El trastorno bipolar sufrido por Catherine Zeta-Jones no es nuevo en Hollywood .
El lujo y el glamour que rodea la vida de los personajes célebres es solo una de las muchas caras de la existencia de los famosos.
Sus admiradores envidian sus amistades, su tren de vida y sus vacaciones, pero lo que no trasciende a menudo es que, como el resto de los mortales, ellos también pueden ser víctimas de todo tipo de enfermedades, entre ellas algunas con estigma histórico, como las dolencias mentales.
Y cuando estas atacan, no son muchos los que se atreven a decirlo en alto.
La actriz cobró un duro peaje por el cáncer de su marido, Michael Douglas Britney Spears y Mel Gibson figuran entre los famosos en tratamiento
Pero esta semana, la actriz Catherine Zeta-Jones ha roto esa barrera y ha hecho público un diagnóstico que también recibe el 2% de la población estadounidense y que suele mantenerse en secreto: la actriz sufre un desorden bipolar.
A mitad de semana su agente envió un comunicado a la prensa en el que explicaba que la galesa, ganadora de un oscar a la mejor actriz por Chicago, había pasado unos días en una clínica especializada en salud mental puesto que padece un desorden bipolar del tipo 2. Esta enfermedad también se conoce como psicosis maníaco-depresiva y se caracteriza por fuertes cambios de humor que hacen que el camino entre la depresión y la alegría se acelere peligrosamente y machaque emocionalmente al enfermo.
Los brotes más graves de esta enfermedad crónica suelen ocurrir después de que el paciente se vea sometido a experiencias traumáticas. En el caso de Zeta-Jones, parece que el diagnóstico de cáncer de su marido, el también actor Michael Douglas, y su posterior tratamiento le han cobrado a la intérprete un duro peaje. No obstante, según explicó la agente de la galesa el miércoles, "Zeta-Jones se encuentra estupendamente y tiene muchas ganas de volver a trabajar".
Stephen Frears y Gabriele Muccino son los dos directores que han requerido sus servicios para sendas películas que arrancarán en breve, los dos siguen contando con ella. "Creo que es una gran idea combatir este estigma y ayudar a que se entienda que quien sufre un desorden bipolar puede mantener una vida absolutamente funcional y productiva", declaró a la agencia AFP Martin Evers, un médico especializado en desórdenes del comportamiento del hospital de Northern Westchester.
"La franqueza de Zeta-Jones ayudará a otras personas a eliminar el estigma que pesa sobre muchos pacientes y que daña sus vidas", afirma Sue Baker, directora de la campaña Time to change, organizada en Reino Unido para cambiar la percepción que se tiene de quienes padecen enfermedades mentales.
A lo largo de la historia, han sido muchas las personalidades que han sufrido trastorno bipolar, entre ellas el presidente Winston Churchill, los escritores Graham Greene y Jack London, el pintor Jackson Pollock o la cantante Nina Simone.
En Hollywood, lo que le ocurre a Zeta-Jones tampoco es una novedad: Mel Gibson y Carrie Fisher son algunos de los nombres que citaba esta semana la revista Hollywood Reporter en relación a la enfermedad.
Además también afirmaba que el músico Brian Wilson y la cantante Britney Spears llevan años en tratamiento por la misma causa, pero solo algunos se atreven a hablar de ello abiertamente.
Carrie Fisher lo contaba con mucho humor en un monólogo teatral que triunfó en Broadway el pasado año.
La cantante Sinead O'Connor también se atrevió a hablar abiertamente de su caso en el diario The Guardian, al igual que Axl Rose, de Guns N'Roses. De hecho, la lista de artistas con desorden bipolar es tan larga que hay quien sostiene que esta enfermedad tiene una conexión directa con el talento artístico, algo sobre lo que se ha escrito en libros como Touched by fire, de la psicóloga Kay Redfield.
17 abr 2011
16 abr 2011
"Un libro no se cocina como una hamburguesa"
ALMUERZO CON... ANDRÉ SCHIFFRIN .
Juan Cruz
.André Schiffrin nació en París en 1935, hijo de un editor legendario, y vive en Nueva York. Fue director de Pantheon, una de las grandes editoriales del mundo.
En 1990 creó The New Press, editorial independiente con la que ha resistido haciendo lo que quiere. El mundo editorial, dice cuando se sienta a la mesa, se parece mucho al menú de un almuerzo.
"Y uno sabe que sin cultura abundará la comida rápida".
Hay Librerias que se pondrán muy contentas de que las cierren, o no.
Pero no de ahora, de hace unos años para acá, esas librerias no mueven un dedo para captar clientes, es más les molestabamos, así que tienen lo que tanto buscaron, un cluente no puede ser tratado como un posible ladrón de libros, un trabajador de una librería debe saber con qué material cuenta su librería y un trabajador si alguien se gasta mas de 500 euros en libros está en su derecho de que se lo envuelvan para regalo, si no atraen y encima sales con la intención de no volver pues lleva años haciendo méritos para que se la cierren.
También pasa con los e-bocks, ¿Creian que no iban a ser un rival? pues miren, lo es, y se traducirá en ventas hasta de los supermegasabios que se creen intocables.
No me alegro que ocurra, porque soy lectora y compradora, pero ese mal trato te hacen que te de igual que las cierren a todas, porque encima ni se reciclan.
Lo de Amazón ya se veía venir, estaba cantado, no hace falta entrevistas, me lo preguntan a mi y diría todo eso.
Por eso voy al Corte Inglés, te sirven, son correctos te buscan el libro, sino lo tienen lo piden para el usuario.
Parece que los libreros no se han dado cuenta que como siempre, el cliente tiene la razón.
El editor defiende leyes para garantizar la supervivencia de las librerías
Él está en contra de la comida rápida.
Y tiene una buena relación con la comida. Su mujer, María Elena de la Iglesia, escritora, es española de origen, hija de un general que mandó en la defensa republicana de Madrid. "Y es muy buena cocinera".
A él le gusta "la variedad regional española"; esa variedad, cree, "se parece mucho a lo que uno tiene que hacer como editor...
Variedad y calidad, buena comida".
Hubo un movimiento, slow food (comida lenta), "que triunfó en Italia y en otros países; y luego surgió el movimiento slow publishing, que apelaba a cierta lentitud en el manejo de los libros".
Se trataba de dar más tiempo para que la gente encontrara los libros en las librerías, "y se trataba también de conseguir que las novedades permanecieran ahí más tiempo.
Ahora la presión lleva a vender libros de manera casi instantánea.
Comida rápida. Y los libros han de cocinarse con tiempo y con amor. No como una hamburguesa".
Y es que el mundo editorial (y cultural) "se ha decantado por la prisa", con lo que esto puede significar para los estómagos literarios.
No ocurre solo en el universo en el que trabaja; afecta a la prensa, a la música, al cine. Y él ha estudiado el fenómeno en dos libros que ahora junta: El dinero y las palabras / La edición sin editores (Península), para cuya aparición ha hecho este viaje Nueva York-París-Madrid.
"Muchas personas están preocupadas", dice después de haber hecho caso a su editor, Manuel Fernández-Cuesta, que le aconseja que pida un relleno de rape... "Los retos tecnológicos son muy serios.
En Estados Unidos, a pesar de que muchos lectores utilizan e-books u otros aparatos similares, el peligro que acecha es el cierre de muchas librerías...
Los best sellers dominan las listas de los libros, el libro electrónico cuesta lo mismo que un libro de bolsillo, que hasta ahora era el ingreso más importante de una editorial.
Y dentro de unos años, Amazon será la que tenga el monopolio de la venta de libros".
El menú editorial se parece al de una hamburguesería, pero aquí, en el restaurante, disfruta de un mayor optimismo gastronómico.
La sombra persiste: "El cierre de librerías significa que habrá menos lugares en los que los lectores descubran libros.
Siempre he dicho que la librería ideal no es la que tiene el libro que andas buscando, sino la que te vende el libro que no sabía que querías".
Y, en general, dice, "la cosa no está bien". ¿Solución? "Lo cuento en mi libro: se pueden hacer leyes que protejan la librería, se hace en Noruega, se hace en Alemania.
Un día le pregunté a Michael Naumann, librero que fue ministro de Cultura alemán, qué pasaría si acabara la protección legal de las librerías. Y me dijo que cerraría la mitad.
En Alemania sigue habiendo 8.000 librerías".
Juan Cruz
.André Schiffrin nació en París en 1935, hijo de un editor legendario, y vive en Nueva York. Fue director de Pantheon, una de las grandes editoriales del mundo.
En 1990 creó The New Press, editorial independiente con la que ha resistido haciendo lo que quiere. El mundo editorial, dice cuando se sienta a la mesa, se parece mucho al menú de un almuerzo.
"Y uno sabe que sin cultura abundará la comida rápida".
Hay Librerias que se pondrán muy contentas de que las cierren, o no.
Pero no de ahora, de hace unos años para acá, esas librerias no mueven un dedo para captar clientes, es más les molestabamos, así que tienen lo que tanto buscaron, un cluente no puede ser tratado como un posible ladrón de libros, un trabajador de una librería debe saber con qué material cuenta su librería y un trabajador si alguien se gasta mas de 500 euros en libros está en su derecho de que se lo envuelvan para regalo, si no atraen y encima sales con la intención de no volver pues lleva años haciendo méritos para que se la cierren.
También pasa con los e-bocks, ¿Creian que no iban a ser un rival? pues miren, lo es, y se traducirá en ventas hasta de los supermegasabios que se creen intocables.
No me alegro que ocurra, porque soy lectora y compradora, pero ese mal trato te hacen que te de igual que las cierren a todas, porque encima ni se reciclan.
Lo de Amazón ya se veía venir, estaba cantado, no hace falta entrevistas, me lo preguntan a mi y diría todo eso.
Por eso voy al Corte Inglés, te sirven, son correctos te buscan el libro, sino lo tienen lo piden para el usuario.
Parece que los libreros no se han dado cuenta que como siempre, el cliente tiene la razón.
El editor defiende leyes para garantizar la supervivencia de las librerías
Él está en contra de la comida rápida.
Y tiene una buena relación con la comida. Su mujer, María Elena de la Iglesia, escritora, es española de origen, hija de un general que mandó en la defensa republicana de Madrid. "Y es muy buena cocinera".
A él le gusta "la variedad regional española"; esa variedad, cree, "se parece mucho a lo que uno tiene que hacer como editor...
Variedad y calidad, buena comida".
Hubo un movimiento, slow food (comida lenta), "que triunfó en Italia y en otros países; y luego surgió el movimiento slow publishing, que apelaba a cierta lentitud en el manejo de los libros".
Se trataba de dar más tiempo para que la gente encontrara los libros en las librerías, "y se trataba también de conseguir que las novedades permanecieran ahí más tiempo.
Ahora la presión lleva a vender libros de manera casi instantánea.
Comida rápida. Y los libros han de cocinarse con tiempo y con amor. No como una hamburguesa".
Y es que el mundo editorial (y cultural) "se ha decantado por la prisa", con lo que esto puede significar para los estómagos literarios.
No ocurre solo en el universo en el que trabaja; afecta a la prensa, a la música, al cine. Y él ha estudiado el fenómeno en dos libros que ahora junta: El dinero y las palabras / La edición sin editores (Península), para cuya aparición ha hecho este viaje Nueva York-París-Madrid.
"Muchas personas están preocupadas", dice después de haber hecho caso a su editor, Manuel Fernández-Cuesta, que le aconseja que pida un relleno de rape... "Los retos tecnológicos son muy serios.
En Estados Unidos, a pesar de que muchos lectores utilizan e-books u otros aparatos similares, el peligro que acecha es el cierre de muchas librerías...
Los best sellers dominan las listas de los libros, el libro electrónico cuesta lo mismo que un libro de bolsillo, que hasta ahora era el ingreso más importante de una editorial.
Y dentro de unos años, Amazon será la que tenga el monopolio de la venta de libros".
El menú editorial se parece al de una hamburguesería, pero aquí, en el restaurante, disfruta de un mayor optimismo gastronómico.
La sombra persiste: "El cierre de librerías significa que habrá menos lugares en los que los lectores descubran libros.
Siempre he dicho que la librería ideal no es la que tiene el libro que andas buscando, sino la que te vende el libro que no sabía que querías".
Y, en general, dice, "la cosa no está bien". ¿Solución? "Lo cuento en mi libro: se pueden hacer leyes que protejan la librería, se hace en Noruega, se hace en Alemania.
Un día le pregunté a Michael Naumann, librero que fue ministro de Cultura alemán, qué pasaría si acabara la protección legal de las librerías. Y me dijo que cerraría la mitad.
En Alemania sigue habiendo 8.000 librerías".
15 abr 2011
En sus palabras palpita, como el alma
en las graciosas formas de un héroe mitológico,
la tristeza sapiente y luminosa
del que asumió sereno su destino
y anduvo y vió y amó
adquiriendo dulzura y fortaleza.
En aquel bar de ocio fecundo
alumbró el gesto limpio y justo,
ennobleció el sentimiento
de la verdad y la belleza.
Sólo por eso permanecería,
más durable que el mármol,
más gozoso que una deidad
que morir nunca puede,
ni tampoco vivir,
su voz ya unida al recuerdo
que nos traduce el significado
del corazón del hombre
y el principio de una buena amistad.
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