Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

9 jun 2011

Europa empieza en Buchenwald

- Unidad espiritual.
La conferencia sobre La filosofía en la crisis de la humanidad europea que Edmund Husserl pronunció en Viena en mayo de 1935, en pleno ascenso del nazismo y del comunismo, es una referencia recurrente en la idea de Europa que defiende Jorge Semprún. ¿Qué encuentra en este texto? Una disyuntiva fundamental: o Europa pierde su sentido de lo racional, entra en declive y cae en el odio y la barbarie (cuyo ruido se oía con estridencia en aquellos momentos); o Europa recurre al heroísmo de la razón para superar definitivamente el naturalismo y renace.
A Semprún le fascina el valor profético de las palabras de Husserl y al mismo tiempo les concede valor fundacional. Husserl sostiene que las familias, las tribus y las naciones de Europa se encuentran en la unidad "de una sola figura espiritual".
 Por eso Europa habrá estado incompleta hasta que se reincorporaron Praga, Varsovia, Cracovia, y todas las ciudades secuestradas del Este.








- Buchenwald como patria.
La Europa de Semprún empieza en Buchenwald. Allí "echó raíces mi identidad desarraigada", decía.
El olor del humo del crematorio, día y noche, sobre las laderas del Ettesberg, y la voz de los mandos dando órdenes por los altavoces han acompañado a Semprún para siempre: es el modo en que Buchenwald marca los sentidos, para hacerse presente en las pesadillas nocturnas y en las reflexiones diurnas y recordar, efectivamente, que es tu patria y de alguna forma te posee. Los domingos por la tarde en el barracón 56, el de los inválidos, dónde se consumía Maurice Halbwachs, algunos concentrados se encontraban para tratar de vivir aquellas horas, que, siempre en función del capricho de las SS -el capricho, la arbitrariedad, es la esencia del poder-, se les concedían hasta el "estruendoso despertar" del lunes a las cuatro de la mañana. Allí se estaba recreando la conciencia europea, la que el nazismo había intentado exterminar destruyendo la poderosa cultura judío-alemana que le había dado alma.



- Una idea contra el mal. Sobre el descenso a los infiernos del exterminio y de las purgas estalinistas renace el espíritu de Europa. Para ello ha sido necesario atender las voces que venían de la experiencia totalitaria: los que regresaron de la muerte y sufrieron el miedo y la desconfianza que genera el que llega de un territorio del que no estaba previsto que se saliera; y los disidentes del Este, visitantes inesperados cuyos rostros a medida que fueron siendo reconocidos levantaron el muro detrás del que se escondía el socialismo real. El espíritu de Europa, un espíritu de libre crítica, como dice Husserl, de naciones diferentes que aceptan la mutua inseminación y recuperan la diversidad interior perdida. Un espíritu que reconoce y activa la fragilidad de lo humano sobre el principio de que no todo es posible.
 Ha sido necesaria la evidencia del mal absoluto para que renaciera el espíritu europeo.
 Por eso Europa carece de fronteras definidas: es una idea, un modo de gobernarse conforme a los principios de la razón y la aceptación de la vulnerabilidad del hombre como un activo.





- Cambiar de escala. Europa nace "como construcción de un espacio de libertad y de democracia frente al pasado hitleriano y frente al presente y el porvenir del totalitarismo soviético", escribe Semprún. Pero esta época ha terminado.
Y Europa ha de cambiar para adaptarse a un mundo globalizado.
Semprún no entiende el miedo a la globalización.
Para Marx la mundialización era la antesala del socialismo.
 La burguesía podía retirarse de la historia porque habría cumplida ya su misión histórica: el mercado mundial.
Semprún decía que Marx habla de mercado mundial como Hegel hubiera podido decir "espíritu mundial".
El problema actual de Europa está en la asunción de este cambio de escala.
Europa ya no vive en el régimen de familia monoparental sino de familia recompuesta: la situación ya no está dominada por la parejita reproductora franco-alemana.
Y al mismo tiempo, el soberanismo, modelo jacobino francés, hace estragos.
El proyecto europeo está fundado en la contradicción entre supranacionalidad y estado nacional y no hay manera de salir de ella.





- Prioridad a la cultura. Europa yerra en los tiempos. Cuando las masas se echaron a la calle en los países de tipo soviético y Gorbachov -"al que nunca estaremos suficientemente agradecidos"- ordenó a las tropas que no intervinieran, ¿qué hizo Europa?, se preguntaba Semprún.
 No se enteró, respondía. Y puesto que Europa siempre llega con retraso, después viene la precipitación.
Hoy, se está frenando a Turquía, sin darse cuenta de que el solo hecho de la perspectiva europea ya hace que sean más libres. El objetivo actual, para Semprún, ha de ser "la expansión de la idea de Europa".
Para ello hay que volver sobre las raíces de Europa y "colocar la cultura en el centro de la reflexión".
La cultura "es la exigencia de mantener la diversidad de Europa, de reforzar todos los idiomas de Europa" y de "fortalecer la unidad sobre la base de la razón democrática".

Velázquez, Goya, Picasso... Semprún

Cualquier lector de Jorge Semprún conoce su pasión por la pintura.
Cualquiera que accediera a su intimidad conocía asimismo su amistad con los artistas. Amigo, pues, de los artistas vivos y muertos, no es extraño que Jorge Semprún encontrase su ágora en los museos y, en particular, en el Museo del Prado, donde, según escribió, fue feliz.
Es comprensible que allí se sintiese feliz porque, desde la infancia, cuando vivía en la cercana calle Alfonso XI, guiaba visitas familiares al Museo del Prado, con lo que, aproximadamente medio siglo después, como ministro de Cultura, es lógico que se reencontrase con el placer de la revalidación de una pasión.





No faltó a la cita con el Prado ni en los años de ministro ni en su clandestinidad






Soñó con exhibir 'Los fusilamientos del 3 de mayo' con 'Las lanzas' y el 'Guernica'


¿Y entre medias? Pues también, porque, como escribió, no faltó a su cita con el Prado ni siquiera en los apurados tiempos de la clandestinidad, cuando se camuflaba en España con diversos nombres falsos, como, por ejemplo, el de Federico Sánchez. Con este antifaz vivió, entre otras cosas, un emocionante encuentro anónimo con el pintor ruso-francés Nicolas de Staël, del que se quedó prendado con motivo de lo que casualmente le oyó decir frente a Las meninas de Velázquez.




Una y otra vez sobre el Prado, clandestino o ministro, perseguido, odiado o amado, se comprende que quisiera hacer su propia interpretación del Prado, y de la forma con que lo hiciera un ser como él impelido y volcado en la acción.
En Federico Sánchez se despide de ustedes (1993), donde resume su experiencia ministerial, cuenta esta interpretación, ocupando la misma curiosamente casi la mitad de un libro aparentemente político y conflictivo. Por de pronto, no deja de ser sorprendente que en ese libro memorialista, donde todo el mundo esperaba solo un ajuste de cuentas político y, de alguna manera, moral, Jorge Semprún dedicase a sus ensoñaciones en y sobre el Prado casi la mitad de lo escrito.



Estas ensoñaciones que se le fueron ocurriendo mientras acompañaba a ilustres visitantes extranjeros en visita oficial, los cuales indefectiblemente deseaban pasar por el Museo del Prado, le llevaron al corazón de la identidad histórica española.
Da igual que fueran Isabel II de Inglaterra o Raisa Gorbachov, porque a Semprún, al hilo de estas protocolarias visitas, se le encendía la mente y las emociones, que te llevan hacia atrás y hacia delante.
 En una de ellas recordó, justificadamente airado por la entonces mala ubicación del Guernica en el Casón del Buen Retiro, las conversaciones que había tenido al respecto con Picasso y lo que éste le dijo sobre su deseo e ilusión personales de que su gran obra estuviera en el edificio central del Prado, museo del que, no lo olvidemos, fue director desde fines de 1936, cargo del que nunca dimitió ni del que fue oficialmente cesado.





Sea como sea, Semprún atestiguó que la voluntad de Picasso "no era que su obra se expusiera en el Prado de esta manera oblicua, puramente administrativa.
 Para él, el Prado no era una entidad burocrática, solo era el lugar ideal de un intercambio, de una confrontación. De un enfrentamiento, incluso, ¿por qué no? Él quería estar en el Prado para verse confrontado con Velázquez y con Goya, ese era su violento deseo.
Que por fin se supiera a qué atenerse, que se viera de dónde venía.
 Que se comprendiera hacia dónde había tan obstinadamente caminado esa tradición, cómo su pintura era en su ruptura misma la culminación de aquella.
 Enfrentarse con Las Meninas de Velázquez no había sido para él cosa de risa ni de juego; semejante encarnizamiento pictórico encerraba una apuesta de extrema gravedad".
 Aun a este testimonio Semprún añadía que lo había escuchado de los propios labios de Pablo Picasso "porque me habló de ello larga y explícitamente una vez, en una conversación en La Californie, poco antes de la celebración de su 80 cumpleaños".




Con estos antecedentes se entiende que Jorge Semprún, siendo ministro de Cultura, idease llevar a cabo, aunque provisionalmente, no solo ese violento deseo manifestado por Pablo Picasso, sino su interpretación del mismo.
 Se permitió soñar la posibilidad de exhibir el Guernica en el marco de una exposición temporal, junto a Los Fusilamientos del 3 de mayo, de Goya. Pero todavía más: ¿tal vez, cito lo escrito por Semprún, deberíamos cumplir el deseo de Picasso organizando su encuentro con Velázquez y Goya? Organizándolo aquí mismo, en esta sala del Buen Retiro, puesto que parece imposible hacerlo en el Prado.
Tal vez convenga traer a la sala del Buen Retiro telas de Velázquez y Goya.
 El Guernica impone la elección que habría que traer aquí en un primer momento: La Rendición de Breda de Velázquez y Los Fusilamientos del 3 de mayo, de Goya.
Con todo lo dicho, se comprende que, en 2006, con motivo del 25 aniversario de la llegada del Guernica a España, y a 15 años de haber propuesto Semprún este encuentro entre Velázquez, Goya y Picasso, se celebrase conjuntamente, en el Prado y en el Reina Sofía, la exposición titulada Picasso.
Tradición y vanguardia.
El texto principal en el catálogo lo escribió Semprún y llevaba por título: Ahora empieza la pintura moderna.

Adiós a un testigo de la barbarie - Un intelectual en el Gobierno

El ministro sin pelos en la lengua

El paso del escritor por Cultura estuvo marcado por la libertad de sus juicios y sus enfrentamientos con Cela y el cine

Nombrar ministro a un escritor tiene sus riesgos. La dialéctica de los literatos es ajena a la de los políticos. Chirría. Quizás Felipe González fue consciente de ello cuando propuso el cargo a Jorge Semprún entre 1988 y 1991. Su mandato al frente de Cultura estuvo marcado por logros que han perdurado -como la firma del acuerdo con el barón Thyssen para la creación del museo, o la negociación del legado Dalí-, pero también por enfrentamientos con escritores, cineastas, creadores y miembros del PSOE a quienes no le dolían prendas en criticar.


No rehuyó los debates con Pilar Miró ni con Alfonso Guerra



Su apoyo a la primera guerra del Golfo fue todo un motivo de disputa


Desde Camilo José Cela a Pilar Miró, pasando por Alfonso Guerra, a quién atacó en su libro Federico Sánchez se despide de ustedes, las polémicas fueron intensas. La huelga general de 1988 y la primera guerra del Golfo le abrieron varios frentes.






Polémicas que hoy perduran, como la tradicional con el mundo del cine. Y otras también imposibles de regatear, como los humos de un Camilo José Cela envalentonado con el Nobel y despectivo con otros premios como el Cervantes, que se le resistía.
 En ninguno de los casos Semprún rehuyó los debates.
 Con Cela todo subió de tono cuando el galardón de las letras españolas posterior a su coronación en Suecia fue a parar a Augusto Roa Bastos.





El criterio de Semprún, aparte de no acudir a la entrega en Estocolmo como ministro, fue intentar poner freno a las presiones. Resultó desagradable.
A muchos sectores les parecía intolerable que alguien que hubiese recibido el Nobel no contara con el Cervantes.
Cela azuzaba: "Cabeza de chorlito", "joven sentimental", "ministro de propaganda...". El enfrentamiento obligó a tomar decisiones políticas importantes. Semprún decidió que el ministro no volvería a formar parte del jurado que otorgaba el premio.





Tampoco el cine pasó inadvertido en su etapa. Ni el cine, ni mucho menos los cineastas. Porque lo más duro se lo llevó Pilar Miró y no por ser parte del mundillo, sino como directora de Radiotelevisión Española.
Muy celosa de lo que consideraba independencia se negó a aceptar una invitación para reunirse con él.
 Para el escritor-ministro, RTVE era "un monstruo irracional donde los amigos pueden salir cuando quieren y los enemigos, nunca".
 Y su responsable de entonces, una persona que "jamás ha distinguido lo público de lo privado porque ha entrado a saco en la vida".





Todo tenía una explicación. El director general de Cine, Fernando Méndez Leite, había dimitido de su cargo por enfrentamientos con el ministro, y Miró amparaba sus declaraciones desde el ente. Semprún le acusó de repartir subvenciones por amiguismo, lo que le hizo salir y atacar su gestión. Semprún no se cortó: "Lo explica todo mal y miente. Ha vaciado las arcas del ministerio con el sistema de dar dinero a todo el mundo, sobre todo a los amigos, y ahora, cuando vamos a hacer la reforma, dimite".



Prietas las filas, Semprún se ganó el odio eterno del mundo del cine.
Pero tampoco les hacía mucha gracia a algunos sectores de la intelectualidad y la política. La primera guerra del Golfo fue todo un motivo de disputa. Semprún la defendió -"es una guerra justificada y necesaria", dijo- y cosechó odio eterno por parte de los sectores más pacifistas unidos en plataformas como el Foro de Escritores contra la Guerra. Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Elorza, Antonio Muñoz Molina, Torrente Ballester o García Hortelano formaban parte del mismo.






Los manifiestos se multiplicaron. Firmados por cargos como los directores generales de Bellas Artes y del Libro.
Otros dimitían en apoyo a estos.
 La guerra del Golfo produjo también dimisiones en cadena dentro del ministerio.





Los sindicatos tampoco le dejaron indiferente.
Con motivo de la huelga general de 1988 repartió cera a los líderes de UGT y CC OO, Nicolás Redondo y Antonio Gutiérrez.
 "No son más que portavoces de intereses burocráticos, defienden a los instalados en la burocracia obrera, no a toda la clase trabajadora".
El debate no era, según Semprún, entre el PSOE y los sindicatos, sino que debía centrarse en la sociedad buscada: "Con más justicia y menos Marbella. No se puede cambiar la economía de mercado, pero hay que lavarle la cara, limpiarla de parásitos".

Francia rinde homenaje a Jorge Semprún

Sarkozy afirma que el escritor fallecido anoche "eligió el francés como patria" .
Francia ha despertado hoy pendiente del recuerdo de Jorge Semprún, fallecido en su casa de París anoche.
Las radios, las televisiones y las páginas webs de los principales periódicos franceses evocan sin parar la inmensa talla literaria y moral del escritor, su recorrido vital y su figura inacabable como testigo del siglo.







Muere Semprún, memoria del siglo XX


Último encuentro en París


Nunca conoció el rencor


Aquel amigo me abrió los ojos


El archipiélago del horror nazi

Reacciones a la muerte de Semprún: "Un testigo excepcional del siglo XX y un español que conquistó Francia"



Nicolas Sarkozy, en un comunicado emitido por el Elíseo, rinde homenaje "a esta figura tutelar entre los escritores del siglo XX". "A través de su talento multiforme de novelista, memorialista, poeta y guionista ha contribuido, de forma decisiva, a la comprensión de los mecanismos de los totalitarismos".




El presidente francés recuerda la relación estrecha con Francia de este escritor español exiliado en París desde 1939 y que escribió casi toda su obra en francés : "Eligió por patria el francés, como Casanova, Cioran o Beckett.
Era un francés de adopción para el que la plaza del Panteón constituía el centro del universo, una figura familiar en Saint-German-des-Prés, uno de las últimas grandes personalidades de una época trágica pero deslumbrante de la historia literaria de nuestro país".



Por su parte, el ministro de Cultura francés, Frédéric Mitterrand, por medio de otro comunicado, se refiere a Semprún como a un "escritor mayor" y como "uno de los más hermosos ejemplos de pensador comprometido con el ideal europeo".



Pero no solo ha habido reacciones oficiales. Por las radios y las televisiones francesas han desfilado amigos artistas, amigos a secas, escritores famosos o menos famosos que conocieron a Semprún desde hacía muchos años. Bernard Pivot, el presentador de programas literarios más famoso de Francia, recordaba hoy en una emisora de radio que Semprún "como todos los grandes escritores, se ocupó del tema del tiempo, y acomodó su memoria a su literatura y su literatura a su memoria".



Fue en uno de estos programas de Pivot donde Semprún, hace años, recordó por qué, al llegar a Fancia, con 15 años, se había lanzado a aprender francés con tanta devoción : "Porque percibía cierto racismo en Francia hacia esos rojos, combatientes del ejército derrotado".
Y por qué había decidido escribir en francés: "Porque la lengua francesa es admirable. Porque descubrir a Gide o Baudelaire constituyó una auténtica revelación para mí".



En los reportajes y perfiles que se suceden en los medios de comunicación se evoca su lado francés, pero también su indisoluble raigambre española y se recuerda que jamás quiso renunciar a la nacionalidad española, circunstancia que le privó de haber ingresado en la Academia Francesa de la Lengua.



El cineasta franco-griego Costa Gavras, otro exiliado en Francia, amigo de Semprún, con el que colaboró en varios guiones, recordaba hoy su amor doble a Francia y a España, lo que le impidió, a la vez, "ser profundamente francés o español".
Este cineasta, que habló con Semprún muchas veces de su paso por el campo de concentracion de Buchenwald, asegura que la estancia del escritor allí significó "a la vez habitar un infierno y una verdadera escuela de vida".
El mismo Semprún, en una entrevista concedida a este periódico en 2001, recordaba que una vez un amigo francés le había preguntado -como tantas veces tantos otros- qué era en realidad, si español o francés. Él se limitó a responderle : "Soy un deportado de Buchenwald".