El escritor, condenado a pagar 80.000 euros tras tres sentencias exculpatorias .
El guión de la película Gitano, estrenada en 2000 con Joaquín Cortés y Laetitia Casta al frente del reparto, les podría costar al escritor Arturo Pérez-Reverte y a su coautor, Manuel Palacios, 80.000 euros tras la sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid por una acusación de plagio.
El cineasta Antonio González-Vigil demandó en 2003 a los guionistas por las supuestas coincidencias con su película Corazones púrpura. El demandante exigía el doble de dinero, 160.890 euros. La sentencia ha sido recurrida ante la sala 1ª del Tribunal Supremo. El escritor confía en ganar este último round.
"Alguien me ha hecho una emboscada", asegura el autor
"Está clarísimo que alguien me ha hecho una emboscada en la Audiencia Provincial de Madrid. Lo que me sorprende es que una evidente maniobra de chantaje para sacarme dinero intentada hace casi 10 años tenga ahora, de pronto, de un día para otro, el extraño respaldo de una juez que de ese modo prescinde de las anteriores sentencias de sus colegas", señaló ayer en un comunicado el creador del capitán Alatriste.
En la misma nota, el escritor murciano apunta que las coincidencias entre ambas historias se deben a los lugares comunes del género: "Decir que hay plagio porque en un guión aparecen gitanos, droga, música flamenca y venganzas es como decir que en una del Oeste hay plagio porque salen un sheriff, bandidos, indios y una chica del saloon". "A nadie de buena fe le cabe en la cabeza que con mi vida y mi carrera profesional yo necesitara copiar una historia de alguien a quien no conocía y sigo sin conocer", añade.
Según el tribunal, el demandante, González-Vigil, entregó en los años 1995-1996 su guion a Origen PC, a la postre la productora de Gitano, lo que supone que "cuando menos la parte demandada tuvo la posibilidad de acceder entonces a la obra del demandante", informa la agencia Efe. De esta forma, la Audiencia descarta que las similitudes sean derivadas de "clichés" e insiste en que hay "significativos indicios de que ha existido cierta transmisión conceptual, argumental, estructural, relacional y de atmósfera".
Tras la lectura de ambos guiones y el análisis de "siete informes comparativos", el texto asegura que "existe un alto de grado de coincidencia". Además, recoge las conclusiones de un curioso segundo perito: un experto en juegos de azar. Para este especialista, "desde el punto de vista cuantitativo existen setenta y siete coincidencias, aunque unas tengan mayor relevancia que otras".
Sobre este aspecto, Pérez-Reverte ha señalado que el tribunal ha tomado como perito a un "jugador profesional de ruleta".
Según el escritor, ambos informes "aparte de la escasa seriedad que suponen", fueron encargados y pagados por el demandante y desestimados por anteriores jueces.
"Es una extraña sentencia, que ignora tres anteriores que afirman que no hubo plagio. Ignora por completo, de modo sorprendente, la existencia de dos sentencias penales firmes y una tercera del juzgado mercantil de Madrid afirmando que no hay plagio, así como tres informes del fiscal en el mismo sentido", continúa en su nota el acusado. Según Reverte, la juez tampoco ha tomado en cuenta los testimonios de profesionales, entre ellos un perito de la SGAE.
"Sin embargo, la autora de esta nueva sentencia da más crédito al informe de una perito argentina, hecho en Argentina, y al informe basado en un supuesto cálculo de probabilidades".
Entre las coincidencias, argumentales y conceptuales, que señala el fallo están que el protagonista de Corazones púrpura y el de Gitano salen de la cárcel tras cumplir una condena de dos años por drogas.
Ambos mantienen una relación sexual con una prostituta. En las dos hay policías corruptos cocainómanos y sus protagonistas se enamoran de "una gitanilla, familia de un antiguo amor y que se dedica al mundo del espectáculo".
"En sendos guiones aparece como figura preponderante en el desenlace el patriarca del clan gitano, el Tío Paco, en Corazones púrpura, y Manuel Junco, en Gitano".
La sentencia se detiene en un detalle: en los dos dramas un personaje pronuncia la misma frase bíblica: "Mi reino no es de este mundo".
El caso es qe no eres intocable Arturo y tu chulería te ha granjeado lo mismo que tu dices de los demás solo que esta vez te toca a ti, con tanto dinero que tienes de derechos de autor para ti es pecata minuta pero la vida es así y como tu tratas a los demas ahora traga tu.
7 may 2011
Color, Belleza y Tiempo
Color, Belleza y Tiempo
06-05-2011
La exposición en homenaje al modisto Pedro del Hierro (Madrid, 1948) se inauguró en el Museo del Traje de Madrid el 13 de abril, y será clausurada el próximo domingo, 8 de mayo. En ella se repasan las cerca de cuatro décadas del modisto madrileño en el mundo de la moda. Del Hierro ha decidido retirarse oficialmente debido a su delicado estado de salud.
Fue mi modisto preferido, compré muchos de sus diseños, ultimamente eran más de Sport pero en lo de vestir para eventos era fabuloso, él y Purificación García, no hay nadie como ellos dos, pero Pedro era capaz con unos pantalones vaqueros suyos una camiseta y un mágnifico chal, más sus maravillosos bolsos que parecieras una princesa, creo que el empezó el estilo "casual".
Amigas y modelos
http://www.elpais.com/fotogaleria/Homenaje/despedida/Pedro/Hierro/elpgal/20110506elpepuage_2/Zes/3
"Todas las mujeres son mis musas". Esta frase se puede leer a la entrada de la exposición. Así, para la exposición, la fotógrafa Sylvia Polakov ha fotografiado a diez amigas y clientas del modisto, como Juncal Rivero (en la imagen, con un diseño de otoño-invierno de la temporada 2000-2001), Nieves Álvarez, Jose Toledo o la condesa de Romanones, que han posado con algunos de los diseños que pueden verse en el Museo.
06-05-2011
La exposición en homenaje al modisto Pedro del Hierro (Madrid, 1948) se inauguró en el Museo del Traje de Madrid el 13 de abril, y será clausurada el próximo domingo, 8 de mayo. En ella se repasan las cerca de cuatro décadas del modisto madrileño en el mundo de la moda. Del Hierro ha decidido retirarse oficialmente debido a su delicado estado de salud.
Fue mi modisto preferido, compré muchos de sus diseños, ultimamente eran más de Sport pero en lo de vestir para eventos era fabuloso, él y Purificación García, no hay nadie como ellos dos, pero Pedro era capaz con unos pantalones vaqueros suyos una camiseta y un mágnifico chal, más sus maravillosos bolsos que parecieras una princesa, creo que el empezó el estilo "casual".
Amigas y modelos
http://www.elpais.com/fotogaleria/Homenaje/despedida/Pedro/Hierro/elpgal/20110506elpepuage_2/Zes/3
"Todas las mujeres son mis musas". Esta frase se puede leer a la entrada de la exposición. Así, para la exposición, la fotógrafa Sylvia Polakov ha fotografiado a diez amigas y clientas del modisto, como Juncal Rivero (en la imagen, con un diseño de otoño-invierno de la temporada 2000-2001), Nieves Álvarez, Jose Toledo o la condesa de Romanones, que han posado con algunos de los diseños que pueden verse en el Museo.
6 may 2011
Ese "triste privilegio argentino" Juan Cruz
.En la entrega de los legajos más tristes de Argentina, el informe sobre la mortífera acción de la dictadura, Ernesto Sabato le dice a Raúl Alfonsín que ese periodo sobre el que arrojó su mirada ya incierta y espantada había dado de sí ese término, "desaparecidos", que ahora circulaba por todo el mundo como un "triste privilegio argentino".
El informe de la Conadep rehízo a Sabato como hombre, le dio un lugar distinto en el mundo
Ese momento, en el que él describe con esa contradicción, "triste privilegio", marcaría para siempre la frente de Sabato, la de su pasado como escritor de ficciones y la de su futuro como hombre público. Pues ya dejaría de ser, precisamente a causa de esa imagen, el autor de Sobre héroes y tumbas para ser, casi siempre, el autor de ese prólogo espantado que luego los que rehacen la historia terminarían rehaciendo a su modo.
Ernesto Sabato quiso esa imagen, y esa imagen ya iba a ser su imagen para siempre, en vida, en la débil trayectoria de sus últimos años, postrado en Santos Lugares, a la espera del final del túnel del que hizo metáfora y sugerencia. Pero él lo quiso, era su compromiso con la historia y con su país atravesado por el triste privilegio de la desdicha, ese perro que nos persigue. Su trabajo en la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, Conadep, no fue una labor tortuosa sino en lo que significaba; lo hizo como un patriota, dejó ahí su energía, a favor de su país, para reconstruir una historia triste (esa es la palabra) de la que había nacido el triste privilegio de ser el lugar común en el que se pone nombre a una figura que ya ronda la cabeza de la historia universal de la infamia: los desaparecidos.
Esa imagen, pues, no interrumpió a Sabato, lo rehízo como hombre, le dio un lugar distinto en el mundo, lo desplazó hacia sí mismo porque le hundió en el alma una convicción de la que ya había de estar constituida su mente. Pasara lo que pasara ya iba a haber dos Sabato, el que firmó aquel prólogo y el que firmó sus libros, los que tenía hasta entonces, que son los más importantes que hizo nunca.
Como escritor existencialista y pesimista que fue nunca hubiera sido capaz de imaginar alimentos tan horribles de la realidad o de la imaginación como los que vio en esos legajos que Videla y los suyos dejaron para que fueran triste privilegio de los argentinos (y no solo de los argentinos). Así que su obra, en su mente y en el conocimiento universal de su figura, pasaría a segundo plano, porque la realidad que él describió superaba cualquier otro adjetivo de la imaginación.
Ese fue un drama para Sabato que él aceptó con gallardía, a pesar de que en algún momento le empezó a pesar demasiado. Horacio Salas ha escrito en Clarín que muchas veces Sabato dijo, en un viaje a Europa posterior a la presentación de aquel informe a la patria en la persona de Alfonsín, que hubiera preferido ser conocido por su obra. Pero así son las cosas, la historia las va empujando, y las obras son una pavesa de la que la gente se olvida. ¿Cuántos no olvidan La náusea de su admirado Sartre o El extranjero de su admirado Camus para acordarse solo de las posiciones civiles que mantuvieron ambos titanes de la imaginación existencialista?
Un día, después de ese viaje europeo y por tanto de esa presentación histórica del estudio sobre la ignominia que no quedó impune, Sabato vino a Madrid, en ese momento proveniente de Alicante, donde recibió uno de esos múltiples homenajes que se acentuaron precisamente después de esa comparecencia ante Alfonsín. Le fui a recoger al aeropuerto y le llevé hasta la sede de la Embajada argentina, en la que entonces era viejo y destartalado hasta el inmenso alfom-brón sobre el que descansaban nuestros pies. Estábamos sentados en aquella atmósfera otoñal, como la de la Argentina que habían dejado los militares, cuando Sabato se levantó súbitamente y me pidió que le acompañara hasta el jardincillo contiguo, "pues tengo que consultarle algo muy privado".
Imaginé que entonces Sabato creería que aún habría micrófonos delatores dejados allí por antiguos moradores militaristas; pero no. En realidad quería preguntarme, y así lo hizo, "¿por qué me odia Rafael Conte?".
Rafael Conte era el crítico literario de EL PAÍS, que esa mañana había escrito, me informaba el propio Sabato, "un artículo sobre escritores argentinos, y no me cita". ¿Por qué me odia Rafael Conte?, me preguntó.
Como yo mismo había leído el artículo le pude responder en seguida: "Porque trata de escritores muertos, don Ernesto".
Sabato se tranquilizó de inmediato. Pero la anécdota se me quedó. Y ahora ha resurgido en mi memoria como un dato periférico que tiene que ver con esa ansiedad con la que Sabato fue viendo que su obra se iba en el viaje literario del olvido para dar paso a otro personaje, que era el hombre que le había puesto nombres y adjetivos ("el triste privilegio argentino") al periodo más ominoso de la historia de su país.
Él quería ser el Sabato de sus obras (no solo, quizá, pero sí sobre todo).
Ahora que ha muerto y quedan sus obras, aunque quede sin duda la crónica de su espanto, vendría bien recordar que el viejo Sabato que reclamaba atención para sus libros tenía razones de peso para lamentar que se le leyera como si fuera tan solo un hombre con una dolorida, justa, inolvidable pancarta: nunca más aquel triste privilegio argentino.
El informe de la Conadep rehízo a Sabato como hombre, le dio un lugar distinto en el mundo
Ese momento, en el que él describe con esa contradicción, "triste privilegio", marcaría para siempre la frente de Sabato, la de su pasado como escritor de ficciones y la de su futuro como hombre público. Pues ya dejaría de ser, precisamente a causa de esa imagen, el autor de Sobre héroes y tumbas para ser, casi siempre, el autor de ese prólogo espantado que luego los que rehacen la historia terminarían rehaciendo a su modo.
Ernesto Sabato quiso esa imagen, y esa imagen ya iba a ser su imagen para siempre, en vida, en la débil trayectoria de sus últimos años, postrado en Santos Lugares, a la espera del final del túnel del que hizo metáfora y sugerencia. Pero él lo quiso, era su compromiso con la historia y con su país atravesado por el triste privilegio de la desdicha, ese perro que nos persigue. Su trabajo en la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, Conadep, no fue una labor tortuosa sino en lo que significaba; lo hizo como un patriota, dejó ahí su energía, a favor de su país, para reconstruir una historia triste (esa es la palabra) de la que había nacido el triste privilegio de ser el lugar común en el que se pone nombre a una figura que ya ronda la cabeza de la historia universal de la infamia: los desaparecidos.
Esa imagen, pues, no interrumpió a Sabato, lo rehízo como hombre, le dio un lugar distinto en el mundo, lo desplazó hacia sí mismo porque le hundió en el alma una convicción de la que ya había de estar constituida su mente. Pasara lo que pasara ya iba a haber dos Sabato, el que firmó aquel prólogo y el que firmó sus libros, los que tenía hasta entonces, que son los más importantes que hizo nunca.
Como escritor existencialista y pesimista que fue nunca hubiera sido capaz de imaginar alimentos tan horribles de la realidad o de la imaginación como los que vio en esos legajos que Videla y los suyos dejaron para que fueran triste privilegio de los argentinos (y no solo de los argentinos). Así que su obra, en su mente y en el conocimiento universal de su figura, pasaría a segundo plano, porque la realidad que él describió superaba cualquier otro adjetivo de la imaginación.
Ese fue un drama para Sabato que él aceptó con gallardía, a pesar de que en algún momento le empezó a pesar demasiado. Horacio Salas ha escrito en Clarín que muchas veces Sabato dijo, en un viaje a Europa posterior a la presentación de aquel informe a la patria en la persona de Alfonsín, que hubiera preferido ser conocido por su obra. Pero así son las cosas, la historia las va empujando, y las obras son una pavesa de la que la gente se olvida. ¿Cuántos no olvidan La náusea de su admirado Sartre o El extranjero de su admirado Camus para acordarse solo de las posiciones civiles que mantuvieron ambos titanes de la imaginación existencialista?
Un día, después de ese viaje europeo y por tanto de esa presentación histórica del estudio sobre la ignominia que no quedó impune, Sabato vino a Madrid, en ese momento proveniente de Alicante, donde recibió uno de esos múltiples homenajes que se acentuaron precisamente después de esa comparecencia ante Alfonsín. Le fui a recoger al aeropuerto y le llevé hasta la sede de la Embajada argentina, en la que entonces era viejo y destartalado hasta el inmenso alfom-brón sobre el que descansaban nuestros pies. Estábamos sentados en aquella atmósfera otoñal, como la de la Argentina que habían dejado los militares, cuando Sabato se levantó súbitamente y me pidió que le acompañara hasta el jardincillo contiguo, "pues tengo que consultarle algo muy privado".
Imaginé que entonces Sabato creería que aún habría micrófonos delatores dejados allí por antiguos moradores militaristas; pero no. En realidad quería preguntarme, y así lo hizo, "¿por qué me odia Rafael Conte?".
Rafael Conte era el crítico literario de EL PAÍS, que esa mañana había escrito, me informaba el propio Sabato, "un artículo sobre escritores argentinos, y no me cita". ¿Por qué me odia Rafael Conte?, me preguntó.
Como yo mismo había leído el artículo le pude responder en seguida: "Porque trata de escritores muertos, don Ernesto".
Sabato se tranquilizó de inmediato. Pero la anécdota se me quedó. Y ahora ha resurgido en mi memoria como un dato periférico que tiene que ver con esa ansiedad con la que Sabato fue viendo que su obra se iba en el viaje literario del olvido para dar paso a otro personaje, que era el hombre que le había puesto nombres y adjetivos ("el triste privilegio argentino") al periodo más ominoso de la historia de su país.
Él quería ser el Sabato de sus obras (no solo, quizá, pero sí sobre todo).
Ahora que ha muerto y quedan sus obras, aunque quede sin duda la crónica de su espanto, vendría bien recordar que el viejo Sabato que reclamaba atención para sus libros tenía razones de peso para lamentar que se le leyera como si fuera tan solo un hombre con una dolorida, justa, inolvidable pancarta: nunca más aquel triste privilegio argentino.
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