DAVID TRUEBA
El tratamiento mediático de los ingresos hospitalarios del ministro Rubalcaba y la presidenta Esperanza Aguirre nos enseña una lección: puesto a ponerse enfermos, mejor ser un político de derechas que de izquierdas.
Mientras que las muestras de respeto, ánimo y cariño a Esperanza Aguirre fueron ejemplarmente puntuales, el ingreso en la UCI de Ru-balcaba para controlar sus altas fiebres ha dado pie a todo tipo de especulaciones turbias e ironías hirientes.
Hasta el chascarrillo de que en realidad es el Gobierno mismo el que debería ingresar en la unidad de cuidados intensivos fue portada ingeniosa de varios periódicos y colofón de no pocas columnas de opinión.
Los partidarios del humor y del sarcasmo hemos celebrado las chanzas a costa de Ru-balcaba.
Es más sano eso que la comparación impune y habitual con Goebbels.
Mientras la normativa laboral mediática insiste en que no se puede hacer bromas con el Holocausto, sí se puede equiparar a los responsables de aquella atrocidad con quienes reducen la velocidad a 110 kilómetros por hora o distribuyen bombillas de bajo consumo. ¿Qué habría sucedido con cualquiera que se hubiera atrevido a sacarle punta al cáncer de mama de Esperanza Aguirre para usarlo como jabalina contra su política en Madrid?
Es evidente que la izquierda se ha dejado endosar el fardo de lo políticamente correcto, mientras Berlusconi no pierde su identificación con los principios cristianos, pese al cariz erotófago de sus fiestones.
De igual modo, los conservadores se dan el gustazo de soltar un mitin sobre su lucha contra la corrupción en la mismísima Mallorca de Matas.
Saben los políticos que lo único que les garantiza un elogio es la cercanía de la muerte. Como decía Laurence Sterne, la muerte abre la puerta a la fama y se la cierra a la envidia. A Groucho Marx lo echaron de la televisión norteamericana cuando una concursante del Apueste su vida le dijo que tenía 11 hijos y el genial cómico le contestó: "Dígale a su marido que a mí también me gustan mucho los puros, pero a veces me los saco de la boca".
Con la obsesión por Rubalcaba de los medios conservadores pasa algo similar, les encanta achacarle toda maldad, pero a veces también tendrían que aprender a sacárselo de la boca.
10 mar 2011
MERCEDES MILA, termina GH11. Diaro D pasará a Cuatro
Mercedes Milá una Gran Periodista de las que se meten en los casos, y es la que hace que GH siga, aunque yo Hoy sería el final de ese Programa.
Mujeres árabes MARUJA TORRES
La guerra contra Gadafi la perdieron los rebeldes años atrás, cuando Occidente le cambió Pasado por Petróleo y abrió sus palacios a la jaima del tirano y su bufonesca corte.
Todo lo que ha tenido que hacer el dictador es seguir tomándole el pelo a esta comunidad occidental más codiciosa y despistada que un inversor en Rumasa de segunda generación. Con suerte, conforme el tiempo avanza -y eso es lo que hace el sátrapa, ganar tiempo-, iremos viendo que, bueno, qué se le va a hacer, fue un bonito intento pero no duró.
Al fin y al cabo, la lección de Libia aprovechará a nuestros amiguitos que mandan en Argelia, Arabia Saudí, Yemen, Bahréin y etcétera, un etcétera encabezado por Marruecos.
De modo que no habrá mal que por bien no venga.
Toma ya, revolución Facebook.
Lo de siempre sigue de moda.
¿Qué podemos hacer? Poco.
Pero hay algo que sí.
Ayer publicaba este periódico dos informaciones, firmadas por mujeres -Georgina Higueras y Nuria Tesón-, dando cuenta, la una, de las palabras de Nawal el Saadawi, y, la otra, de la brutal humillación a que fueron sometidas en Tahrir, por sus propios compatriotas masculinos, cuando se manifestaron en favor de su igualdad de derechos en el nuevo Egipto.
El machismo patriarcal atufa, con o sin revolución.
Sostengo que el rechazo del velo no puede imponerse, debe surgir de la propia mujer. Pero cuando esa mujer ya existe, y está clamando por sus derechos, hay que ayudarla.
Puede que los gobernantes no sepan o no quieran sacar a Gadafi de su trono.
Pero nosotras tenemos muchas formas -somos feministas del Primer Mundo- de colaborar con nuestras hermanas árabes, de hacerles sentir que no están solas.
¿Para qué sirve un Día de la Mujer, si el resto del año nos quedamos quietas?
Todo lo que ha tenido que hacer el dictador es seguir tomándole el pelo a esta comunidad occidental más codiciosa y despistada que un inversor en Rumasa de segunda generación. Con suerte, conforme el tiempo avanza -y eso es lo que hace el sátrapa, ganar tiempo-, iremos viendo que, bueno, qué se le va a hacer, fue un bonito intento pero no duró.
Al fin y al cabo, la lección de Libia aprovechará a nuestros amiguitos que mandan en Argelia, Arabia Saudí, Yemen, Bahréin y etcétera, un etcétera encabezado por Marruecos.
De modo que no habrá mal que por bien no venga.
Toma ya, revolución Facebook.
Lo de siempre sigue de moda.
¿Qué podemos hacer? Poco.
Pero hay algo que sí.
Ayer publicaba este periódico dos informaciones, firmadas por mujeres -Georgina Higueras y Nuria Tesón-, dando cuenta, la una, de las palabras de Nawal el Saadawi, y, la otra, de la brutal humillación a que fueron sometidas en Tahrir, por sus propios compatriotas masculinos, cuando se manifestaron en favor de su igualdad de derechos en el nuevo Egipto.
El machismo patriarcal atufa, con o sin revolución.
Sostengo que el rechazo del velo no puede imponerse, debe surgir de la propia mujer. Pero cuando esa mujer ya existe, y está clamando por sus derechos, hay que ayudarla.
Puede que los gobernantes no sepan o no quieran sacar a Gadafi de su trono.
Pero nosotras tenemos muchas formas -somos feministas del Primer Mundo- de colaborar con nuestras hermanas árabes, de hacerles sentir que no están solas.
¿Para qué sirve un Día de la Mujer, si el resto del año nos quedamos quietas?
Helena Christensen presta a Oxfam su mirada contra el cambio climático
El verde de sus ojos no tiñe de ese color la vida cotidiana de la aldea nepalí de Rampurwa.
Tampoco hay en sus imágenes ningún atisbo del glamour que ha vivido durante más de dos décadas como modelo de primera categoría.
De hecho, la sencillez de sus instantáneas contrasta con esa aquilatada biografía de culto por la imagen.
La danesa de origen peruano Helena Christensen (Copenhague, 1968), que ha prestado su mirada como embajadora a la organización no gubernamental Intermón Oxfam, inaugura hoy en Valencia una exposición, Helena in Nepal, que reúne una veintena de imágenes. Las fotos sirven a la modelo para retratar el impacto del cambio climático en aquella aldea nepalí en la que Kamalawati, una mujer de 55 años, le contó cómo perdió su casa en unas inundaciones.
Sus fotos se han expuesto en las cumbres del clima de Copenhague y Cancún.
Tampoco hay en sus imágenes ningún atisbo del glamour que ha vivido durante más de dos décadas como modelo de primera categoría.
De hecho, la sencillez de sus instantáneas contrasta con esa aquilatada biografía de culto por la imagen.
La danesa de origen peruano Helena Christensen (Copenhague, 1968), que ha prestado su mirada como embajadora a la organización no gubernamental Intermón Oxfam, inaugura hoy en Valencia una exposición, Helena in Nepal, que reúne una veintena de imágenes. Las fotos sirven a la modelo para retratar el impacto del cambio climático en aquella aldea nepalí en la que Kamalawati, una mujer de 55 años, le contó cómo perdió su casa en unas inundaciones.
Sus fotos se han expuesto en las cumbres del clima de Copenhague y Cancún.
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