Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

30 oct 2011

Andrés Calamaro Nos volveremos a ver

DEBO de ser el único que en vez de extender su blog lo apaga.

DEBO de ser el único que en vez de extender su blog lo apaga.
Cuánto miedo a decir "el único". Cuánto afán de enraizarse en todos los pareceres, para no soliviantar a ninguno.
Yo he oído a X criticar la obra de Z y luego le leo la alabanza. A lo que iba: que voy acortando la estela de este diario virtual, conforme lo voy salvando de las miradas anónimas. Vaivén del propio escritor: el aterrorizado por los rostros, escribe para atravesar cualquiera.
 Se exhibe y se repliega.
 Cuánta hipocresía la de aquellos que tildan este oficio de exhibicionista.
 O cuánta ignorancia clínica, pues el exhibicionismo no va por la figura que emerge de una escritura. El exhibicionista es analfabeto de su cuerpo -por eso lo muestra- y la escritura es conciencia de cuerpo, virtual como este espacio, apagamiento y sed de trascenderse.
 A lo que iba: conforme lo paso a limpio, mengua la estela de los días; se queda el diario a la vista en la medida del último año transcurrido.


Publicado por José Carlos Cataño

El cine frustrado de Gabo y Buñuel

"Para Don Luis, cordialmente...". Don Luis era Buñuel. El autor de la dedicatoria, Gabriel García Márquez.
Dos genios del siglo XX. El objeto en cuestión: una sinopsis de comedia entre alegre, surrealista y ligera titulada Es tan fácil que hasta los hombres pueden. ¿El deseo del autor? Seducir al maestro para que la rodara. ¿El resultado? Papel mojado.






Según Javier Herrera, se trataba de un proyecto muy feminista Luis Alcoriza fue el lazo de unión entre el cineasta y el escritor



La copia inédita reposa en el archivo del cineasta, hoy en la Filmoteca La historia, sin pretensiones, estaba dedicada a Janet Riesenfeld

Pero existió. Y la copia inédita reposa en el archivo del cineasta que ahora custodia la Filmoteca Española. Javier Herrera, bibliotecario y experto en Buñuel, que ya dio cuenta de su existencia en la revista Litoral, lo ha estudiado ahora a fondo y ha llegado a una clara conclusión.
"Es muy probable que intentaran hacer algo juntos", asegura. Una pena que no surgiera.



Corría el año 1962. Gabriel García Márquez no era todavía Gabriel García Márquez para el mundo. Había publicado un par de novelas, La hojarasca y El coronel no tiene quien le escriba, un puñado de cuentos y trabajaba por entonces en La mala hora. Se ganaba las gachas con encargos que iban desde el destajo periodístico a los guiones de cine. Buñuel, en cambio, ya era Buñuel. Desprendía de lejos y de cerca esa estela mítica donde se adivinaba al iconoclasta irredento. Era toda una leyenda a quien veneraban los jóvenes talentos del momento a ambas orillas del Atlántico. Vivía exiliado por entonces en México, el país más surrealista del mundo, según su amigo André Breton, donde le dejaban hacer el cine que le daba la gana.



Ambos compartían vino, dry martinis, comidas, tertulias y amigos como Carlos Fuentes o Luis Alcoriza. Este último, guionista de Buñuel durante toda la etapa mexicana, fue el nexo cinematográfico. Con él, García Márquez también trabajó a fondo.



La historia era sencilla y sin pretensiones. García Márquez se la había dedicado a Janet Riesenfeld, la esposa de Alcoriza, para quien seguramente había imaginado uno de los tres papeles femeninos protagonistas: tal vez el de Licha, "la más guapa", señala él mismo en la sinopsis.



Empieza así: "Tres chicas guapas, alegres, emprendedoras, que, a pesar de ser primas hermanas no se conocen entre sí ,llegan a la capital desde distintos lugares de provincia, ilusionadas con la noticia de que su tío solterón les ha dejado una herencia...".



Las muchachas han dejado casi todo y se han metido en préstamos pensando que iban a heredar el dorado. Pero caen del burro cuando comprueban su fortuna. Una gasolinera cochambrosa, situada, para colmo, en una calle de escaso tránsito. Según Herrera, se trataba de un proyecto muy feminista: "El propio título lo indica". El desarrollo también. Porque las chicas sacan el negocio adelante mediante todo tipo de follones, triquiñuelas y hasta escándalos públicos.



Resulta una incógnita irresoluble para el arte universal lo que hubiera salido de aquella combinación.
 La posteridad y sus admiradores en todo el mundo puede que hoy lamenten que no llegara a concretarse.
El cineasta lo guardó en su archivo, todo un síntoma. Pero por aquel entonces andaba metido en El ángel exterminador.



Ahora, en manos de Buñuel, aquella historia disparatada propuesta por el escritor colombiano podía ser oro. Además de El ángel exterminador, don Luis vivía la promoción de otro de sus éxitos internacionales y sus coqueteos con un deseado regreso a España. Respecto a eso, el historiador de cine Román Gubern recuerda todavía cuál fue la reacción de Ricardo Muñoz Suay cuando recibió el guion de aquella película en cuestión, la que le proporcionaría parte de sus sueños:
 "Es una historia blanca sobre una novicia. Me parece una mierda, pero siendo de Luis, la película estará muy bien". Era Viridiana.



Quien sí lamenta que no cuajara lo de García Márquez es Carlos Fuentes.
 "En el caso de Buñuel, hacer una lista de lo que no hizo supone sumar más cosas de las que hizo", asegura. "Él fue una gran influencia para nosotros, sobre todo en Gabo y en mí, que íbamos a verlo constantemente".



Sin olvidar a Alcoriza, quien fue el absoluto lazo de unión. Cuando García Márquez recaló en México, el guionista y director español le ayudó mucho. Aterrizó en el país latinoamericano al estallar la guerra.
Escapó al sentirse señalado por pertenecer a una familia de cómicos de la legua con fuertes convicciones republicanas.
Una vez en México destacó como actor y se hizo famoso al interpretar a Jesucristo -cosa nada habitual en la época, algo cercano al sacrilegio para muchos- en María Magdalena, pecadora de Magdala y Reina de reinas: la virgen María.



Como guionista fue fundamental en la etapa mexicana de Buñuel. Javier Herrera lo resalta: "Era un gran dialoguista, conocedor del habla de los bajos fondos. Algo crucial para Buñuel, porque en México estuvo demasiado encerrado, no se llegó a adaptar y desconocía esos ambientes".



Pero allí estaba Alcoriza para dar voz y habla a las criaturas desheredadas de Los olvidados, a la cegadora neurosis del celoso en Él y a los aterrados burgueses de El ángel exterminador. "Siempre reconoció a un padre en Buñuel, un maestro en la vida y en su trabajo, pero, después, en su cine, llegó a ser mucho más radical en ciertos aspectos que su mentor", apunta Herrera.



Si Buñuel era padre, García Márquez fue hermano. Y siempre tiraba de ambos para que le alumbraran con ideas y sugerencias.
Alcoriza debió alentar a fondo la idea de que colaboraran juntos. Otro rastro descubierto por Herrera ha sido la huella que los dos dejaron en otro proyecto fallido: la adaptación de La casa grande, una novela de Álvaro Cepeda Samudio, amigo de García Márquez.



En el cuaderno donde Alcoriza, cuyo archivo también está en la Filmoteca, desarrolla la historia, el cineasta anota: "Hemos pensado que la obra debe pasar por manos de Buñuel, que haga una crítica severa, pero no gratuita, sino sugiriendo soluciones o mejoras. Lo mismo sucede con Gabo, creador de ese mundo. Tiene que leerla y dar opiniones e ideas. Él mismo se ofreció de motu propio.
 Es más, creo que sería magnífico que en un momento oportuno, cuando las cosas empiecen a caminar solas, vaya a Barcelona 3 o 4 días para hablar largamente con él y mejorar el guion".

29 oct 2011

La Europa que quiere Merkel

Ni Unión Europea, ni Unión Monetaria, ni Europa de Transferencias. Esa es la radiografía del Viejo Continente. En la UE cada uno va a su aire, ninguno de sus miembros transfiere ningún tipo de soberanía y acuden sólo a Bruselas en busca de dinero o como chivos expiatorios. En la Unión Monetaria, tres cuartas partes de lo mismo: cada país hace lo que le da la gana con sus presupuestos y no acepta supervisiones externas. Y en la Europa de Transferencias unos –los ricos, con Alemania a la cabeza- pagan resignados por los errores y los fastos de otros.

Alemania quiere, de una vez por todas, cambiar Europa. Y lo va a hacer obligada no sólo  por los momentos dramáticos que vivimos sino, sobre todo, por un Tribunal Constitucional que el pasado 7 de septiembre estableció que el Parlamento federal tiene que controlar todas y cada una de las decisiones en materia comunitaria del gobierno y muy específicamente aquellas que  suponen  gastos extra. Ese Bundestag se ha convertido –independientemente de quien gobierne hoy o en el futuro- en el auténtico defensor de los intereses de los contribuyentes germanos, quienes no darán un euro sin tener constancia que  será muy bien empleado y no regalado a quien no lo merece. Desde hace menos de dos meses, la República Federal se ha convertido en la democracia parlamentaria más fuerte de toda Europa.
Y esto es lo que obliga a la canciller Merkel (y, eventualmente, a su sucesor o sucesores) a imponer al resto de sus socios la llamada Cultura de la Estabilidad. Por su propio bien y por el egoísmo alemán. “A Alemania no le puede ir bien si Europa va mal -decía ayer la canciller en el pleno del Bundestag-. Por eso se hace preciso extender esa Unión de la Estabilidad”. Un primer paso es la introducción del límite legal de la deuda pública en las constituciones de todos los países de la eurozona. Algo que España ha hecho con una rapidez asombrosa y elogiable, como ha reconocido en numerosas ocasiones la canciller. El problema es que no hay en estos momentos mecanismos legales suficientes para sustentar este nuevo diktat alemán.
Esto explica por qué Merkel ha mencionado ya en varias ocasiones en estos últimos días que hay que cambiar los Tratados de la Unión. Nadie parece haberse dado cuenta de la trascendencia de esta iniciativa de Berlín. Se trata de modificar el Tratado de Lisboa, actualmente en vigor, añadiendo nuevos textos legales con instrumentos que ya han sido esbozados, además de por Merkel, por el ministro de Hacienda, Wolfgang Schäuble, el de Exteriores, Guido Westerwelle y el de Economía, Phillip Rössler, que es también el vicecanciller.
Delitos, castigos y nuevos Comisarios
Lo más urgente e inmediato es convertir el mecanismo de estabilidad del euro en un ente mucho más ejecutivo, que se pueda transformar, además de en una especie de Fondo Monetario Europeo -y si fuera preciso-, en un policía que investigue las cuentas de los socios díscolos, les obligue a declararse insolventes, les quite el derecho de voto en las reuniones comunitarias y les lleve, en último término, ante el Tribunal Europeo de Justicia como si fueran un estado delincuente. No se ha hecho hasta ahora con Grecia, pero se supone que puede servir de ejemplo la humillación que le supone a Atenas someterse cada tres meses a las inspecciones de la troika de la UE, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo
Esto explica por qué Merkel ha insistido tanto en la idea de crear un escudo protector o una muralla de defensa contra estos países cuyas cuentas públicas son un disparate. En la Europa de la Estabilidad habrá ghettos en los que se encerrará a los países que no se atengan a las normas comunes para evitar los efectos contagio. Y a esos países problemáticos ya no les comprará más deuda el BCE, quien deberá volver a la ortodoxia monetaria y a vigilar sólo la inflación. No interesa la posición discrepante de Francia al respecto.
En paralelo al mecanismo reforzado de estabilidad las autoridades alemanas han hablado ya en varias ocasiones de la figura del Comisario del Ahorro, el Sparkommissar, quien tendría un papel importante en esa vigilancia intensiva del nuevo espacio europeo. Esta figura despierta las simpatías de muchos alemanes temerosos de la hiperinflación y que exigen al gobierno alguna contraprestación al hecho de que su futuro y el de sus hijos y nietos se va a ver hipotecado con las ayudas previstas a los socios periféricos y el crecimiento brutal del endeudamiento de la República Federal.
El Elíseo, un aliado necesario
Dentro de este plan de actuación a corto y medio plazo, Alemania, aunque sólo sea para guardar las formas, tiene que contar con Francia. Ya no tanto con Sarkozy, quien a menos de siete meses de las elecciones presidenciales se da ya por amortizado, sino con el Elíseo como institución. Los gobiernos de París y Berlín se han comprometido en estrechar su gestión económica conjunta en los próximos meses  para hacer más creíble la idea de un gobierno económico europeo que tantos resquemores causa en algunos de los socios europeos, temerosos de ceder más soberanía.
Es esta la condición sine qua non para que Europa pueda tener algún día cosas tan evidentes como necesarias: un ministro europeo de Finanzas que trabajará, mano a mano, con el Comisario Europeo del Ahorro y la Estabilidad. Una Deuda Pública Europea. Una Agencia Europea de Rating. Unos políticos capaces de tomar decisiones en el momento en que son precisas. La alternativa, ya se sabe: el fin de la moneda única y/o la desaparición o la fragmentación definitiva de este proyecto cada vez más anquilosado que conocemos como Unión Europea.