4 sept 2011
¿Horror frío? No, horror grotesco
.En la estratégica, sofisticada y abrumadora campaña de promoción con la que Pedro Almodóvar arropa cada una de sus pretendidamente trascendentes películas, desde que surge el proyecto hasta su estreno comercial, sin prisas y sin pausas, administrando implacablemente el tipo de publicidad que necesita en cada momento su mimada criatura, aseguraba el autor, los allegados que habían leído el guion, e incluso el protagonista Antonio Banderas que La piel que habito se adentraba en territorios abisales habitados por un horror frío, cruzaba peligrosas fronteras de difícil retorno, estaba concebida desde el vértigo, iba a ser la película más oscura, obsesiva, arriesgada, densa y subversiva que ha rodado nunca.
La temática del espanto siempre goza inicialmente de prestigio artístico e intelectual, puede suponer un impagable adorno en el florido currículo del autor y demostrar que además de conocer el secreto para hacer reír a los espectadores o remover sus sentimientos, también posee la capacidad para aterrarlos con historias y personajes que abordan los territorios más sombríos y perturbados del cerebro.
O sea, faltaba en su hipercuidada filmografía una de terror.
No terror al uso, por supuesto, el que apela groseramente al susto fácil y se vuelca en el efectismo, sino miedo con el sello del Arte, con mayúsculas.
David Lynch se mueve como un inquietante bailarín de danza experimental en esas tinieblas.
O si hay que buscar referencias más antiguas, queda muy bien que Almodóvar cite como modelo en la rueda de prensa de Cannes que la inspiración de La piel que habito es el lirismo tenebroso y la enfermiza y subyugante atmósfera que chorreaba aquella inclasificable obra maestra de Georges Franju titulada Los ojos sin rostro.
Igualmente, existen pocos directores tan venerados en el cine actual como Michael Haneke, permanente retratista del mal sin aspavientos, de tarados y sádicos, adultos, juveniles e infantiles, que perpetran sin el menor sentido de culpa atrocidades gratuitas.
Otorga mucho lustre el tratamiento de la perversión.
Es una moda muy conveniente y a largo plazo.
Hollywood renueva su historia de amor con Pedro Almodóvar
Boyero en Cannes: "La piel que habito' provoca risa sin querer"
El crítico de EL PAÍS comenta desde Cannes su impresión del nuevo filme de Pedro Almodóvar - GREGORIO BELINCHÓN
Dirección: Pedro Almodóvar.
Intérpretes: Antonio Banderas, Elena Anaya, Marisa Paredes, Jan Cornet, Blanca Suárez, Roberto Álamo.
Género: horror. España, 2011.
Crítico de cine y columnista de EL PAÍS.
La noticia en otros webs
•webs en español
•en otros idiomas
Impone a Banderas el hieratismo, ni gestos ni manifestar emociones
Qué pesados los que se han propuesto ejercer todo el rato de creadores
La temática del espanto siempre goza de prestigio artístico
Existe algo patético en provocar risa con situaciones que quieren ser trágicas
Los personajes tenebrosos, a los que ha pillado tanta afición últimamente el cine de Almodóvar, no me resultan particularmente estimulantes. Recuerdo con más desidia que temblores al retorcido transexual que seduce a todo cristo y transmisor del sida a una monjita que interpreta el nada creíble Toni Cantó en Todo sobre mi madre; también al artero millonario (encarnado sin aparente esfuerzo por José Luis Gómez) de Los abrazos rotos, y a los curas violadores y brutales y el travesti asesino de La mala educación. Pero en La piel que habito la inmersión en la sicopatía es absoluta.
Y en mi caso, los resultados de ese buceo pavoroso que se ha propuesto el autor me resultan más cómicos que trágicos, desprovistos de la mínima sombra de perturbación. Existe algo profundamente patético en provocar la risa con situaciones, diálogos y personajes que pretenden ser trágicos, complejos, torturados y feroces.
Aunque el que no se consuela ante los grotescos desvaríos de su director amado es porque no quiere.
En el estreno de esta película en el festival de Cannes, se escuchaban risas en esos momentos doloridos supuestamente trascendentes
. Posteriormente, esos admiradores tan intuitivos atribuían esas risas a la mezcla de surrealismo, comicidad y drama que constituye el fascinante universo de Almodóvar.
Yo me atrevería a jurar que en esta ocasión el asunto pretende exclusivamente ir en serio, desprender horror, claustrofobia y suspense, pero involuntariamente eso se transforma en comedia bufa.
No he tenido oportunidad de revisar esta película desde que la padecí hace varios meses en la última edición de Cannes.
Recurro por ello a la hastiada memoria.
Y no existe una sola imagen que se haya incrustado agradecidamente en ella. Almodóvar utiliza inicialmente la idea y el planteamiento de la novela de Thierry Jonquet Tarántula, pero su identificable personalidad se mueve por libre al poco tiempo. Y con resultados caóticos. Describe la venganza de un cirujano plástico contra alguien que le privó de lo que más amaba. Imagínense lo que le pueden ayudar sus conocimientos profesionales para consumar su odio.
El tipo va de rarito, de verdugo al que no se le altera nunca el gesto, la voz ni el sentimiento aunque esté ejecutando salvajadas.
Pero cuando conozcan a la madre y al hermanastro brasileño, el galeno zumbado hasta les parecerá normal. Los disparates se acumulan.
Y el énfasis expresivo.
Y la vana pretensión de contagiar al espectador un espanto que solo existe en las intenciones de su creador.
Impone a Banderas el hieratismo, no hacer el mínimo gesto ni manifestar emociones, una mezcla de lo que pretendían lograr con sus actores y actrices Jean Pierre Melville y Robert Bresson
. En el caso de los maestros franceses, esa impuesta sobriedad expresiva servía para algo frecuentemente fascinante.
La tantas veces atractiva actriz Elena Anaya aquí utiliza sobre todo la expresión corporal en su acorralado personaje.
Vi con fastidio esta película, pero al recordarla todavía es peor. Y me ocurre lo mismo con las últimas obras de este hombre, con las relamidas, enfáticas, hinchadas, seudoartísticas, inútilmente retorcidas y cansinas Hable con ella, La mala educación y Los abrazos rotos.
El desgarro, la gracia, el talento y la frescura de Volver, auténtica tragicomedia, alcanza el valor de un irrecuperable oasis.
El artista internacional debe de estar convencido de que la comedia ya no le sirve para demostrar su inabarcable genio, la profundidad de su pensamiento, la belleza de su estilo, la complejidad de su universo.
Qué pesados los que se han propuesto ejercer todo el rato de creadores, empeñados en que se note en cada plano y en cada diálogo, vender sin tregua una imagen impostada.
CARLOS BOYERO
Nunca coincido con Boyero en ninguna crìtica, si el dice A yo ya había dicho B.
Leo su crítica solo para reafirmarme de lo que digo.
Es una buena película, lleva la firma de Amodovar pretendiendo no parecerse a ninguna otra.
No es una imagen impostada es mas compleja de lo que se puede pensar y realmente sea uno seguidor o no de Almodovar debe verse.
La temática del espanto siempre goza inicialmente de prestigio artístico e intelectual, puede suponer un impagable adorno en el florido currículo del autor y demostrar que además de conocer el secreto para hacer reír a los espectadores o remover sus sentimientos, también posee la capacidad para aterrarlos con historias y personajes que abordan los territorios más sombríos y perturbados del cerebro.
O sea, faltaba en su hipercuidada filmografía una de terror.
No terror al uso, por supuesto, el que apela groseramente al susto fácil y se vuelca en el efectismo, sino miedo con el sello del Arte, con mayúsculas.
David Lynch se mueve como un inquietante bailarín de danza experimental en esas tinieblas.
O si hay que buscar referencias más antiguas, queda muy bien que Almodóvar cite como modelo en la rueda de prensa de Cannes que la inspiración de La piel que habito es el lirismo tenebroso y la enfermiza y subyugante atmósfera que chorreaba aquella inclasificable obra maestra de Georges Franju titulada Los ojos sin rostro.
Igualmente, existen pocos directores tan venerados en el cine actual como Michael Haneke, permanente retratista del mal sin aspavientos, de tarados y sádicos, adultos, juveniles e infantiles, que perpetran sin el menor sentido de culpa atrocidades gratuitas.
Otorga mucho lustre el tratamiento de la perversión.
Es una moda muy conveniente y a largo plazo.
Hollywood renueva su historia de amor con Pedro Almodóvar
Boyero en Cannes: "La piel que habito' provoca risa sin querer"
El crítico de EL PAÍS comenta desde Cannes su impresión del nuevo filme de Pedro Almodóvar - GREGORIO BELINCHÓN
Dirección: Pedro Almodóvar.
Intérpretes: Antonio Banderas, Elena Anaya, Marisa Paredes, Jan Cornet, Blanca Suárez, Roberto Álamo.
Género: horror. España, 2011.
Crítico de cine y columnista de EL PAÍS.
La noticia en otros webs
•webs en español
•en otros idiomas
Impone a Banderas el hieratismo, ni gestos ni manifestar emociones
Qué pesados los que se han propuesto ejercer todo el rato de creadores
La temática del espanto siempre goza de prestigio artístico
Existe algo patético en provocar risa con situaciones que quieren ser trágicas
Los personajes tenebrosos, a los que ha pillado tanta afición últimamente el cine de Almodóvar, no me resultan particularmente estimulantes. Recuerdo con más desidia que temblores al retorcido transexual que seduce a todo cristo y transmisor del sida a una monjita que interpreta el nada creíble Toni Cantó en Todo sobre mi madre; también al artero millonario (encarnado sin aparente esfuerzo por José Luis Gómez) de Los abrazos rotos, y a los curas violadores y brutales y el travesti asesino de La mala educación. Pero en La piel que habito la inmersión en la sicopatía es absoluta.
Y en mi caso, los resultados de ese buceo pavoroso que se ha propuesto el autor me resultan más cómicos que trágicos, desprovistos de la mínima sombra de perturbación. Existe algo profundamente patético en provocar la risa con situaciones, diálogos y personajes que pretenden ser trágicos, complejos, torturados y feroces.
Aunque el que no se consuela ante los grotescos desvaríos de su director amado es porque no quiere.
En el estreno de esta película en el festival de Cannes, se escuchaban risas en esos momentos doloridos supuestamente trascendentes
. Posteriormente, esos admiradores tan intuitivos atribuían esas risas a la mezcla de surrealismo, comicidad y drama que constituye el fascinante universo de Almodóvar.
Yo me atrevería a jurar que en esta ocasión el asunto pretende exclusivamente ir en serio, desprender horror, claustrofobia y suspense, pero involuntariamente eso se transforma en comedia bufa.
No he tenido oportunidad de revisar esta película desde que la padecí hace varios meses en la última edición de Cannes.
Recurro por ello a la hastiada memoria.
Y no existe una sola imagen que se haya incrustado agradecidamente en ella. Almodóvar utiliza inicialmente la idea y el planteamiento de la novela de Thierry Jonquet Tarántula, pero su identificable personalidad se mueve por libre al poco tiempo. Y con resultados caóticos. Describe la venganza de un cirujano plástico contra alguien que le privó de lo que más amaba. Imagínense lo que le pueden ayudar sus conocimientos profesionales para consumar su odio.
El tipo va de rarito, de verdugo al que no se le altera nunca el gesto, la voz ni el sentimiento aunque esté ejecutando salvajadas.
Pero cuando conozcan a la madre y al hermanastro brasileño, el galeno zumbado hasta les parecerá normal. Los disparates se acumulan.
Y el énfasis expresivo.
Y la vana pretensión de contagiar al espectador un espanto que solo existe en las intenciones de su creador.
Impone a Banderas el hieratismo, no hacer el mínimo gesto ni manifestar emociones, una mezcla de lo que pretendían lograr con sus actores y actrices Jean Pierre Melville y Robert Bresson
. En el caso de los maestros franceses, esa impuesta sobriedad expresiva servía para algo frecuentemente fascinante.
La tantas veces atractiva actriz Elena Anaya aquí utiliza sobre todo la expresión corporal en su acorralado personaje.
Vi con fastidio esta película, pero al recordarla todavía es peor. Y me ocurre lo mismo con las últimas obras de este hombre, con las relamidas, enfáticas, hinchadas, seudoartísticas, inútilmente retorcidas y cansinas Hable con ella, La mala educación y Los abrazos rotos.
El desgarro, la gracia, el talento y la frescura de Volver, auténtica tragicomedia, alcanza el valor de un irrecuperable oasis.
El artista internacional debe de estar convencido de que la comedia ya no le sirve para demostrar su inabarcable genio, la profundidad de su pensamiento, la belleza de su estilo, la complejidad de su universo.
Qué pesados los que se han propuesto ejercer todo el rato de creadores, empeñados en que se note en cada plano y en cada diálogo, vender sin tregua una imagen impostada.
CARLOS BOYERO
Nunca coincido con Boyero en ninguna crìtica, si el dice A yo ya había dicho B.
Leo su crítica solo para reafirmarme de lo que digo.
Es una buena película, lleva la firma de Amodovar pretendiendo no parecerse a ninguna otra.
No es una imagen impostada es mas compleja de lo que se puede pensar y realmente sea uno seguidor o no de Almodovar debe verse.
3 sept 2011
De nada sirve mirar atrás
para dar una explicación,más o menos sensata,a todo cuanto te he escrito.
Lo hice porque fue la pena tanta de saber que volabas por el cielo de esa isla desierta,que perdí, por ti, el juicio
y gané, recitando versos, fuerzas para buscar y alcanzar la tierra en la que, vaya locura, tus sueños deduje que nunca se apagaban.
Y, aún hoy, por esos caminos sigo sintiendo y deambulando,persiguiendo la luz de tu amor
y dándome de bruces con el fracaso insoportable de todo lo contrario.
Así que padezco de mal de versos
porque ni me quedan fuerzas
ni sé Mariposa de donde es tu reino.
para dar una explicación,más o menos sensata,a todo cuanto te he escrito.
Lo hice porque fue la pena tanta de saber que volabas por el cielo de esa isla desierta,que perdí, por ti, el juicio
y gané, recitando versos, fuerzas para buscar y alcanzar la tierra en la que, vaya locura, tus sueños deduje que nunca se apagaban.
Y, aún hoy, por esos caminos sigo sintiendo y deambulando,persiguiendo la luz de tu amor
y dándome de bruces con el fracaso insoportable de todo lo contrario.
Así que padezco de mal de versos
porque ni me quedan fuerzas
ni sé Mariposa de donde es tu reino.
Carlos Fuentes: "No sé lo que está pasando. El mundo se transforma"
El escritor mexicano presenta en Barcelona sus dos últimos libros y aboga por la despenalización de la droga .
En 2004, Carlos Fuentes presentó un libro, recopilación de artículos periodísticos, titulado Contra Bush.
Las cosas estaban claras: era el momento álgido de la protesta contra la invasión de Irak, ordenada por el entonces presidente norteamericano, y el escritor mexicano se despachaba a gusto contra el líder del Trío de las Azores. El mundo todavía podía explicarse en función de unos valores, a favor o en contra, y Fuentes tomaba partido.
En estos siete años el mundo ha cambiado hasta hacerse irreconocible, admite.
"No sé nada, no sé lo que está pasando. Hay una especie de hartazgo con los partidos políticos, se está buscando algo nuevo entre gente muy joven y vamos a llevarnos sorpresas. Estamos frente a uno de esos cambios, como los de 1848 o 1868, en los que el mundo se transforma y nadie sabe en qué dirección. Es otro mundo. Sé que están pasando muchas cosas, pero no se qué está pasando".
Fuentes (Panamá, 1928) ha estado en Barcelona para presentar sus dos últimos libros: el ambicioso ensayo La gran novela latinoamericana y el volumen de relatos Carolina Grau, ambos publicados por Alfaguara. En el primero recorre la historia de la narrativa latinoamericana, de Rubén Darío a Borges, pasando por los escritores del boom, a cuya generación pertenece, "el búmeran, el post-boom y el crack", hasta llegar a la actualidad, que considera imposible de clasificar. "Lo que hay ahora es una diversidad. La variedad es demasiado grande como para agruparla bajo un único nombre", señala. Tal vez por eso no incluye en su ensayo a uno de los más notables escritores -al menos a decir de los críticos- del pasado reciente, el chileno Roberto Bolaño, aunque a esta pregunta prefiere responder con un simple "no está, simplemente porque no lo he leído, y no me gusta opinar de lo que no conozco". Admite, eso sí, que en cuento tenga un poco de tranquilidad, leerá al autor de Los detectives salvajes.
Sigue muy de cerca lo que sucede es su país, México, y especialmente la impresionante erupción de violencia relacionada con el narcotráfico. "Siempre han existido las bandas de narcos en México", asegura, "pero los anteriores Gobiernos las ponían a pelearse entre sí. El actual presidente, Vicente Calderón, decidió enfrentarse a ellas y ha sido una mala política porque han derrotado a la policía, están derrotando al ejército y el presidente se está quedando sin barajas". El autor de Cambio de piel ironiza con la posibilidad de combatir la violencia con mayores dosis de violencia: "Traer a México a policías franceses, israelíes o a los de la antigua RDA que llevan muchos años de vacaciones...".
Pero su apuesta va -como la de muchos otros líderes latinoamericanos- en la dirección de la despenalización de las drogas.
"Soy de los que piden que se tomen paulatinamente medidas para la despenalización . Es una solución pacífica, porque el problema de la droga nos viene dado por la existencia de quienes la consumen, los ciudadanos de Estados Unidos, al otro lado de la frontera. Una vez ha cruzado ya no podemos hacer nada".
En EE UU, en su opinión, la droga es una cuestión estabilizada que no causa graves problemas ni sociales ni criminales, lo que ya le va bien a las autoridades norteamericanas.
El problema es para México; no desde el punto de vista del consumo, sino por el de la criminalidad.
Piensa que México ha dejado de ser "una dictadura perfecta del PRI, como lo llamó Mario Vargas Llosa y se convirtió en una democracia muy imperfecta".
Ahora se enfrenta a problemas muy graves, añade, que si no los resuelve el próximo presidente pueden acabar siendo resueltos "por otros, y no quiero pensar en qué y quiénes intervengan para poner el orden en México".
Por esta razón considera que es muy importante que las próximas elecciones "sean creíbles, democráticas y con un buen candidato".
¿Cuál es el buen candidato?, le pregunta el periodista. "Marcelo Ebrard", responde sin dudarlo.
En 2004, Carlos Fuentes presentó un libro, recopilación de artículos periodísticos, titulado Contra Bush.
Las cosas estaban claras: era el momento álgido de la protesta contra la invasión de Irak, ordenada por el entonces presidente norteamericano, y el escritor mexicano se despachaba a gusto contra el líder del Trío de las Azores. El mundo todavía podía explicarse en función de unos valores, a favor o en contra, y Fuentes tomaba partido.
En estos siete años el mundo ha cambiado hasta hacerse irreconocible, admite.
"No sé nada, no sé lo que está pasando. Hay una especie de hartazgo con los partidos políticos, se está buscando algo nuevo entre gente muy joven y vamos a llevarnos sorpresas. Estamos frente a uno de esos cambios, como los de 1848 o 1868, en los que el mundo se transforma y nadie sabe en qué dirección. Es otro mundo. Sé que están pasando muchas cosas, pero no se qué está pasando".
Fuentes (Panamá, 1928) ha estado en Barcelona para presentar sus dos últimos libros: el ambicioso ensayo La gran novela latinoamericana y el volumen de relatos Carolina Grau, ambos publicados por Alfaguara. En el primero recorre la historia de la narrativa latinoamericana, de Rubén Darío a Borges, pasando por los escritores del boom, a cuya generación pertenece, "el búmeran, el post-boom y el crack", hasta llegar a la actualidad, que considera imposible de clasificar. "Lo que hay ahora es una diversidad. La variedad es demasiado grande como para agruparla bajo un único nombre", señala. Tal vez por eso no incluye en su ensayo a uno de los más notables escritores -al menos a decir de los críticos- del pasado reciente, el chileno Roberto Bolaño, aunque a esta pregunta prefiere responder con un simple "no está, simplemente porque no lo he leído, y no me gusta opinar de lo que no conozco". Admite, eso sí, que en cuento tenga un poco de tranquilidad, leerá al autor de Los detectives salvajes.
Sigue muy de cerca lo que sucede es su país, México, y especialmente la impresionante erupción de violencia relacionada con el narcotráfico. "Siempre han existido las bandas de narcos en México", asegura, "pero los anteriores Gobiernos las ponían a pelearse entre sí. El actual presidente, Vicente Calderón, decidió enfrentarse a ellas y ha sido una mala política porque han derrotado a la policía, están derrotando al ejército y el presidente se está quedando sin barajas". El autor de Cambio de piel ironiza con la posibilidad de combatir la violencia con mayores dosis de violencia: "Traer a México a policías franceses, israelíes o a los de la antigua RDA que llevan muchos años de vacaciones...".
Pero su apuesta va -como la de muchos otros líderes latinoamericanos- en la dirección de la despenalización de las drogas.
"Soy de los que piden que se tomen paulatinamente medidas para la despenalización . Es una solución pacífica, porque el problema de la droga nos viene dado por la existencia de quienes la consumen, los ciudadanos de Estados Unidos, al otro lado de la frontera. Una vez ha cruzado ya no podemos hacer nada".
En EE UU, en su opinión, la droga es una cuestión estabilizada que no causa graves problemas ni sociales ni criminales, lo que ya le va bien a las autoridades norteamericanas.
El problema es para México; no desde el punto de vista del consumo, sino por el de la criminalidad.
Piensa que México ha dejado de ser "una dictadura perfecta del PRI, como lo llamó Mario Vargas Llosa y se convirtió en una democracia muy imperfecta".
Ahora se enfrenta a problemas muy graves, añade, que si no los resuelve el próximo presidente pueden acabar siendo resueltos "por otros, y no quiero pensar en qué y quiénes intervengan para poner el orden en México".
Por esta razón considera que es muy importante que las próximas elecciones "sean creíbles, democráticas y con un buen candidato".
¿Cuál es el buen candidato?, le pregunta el periodista. "Marcelo Ebrard", responde sin dudarlo.
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