Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

7 jul 2011

La calle, más MARUJA TORRES

Quisiera que Alfredo Pérez Rubalcaba fuera presidente del Gobierno y hasta que se convirtiera en secretario general del PSOE, pero a condición de que antes hubiera sentado las bases para regenerar un partido que lleva demasiado tiempo viviendo en Eurodisney, por llamar de alguna forma esa irrealidad en la que flotan, sin dejar de recibir sopapos por parte del electorado y de la calle, que a lo mejor son lo mismo.






Digo Rubalcaba porque me siguen gustando los viejos roqueros -siempre que no trinquen en la SGAE- y porque espero de su sentido práctico que se dé cuenta de golpe, y para siempre, de que mucha gente, en este país, está deseando que haya decencia en donde solo se encuentra oportunismo, y de que se produzca justicia en donde solo disponemos de aquelarres.






Contribuyendo a devolver a la socialdemocracia al lugar que no debería haber abandonado, el partido aún gobernante dejaría de cometer absurdos atropellos como el del pasado martes, que hay que achacarle al ministro del Interior, en su calidad de responsable de mandar los guardias al barrio de Lavapiés, para detener a una persona que había pretendido usar el metro sin pagar billete. Qué vergüenza, madre.





De una vez por todas, quien desee tener futuro en la política nacional, sea en el todo o en las comunidades autónomas, debe entender -y rapidito, por favor-, que quienes deseamos un futuro mejor no estamos para perder el tiempo con las componendas de siempre.






Los vecinos de Lavapiés, extendiendo las acciones de su Indignación (así, con mayúscula: bien claro) a los derechos fundamentales del ser humano, no solo echaron a la policía de su barrio, digna y pacíficamente.
 Demostraron que sí, se puede. Se puede mejorar esta mierda de sistema que les ha caído encima.
Y desde abajo.






Ojo al parche, oh Alfredo.

Pureza y perversión, todo en uno

Un melancólico Karl Lagerfeld y un travieso Jean Paul Gaultier reinan en París .
Un combate entre luz y tinieblas se ha apoderado del final de la semana de la moda. Hay maestros a los dos lados, pero en el oscuro está Karl Lagerfeld. Y la demostración de poder del diseñador alemán empezaba ya con la hora elegida para presentar la colección de otoño/invierno 2011 de Chanel: las diez de la noche.
Con el atardecer cayendo sobre el Grand Palais, el visitante descubría la razón de la cita nocturna. En el interior del palacio acristalado, se había levantado una reproducción de la Place Vendôme.
En el centro se erigía un obelisco, pero encaramado a él no estaba Napoleón, sino Coco Chanel. La mitad del cielo estrellado que correspondía al decorado esperaba, paciente, que en la parte real se decidiera a aparecer la luna.
 Cuando lo hizo, pudo empezar la función.




Fiesta en casa de Caperucita Roja



Gaultier, con plumas y a lo loco



El arte del ballet. El diseñador francés estrena socios, ya que desde el mes de abril Puig posee una porción mayoritaria de la compañía. El grupo catalán le compró su participación a Hermès en un movimiento que consolida la apuesta por la moda. Jean Paul Gaultier es la única firma de las que controla (Carolina Herrera, Paco Rabanne y Nina Ricci) que sigue haciendo alta costura. El terreno en el que la fantasía de Gaultier sigue dando mejores resultados. Esta colección estaba muy libremente inspirada por el ballet. Los zapatos de tacón invisible, por ejemplo, simulaban una bailarina de punta.- PATRICK KOVARIK (AFP)



Gaultier, con plumas y a lo loco - El arte del balletGaultier, con plumas y a lo loco - Moda y locuraGaultier, con plumas y a lo loco -



En el diseñador francés se abrazan lo masculino y lo femenino

Las calles de París servían como elegante continuación del suelo volcánico que se recreó, tres meses atrás, para presentar la colección de prêt-à-porter de la marca. Aquel apocalíptico desfile marcaba, según Lagerfeld, un punto de destrucción del que renacer. ¿Y dónde podría emerger mejor la nueva era de Chanel que en el corazón del lujo y de su ciudad? El simbolismo de la escenografía se remató cuando, en la más completa oscuridad, aparecieron las modelos con zapatos luminosos. Neón en las punteras para encontrar el camino.



Pero no hay optimismo en la búsqueda de Lagerfeld. Transmite un desasosiego y una melancolía impropios de un diseñador que aborrece la nostalgia. En enero, Lagerfeld entregó una colección de alta costura luminosa y juvenil cuya influencia trascendió mucho más allá de los salones. Después, se sumió en la oscuridad. En ella, brillan de forma mágica los bordados que reproducen la lluvia sobre el asfalto, es cierto. Pero las siluetas años 30 y las chaquetas de voluminosas caderas parecen más piedras que faros en el camino.



Tras el desfile, recorriendo las calles (de verdad) mojadas de París era imposible no oponer el sombrío talante de Lagerfeld con la angelical sensualidad de la colección que Givenchy había presentado unas horas antes. El día y la noche.
A la mañana siguiente, el duelo habría de librarse de forma más íntima.
Los diseñadores de Valentino, Maria Grazia Chiuri y Pier Paolo Piccioli, empezaron a encontrar su lugar en la casa -que dirigen desde 2008- cuando se entregaron a una estética ingenua y trémula. Asentada su posición, ayer incorporaron algo de oscuridad a su receta. En su colección de ecos medievales triunfa la luz, pero su mujer ha perdido esa absoluta inocencia y ya conoce el placer decadente del terciopelo rojo sangre y del dorado. Un coqueteo con el lado oscuro que le hace ganar sensualidad e intención.



Puestos a enredar con luces y sombras, nadie más travieso que Jean Paul Gaultier. El audio de la película El cisne negro dejaba pocas dudas sobre su inspiración. Pero su revisión del ballet es todo menos obvia. Contiene, eso sí, abundantes plumas. Cisnes, gallos y otras aves poblaron su divertida y perversa colección, que incluyó a los hombres porque el acto servía para presentar el perfume masculino Kokoriko.



Más allá de los juegos, Gaultier conoce a la perfección su oficio y a sus maestros. Lo evidenció en el homenaje a Madame Grès, cuya obra se expone en París en una muestra imprescindible.
Sus vestidos Alix eran un guiño literal, pero su influencia se notaba también en los excepcionales híbridos de gabardina y drapeados en los que el pícaro Gaultier consigue que Grès y Saint Laurent se den la mano.
Seguramente es Gaultier quien tiene la mejor solución para la pelea entre la luz y la oscuridad. La dejó traslucir en un traje pantalón negro que descubre un tutú bajo la chaqueta. "¿Estás preparada para ser los dos cisnes?", pregunta la voz de Vincent Cassel. Claro.
En Gaultier lo puro y lo perverso -como lo masculino y lo femenino- no están peleados, sino sensualmente abrazados

HUELLAS

La literatura no es El Dorado al que huir de la miseria del mundo, ni tampoco la tribuna desde la que juzgarlo.
La literatura es el lugar del mundo, el horizonte en el que mundar y construir más mundo, y multiplicarlo y masmundar.
Mundar y mundanidad son, en esta lucha, antagonistas. Masmundar, en cambio, exige que la vieja fe en la trascendencia se mundanice. No hay más (o hay todo lo demás)

El Laberinto

El laberinto es la defensa mágica de un centro, de un tesoro, de una significación. Sólo se puede entrar en él mediante un rito mágico, tal como nos los propone la leyenda de Teseo.
 Este simbolismo es el modelo de la existencia humana que se enfrenta a numerosas pruebas para avanzar hacia su propio centro, hacia sí misma hacia el atman, como dicen en la India.
Muchas veces he tenido consciencia de salir de un laberinto después de haber encontrado su hilo conductor en medio de la adversidad. Todos hemos conocido esa experiencia. Pero debo añadir que la vida no está hecha de un solo laberinto. La prueba se repite una y otra vez.