El Museo de Bellas Artes de Bilbao presenta una gran exposición que reúne 253 piezas de oro.- Es una de las colecciones más importantes de metalurgia prehispánica del mundo .
. .El Museo de Bellas Artes de Bilbao presenta una gran exposición que reune 253 piezas de diversas culturas precolombinas pertenecientes al Museo del Oro del Banco de la República de Bogotá (Colombia), que conserva una de las colecciones más importantes de metalurgia prehispánica del mundo.
Una amplia muestra de objetos de orfebrería, cerámica y material lítico (máscaras, pectorales, collares y brazaletes de diversos metales, y otros objetos cerámicos y herramientas de piedra), seleccionados por su interés histórico y antropológico (algunos objetos tienen más de 2.500 años de antigüedad), y por su valor artístico, señala la web del museo.
En América la metalurgia fue descubierta en la sierra central de Perú hace 35 siglos. En Colombia, los orígenes se remontan al siglo IV a.C., periodo en el que habitaron sociedades con un amplio dominio del trabajo de los metales. Un proceso que incluía la extracción del metal, su trabajo y simbolización, su uso y, finalmente, su regreso a la tierra como ofrenda. Durante estos 2.000 años de desarrollo metalúrgico en Colombia (interrumpidos por la conquista española en el año 1.500 d.C.) surgieron una docena de estilos diferentes y se combinaron técnicas complejas sobre distintas aleaciones. El resultado en términos estéticos es sorprendente.
"Esta riqueza artística y tecnológica se sustentó en una prosperidad económica que permitió a una parte de la población dedicarse a la orfebrería", indica el museo. Su compleja y profunda filosofía, las relaciones de los hombres entre sí y con la naturaleza y el devenir del universo fueron plasmados por los artífices indígenas en diferentes patrones estilísticos. El diseño, la composición y el equilibrio de esta próspera cultura material le confiere un lugar destacado en el arte universal.
La muestra se articula en seis secciones (la gente dorada, animales fabulosos, el hombre-animal, abstracción y naturaleza, el universo de las formas, y la metalurgia y las sociedades prehispánicas) que muestran el rico repertorio visual que los orfebres prehispánicos fueron capaces de crear.
Los temas principales, solos o combinados, son la figura humana, los animales, reales o fantásticos, y las formas geométricas, mientras que las formas vegetales son escasas.
A través de estos objetos únicos la exposición evocará la riqueza de la cultura prehispánica, capaz de integrar lo sobrenatural y lo natural, lo sagrado y lo profano, el hombre y el animal, el cuerpo y el alma, lo abstracto y lo figurativo, la naturaleza y la cultura, en un corpus de gran interés estético.
El eco de los rituales sagrados y de poder, y sus asociaciones simbólicas.
6 jun 2011
El VIH echa el cerrojo al armario
A los 30 años del hallazgo del virus, el estigma subsiste - Trabajo, relaciones sociales e hipoteca peligran si se admite públicamente la enfermedad .
. .Para unos es una cámara acorazada, y, para otros, una frágil vitrina.
A los 30 años de que se describieran los primeros casos de sida, que se cumplen hoy, vivir con VIH es un reto que se reinventa.
En países pobres, porque no les llega el tratamiento (se calcula que de 33 millones de afectados hay nueve millones que lo necesitan y no lo tienen).
En los ricos, porque su situación sanitaria ha mejorado radicalmente desde 1996, cuando aparecieron los cócteles antivirales.
Pero la social, no tanto. Más que perder la vida, los afectados en España temen ahora perder el trabajo -o no encontrarlo-, no poder suscribir una hipoteca, que los rechacen de ciertos servicios sociales o, de una manera más intangible, que sus vecinos les den de lado.
"En España nunca vamos a tener un Rock Hudson"
Ainhoa lleva 22 años viviendo con el virus. Solo lo sabe una amiga
El beneficio de hacerse visible repercute en la gente de alrededor
Un 30% de la población no quiere compartir espacios con infectados
"Salir del armario cuesta, pero volver a él es imposible", dice un infectado
Esta discriminación se puede medir.
Lo ha hecho la Sociedad Española Interdisciplinaria del Sida (Seisida).
Su gerente, la doctora en Psicología Social María José Fuster, da algunas cifras: "En un estudio de hace un par de años, un 20% de los entrevistados era partidario de que los nombres de los seropositivos se hicieran públicos para evitarlos o separarlos; un tercio decía que evitaría su contacto en el entorno laboral; un 44%, que iría a comprar a otra tienda, y un 70%, que llevaría a sus hijos a otro colegio".
Claro que hay una opción: no decir que se tiene VIH. Mientras la salud no se deteriore, y con un poco de disimulo, se puede mantener la situación años.
Hay algún caso extremo, como el de una mujer -llamémosla Ainhoa- que, tras 22 años con el virus, solo lo saben su médico y una amiga.
También los hay en el otro punto, el de la visibilidad absoluta.
Es el caso de Pedro Vez, un artista plástico de 60 años que vive con su marido en Carrascal de Barregas (Salamanca).
Vez tardó en salir del armario del sida, pero, cuando lo hizo, "fue por todo lo alto": interviniendo en un programa de televisión y en la campaña Elige siempre cara de visibilidad de personas con VIH.
Claro que él mismo admite que el suyo es "un caso atípico". "Quizá por mi trabajo, nunca he tenido problema". De hecho, más que rechazo, lo que él ha notado es que cuando alguien se enteraba "les molestaba". "Casi nadie me ha preguntado después que cómo estaba".
Él ahora está muy contento de haberlo hecho, pero admite que estuvo años (le diagnosticaron en 1989) "no ocultando, pero sin decir mi estado". Y, aunque tiene su vida resuelta con su pareja, reconoce que hay cosas que ni ha intentado, "como pedir una hipoteca o un seguro de vida".
Estas son, junto con el trabajo, dos de las discriminaciones claras que sufren las personas con VIH, afirma el secretario del Plan Nacional sobre el Sida, Tomás Hernández. "Para una persona con VIH, hacerlo público tiene un coste alto.
Nos consta que sigue habiendo discriminación", dice.
El tema de los seguros y las hipotecas es general para otras enfermedades, pero hay otros específicos.
Uno, que parece burocrático, pero no lo es, es la descripción de la infección en los certificados médicos. "Para acceder a muchos recursos sociales -desde residencias a bibliotecas o piscinas públicas- se puede solicitar una declaración de que la persona no padece una enfermedad infecto-contagiosa. Esto se hace para evitar que haya un contagio masivo de algo. Pero el VIH no se transmite con la convivencia, y, sin embargo, está incluido en esta categoría. Vivir con una persona con VIH, compartir una casa o una piscina, no tiene riesgo de infección", explica.
Precisamente para evitar esto los afectados han pedido hace años la creación de una nueva categoría, la de "infecto-transmisible", pero Hernández cree que eso es muy complicado. "Hay un escollo, porque es un término científico-técnico. Por eso creemos que es más una cuestión de sensibilidad, de flexibilidad. Estamos en conversaciones con la Organización Médica Colegial sobre este asunto", afirma.
Otro gran foco de discriminación específica es el trabajo. Probablemente sea el que más preocupa a los afectados -unos 130.000 en España- en este momento.
Que le pregunten si no a Francisco M., un abogado de 26 años que fue despedido de una inmobiliaria a las cuatro horas de que sus jefes supieran que tenía VIH, cuando acababa de decirles que se iba a cambiar de casa y necesitaba un crédito para la reforma.
O a Karol, uno de los casos que han llegado al Observatorio de Derechos Humanos de RedVIH, una coordinadora de ONG con este servicio específico para ayudar en casos de discriminación. Karol -que en verdad no se llama así- se presentó a unas pruebas para teleoperadora, pasó todos los exámenes, acreditó su conocimiento de idiomas, y cuando fue a firmar el contrato y explicó que tenía reconocida una invalidez parcial por el VIH, por lo que su contrato tenía derecho a una bonificación, se quedó en el paro.
También en este asunto está trabajando el plan, dice Hernández, cuyo objetivo es un "pacto social por la no discriminación con empresarios, sindicatos y agentes sociales".
Pero mientras este pacto llega, los problemas no desaparecen.
De hecho, las consultas por temas laborales son el 26% de las 168 peticiones de información que el Observatorio recibió el año pasado, indica el representante de este organismo, Héctor Fortuny. "Pueden parecer pocas, pero hay que tener en cuenta que a nosotros solo nos llegan los casos graves de la gente que decide denunciar", aclara.
Las consultas por asuntos laborales representan el 26%, seguidas de las que tienen que ver con el ámbito sanitario, que son el 23%. "Y esto es particularmente grave, porque los afectados tienen una relación de por vida con el hospital de referencia".
En este ámbito, las quejas no son, mayoritariamente, por la atención -"en general, en España se recibe el mejor tratamiento posible"-, sino por "cuestiones de privacidad", dice Fortuny. Aunque hay otros aspectos reprobables, como el trato en algunos servicios, "sobre todo en urgencias o en primaria, donde los médicos no saben tratar a los afectados y a veces hasta los desprecian con comentarios del tipo de 'tú te lo has buscado, aguántate", relata Fortuny.
De casi cada situación se puede encontrar un ejemplo.
Como el de Guille, un joven de 29 años que ha tenido que afrontar "las broncas de algún ligue porque le he dicho después que tenía el VIH, aunque durante las relaciones habíamos tenido precauciones".
Porque el armario del sida es flexible. Ni siquiera para una misma persona es siempre igual de rígido. "A veces me canso de decirlo.
Cada vez que me presentan a alguien, que ligo, me tengo que plantear qué hago. Y llevo así desde 1992", cuenta Federico, un hombre de 55 años.
Todo depende de las circunstancias, de los temores, del balance que cada afectado haya hecho de su situación. Hay quien solo se lo ha dicho a la pareja. O a la familia
. O a unos amigos sí y a otros no. Hay un caso para cada combinación.
Un ejemplo de lo fino que se puede llegar a hilar es el de I. M., una valenciana de 45 años (como se ve, en este reportaje, cada uno escoge cómo quiere que se le nombre, prueba de la variabilidad con que se enfrentan los afectados a su situación).
I. M. tiene un hijo de 14 años, y él es su "prioridad absoluta", y el motivo por el que solo se ha hecho parcialmente visible.
"He salido incluso en una revista, pero era de afectados, de muy poca difusión, porque lo que no quiero es tener una exposición general".
No se trata de que su hijo no lo sepa -algo que sí pasa con otros afectados, como Ainhoa-, sino de que no quiere que lo sepan los amigos de este. "Que él decida qué dice y a quién lo hace.
Se lo dije cuando él tenía 11 años, cuando pensé que estaba preparado. Y vaya si lo estaba: su reacción fue bastante natural. Él lo lleva bien porque ve que la familia y mis amigos lo saben". Pero están sus amigos, "que a esa edad son tan importantes", y ahí "tiene que ser el que decida", insiste.
No hay un protocolo claro para llevar esta situación. "No se pueden cargar las tintas en los afectados. Su visibilidad es importante para normalizar, pero no se les puede exigir más de lo que quieren dar", afirma el secretario del Plan Nacional sobre el Sida. A Hernández le gustaría que hubiera famosos que dieran la cara, como ha habido en alguna campaña en la que han participado gais populares, pero entiende que eso no pase.
La gerente de Seisida es de la misma opinión. "Revelar el estado obedece a un deseo de compartir, tiene una motivación interna.
En cambio, no decirlo responde al miedo, a una causa externa. Por eso no se puede plantear el tema desde el punto de vista de la libertad, porque el debate no es 'lo digo si quiero'; es, 'lo digo si me atrevo".
Y, en este caso, no todos los factores son externos. "Hacerlo, decirlo, también puede ser un beneficio. Es importante aceptar y hacer frente a un problema de salud, aparte del beneficio social de normalizar la enfermedad", dice Tomás Hernández.
Fuster reconoce ese aspecto -en sus estudios, las personas que afirman que conocen a alguien con VIH son mucho más abiertas y muestran muchos menos comportamientos discriminadores-, pero señala que el trabajo -si se asume que hacerse visible es, en teoría, la situación ideal- debe empezar por los afectados, porque "hay una importante carga de estigma interiorizado: se sienten culpables, no lo asumen", afirma.
"Hay mucho autoestigma, mucha falta de autoestima". Todo está en uno mismo". Por eso lo primero es conseguir convencerse de que "no es que yo sea culpable, no tengo de qué avergonzarme", afirma Fuster.
Porque, además, cuando esta psicóloga cruza los datos de sus dos trabajos, uno sobre la percepción de la sociedad de las personas con VIH y otro sobre lo que los propios afectados piensan de sí mismos, observa que "probablemente hay una percepción de rechazo mayor que el riesgo real de sufrirlo". "Si le preguntas a los afectados, te dirán que el rechazo que van a sufrir en una escala de 1 a 10 está muy cerca de 10, pero luego solo un 30% de la población general lo manifiesta", dice.
Claro que siempre hay que matizar.
"Si en el entorno de la persona hay más gente con un bajo nivel de estudios, mayores de 55 años o de derechas -no en el sentido de votante del PP, sino de autoritario- es riesgo es mayor", señala Fuster.
¿Hay solución? Ninguno de los consultados la da.
Solo Federico se atreve: "Aplicar el principio de prevención. En caso de duda, no decirlo, que salir del armario cuesta, pero volver a él es imposible".
. .Para unos es una cámara acorazada, y, para otros, una frágil vitrina.
A los 30 años de que se describieran los primeros casos de sida, que se cumplen hoy, vivir con VIH es un reto que se reinventa.
En países pobres, porque no les llega el tratamiento (se calcula que de 33 millones de afectados hay nueve millones que lo necesitan y no lo tienen).
En los ricos, porque su situación sanitaria ha mejorado radicalmente desde 1996, cuando aparecieron los cócteles antivirales.
Pero la social, no tanto. Más que perder la vida, los afectados en España temen ahora perder el trabajo -o no encontrarlo-, no poder suscribir una hipoteca, que los rechacen de ciertos servicios sociales o, de una manera más intangible, que sus vecinos les den de lado.
"En España nunca vamos a tener un Rock Hudson"
Ainhoa lleva 22 años viviendo con el virus. Solo lo sabe una amiga
El beneficio de hacerse visible repercute en la gente de alrededor
Un 30% de la población no quiere compartir espacios con infectados
"Salir del armario cuesta, pero volver a él es imposible", dice un infectado
Esta discriminación se puede medir.
Lo ha hecho la Sociedad Española Interdisciplinaria del Sida (Seisida).
Su gerente, la doctora en Psicología Social María José Fuster, da algunas cifras: "En un estudio de hace un par de años, un 20% de los entrevistados era partidario de que los nombres de los seropositivos se hicieran públicos para evitarlos o separarlos; un tercio decía que evitaría su contacto en el entorno laboral; un 44%, que iría a comprar a otra tienda, y un 70%, que llevaría a sus hijos a otro colegio".
Claro que hay una opción: no decir que se tiene VIH. Mientras la salud no se deteriore, y con un poco de disimulo, se puede mantener la situación años.
Hay algún caso extremo, como el de una mujer -llamémosla Ainhoa- que, tras 22 años con el virus, solo lo saben su médico y una amiga.
También los hay en el otro punto, el de la visibilidad absoluta.
Es el caso de Pedro Vez, un artista plástico de 60 años que vive con su marido en Carrascal de Barregas (Salamanca).
Vez tardó en salir del armario del sida, pero, cuando lo hizo, "fue por todo lo alto": interviniendo en un programa de televisión y en la campaña Elige siempre cara de visibilidad de personas con VIH.
Claro que él mismo admite que el suyo es "un caso atípico". "Quizá por mi trabajo, nunca he tenido problema". De hecho, más que rechazo, lo que él ha notado es que cuando alguien se enteraba "les molestaba". "Casi nadie me ha preguntado después que cómo estaba".
Él ahora está muy contento de haberlo hecho, pero admite que estuvo años (le diagnosticaron en 1989) "no ocultando, pero sin decir mi estado". Y, aunque tiene su vida resuelta con su pareja, reconoce que hay cosas que ni ha intentado, "como pedir una hipoteca o un seguro de vida".
Estas son, junto con el trabajo, dos de las discriminaciones claras que sufren las personas con VIH, afirma el secretario del Plan Nacional sobre el Sida, Tomás Hernández. "Para una persona con VIH, hacerlo público tiene un coste alto.
Nos consta que sigue habiendo discriminación", dice.
El tema de los seguros y las hipotecas es general para otras enfermedades, pero hay otros específicos.
Uno, que parece burocrático, pero no lo es, es la descripción de la infección en los certificados médicos. "Para acceder a muchos recursos sociales -desde residencias a bibliotecas o piscinas públicas- se puede solicitar una declaración de que la persona no padece una enfermedad infecto-contagiosa. Esto se hace para evitar que haya un contagio masivo de algo. Pero el VIH no se transmite con la convivencia, y, sin embargo, está incluido en esta categoría. Vivir con una persona con VIH, compartir una casa o una piscina, no tiene riesgo de infección", explica.
Precisamente para evitar esto los afectados han pedido hace años la creación de una nueva categoría, la de "infecto-transmisible", pero Hernández cree que eso es muy complicado. "Hay un escollo, porque es un término científico-técnico. Por eso creemos que es más una cuestión de sensibilidad, de flexibilidad. Estamos en conversaciones con la Organización Médica Colegial sobre este asunto", afirma.
Otro gran foco de discriminación específica es el trabajo. Probablemente sea el que más preocupa a los afectados -unos 130.000 en España- en este momento.
Que le pregunten si no a Francisco M., un abogado de 26 años que fue despedido de una inmobiliaria a las cuatro horas de que sus jefes supieran que tenía VIH, cuando acababa de decirles que se iba a cambiar de casa y necesitaba un crédito para la reforma.
O a Karol, uno de los casos que han llegado al Observatorio de Derechos Humanos de RedVIH, una coordinadora de ONG con este servicio específico para ayudar en casos de discriminación. Karol -que en verdad no se llama así- se presentó a unas pruebas para teleoperadora, pasó todos los exámenes, acreditó su conocimiento de idiomas, y cuando fue a firmar el contrato y explicó que tenía reconocida una invalidez parcial por el VIH, por lo que su contrato tenía derecho a una bonificación, se quedó en el paro.
También en este asunto está trabajando el plan, dice Hernández, cuyo objetivo es un "pacto social por la no discriminación con empresarios, sindicatos y agentes sociales".
Pero mientras este pacto llega, los problemas no desaparecen.
De hecho, las consultas por temas laborales son el 26% de las 168 peticiones de información que el Observatorio recibió el año pasado, indica el representante de este organismo, Héctor Fortuny. "Pueden parecer pocas, pero hay que tener en cuenta que a nosotros solo nos llegan los casos graves de la gente que decide denunciar", aclara.
Las consultas por asuntos laborales representan el 26%, seguidas de las que tienen que ver con el ámbito sanitario, que son el 23%. "Y esto es particularmente grave, porque los afectados tienen una relación de por vida con el hospital de referencia".
En este ámbito, las quejas no son, mayoritariamente, por la atención -"en general, en España se recibe el mejor tratamiento posible"-, sino por "cuestiones de privacidad", dice Fortuny. Aunque hay otros aspectos reprobables, como el trato en algunos servicios, "sobre todo en urgencias o en primaria, donde los médicos no saben tratar a los afectados y a veces hasta los desprecian con comentarios del tipo de 'tú te lo has buscado, aguántate", relata Fortuny.
De casi cada situación se puede encontrar un ejemplo.
Como el de Guille, un joven de 29 años que ha tenido que afrontar "las broncas de algún ligue porque le he dicho después que tenía el VIH, aunque durante las relaciones habíamos tenido precauciones".
Porque el armario del sida es flexible. Ni siquiera para una misma persona es siempre igual de rígido. "A veces me canso de decirlo.
Cada vez que me presentan a alguien, que ligo, me tengo que plantear qué hago. Y llevo así desde 1992", cuenta Federico, un hombre de 55 años.
Todo depende de las circunstancias, de los temores, del balance que cada afectado haya hecho de su situación. Hay quien solo se lo ha dicho a la pareja. O a la familia
. O a unos amigos sí y a otros no. Hay un caso para cada combinación.
Un ejemplo de lo fino que se puede llegar a hilar es el de I. M., una valenciana de 45 años (como se ve, en este reportaje, cada uno escoge cómo quiere que se le nombre, prueba de la variabilidad con que se enfrentan los afectados a su situación).
I. M. tiene un hijo de 14 años, y él es su "prioridad absoluta", y el motivo por el que solo se ha hecho parcialmente visible.
"He salido incluso en una revista, pero era de afectados, de muy poca difusión, porque lo que no quiero es tener una exposición general".
No se trata de que su hijo no lo sepa -algo que sí pasa con otros afectados, como Ainhoa-, sino de que no quiere que lo sepan los amigos de este. "Que él decida qué dice y a quién lo hace.
Se lo dije cuando él tenía 11 años, cuando pensé que estaba preparado. Y vaya si lo estaba: su reacción fue bastante natural. Él lo lleva bien porque ve que la familia y mis amigos lo saben". Pero están sus amigos, "que a esa edad son tan importantes", y ahí "tiene que ser el que decida", insiste.
No hay un protocolo claro para llevar esta situación. "No se pueden cargar las tintas en los afectados. Su visibilidad es importante para normalizar, pero no se les puede exigir más de lo que quieren dar", afirma el secretario del Plan Nacional sobre el Sida. A Hernández le gustaría que hubiera famosos que dieran la cara, como ha habido en alguna campaña en la que han participado gais populares, pero entiende que eso no pase.
La gerente de Seisida es de la misma opinión. "Revelar el estado obedece a un deseo de compartir, tiene una motivación interna.
En cambio, no decirlo responde al miedo, a una causa externa. Por eso no se puede plantear el tema desde el punto de vista de la libertad, porque el debate no es 'lo digo si quiero'; es, 'lo digo si me atrevo".
Y, en este caso, no todos los factores son externos. "Hacerlo, decirlo, también puede ser un beneficio. Es importante aceptar y hacer frente a un problema de salud, aparte del beneficio social de normalizar la enfermedad", dice Tomás Hernández.
Fuster reconoce ese aspecto -en sus estudios, las personas que afirman que conocen a alguien con VIH son mucho más abiertas y muestran muchos menos comportamientos discriminadores-, pero señala que el trabajo -si se asume que hacerse visible es, en teoría, la situación ideal- debe empezar por los afectados, porque "hay una importante carga de estigma interiorizado: se sienten culpables, no lo asumen", afirma.
"Hay mucho autoestigma, mucha falta de autoestima". Todo está en uno mismo". Por eso lo primero es conseguir convencerse de que "no es que yo sea culpable, no tengo de qué avergonzarme", afirma Fuster.
Porque, además, cuando esta psicóloga cruza los datos de sus dos trabajos, uno sobre la percepción de la sociedad de las personas con VIH y otro sobre lo que los propios afectados piensan de sí mismos, observa que "probablemente hay una percepción de rechazo mayor que el riesgo real de sufrirlo". "Si le preguntas a los afectados, te dirán que el rechazo que van a sufrir en una escala de 1 a 10 está muy cerca de 10, pero luego solo un 30% de la población general lo manifiesta", dice.
Claro que siempre hay que matizar.
"Si en el entorno de la persona hay más gente con un bajo nivel de estudios, mayores de 55 años o de derechas -no en el sentido de votante del PP, sino de autoritario- es riesgo es mayor", señala Fuster.
¿Hay solución? Ninguno de los consultados la da.
Solo Federico se atreve: "Aplicar el principio de prevención. En caso de duda, no decirlo, que salir del armario cuesta, pero volver a él es imposible".
Gómez Rufo: "No hay lector para tanto libro"
Más que los pastelillos de crema con los que Constanza de Jesús, sagaz monja detective, desgrana las claves de ciertos asesinatos, Antonio Gómez Rufo prefiere las judías pintas que le plantan encima del mantel para hablar de La abadía de los crímenes (editorial Planeta).
Novela de misterio con entramado histórico y consecuencias presentes, la última obra de este autor del transgénero, madrileño y presidente de la Asociación de Escritores de España, tiene augurio de best-seller.
El autor de 'La abadía de los crímenes' preside la Asociación de Escritores
La editorial le pidió presencia en cuatro ciudades y lleva recorridas 22 por petición de los lectores. "Hay que ir a todas partes, defender el libro", comenta Gómez Rufo.
El caso es que su última trama está llena de claves ocultas necesarias para que Constanza de Jesús vaya resolviendo el enigma de varios crímenes dentro de un convento de clausura en el que se planta Jaime I el Conquistador con su mustia y descorazonada esposa, doña Leonor de Castilla por un lado y su amante y futura reina, Violante de Hungría, por otro.
"La primera llega con el síndrome de la mujer maltratada. La segunda fue a la mujer que más amó. Le humanizó y a mí me sirvió para demostrarlo, tanto ella, como la monja protagonista".
Gómez Rufo ha trabado una historia de misterio y amor, salpimentada con delicias de monasterio para digerir bien las mutilaciones, las violaciones, los abortos encubiertos y las intrigas.
Es algo que da al libro un aire de recetario quizás inconsciente pero real. En él aparece mucho pichón, mucha sopa y mucho dulce como menú para pintar un auténtico fresco de lo que podía ser la sociedad del siglo XIII.
Las texturas tienen su miga y su sabor, como la carne con verduras y el pollo al curry que aterrizan como segundo plato.
Y las conversaciones de la monja -de origen navarro- y el rey Jaime, hoy símbolo de Cataluña, se las traen. "Allí, él, que fue rey de la corona aragonesa y llegó hasta Turquía, es don Jaume, nada menos.
Creo que antes que el batallador brusco, arisco y violento, formado para ser soldado por la orden del temple, era un buen político y que al lado de la crueldad con la que se le ha retratado muchas veces, convivía un ecologista, muy devoto de unas cuantas vírgenes".
Alrededor de las tres de la tarde, Gómez Rufo casi desayuna más que come. "Escribo todos los días de 11 de la noche a seis de la mañana", confiesa.
Quizás por eso, a ciertas horas casa mejor la ternura con el morbo que despiden las páginas de su nueva novela. Y el permanente interés por la historia, el cine y otros mundos, algo que le ha llevado a escribir títulos como El secreto del rey cautivo, una biografía de referencia sobre Luis García Berlanga, Balada triste de Madrid o El alma de los peces.
La poca mañana que le resta y la tarde entera, la dedica Gómez Rufo a la Asociación de Escritores, que réune a 4.000 miembros.
Todo es desorbitado en el mundo del libro. ¿Quién podía pensar que España es un país con tanta pluma activa? "No solo eso, se publican 102.000 títulos al año, entre ellos 19.000 novelas, eso hace en torno a 52 libros al día.
Seamos realistas, no hay tanto lector para tanto libro", sentencia el escritor mientras se zampa una reineta al horno que parece cogida del huerto del convento.
Novela de misterio con entramado histórico y consecuencias presentes, la última obra de este autor del transgénero, madrileño y presidente de la Asociación de Escritores de España, tiene augurio de best-seller.
El autor de 'La abadía de los crímenes' preside la Asociación de Escritores
La editorial le pidió presencia en cuatro ciudades y lleva recorridas 22 por petición de los lectores. "Hay que ir a todas partes, defender el libro", comenta Gómez Rufo.
El caso es que su última trama está llena de claves ocultas necesarias para que Constanza de Jesús vaya resolviendo el enigma de varios crímenes dentro de un convento de clausura en el que se planta Jaime I el Conquistador con su mustia y descorazonada esposa, doña Leonor de Castilla por un lado y su amante y futura reina, Violante de Hungría, por otro.
"La primera llega con el síndrome de la mujer maltratada. La segunda fue a la mujer que más amó. Le humanizó y a mí me sirvió para demostrarlo, tanto ella, como la monja protagonista".
Gómez Rufo ha trabado una historia de misterio y amor, salpimentada con delicias de monasterio para digerir bien las mutilaciones, las violaciones, los abortos encubiertos y las intrigas.
Es algo que da al libro un aire de recetario quizás inconsciente pero real. En él aparece mucho pichón, mucha sopa y mucho dulce como menú para pintar un auténtico fresco de lo que podía ser la sociedad del siglo XIII.
Las texturas tienen su miga y su sabor, como la carne con verduras y el pollo al curry que aterrizan como segundo plato.
Y las conversaciones de la monja -de origen navarro- y el rey Jaime, hoy símbolo de Cataluña, se las traen. "Allí, él, que fue rey de la corona aragonesa y llegó hasta Turquía, es don Jaume, nada menos.
Creo que antes que el batallador brusco, arisco y violento, formado para ser soldado por la orden del temple, era un buen político y que al lado de la crueldad con la que se le ha retratado muchas veces, convivía un ecologista, muy devoto de unas cuantas vírgenes".
Alrededor de las tres de la tarde, Gómez Rufo casi desayuna más que come. "Escribo todos los días de 11 de la noche a seis de la mañana", confiesa.
Quizás por eso, a ciertas horas casa mejor la ternura con el morbo que despiden las páginas de su nueva novela. Y el permanente interés por la historia, el cine y otros mundos, algo que le ha llevado a escribir títulos como El secreto del rey cautivo, una biografía de referencia sobre Luis García Berlanga, Balada triste de Madrid o El alma de los peces.
La poca mañana que le resta y la tarde entera, la dedica Gómez Rufo a la Asociación de Escritores, que réune a 4.000 miembros.
Todo es desorbitado en el mundo del libro. ¿Quién podía pensar que España es un país con tanta pluma activa? "No solo eso, se publican 102.000 títulos al año, entre ellos 19.000 novelas, eso hace en torno a 52 libros al día.
Seamos realistas, no hay tanto lector para tanto libro", sentencia el escritor mientras se zampa una reineta al horno que parece cogida del huerto del convento.
La Salud del Rey
Hace poco se ha cumplido un año de la operación de pulmón a la que fue sometido el Rey de España. Ahora los portavoces del palacio de La Zarzuela anuncian que, de nuevo, don Juan Carlos pasará por el quirófano. Esta vez se trata de corregir un problema en su rodilla derecha. Se le implantará una prótesis para reparar una dolencia articular que en los últimos meses le estaba produciendo muchos dolores, inestabilidad y problemas para caminar.
El pasado domingo, durante el Día de las Fuerzas Armadas, se observó claramente que don Juan Carlos camina con dificultad. La Casa del Rey, tan poco dispuesta a dar detalles sobre la salud del Monarca, había admitido semanas atrás que el Rey tenía digicultades para andar y permanecer mucho tiempo de pie. Por eso algunas de las actividades que tradicionalmente presidía don Juan Carlos estaban siendo encomendadas al Príncipe.
La decisión de que el Rey pase por el quirófano se tomó hace algunas semanas en vista de que con sesiones de rehabilitación no mejoraba. Pero se ha anunciado ahora ya que las elecciones del 22 M han pasado y el verano está cerca.
Todo parece indicar que el Rey ingresará a partir del sábado en cualquier momento.
Lo más probable es que de nuevo la operación sea en Barcelona. ¿El motivo? al menos el oficial es que allí están sus médicos.
Quizá influya, además, que en Barcelona cuenta con un círculo de amigos que blindan su intimidad.
Tras la operación, don Juan Carlos deberá estar dos semanas sin apoyar el pie y luego hacer rehabilitación.
Con este nuevo problema de salud, seguro que vuelve el debate sobre si el Rey debe abdicar.
Un debate que solo está en la mente de unos pocos. Don Juan Carlos quiere seguir y así lo ha dicho.
Y, el Príncipe asegura estar listo y no tener prisa.
Solo un dato, la reina Isabel II tiene 85 años. El rey Juan Carlos, 73.
El pasado domingo, durante el Día de las Fuerzas Armadas, se observó claramente que don Juan Carlos camina con dificultad. La Casa del Rey, tan poco dispuesta a dar detalles sobre la salud del Monarca, había admitido semanas atrás que el Rey tenía digicultades para andar y permanecer mucho tiempo de pie. Por eso algunas de las actividades que tradicionalmente presidía don Juan Carlos estaban siendo encomendadas al Príncipe.
La decisión de que el Rey pase por el quirófano se tomó hace algunas semanas en vista de que con sesiones de rehabilitación no mejoraba. Pero se ha anunciado ahora ya que las elecciones del 22 M han pasado y el verano está cerca.
Todo parece indicar que el Rey ingresará a partir del sábado en cualquier momento.
Lo más probable es que de nuevo la operación sea en Barcelona. ¿El motivo? al menos el oficial es que allí están sus médicos.
Quizá influya, además, que en Barcelona cuenta con un círculo de amigos que blindan su intimidad.
Tras la operación, don Juan Carlos deberá estar dos semanas sin apoyar el pie y luego hacer rehabilitación.
Con este nuevo problema de salud, seguro que vuelve el debate sobre si el Rey debe abdicar.
Un debate que solo está en la mente de unos pocos. Don Juan Carlos quiere seguir y así lo ha dicho.
Y, el Príncipe asegura estar listo y no tener prisa.
Solo un dato, la reina Isabel II tiene 85 años. El rey Juan Carlos, 73.
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