Dafoe, en el paseo de la fama de Las Palmas
El actor estadounidense Willem Dafoe ha confesado que "siempre es complicado" trabajar con su mujer, Giada Colagrande, directora de 'A Woman', su último filme que se presenta en el XII Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria.
El actor, que recibirá la distinción Lady Harimaguada de Honoren la gala inaugural del festival, ha aclarado, no obstante, que la experiencia de trabajar con su mujer es "interesante". Además, ha dejado sus huellas en el paseo de las estrellas de la ciudad.
1 abr 2011
Carla Bruni aplaza su disco hasta después de las elecciones
La primera dama no quiere interferir en la carrera política de su marido .
Carla Bruni ha decidido retrasar hasta después del verano de 2012 el disco que está grabando para presentarlo una vez se hayan celebrado las elecciones presidenciales. Este cuarto trabajo estaba previsto para el próximo otoño. La demora de un año se explica por la proximidad de los comicios presidenciales en Francia, en los que su marido, Nicolas Sarkozy, podría optar a la reelección, según ha explicado el entorno de la artista.
Piratean en Internet una canción inédita de Carla Bruni
El nuevo álbum, cuyo título se desconoce, llega después de Quelqu'un m'a dit (2002), No Promises (2007) y Comme si de rien n'était (2008), e incluirá una docena de canciones. Entre ellas figura una versión en italiano de la Douce France, de Charles Trenet, una de las melodías favoritas de los franceses, de la que el periódico Midi Libre adelantó una maqueta de 50 segundos.
Tras esa exclusiva, la cantante presentó una denuncia por la difusión de ese corte sin su permiso.
Quelqu'un m'a dit, el primer disco de Bruni fue un éxito de ventas que llegó a superar el millón de álbumes comercializados, mientras que No Promises rondó las 80.000 copias. Comme si de rien n'était, publicado cuando Bruni ya era primera dama, por lo que la campaña de promoción se vio limitada, desató una guerra de cifras.
Los medios franceses acusaron a la discográfica Naïve de haber inflado los datos al hablar de 300.000 discos vendidos, una cifra que el Sindicato Nacional de la Industria Fonográfica rebajó a 80.657 copias.
Carla Bruni ha decidido retrasar hasta después del verano de 2012 el disco que está grabando para presentarlo una vez se hayan celebrado las elecciones presidenciales. Este cuarto trabajo estaba previsto para el próximo otoño. La demora de un año se explica por la proximidad de los comicios presidenciales en Francia, en los que su marido, Nicolas Sarkozy, podría optar a la reelección, según ha explicado el entorno de la artista.
Piratean en Internet una canción inédita de Carla Bruni
El nuevo álbum, cuyo título se desconoce, llega después de Quelqu'un m'a dit (2002), No Promises (2007) y Comme si de rien n'était (2008), e incluirá una docena de canciones. Entre ellas figura una versión en italiano de la Douce France, de Charles Trenet, una de las melodías favoritas de los franceses, de la que el periódico Midi Libre adelantó una maqueta de 50 segundos.
Tras esa exclusiva, la cantante presentó una denuncia por la difusión de ese corte sin su permiso.
Quelqu'un m'a dit, el primer disco de Bruni fue un éxito de ventas que llegó a superar el millón de álbumes comercializados, mientras que No Promises rondó las 80.000 copias. Comme si de rien n'était, publicado cuando Bruni ya era primera dama, por lo que la campaña de promoción se vio limitada, desató una guerra de cifras.
Los medios franceses acusaron a la discográfica Naïve de haber inflado los datos al hablar de 300.000 discos vendidos, una cifra que el Sindicato Nacional de la Industria Fonográfica rebajó a 80.657 copias.
"Conforme me hago mayor, más me apetece matar... en la ficción"
ENTREVISTA: MARUJA TORRES
Maruja Torres (Barcelona, 1943) se pasa a la novela negra con Fácil de matar (Planeta), ambientada en Beirut, donde vivió dos años, y protagonizada por Diana Dial, un personaje que rescata de ¡Oh, es él! Viaje fantástico hacia Julio Iglesias (1986), su primera e irreverente novela. "Siempre me ha interesado el género policiaco y he leído mucho. Conforme me hago mayor cada vez más me apetece matar... en la ficción. Creo mucho en los accidentes domésticos".
No le importa que la identifiquen con su personaje: "Es una mujer dura y tierna"
Fácil de matar no trata de un accidente doméstico. Tony Asmar, el hijo pequeño de una poderosa familia cristiana maronita, vuela hecho pedazos gracias a un potente explosivo que le han colocado en el maletero de su lujoso coche.
La bomba también se lleva por delante a dos sirvientas etíopes. ¿Un atentado político? Días después aparece muerto en extrañas circunstancias (asesinado) el embajador de España en Líbano.
Diana Dial, una mujer que "no está para hostias", relaciona ambos casos e investiga.
Dial tiene 54 años. Había trabajado en el prestigioso diario La Gaceta Universal y, antes, en la prensa del corazón, donde conoció a un importante empresario que se casó con ella y que al divorciarse le pasó una generosa pensión vitalicia que le permite hacer lo que le da la gana.
A los 50, dejó el diario porque no le gustaba el periodismo actual y ahora se ha convertido en una detective sin licencia, que no suele cobrar y que solo investiga lo que le interesa y para quien le apetece.
"Es una mujer dura y tierna".
A Torres no le importa que la identifiquen con ella. "Es mucho más joven que yo", ríe. La periodista y escritora ha celebrado hace unos días su 68º cumpleaños en Roma. A Diana le interesa más la justicia que la ley y es una especie de justiciera. "Trabaja para la buena gente y sabe vengar". En este caso, investiga por las dos etíopes asesinadas, "un daño colateral".
Hay otras dos mujeres fuertes en Fácil de matar.
Cora, un claro homenaje a El cartero siempre llama dos veces, de James M. Cain, viuda del asesinado Tony Asmar, bellísima y sensual, a la que Diana tiene ojeriza.
Y Yumana, la matriarca del clan Asmar, que manda mucho, bebe whisky en taza de té a las cinco de la tarde y es muy malhablada. "Yumana es fruto de mucha observación de esas mujeres mayores libanesas con las manos como garras, mil veces operadas, siempre cargadas de joyas, en la tradición de las poderosas matriarcas".
La novela contiene otras dos subtramas muy bien engarzadas: espionaje político a favor de Israel, con corrupción detrás.
"Se inspira en un caso real, el de El Bekara, en el que hubo colaboración interna con Israel. Los cristianos maronitas no se sienten árabes".
Y la explotación del servicio doméstico en Líbano, donde las sirvientas, siempre extranjeras, son esclavizadas. "Tuve una asistenta filipina que había trabajado en un restaurante y la hacían dormir bajo los fogones. Pero las más perjudicadas son las africanas. Se supo cuando una de ellas se tiró por el balcón con su niño. Es el racismo cristiano de los libaneses que se creen franceses".
Salvador Matas, profesor de la Fundación Quijote en Beirut, un personaje ambiguo, del que Diana anda medio enamorada, es un buen ejemplo de lo que dice Torres: sabe aprovechar las ventajas de la amoralidad del entorno.
Hay otros personajes que no tienen desperdicio, como el embajador de España, un viudo borrachín y faldero -"es una mezcla de muchos diplomáticos que he conocido"- o el inspector Fattush, bondadoso y gentil, que colabora con Diana y que comparte con ella su aprecio por la justicia más que por la ley.
Volveremos a encontrar a Fattush, porque Fácil de matar, es la primera novela de una nueva serie. En ella, Torres anuncia la próxima: Diana deja Beirut rumbo a Luxor, donde se embarcará en un crucero a la antigua usanza.
Recuerda a Agatha Christie. "La gran Christie, puede ser, pero mi gran referente de la novela negra es Hitchcock".
Maruja Torres ha descubierto como creadora un nuevo género y se divierte con él.
"Ya sé que no voy a cambiar la historia de la literatura, pero me gusta escribir ficción".
Niños insomnes, violencia y redención
. .Durante mucho tiempo he asociado el nombre de la directora danesa Susanne Bier a permanente cine de festivales, a películas que siempre ocupan lugar fijo en ellos y de las que no vuelves a saber nada, o con suerte, encuentran tardía y minoritaria distribución comercial.
En bastantes casos entiendo que su recorrido público empiece y termine en ellos, que aunque le lluevan metafísicos elogios a los purísimos autores de tantos insufribles onanismos mentales, el posible comprador de esas obras supuestamente imprescindibles se lo piense largamente a la hora de comprar productos imposibles de amortizar mínimamente, que invitan al estupor y la consecuente huida.
En otras ocasiones cuesta entender qué sentido de la lógica impone el desdén hacia ellas y el infinito retraso de su estreno.
Todo el cine de esta mujer, incluido su muy digno coqueteo con el Dogma, posee transparente personalidad, una capacidad notable para transmitir sentimientos complejos, personajes y situaciones verosímiles, con cuerpo y alma.
Y cuando esta directora que siempre parece moverse a su aire, con actores fijos y sin salir de casa, acepta el complicado reto de hacer una película en Hollywood, con las convenciones que este acostumbra a imponer, protagonizada por estrellas como Halle Berry y Benicio de Toro , logra algo tan personal y emocionante como Cosas que perdimos en el fuego, crónica de una dolorosa redención, elegía de la supervivencia cuando el fuego externo e interno, el maldito destino o los demonios del alma ha devastado tantas cosas que alimentaban la existencia.
Susanne Bier retorna a Dinamarca en En un mundo mejor.
Para contar algo que bordea la tragedia, el universo en el que mejor se mueve.
Pero en este caso los protagonistas son demasiado vulnerables, son niños, humillados y ofendidos al ser elegidos como el patito feo en ese ambiente colegial que puede ser tan cruel como asfixiante, niños insomnes y con atracción hacia el vacío, violentos, introvertidos y traumados, aislados del mundo por las llagas que provoca la pérdida de la madre y la necesidad compulsiva de encontrar culpables de su desdicha.
Esa historia sobre la certeza de que algo huele a podrido en la civilizada Dinamarca transcurre paralelamente, con armonioso y terrible sentido, en un campamento de refugiados en Africa, con críos que no han perdido la vitalidad aunque estén familiarizados ancestralmente con el horror, acosados por matones que consideran legítimo y natural el derecho de pernada, ejercer el sadismo y la barbarie con los más débiles.
Todos los planteamientos morales que hace esta película alternativamente sombría y luminosa crean inquietud.
Retrata inmejorablemente el poder del caos, la violencia como motor en las relaciones de poder, la tentación de los que la sufren de responder con ella, la dificultad de ordenar la propia vida cuando los fantasmas no dejan de amenazar, la épica labor de educar a los niños, a ese pozo insondable de miedos e incertidumbre, cuando la vida de los adultos está a la deriva.
Imagino que no hay fórmulas ni reglas fijas en las ficciones para conseguir que aflore la lágrima del espectador.
Que cada uno llora con lo que le da la gana, aunque el melodrama (incluido el barato, el exclusivamente sensiblero) presuma de conocer las claves para provocar el llanto. En mi caso, que no soy de lágrima fácil, Susanne Bier consigue en algún momento de esta película, al igual que en Cosas que perdimos en el fuego, que se me humedezcan los ojos.
Y es una sensación impagable.
En bastantes casos entiendo que su recorrido público empiece y termine en ellos, que aunque le lluevan metafísicos elogios a los purísimos autores de tantos insufribles onanismos mentales, el posible comprador de esas obras supuestamente imprescindibles se lo piense largamente a la hora de comprar productos imposibles de amortizar mínimamente, que invitan al estupor y la consecuente huida.
En otras ocasiones cuesta entender qué sentido de la lógica impone el desdén hacia ellas y el infinito retraso de su estreno.
"Si uno es capaz de perdonar hay esperanza"
EN UN MUNDO MEJOR
Dirección: Susanne Bier.
Todo el cine de esta mujer, incluido su muy digno coqueteo con el Dogma, posee transparente personalidad, una capacidad notable para transmitir sentimientos complejos, personajes y situaciones verosímiles, con cuerpo y alma.
Y cuando esta directora que siempre parece moverse a su aire, con actores fijos y sin salir de casa, acepta el complicado reto de hacer una película en Hollywood, con las convenciones que este acostumbra a imponer, protagonizada por estrellas como Halle Berry y Benicio de Toro , logra algo tan personal y emocionante como Cosas que perdimos en el fuego, crónica de una dolorosa redención, elegía de la supervivencia cuando el fuego externo e interno, el maldito destino o los demonios del alma ha devastado tantas cosas que alimentaban la existencia.
Susanne Bier retorna a Dinamarca en En un mundo mejor.
Para contar algo que bordea la tragedia, el universo en el que mejor se mueve.
Pero en este caso los protagonistas son demasiado vulnerables, son niños, humillados y ofendidos al ser elegidos como el patito feo en ese ambiente colegial que puede ser tan cruel como asfixiante, niños insomnes y con atracción hacia el vacío, violentos, introvertidos y traumados, aislados del mundo por las llagas que provoca la pérdida de la madre y la necesidad compulsiva de encontrar culpables de su desdicha.
Esa historia sobre la certeza de que algo huele a podrido en la civilizada Dinamarca transcurre paralelamente, con armonioso y terrible sentido, en un campamento de refugiados en Africa, con críos que no han perdido la vitalidad aunque estén familiarizados ancestralmente con el horror, acosados por matones que consideran legítimo y natural el derecho de pernada, ejercer el sadismo y la barbarie con los más débiles.
Todos los planteamientos morales que hace esta película alternativamente sombría y luminosa crean inquietud.
Retrata inmejorablemente el poder del caos, la violencia como motor en las relaciones de poder, la tentación de los que la sufren de responder con ella, la dificultad de ordenar la propia vida cuando los fantasmas no dejan de amenazar, la épica labor de educar a los niños, a ese pozo insondable de miedos e incertidumbre, cuando la vida de los adultos está a la deriva.
Imagino que no hay fórmulas ni reglas fijas en las ficciones para conseguir que aflore la lágrima del espectador.
Que cada uno llora con lo que le da la gana, aunque el melodrama (incluido el barato, el exclusivamente sensiblero) presuma de conocer las claves para provocar el llanto. En mi caso, que no soy de lágrima fácil, Susanne Bier consigue en algún momento de esta película, al igual que en Cosas que perdimos en el fuego, que se me humedezcan los ojos.
Y es una sensación impagable.
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