DAVID TRUEBA
El tratamiento mediático de los ingresos hospitalarios del ministro Rubalcaba y la presidenta Esperanza Aguirre nos enseña una lección: puesto a ponerse enfermos, mejor ser un político de derechas que de izquierdas.
Mientras que las muestras de respeto, ánimo y cariño a Esperanza Aguirre fueron ejemplarmente puntuales, el ingreso en la UCI de Ru-balcaba para controlar sus altas fiebres ha dado pie a todo tipo de especulaciones turbias e ironías hirientes.
Hasta el chascarrillo de que en realidad es el Gobierno mismo el que debería ingresar en la unidad de cuidados intensivos fue portada ingeniosa de varios periódicos y colofón de no pocas columnas de opinión.
Los partidarios del humor y del sarcasmo hemos celebrado las chanzas a costa de Ru-balcaba.
Es más sano eso que la comparación impune y habitual con Goebbels.
Mientras la normativa laboral mediática insiste en que no se puede hacer bromas con el Holocausto, sí se puede equiparar a los responsables de aquella atrocidad con quienes reducen la velocidad a 110 kilómetros por hora o distribuyen bombillas de bajo consumo. ¿Qué habría sucedido con cualquiera que se hubiera atrevido a sacarle punta al cáncer de mama de Esperanza Aguirre para usarlo como jabalina contra su política en Madrid?
Es evidente que la izquierda se ha dejado endosar el fardo de lo políticamente correcto, mientras Berlusconi no pierde su identificación con los principios cristianos, pese al cariz erotófago de sus fiestones.
De igual modo, los conservadores se dan el gustazo de soltar un mitin sobre su lucha contra la corrupción en la mismísima Mallorca de Matas.
Saben los políticos que lo único que les garantiza un elogio es la cercanía de la muerte. Como decía Laurence Sterne, la muerte abre la puerta a la fama y se la cierra a la envidia. A Groucho Marx lo echaron de la televisión norteamericana cuando una concursante del Apueste su vida le dijo que tenía 11 hijos y el genial cómico le contestó: "Dígale a su marido que a mí también me gustan mucho los puros, pero a veces me los saco de la boca".
Con la obsesión por Rubalcaba de los medios conservadores pasa algo similar, les encanta achacarle toda maldad, pero a veces también tendrían que aprender a sacárselo de la boca.
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