JUAN JOSÉ MILLÁS
De las declaraciones de los dirigentes del PSOE se deduce que ser de izquierdas pasa ahora mismo por adoptar decisiones políticas de derechas.
Es lo que les ocurre a los bajos, que para llegar al estante del arroz han de comportarse como si fueran altos.
Y a los antimilitaristas, que sostienen con sus impuestos al ejército. Y a los laicos, obligados a subvencionar a las religiones.
Y a las embarazadas, que en las entrevistas de trabajo deben jurar que son estériles.
Por la megafonía acaban de informar de que en este aeropuerto solo se utiliza la megafonía para informar de que no se informa, así que empiezo a buscarme la vida.
Soy lo que se dice un alfeñique, pero he de actuar como un atleta ya que las distancias en la T-4 de Barajas son infinitas y a veces, en el último minuto, te cambian el número de puerta.
Ya en el avión, he de fingir que mis articulaciones son las de un chaval, de otro modo me rompería al embutirme en la ranura que la compañía aérea llama asiento.
Y aunque llevo cuatro periódicos, he de actuar como si no llevara ninguno, pues parece improbable abrirlos dentro de esta grieta.
No tengo sueño, pero hago como que sí y cierro los ojos.
Me acuerdo entonces de un profesor que negaba científicamente la existencia del frío para reírse con crueldad de nuestros sabañones (ahora habría negado científicamente la existencia de soluciones económicas de izquierdas para salir del lío en el que nos ha metido la derecha ecuménica).
Los alumnos más listos se quitaban entonces los guantes rotos y el abrigo astroso y aparentaban limpiarse el sudor.
Los más tontos, a ver, hacíamos lo mismo.
La vida ha sido una negociación continua (y fracasada) con la derecha, la estatura, las distancias, los músculos, las Fuerzas Armadas, las religiones, la pobreza, la clase turística, el frío, la jubilación... La vida es una mierda.
11 feb 2011
Jodi Bieber se alza con el World Press Photo por su fotografía de una joven afgana
La imagen premiada fue portada de la revista TIME.-
El español Fernando Moleres, segundo premio en la categoría de reportaje de vida cotidiana por un reportaje publicado en EL PAÍS SEMANAL.- Gustavo Cuevas, de EFE, segundo premio en deporte, por la foto de la cornada a Julio Aparicio .
La periodista sudafricana Jodi Bieber se ha alzado con el World Press Photo 2011 por su fotografía de Aisha Bibi, una joven mujer afgana a la que le fueron amputadas las orejas y la nariz por no obedecer a su marido, que la mantenía en verdaderas condiciones de esclavitud.
La fotografía también se ha alzado con el máximo reconocimiento en la categoría de retrato.
La imgen fue portada de la revista TIME en agosto pasado.
Jodi Bieber no es una desconocida en la profesión.
El máximo galardón otorgado hoy se le suman a otros ocho reconocimientos realizados por esta misma organización en el pasado.
"Esta fotografía podría convertirse en una de esas imágenes, y tal vez sólo recordemos diez en nuestra vida, en la que alguien nos dice 'tú sabes, esa foto de una chica ...', y sabes exactamente de cuál estamos hablando", ha declarado el miembro del jurado David Burnett.
Si el galardón del año pasado - que fue a parar a la imagen de unas protestas nocturnas en las azoteas de Teherán - levantó espinas entre los que demandaban reconocimientos hacia un fotoperiodismo más clásico, el retrato de Aisha Bibi responde a una técnica y un formalismo más usual.
Y ha sido una constante a lo largo de las distintas categorías.
Los World Press Photo reconocen el trabajo fotográfico en 12 categorías distintas.
El trabajo de Fernando Moleres, publicado por EL PAÍS SEMANAL , ha sido reconocido con el segundo premio en la categoría de reportajes de la vida cotidiana.
"Es un premio a la apuesta por el periodismo social comprometido", declara Moleres a EL PAÍS. "Durante cuarenta días estuve metido en esa prisión, con el objetivo de denunciar la situación en la que viven menores encerrados en una cárcel de Sierra Leona", asegura.
El español Gustavo Cuevas, de la agencia EFE, se ha alzado con el segundo puesto en la categoría de deporte, por su fotografía de la cornada de Julio Aparicio en Las Ventas, el 21 de mayo de 2010.
Un retrato a un dinka man frente a su casa en Akkach, al sur de Sudán, tomado por el español Guillem Valle, ha sido reconocido con el tercer premio en la categoría de retratos.
También destaca la fotografía tomada por el francés Olivier Laban-Mattei en la que se muestra como un hombre arroja un cadáver sobre una pila de cuerpos tras el terremoto de Haití.
Si el año pasado el jurado hizo mención especial al vídeo colgado en Youtube que mostraba a una mujer iraní muerta durante las protestas postelectorales, este año la mención ha ido a parar a la serie de 12 fotografías tomadas por los mineros atrapados en la mina de San José, a 700 metros bajo tierra.
La edición de este año se ha cerrado con un récord de participación, con 108.059 imágenes, tomadas por 5.847 fotógrafos de 125 nacionalidades distintas.
El español Fernando Moleres, segundo premio en la categoría de reportaje de vida cotidiana por un reportaje publicado en EL PAÍS SEMANAL.- Gustavo Cuevas, de EFE, segundo premio en deporte, por la foto de la cornada a Julio Aparicio .
La periodista sudafricana Jodi Bieber se ha alzado con el World Press Photo 2011 por su fotografía de Aisha Bibi, una joven mujer afgana a la que le fueron amputadas las orejas y la nariz por no obedecer a su marido, que la mantenía en verdaderas condiciones de esclavitud.
La fotografía también se ha alzado con el máximo reconocimiento en la categoría de retrato.
La imgen fue portada de la revista TIME en agosto pasado.
Jodi Bieber no es una desconocida en la profesión.
El máximo galardón otorgado hoy se le suman a otros ocho reconocimientos realizados por esta misma organización en el pasado.
"Esta fotografía podría convertirse en una de esas imágenes, y tal vez sólo recordemos diez en nuestra vida, en la que alguien nos dice 'tú sabes, esa foto de una chica ...', y sabes exactamente de cuál estamos hablando", ha declarado el miembro del jurado David Burnett.
Si el galardón del año pasado - que fue a parar a la imagen de unas protestas nocturnas en las azoteas de Teherán - levantó espinas entre los que demandaban reconocimientos hacia un fotoperiodismo más clásico, el retrato de Aisha Bibi responde a una técnica y un formalismo más usual.
Y ha sido una constante a lo largo de las distintas categorías.
Los World Press Photo reconocen el trabajo fotográfico en 12 categorías distintas.
El trabajo de Fernando Moleres, publicado por EL PAÍS SEMANAL , ha sido reconocido con el segundo premio en la categoría de reportajes de la vida cotidiana.
"Es un premio a la apuesta por el periodismo social comprometido", declara Moleres a EL PAÍS. "Durante cuarenta días estuve metido en esa prisión, con el objetivo de denunciar la situación en la que viven menores encerrados en una cárcel de Sierra Leona", asegura.
El español Gustavo Cuevas, de la agencia EFE, se ha alzado con el segundo puesto en la categoría de deporte, por su fotografía de la cornada de Julio Aparicio en Las Ventas, el 21 de mayo de 2010.
Un retrato a un dinka man frente a su casa en Akkach, al sur de Sudán, tomado por el español Guillem Valle, ha sido reconocido con el tercer premio en la categoría de retratos.
También destaca la fotografía tomada por el francés Olivier Laban-Mattei en la que se muestra como un hombre arroja un cadáver sobre una pila de cuerpos tras el terremoto de Haití.
Si el año pasado el jurado hizo mención especial al vídeo colgado en Youtube que mostraba a una mujer iraní muerta durante las protestas postelectorales, este año la mención ha ido a parar a la serie de 12 fotografías tomadas por los mineros atrapados en la mina de San José, a 700 metros bajo tierra.
La edición de este año se ha cerrado con un récord de participación, con 108.059 imágenes, tomadas por 5.847 fotógrafos de 125 nacionalidades distintas.
París se rinde a Carmen Maura
. .Carmen Maura vive entre España y Francia, entre Madrid y París, sabe cuáles son los pros y los contras de cada ciudad y de cada temperamento y al final resume que la residencia perfecta e imposible sería su casa de siempre "pero con París en la acera de enfrente".
La actriz recibió ayer, por el conjunto de su obra, en el Ayuntamiento de esta ciudad, de manos de la vicealcaldesa, Anne Hidalgo, la "grande Medaille de Vermeil de la Ville de París" el mayor reconocimiento de esta institución, en un homenaje solemne al que asistieron un centenar de personas.
Hidalgo, de padres españoles, muy ligada a la cultura española, elogió encendidamente a Maura, a la que aseguró conocer y admirar.
La actriz escuchó el discurso con una sonrisa de oreja a oreja.
Después, en el excelente francés fluido y con acento indisimulado del que ha hecho gala en sus últimas películas, Maura agradeció el premio, rememoró con dulzura e ironía sus primeros tiempos en París, a la que describió como una ciudad hermosa "pero muy difícil de conquistar" en la que "el sol no calienta mucho".
Después de las fotos con varios de los asistentes, Maura, locuaz como nunca, habló delante de los periodistas de esa ciudad que le encanta y le choca y de ese pueblo, el francés "tan cuadrado, tan encantador y, a veces, tan ingenuo, tan fácil de engañar". Respondió a las inevitables preguntas sobre Almodovar ("ya no somos amigos, ya no le veo, no me obsesiona rodar con él, pero si me ofrece un buen papel bien pagado, lo haré"), sobre su propia carrera ("me gusta descubrir gente, trabajar con directores en su primera película, porque ponen toda el alma") y, sobre todo, París ("una ciudad preciosa, pero dura, en la que he llorado, en la que, a veces, cuando el taxista te responde mal una mañana, te entran ganas de venirte abajo").
El viernes asistirá, en el instituto Cervantes de París, al estreno de su última película, Les femmes au sixième étage (las mujeres del sexto piso), dirigida por Philippe Le Guay, con Fabrice Luchini y Sandrine Kibelain en la que Maura, junto a Lola Dueñas y Natalia Verbeke, entre otras, interpretan a las mujeres que, en los años sesenta, venían a trabajar a París como sirvientas. "No es una película folklórica. Y hay un poquito de crítica hacia la sociedad francesa, pero es una crítica respetuosa y cariñosa, claro.
Además, es un poco un cuento de hadas porque acaba bien".
La actriz recibió ayer, por el conjunto de su obra, en el Ayuntamiento de esta ciudad, de manos de la vicealcaldesa, Anne Hidalgo, la "grande Medaille de Vermeil de la Ville de París" el mayor reconocimiento de esta institución, en un homenaje solemne al que asistieron un centenar de personas.
Hidalgo, de padres españoles, muy ligada a la cultura española, elogió encendidamente a Maura, a la que aseguró conocer y admirar.
La actriz escuchó el discurso con una sonrisa de oreja a oreja.
Después, en el excelente francés fluido y con acento indisimulado del que ha hecho gala en sus últimas películas, Maura agradeció el premio, rememoró con dulzura e ironía sus primeros tiempos en París, a la que describió como una ciudad hermosa "pero muy difícil de conquistar" en la que "el sol no calienta mucho".
Después de las fotos con varios de los asistentes, Maura, locuaz como nunca, habló delante de los periodistas de esa ciudad que le encanta y le choca y de ese pueblo, el francés "tan cuadrado, tan encantador y, a veces, tan ingenuo, tan fácil de engañar". Respondió a las inevitables preguntas sobre Almodovar ("ya no somos amigos, ya no le veo, no me obsesiona rodar con él, pero si me ofrece un buen papel bien pagado, lo haré"), sobre su propia carrera ("me gusta descubrir gente, trabajar con directores en su primera película, porque ponen toda el alma") y, sobre todo, París ("una ciudad preciosa, pero dura, en la que he llorado, en la que, a veces, cuando el taxista te responde mal una mañana, te entran ganas de venirte abajo").
El viernes asistirá, en el instituto Cervantes de París, al estreno de su última película, Les femmes au sixième étage (las mujeres del sexto piso), dirigida por Philippe Le Guay, con Fabrice Luchini y Sandrine Kibelain en la que Maura, junto a Lola Dueñas y Natalia Verbeke, entre otras, interpretan a las mujeres que, en los años sesenta, venían a trabajar a París como sirvientas. "No es una película folklórica. Y hay un poquito de crítica hacia la sociedad francesa, pero es una crítica respetuosa y cariñosa, claro.
Además, es un poco un cuento de hadas porque acaba bien".
Tele y Estado DAVID TRUEBA
Nos preguntábamos ayer sobre el papel que el Estado juega en el mercado de la televisión. La televisión es el poder de influencia social, moral y educativo más grande de nuestra época. Se ha comido las porciones más sabrosas de la Iglesia, la escuela, la familia y la vida social, gracias a su maquinaria de entretenimiento situada en el salón de casa. En los últimos meses, con ánimo preelectoral, el partido de la oposición ha tonteado con el descontento frente a la España autonómica. Lo que la gente percibe, en malos tiempos, como un engorro de duplicada burocracia, multiplicación de cargos y prebendas, es un manjar delicioso para sumar a las promesas electorales.
La noticia en otros webs
webs en español
en otros idiomas
Entre otras cosas, el Partido Popular fantasea con la desaparición de los canales autonómicos de televisión, segunda víctima tras las cajas de ahorro. En lugar de enfrentarse a su optimización, a la mejora de servicios y valores, a explotar sus condiciones, se impone tirar la toalla. No se menciona que algunos de sus barones más destacados proporcionan al ciudadano las peores televisiones territoriales que uno pueda imaginar. Nepotismo, manipulación, nulo interés, son características que tiñen algunos canales comunitarios bajo su mano.
Zapatero puede presumir de que bajo su mandato la televisión pública ha alcanzado un orden democrático más decente.
Solo hace falta compararla con la de los años inmediatamente anteriores.
La crisis ha mermado su potencia económica, pero también ha finiquitado cualquier posibilidad de que el mercado nos trajera una mejor televisión de capital privado.
Hoy las mejores apuestas formativas, minoritarias y de valores sociales son estatales.
El único canal de noticias continuado es estatal; ayer mismo seguía al minuto la actualidad de Egipto mientras los demás canales daban el pan suyo de cada tarde.
La complejidad del país, desde su bilingüismo hasta su excesiva centralización, solo recibe respuestas televisivas desde el dinero público.
Parece pues una promesa espeluznante que el Estado se lave las manos de su responsabilidad en la oferta televisiva.
Si alguien pretende satisfacer los deseos del ciudadano, que idee un plan para que el servicio mejore con menor coste público, pero que no lo inhabilite como un referente comprometido y útil.
La sociedad no merece que el mercado sea el único que dicte lo que comen nuestros ojos.
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Entre otras cosas, el Partido Popular fantasea con la desaparición de los canales autonómicos de televisión, segunda víctima tras las cajas de ahorro. En lugar de enfrentarse a su optimización, a la mejora de servicios y valores, a explotar sus condiciones, se impone tirar la toalla. No se menciona que algunos de sus barones más destacados proporcionan al ciudadano las peores televisiones territoriales que uno pueda imaginar. Nepotismo, manipulación, nulo interés, son características que tiñen algunos canales comunitarios bajo su mano.
Zapatero puede presumir de que bajo su mandato la televisión pública ha alcanzado un orden democrático más decente.
Solo hace falta compararla con la de los años inmediatamente anteriores.
La crisis ha mermado su potencia económica, pero también ha finiquitado cualquier posibilidad de que el mercado nos trajera una mejor televisión de capital privado.
Hoy las mejores apuestas formativas, minoritarias y de valores sociales son estatales.
El único canal de noticias continuado es estatal; ayer mismo seguía al minuto la actualidad de Egipto mientras los demás canales daban el pan suyo de cada tarde.
La complejidad del país, desde su bilingüismo hasta su excesiva centralización, solo recibe respuestas televisivas desde el dinero público.
Parece pues una promesa espeluznante que el Estado se lave las manos de su responsabilidad en la oferta televisiva.
Si alguien pretende satisfacer los deseos del ciudadano, que idee un plan para que el servicio mejore con menor coste público, pero que no lo inhabilite como un referente comprometido y útil.
La sociedad no merece que el mercado sea el único que dicte lo que comen nuestros ojos.
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