7 may 2011
AGUA PARA LOS ELEFANTES
Argumento:
“Cuando Jacob Jankowski (Robert Pattinson) queda huérfano y se ve perdido, salta en un tren que pasa y entra así en un mundo de gente rara que va dando tumbos, e inadaptados sociales; un circo de segunda clase que intenta sobrevivir durante la Gran Depresión, haciendo números de una noche en innumerables pueblos.
Un estudiante de veterinaria que ya casi tiene el título, Jacob estará a cargo de cuidar a los animales salvajes del circo.
Allí conocerá a Marlena (Reese Witherspoon), la preciosa artista del espectáculo hípico, que está casada con August (Christoph Waltz), el carismático pero retorcido adiestrador de los animales.
También conocerá a Rosie, una elefanta que parece inadiestrable, pero él descubrirá una forma de llegar a ella. Circus (Water for Elephants) está iluminada por un sentido maravilloso del tiempo y el espacio. Cuenta la historia del amor entre dos personas que superan obstáculos increíbles en un mundo en el que el amor es un lujo que pocos pueden permitirse”.
Puede que Robert Pattinson haya saltado a la fama mundialmente gracias a la franquicia de Crepúsculo, pero no se duerme en los laureles y se muestra entusiasta por hacer papeles que exigen mucho.
No me extrañaría ver cómo Robert Pattinson gana un Óscar por su papel en la película Agua para elefantes. Estoy seguro de que va a ser una gran película y de que merecerá la pena verla, especialmente por la actuación de Robert Pattinson.
“Cuando Jacob Jankowski (Robert Pattinson) queda huérfano y se ve perdido, salta en un tren que pasa y entra así en un mundo de gente rara que va dando tumbos, e inadaptados sociales; un circo de segunda clase que intenta sobrevivir durante la Gran Depresión, haciendo números de una noche en innumerables pueblos.
Un estudiante de veterinaria que ya casi tiene el título, Jacob estará a cargo de cuidar a los animales salvajes del circo.
Allí conocerá a Marlena (Reese Witherspoon), la preciosa artista del espectáculo hípico, que está casada con August (Christoph Waltz), el carismático pero retorcido adiestrador de los animales.
También conocerá a Rosie, una elefanta que parece inadiestrable, pero él descubrirá una forma de llegar a ella. Circus (Water for Elephants) está iluminada por un sentido maravilloso del tiempo y el espacio. Cuenta la historia del amor entre dos personas que superan obstáculos increíbles en un mundo en el que el amor es un lujo que pocos pueden permitirse”.
Puede que Robert Pattinson haya saltado a la fama mundialmente gracias a la franquicia de Crepúsculo, pero no se duerme en los laureles y se muestra entusiasta por hacer papeles que exigen mucho.
No me extrañaría ver cómo Robert Pattinson gana un Óscar por su papel en la película Agua para elefantes. Estoy seguro de que va a ser una gran película y de que merecerá la pena verla, especialmente por la actuación de Robert Pattinson.
a punto de caer la tarde,
Estaba la curva de arriba somnolienta a punto de caer la tarde, a la sombra las diversas intensidades de los árboles que suben por la colina, la cresta del bosque iluminada, verdiblancos los brotes nuevos de los pinos y las espigas que se reúnen junto a la carretera, serena la claridad de los azules por la parte de la costa y el mar albergando los petroleros y mercantes en estiba, encendiendo éstos las primeras luces.
Quedaban todavía autocares en el aparcamiento del parque Güell, cuando cargado de libros que echar en correos, tomé el autobús de bajada.
No pasa nada con esta serenidad, la primavera y su floración en un día de aire tibio, las golondrinas desatendiendo los remontes y caídas habituales.
Las cosas se van transformando.
El que quede este poso de tranquilidad, de belleza casi imperceptible, hace bien al espíritu, que se llena, también callado y calmo, de sedimentos, como los animales fluviales que hacen acopio de leña para el invierno.
Vendrán, con los primeros calores, los vencejos a jugar al raso sobre el asfalto en esta misma curva a la caída de la tarde. Se blanquearán las flores. Se elevará recto el sol sobre la conciencia, aplanada, toda cegada, toda ella ciega luz.
Publicado por José Carlos Cataño
Quedaban todavía autocares en el aparcamiento del parque Güell, cuando cargado de libros que echar en correos, tomé el autobús de bajada.
No pasa nada con esta serenidad, la primavera y su floración en un día de aire tibio, las golondrinas desatendiendo los remontes y caídas habituales.
Las cosas se van transformando.
El que quede este poso de tranquilidad, de belleza casi imperceptible, hace bien al espíritu, que se llena, también callado y calmo, de sedimentos, como los animales fluviales que hacen acopio de leña para el invierno.
Vendrán, con los primeros calores, los vencejos a jugar al raso sobre el asfalto en esta misma curva a la caída de la tarde. Se blanquearán las flores. Se elevará recto el sol sobre la conciencia, aplanada, toda cegada, toda ella ciega luz.
Publicado por José Carlos Cataño
La estrella más brillante se apaga
Severiano Ballesteros muere a los 54 años tras luchar desde 2008 contra un tumor cerebral .
Fiel reflejo de su genio único, Severiano Ballesteros (Pedreña, Cantabria; 9 de abril de 1957) ha pasado por el golf, un deporte reputado por la longevidad de sus practicantes, por la ausencia de barreras de edad para los campeones, y por la vida como una estrella fugaz tan brillante que su reflejo, el recuerdo de sus hechos, aún ciega. A los 19 años, cuando los deportistas de ahora todavía están en la escuela, ganó su primer torneo del circuito europeo; a los 22, cuando empiezan a salir de casa los golfistas de estos días, su primer grande, su primer British; a los 31, cuando muchos jugadores consideran que empieza su época de madurez, su quinto y último grande, su tercer British; a los 50, cuando muchos encaran una lucrativa segunda carrera en el circuito senior, se retiró del golf, y a los 54, cuando para todos comienza lo más interesante de la vida, ha muerto esta madrugada víctima de un tumor cerebral del que tuvo que ser intervenido varias veces en 2008.
La revolución del niño que no quería consejos
"Su lucha nos ha inspirado a todos"
Por qué los británicos han adorado siempre a Seve
10 razones que hacían especial a Ballesteros
"Antes entrenaba para jugar y ahora entreno para vivir"
Un nuestro de otros
"Fue nuestro Gasol o Nadal de los ochenta"
Una despedida íntima
"No habrá homenajes suficientes para Seve"
Severiano Ballesteros, la leyenda
Todo, por seguir llevando la contraria al sentido común, a la existencia rutinaria y gregaria, como la llevó en el campo de golf, en los despachos, en la España de los primeros años del posfranquismo que aún no sabía lo que era Europa.
En Europa, en el mundo anglosajón, sobre todo, no sabían lo que era España, pero sí, y muy bien, quién era Seve.
"Simplemente, soy el mejor deportista de Pedreña", dijo Ballesteros, que nunca perdió el gusto por la provocación inteligente, en una de sus últimas intervenciones públicas. Reclamaba legítimamente un puesto entre los más grandes, un lugar permanente de admiración como el que había conseguido en Reino Unido, donde se le consideraba uno de los mejores deportistas de la historia, si no el más genial; un Picasso capaz de revolucionar y, desde su arte único, descubrir una nueva forma de jugar al golf, una manera que, evidentemente, solo él, sus manos grandes como las de su padre, manos de remero de trainera, de campesino capaz de coger puñados de patatas entre ellas, era capaz de interpretar.
"Me he sentido muy querido, superprotegido, por el público británico. Muchas gracias, pero ahora he comprendido que tengo otras prioridades: mis amigos, mis tres hijos, mi vida privada, mis negocios [su empresa Amen Corner, como los tres hoyos más famosos de Augusta, dedicada a la organización de torneos y la construcción de campos].
Quiero disfrutar de la infancia y la juventud que no he tenido", dijo, su penúltimo discurso nostálgico, articulado, el día que se retiró en el campo de Carnoustie en Escocia, la víspera del Open de 2007, en el que dijo adiós al golf profesional.
El mismo escenario en el que jugó un chaval de 18 años, salvaje, su primer British.
Su carrera alcanzó su cenit cuando ganó en Saint Andrews, la cuna del golf, el Británico de 1984 y fue una marcha triunfal hasta 1995 con el Open de España, su última victoria. Desde entonces, los problemas de salud, una espalda machacada -síndrome de todos los jugadores naturales, de todos los que como Ballesteros aprendieron a manejar los palos lejos de la escuela, que construyeron su swing dejando al cuerpo buscar por instinto la manera más eficiente de dar a la bola-, la saturación de objetivos, acabaron desquiciando su juego, descoyuntando su swing.
Así, en los últimos años, su figura se ha debatido entre el amor de sus incondicionales, millones, y la tristeza de quienes no podían soportar verle en las últimas posiciones de los torneos.
Adorado entre los británicos
Ballesteros, surgido de la nada, nacido de sí mismo, de la miseria deportiva de la España franquista, como Manolo Santana antes que él, es evidentemente uno de los mejores deportistas españoles de la historia, quizás el mejor, y, aunque su queja sonara a repetida, uno de los menos valorados hasta los últimos años. Quizás porque el golf era, y es aún, un deporte minoritario en España, una cosa de ricos. Y después de Ballesteros solo otro jugador español, José María Olazábal, ha sido capaz de ganar grandes, dos Masters. Por eso, en muchas ocasiones, ha dado la impresión de que a Seve le habría gustado haber nacido en Escocia, donde los campos de golf son tan naturales como en Cantabria los prados.
Todavía a los niños británicos, a los aficionados al golf, la pregunta inevitable en las Islas Británicas es: ¿Ballesteros o Faldo? Como Loroño o Bahamontes, Joselito o Belmonte.
Y eso no fue solo por un amor loco, sino por todo lo que significó su figura para el golf europeo, y también el británico, frente al coloso estadounidense.
Fue el primer europeo, y el segundo no norteamericano tras el sudafricano Gary Player, que ganó el Masters.
Y el más joven hasta que llegó Tiger Woods. Y el más joven ganador del British -hasta Woods- y el primer europeo continental desde 1907. Y más allá de sus cinco grandes, de sus 54 torneos del circuito europeo, de sus más de 90 victorias en todo el mundo, de su forma única, inventiva, imaginativa, the Seve's way, que dicen los británicos, de enfrentarse a los 18 hoyos, Ballesteros fue grande porque reinventó la Copa Ryder. Convirtió una competición moribunda, en la que tradicionalmente Estados Unidos derrotaba por goleada al equipo que hasta 1983 solo representaba a Reino Unido e Irlanda, en uno de los momentos cumbres del calendario deportivo. "Y, sin embargo", reconoció en su despedida, "al principio ni prestaba atención a la Ryder. La descubrí y me hice un incondicional.
Mi mejor recuerdo: el privilegio de jugar en ella junto a Olazábal".
Fiel reflejo de su genio único, Severiano Ballesteros (Pedreña, Cantabria; 9 de abril de 1957) ha pasado por el golf, un deporte reputado por la longevidad de sus practicantes, por la ausencia de barreras de edad para los campeones, y por la vida como una estrella fugaz tan brillante que su reflejo, el recuerdo de sus hechos, aún ciega. A los 19 años, cuando los deportistas de ahora todavía están en la escuela, ganó su primer torneo del circuito europeo; a los 22, cuando empiezan a salir de casa los golfistas de estos días, su primer grande, su primer British; a los 31, cuando muchos jugadores consideran que empieza su época de madurez, su quinto y último grande, su tercer British; a los 50, cuando muchos encaran una lucrativa segunda carrera en el circuito senior, se retiró del golf, y a los 54, cuando para todos comienza lo más interesante de la vida, ha muerto esta madrugada víctima de un tumor cerebral del que tuvo que ser intervenido varias veces en 2008.
La revolución del niño que no quería consejos
"Su lucha nos ha inspirado a todos"
Por qué los británicos han adorado siempre a Seve
10 razones que hacían especial a Ballesteros
"Antes entrenaba para jugar y ahora entreno para vivir"
Un nuestro de otros
"Fue nuestro Gasol o Nadal de los ochenta"
Una despedida íntima
"No habrá homenajes suficientes para Seve"
Severiano Ballesteros, la leyenda
Todo, por seguir llevando la contraria al sentido común, a la existencia rutinaria y gregaria, como la llevó en el campo de golf, en los despachos, en la España de los primeros años del posfranquismo que aún no sabía lo que era Europa.
En Europa, en el mundo anglosajón, sobre todo, no sabían lo que era España, pero sí, y muy bien, quién era Seve.
"Simplemente, soy el mejor deportista de Pedreña", dijo Ballesteros, que nunca perdió el gusto por la provocación inteligente, en una de sus últimas intervenciones públicas. Reclamaba legítimamente un puesto entre los más grandes, un lugar permanente de admiración como el que había conseguido en Reino Unido, donde se le consideraba uno de los mejores deportistas de la historia, si no el más genial; un Picasso capaz de revolucionar y, desde su arte único, descubrir una nueva forma de jugar al golf, una manera que, evidentemente, solo él, sus manos grandes como las de su padre, manos de remero de trainera, de campesino capaz de coger puñados de patatas entre ellas, era capaz de interpretar.
"Me he sentido muy querido, superprotegido, por el público británico. Muchas gracias, pero ahora he comprendido que tengo otras prioridades: mis amigos, mis tres hijos, mi vida privada, mis negocios [su empresa Amen Corner, como los tres hoyos más famosos de Augusta, dedicada a la organización de torneos y la construcción de campos].
Quiero disfrutar de la infancia y la juventud que no he tenido", dijo, su penúltimo discurso nostálgico, articulado, el día que se retiró en el campo de Carnoustie en Escocia, la víspera del Open de 2007, en el que dijo adiós al golf profesional.
El mismo escenario en el que jugó un chaval de 18 años, salvaje, su primer British.
Su carrera alcanzó su cenit cuando ganó en Saint Andrews, la cuna del golf, el Británico de 1984 y fue una marcha triunfal hasta 1995 con el Open de España, su última victoria. Desde entonces, los problemas de salud, una espalda machacada -síndrome de todos los jugadores naturales, de todos los que como Ballesteros aprendieron a manejar los palos lejos de la escuela, que construyeron su swing dejando al cuerpo buscar por instinto la manera más eficiente de dar a la bola-, la saturación de objetivos, acabaron desquiciando su juego, descoyuntando su swing.
Así, en los últimos años, su figura se ha debatido entre el amor de sus incondicionales, millones, y la tristeza de quienes no podían soportar verle en las últimas posiciones de los torneos.
Adorado entre los británicos
Ballesteros, surgido de la nada, nacido de sí mismo, de la miseria deportiva de la España franquista, como Manolo Santana antes que él, es evidentemente uno de los mejores deportistas españoles de la historia, quizás el mejor, y, aunque su queja sonara a repetida, uno de los menos valorados hasta los últimos años. Quizás porque el golf era, y es aún, un deporte minoritario en España, una cosa de ricos. Y después de Ballesteros solo otro jugador español, José María Olazábal, ha sido capaz de ganar grandes, dos Masters. Por eso, en muchas ocasiones, ha dado la impresión de que a Seve le habría gustado haber nacido en Escocia, donde los campos de golf son tan naturales como en Cantabria los prados.
Todavía a los niños británicos, a los aficionados al golf, la pregunta inevitable en las Islas Británicas es: ¿Ballesteros o Faldo? Como Loroño o Bahamontes, Joselito o Belmonte.
Y eso no fue solo por un amor loco, sino por todo lo que significó su figura para el golf europeo, y también el británico, frente al coloso estadounidense.
Fue el primer europeo, y el segundo no norteamericano tras el sudafricano Gary Player, que ganó el Masters.
Y el más joven hasta que llegó Tiger Woods. Y el más joven ganador del British -hasta Woods- y el primer europeo continental desde 1907. Y más allá de sus cinco grandes, de sus 54 torneos del circuito europeo, de sus más de 90 victorias en todo el mundo, de su forma única, inventiva, imaginativa, the Seve's way, que dicen los británicos, de enfrentarse a los 18 hoyos, Ballesteros fue grande porque reinventó la Copa Ryder. Convirtió una competición moribunda, en la que tradicionalmente Estados Unidos derrotaba por goleada al equipo que hasta 1983 solo representaba a Reino Unido e Irlanda, en uno de los momentos cumbres del calendario deportivo. "Y, sin embargo", reconoció en su despedida, "al principio ni prestaba atención a la Ryder. La descubrí y me hice un incondicional.
Mi mejor recuerdo: el privilegio de jugar en ella junto a Olazábal".
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