medalla con anteojos similares.
Hubiera sido un Caiga quien caiga muy especial.
Buenos Aires hoy es una fiesta consumista inagotable, todas estas noticias parecen aburridas. "Qué pesados los europeos con la crisis", afirma una editora porteña. "Como nunca han vivido una, están desconcertados. Aquí entramos y salimos de ellas como si fueran vestidos".
Allí lo que les interesa es que sus guapísimos tenistas derroten a los españoles en la Copa Davis. Y desde sus calles adornadas por las jacarandas, árboles que se pueblan de una hoja lila en la primavera austral, es inevitable ver todo lo nuestro como un guion surrealista.
Angela Merkel enviando telegramas a Rajoy y a todos los nuevos presidentes, cuando lo suyo es que se emplee a fondo con Twitter o Whatsapp, que creemos son gratis.
Un Rey amoratado, recibiendo atención del Samur, obligado a aceptar la fórmula magistral del copago por la atención médica recibida.
Fuera, en la calle, no paran de sonar cansinamente los villancicos interpretados por el coro de Moody's, que ponen un fastidioso fondo musical al percance doméstico, real y surreal.