Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

11 oct 2011

Esa antigualla de Montesquieu AGUSTÍN RUIZ ROBLEDO

La división de poderes no parece que le guste demasiado a nuestros políticos. Posiblemente piensen que como Montesquieu murió en 1775, su teoría no sirve hoy día para atender las necesidades del pueblo, por el que tanto se desviven, siendo suficiente con celebrar elecciones libres periódicamente.
 Por eso, aprueban siempre que pueden leyes que, retorciendo el significado de la Constitución, les permitan socavar la independencia del Poder Judicial. Sin duda, la más importante de ellas es la forma de elección de los 12 magistrados del Consejo General del Poder Judicial que, si a principios de la década de 1980 eran elegidos por los propios jueces (con un injusto sistema mayoritario, por cierto), desde 1985 son elegidos por las Cortes.
 Así que, primero, los designan entre el PSOE y el PP y después se reúnen Zapatero y Rajoy para consensuar el nombre del presidente del Consejo.
Bien mirado, no deja de ser una forma de dividirse el poder.





Si los militares cuelgan sus uniformes para entrar en política, los jueces deben colgar sus togas

Pero los buenos políticos siempre encuentran oportunidades de echarle una paletada de tierra a Montesquieu, como en este final de legislatura: aprovechando que la ley de agilización procesal pasaba por el Senado, han modificado la Ley Orgánica del Poder Judicial para permitir que los jueces que ocupen cargos políticos pasen a la situación administrativa de servicios especiales, que es tanto como decir que cuando se van a la política se les guarda la plaza que tuvieran y que cuando retornan se les cuentan los años que han estado fuera como si hubieran estado en activo, así que ni se retrasan en el escalafón ni pierden trienios. Las asociaciones de jueces han criticado con dureza esta reforma alegando que deteriora la independencia de la justicia y su imagen de imparcialidad.



Jueces para la Democracia ha señalado agudamente que se trata de una reforma "inexplicable", tanto que la LO 12/2011, de 22 de septiembre, no contiene exposición de motivos. Por mi cuenta, añado que esa falta de explicación está en todo el procedimiento legislativo: el proyecto de ley de agilización procesal entró en el Pleno del Senado el 13 de septiembre (es decir, en el último momento de un proceso que empezó en el Congreso el 11 de marzo de 2011) sin llevar una sola referencia a la reforma de la LOPJ y cuando salió el 14 ya tenía una disposición final en que se le añadía la nueva redacción del artículo 351 de la LOPJ y una disposición transitoria para darle efectos retroactivos.



¿Cómo lo consiguieron sus excelencias? Lo hicieron aprovechando que el artículo 125 del Reglamento del Senado permite que, de común acuerdo, todos los grupos del Senado puedan introducir "modificaciones" (es decir, pequeños cambios inferiores a una enmienda) a una ley.
 Y como todos estaban de acuerdo, pues todos tienen jueces en sus filas, no hubo necesidad de debate; de tal forma que el único rastro que se encuentra en el Diario de Sesiones es la aprobación por asentimiento de unas crípticas "propuestas de modificación con números de registro 68730 y 68731".



Su contenido no se supo hasta que se publicó en el Boletín del Congreso del 20 de septiembre, donde apareció sin el correspondiente "mensaje motivado" del Senado que exige el artículo 90 de la Constitución. Tampoco mereció una sola referencia en el Pleno del Congreso del 22 de septiembre; 343 votos a favor, una abstención, ninguna explicación. ¿Pero por qué hay que explicar lo evidente y entretener al pueblo con temas abstrusos?, diría alguno de los muchos políticos que han considerado que el 15-M no estaba falto de razón en sus críticas a la opacidad de la política. Con el mismo desparpajo podría zafarse de la pregunta, ¿pero modificar una ley orgánica en el último segundo, aprovechando una ley ordinaria, no contradice la jurisprudencia del Tribunal Constitucional que exige que haya una conexión material entre las enmiendas y la ley (STC 119/2011)? Hombre, diría nuestro político, me extraña que no vea la conexión entre una ley de agilización procesal y la nueva forma de agilizar el paso de la política a la judicatura.



La Ley Orgánica 12/2011 es inconstitucional por la forma en que se ha tramitado y, además, también lo es por su contenido, ya que viola las prohibiciones que la Constitución establece para los jueces de desempeñar cargos públicos, pertenecer a partidos y presentarse a las elecciones mientras estén en activo (artículos 127 y 70) porque la finalidad de esas prohibiciones es impedir que los jueces participen en política. Y ahora pueden hacerlo igual que los demás funcionarios, sin más limitación que el requisito formal de no tener el carnet de militante.



Un régimen legal de los jueces respetuoso con la Constitución debería ser igual que el establecido para los militares, pues tienen similares prohibiciones constitucionales: si los militares tienen que colgar sus uniformes para entrar en política, los jueces deberían de colgar sus togas.
Sin embargo, la ley dice lo contrario: que cuelguen las togas, pero sin miedo, que no solo se las vamos a guardar, sino que las lavaremos y plancharemos para que cuando vuelvan no se note que llevan años sin usarlas.



Agustín Ruiz Robledo es catedrático de Derecho Constitucional y profesor visitante en el University College de Dublín.

El VOLCÁN

Por fin parece que el volcán ha salido a la superficia, aunque en el fondo del mar.
Eso parece bueno en principio, aunque no sabemos qué consecuencias tendrá para el rico fondo marino de la zona, uno de los más bellos y deseados por los submarinistas.
 Lo que sí está claro es que la isla de El Hierro lleva varios meses en angustiosa espera, sufriendo fuertes temblores de tierra y con el municipio de Frontera muy afectado por la falta de comunicación.
 Que vengan ahora los catedráticos lejanos a decirnos que un volcán es bueno para la isla, mientras él no tiene que ser desalojado de su casa ni ve cómo sus productos agrícolas se pierden por falta de transporte.
 Es verdad que puede que acudan a la isla unos cuantos curiosos, pero ya eso sucedía, pues nada hay más interesante que la belleza de una isla que no necesita cataclismos para estar en el mapa. En realidad, siempre lo estuvo, incluso después que los ingleses de Grenwich le arrebataran el meridiano cero.
 Solo espero que el volcán se desahogue en el mar, que no haga demasiados estropicios, que deje de hacer temblar la tierra y que las autoridades tengan en cuenta los daños habidos en la isla, porque, quiérase o no, es un desatre natural.
 Supongo que no hace falta que remache mi eterna simpatía y solidaridad con la isla de El Garoé.


Emilio González Déniz

10 oct 2011

Proyectada la película rescatada de Hitchcock

EL PAÍS ofrece en exclusiva un fragmento de 'The white shadow', cinta proyectada por primera vez en el festival de cine mudo de Pordenone (Italia).- En la película, ahora restaurada, el cineasta debutó con 24 años como asistente de dirección y escritor .
Dos mellizas británicas, idénticas por fuera y opuestas por dentro: Nancy, sin alma y malvada; Georgina, devota y buena.
Un estadounidense alto, fanfarrón, un poco bobo y bastante ingenuo encuentra a la primera en la nave que la lleva de vuelta a Inglaterra tras un periodo de estudios en París.
 Él se enamora, pero ella -incapaz de sentir amor- juega con él enviando a la hermana a sus citas. Nancy es tan mala y rebelde (siempre vestida con pantalones y el pelo corto a lo chico) que empuja al padre al alcoholismo y a la locura; huye de casa, provoca la muerte de la madre, cuyo corazón no aguanta tanto dolor.


El festival está dirigido por David Robinson, uno de los máximos expertos en Chaplin



Son tres rollos de película de nitrato (43 minutos) el valioso testimonio del primer paso del autor de 'Vértigo' en el cine

Georgina se queda sola y decide buscarla: Nancy está en Londres, con poca ropa y rodeada de hombres se exhibe en el club El gato que ríe. En este punto, The White Shadow se interrumpe.
 Un verdadero dramón, mudo y en blanco y negro, mutilado por el tiempo que se comió la segunda parte de la historia.
Lo que queda, tres rollos de película de nitrato (43 minutos), son el valioso testimonio del primer paso que Alfred Hitchocock dio en el mundo del cine. Rodada en Inglaterra en el verano de 1923, fue firmada por el director Graham Cutts. Sin embargo, en la práctica, su autor fue el joven Hitch (nació en 1899), que acababa de ser fichado por la productora Gainsborough Pictures, donde se ocupaba de todo: guion, bocetos, títulos, escenografías, montaje y ayuda a la dirección.



The white shadow puede considerarse su primera obra.
 Por eso, este verano causó tanta ilusión la noticia de que aquella cinta que se consideraba perdida estaba escondida -al menos en parte- dentro de tres viejas latas propiedad de un coleccionista neozelandés, Jack Murtagh. Revelada y restaurada gracias al esfuerzo conjunto del New Zeland Film Archive, la estadounidense National Film Preservation Foundation y la Academy Film Archive de Los Ángeles, la película, con su blanco y negro desgranado, a veces rosado, a veces embebido de azul tenue, fue proyectada por primera vez la semana pasada en el prestigioso festival de cine mudo en Pordenone, cerca de Venecia.



El festival, dirigido por David Robinson, historiador del cine de renombre internacional y uno de los máximos expertos en Chaplin, sirvió en bandeja a los cinéfilos y a los estudiosos esta joya rescatada del polvo del tiempo.
 Un documento conmovedor y precioso de los primeros pasos del director de Vértigo, Rebeca o Los pájaros, que revela en ciernes muchos de los temas que más tarde centrarán su producción.
Sobre todo la obsesión por una feminidad siempre lacerada, dividida, difícil y nunca apaciguada.
Una mujer que es un ángel por un lado y un demonio por el otro.
Pero el amor suele vencer.
El amor puede solucionar el conflicto.
 Esta primera vez, como muchas otras en las películas de Hitchcock.
El guion nos cuenta cómo acaba la melodramática vida de las dos mellizas: Georgina y el estadounidense entablan una apasionada relación de amor (él sigue pensando que ella sea su hermana Nancy, aquella chica que encontró en la nave desde París), pero ella cae enferma y para ahorrarle un buen golpe a su enamorado, pide a su melliza que la sustituya.
 En cambio, le dona su sombra blanca, es decir su espíritu de ángel.
Georgina muere en el hospital de París; Nancy, malvada redimida gracias al sacrificio generoso de la hermana, goza de la felicidad en Inglaterra con su hombre.

María Dolores Pradera y Carlos Cano - María la portuguesa