Moda y cine se dan una vez más la mano en la exposición 'Vestuario Premios Goya 2011' organizada por YO DONA y el centro comercial Moda Shopping.
Los trajes de las cuatro candidatas,'También la lluvia', 'Lope', 'Balada triste de trompeta' y 'Pa negre', comparten ubicación con las instantáneas que YO DONA realiza cada año para homenajear al cine español realizadas por el fotógrafo Nacho Pinedo.
Ambas obras estarán expuestas en el centro comercial hasta el 28 de febrero.
En la presentación de la exposición, el comisario de la misma, el diseñador Lorenzo Caprile destacó, en declaraciones a YO DONA, que la calidad de estos cuatro vestuarios "han aportado tanto al carácter de los personaje como el guión de la película".
La única de los figuristas nominados que acudió a la inauguración, Tatiana Hernández, describía sus creaciones como "una retrospectiva desde el Siglo de Oro.
Hay que tener en cuenta que lo normal en aquella época era heredar la ropa y hacer modificaciones, que conviviera el estilo de aquel entonces y el de sus antepasados, dos momentos históricos diferentes".
Para recrear la atmósfera de cada película, el diseñador e interiorista Pepe Leal, ha creado cuatro ambientes basados en elementos representativos de cada relato, como el circo tétrico de 'Balada triste de trompeta' o la naturaleza salvaje de 'También la lluvia'
Todos los asistentes a la inauguracíon remitía a los académicos cuando se hacía referencia a cuál de las cintas se merecía este Goya.
Para resolver esta incógnita, habrá que esperar hasta la noche del domingo 13.
9 feb 2011
La escala oriental de Christian Lacroix
FLORENCIA SAÑUDO
A partir del 8 de febrero el Museo Quai Branly de París ofrece la exposición 'El Oriente de las mujeres según Christian Lacroix', 150 fabulosas prendas seleccionadas por el modisto.
Se trata de piezas de fines del siglo XIX de Siria, Palestina, Jordania y Líbano que forman parte de la colección del museo y que jamás fueron vistas en público hasta ahora.
Luego de la presentación de la colección Chanel inspirada en Turquía, he aquí la confirmación que Oriente es una de las tendencias más fuertes de 2011.
Esta sorprendente exposición presenta una selección de vestidos de fiesta, abrigos, ajuares de novia y tocas ornados de colores, tanto en seda como en lana o algodón, que usaban las beduinas de Siria, Jordania, Palestina y del desierto del Sinai.
Las piezas datan principalmente desde finales del siglo XIX a nuestros días y son testimonio de una tradición y de un 'savoir faire' que aún existe -aunque raramente- en algunos remotos rincones de esas regiones.
Pero a su vez, revela otra cara de las mujeres de esta región en la que, lamentablemente, el negro cada vez ocupa más lugar en la vestimenta femenina a causa del diktat religioso.
Este proyecto es un trabajo en común entre Lacroix –que contribuye con su mirada artística– y Hannah Chidiac, comisaria de la exposición y responsable de las colecciones de Africa del Norte y Próximo Oriente del museo, quien aporta su visión científica. Según él, ella le abrió las puertas de un mundo que desconocía y de "la excepcional vitalidad del arte del bordado en el cercano Oriente".
El modisto se dice "seducido" por cada una de las prendas, por la perfección de los bordados y por el sentido del detalle de "esas artistas anónimas que vivían en condiciones muy marginales, sin saber que estaban haciendo arte!.
Lacroix admite que, al elegir cada uno de los modelos, no podía evitar preguntarse "a qué mujeres querría ver en ellos".
Desde el cierre de su 'maison', Christian Lacroix multiplica sus actividades: una colección para Desigual, la decoración de sus hoteles, el vestuario para seis producciones de ópera de aquí a 2013 -incluyendo una versión de Aída-.
¿Echa de menos el ritmo trepidante de las colecciones?
"Lo que realmente echo en falta de la moda es lo que hacía con mis líneas Bazar o Jeans, es decir la moda de la calle, que se puede compartir entre todos.
Crear la 'it bag' de la temporada o estar en el centro de la lucha de las grandes marcas no es para mí".
L'Orient des Femmes vu par Christian Lacroix, del 8 de febrero al 15 de marzo 2011. Museo du quai Branly, 37 Quai Branly, 75007, Paris.
A partir del 8 de febrero el Museo Quai Branly de París ofrece la exposición 'El Oriente de las mujeres según Christian Lacroix', 150 fabulosas prendas seleccionadas por el modisto.
Se trata de piezas de fines del siglo XIX de Siria, Palestina, Jordania y Líbano que forman parte de la colección del museo y que jamás fueron vistas en público hasta ahora.
Luego de la presentación de la colección Chanel inspirada en Turquía, he aquí la confirmación que Oriente es una de las tendencias más fuertes de 2011.
Esta sorprendente exposición presenta una selección de vestidos de fiesta, abrigos, ajuares de novia y tocas ornados de colores, tanto en seda como en lana o algodón, que usaban las beduinas de Siria, Jordania, Palestina y del desierto del Sinai.
Las piezas datan principalmente desde finales del siglo XIX a nuestros días y son testimonio de una tradición y de un 'savoir faire' que aún existe -aunque raramente- en algunos remotos rincones de esas regiones.
Pero a su vez, revela otra cara de las mujeres de esta región en la que, lamentablemente, el negro cada vez ocupa más lugar en la vestimenta femenina a causa del diktat religioso.
Este proyecto es un trabajo en común entre Lacroix –que contribuye con su mirada artística– y Hannah Chidiac, comisaria de la exposición y responsable de las colecciones de Africa del Norte y Próximo Oriente del museo, quien aporta su visión científica. Según él, ella le abrió las puertas de un mundo que desconocía y de "la excepcional vitalidad del arte del bordado en el cercano Oriente".
El modisto se dice "seducido" por cada una de las prendas, por la perfección de los bordados y por el sentido del detalle de "esas artistas anónimas que vivían en condiciones muy marginales, sin saber que estaban haciendo arte!.
Lacroix admite que, al elegir cada uno de los modelos, no podía evitar preguntarse "a qué mujeres querría ver en ellos".
Desde el cierre de su 'maison', Christian Lacroix multiplica sus actividades: una colección para Desigual, la decoración de sus hoteles, el vestuario para seis producciones de ópera de aquí a 2013 -incluyendo una versión de Aída-.
¿Echa de menos el ritmo trepidante de las colecciones?
"Lo que realmente echo en falta de la moda es lo que hacía con mis líneas Bazar o Jeans, es decir la moda de la calle, que se puede compartir entre todos.
Crear la 'it bag' de la temporada o estar en el centro de la lucha de las grandes marcas no es para mí".
L'Orient des Femmes vu par Christian Lacroix, del 8 de febrero al 15 de marzo 2011. Museo du quai Branly, 37 Quai Branly, 75007, Paris.
Un cero ELVIRA LINDO
La boina ha vuelto. Madrid y Barcelona se la han encasquetado desde hace semanas y, mientras no cambie el tiempo, no habrá manera de que el tejido se haga más liviano.
De la contaminación suelen acordarse los Gobiernos cuando la boina ennegrece sobre nuestras cabezas; cuando un reglamento exterior llama al orden o cuando es imposible ocultar que han aumentado los ingresos hospitalarios.
Sin dejar de restarle valor a la responsabilidad de las autoridades en algo que afecta de manera tan severa a la salud pública hay algo que siempre me deja perpleja en el comportamiento de los españoles: el hecho de que el poder lo ostenten otros parece que nos exime de cualquier responsabilidad para remediar un problema que, en este caso, afecta, sobre todo, a los más débiles.
El Ayuntamiento de Madrid pide a los ciudadanos que procuren dejar el coche en casa por unos días. El resultado ha sido notable: un 0% de descenso.
Los mismos cacharros a las mismas horas. Los datos han aparecido en los periódicos y la respuesta de la ciudadanía cibernética, siempre dispuesta a la indignación, no se ha hecho esperar: "Mientras ellos minimicen el problema por qué voy a sufrir yo las consecuencias"; "no pienso dejar el coche en mi casa, eso es un parche"; "¡ja!, por una parte, se lavan las manos, por la otra, nos piden que lo arreglemos nosotros".
¡Un 0%! ¿Cómo es posible que no nos sonrojemos (un poco)?
Alguna vez le he leído al politólogo Fernando Vallespín que una de las condiciones para que la democracia funcione es que tenga ciudadanos a la altura de un sistema que nos plantea deberes que habrían de cumplirse voluntariamente.
La manera de demostrarle a las autoridades que la contaminación es un asunto que preocupa es, precisamente, siendo activo en rebajarla.
Y cuando se marche esa boina, no olvidarse del asunto. Dar la matraca. Otro deber.
De la contaminación suelen acordarse los Gobiernos cuando la boina ennegrece sobre nuestras cabezas; cuando un reglamento exterior llama al orden o cuando es imposible ocultar que han aumentado los ingresos hospitalarios.
Sin dejar de restarle valor a la responsabilidad de las autoridades en algo que afecta de manera tan severa a la salud pública hay algo que siempre me deja perpleja en el comportamiento de los españoles: el hecho de que el poder lo ostenten otros parece que nos exime de cualquier responsabilidad para remediar un problema que, en este caso, afecta, sobre todo, a los más débiles.
El Ayuntamiento de Madrid pide a los ciudadanos que procuren dejar el coche en casa por unos días. El resultado ha sido notable: un 0% de descenso.
Los mismos cacharros a las mismas horas. Los datos han aparecido en los periódicos y la respuesta de la ciudadanía cibernética, siempre dispuesta a la indignación, no se ha hecho esperar: "Mientras ellos minimicen el problema por qué voy a sufrir yo las consecuencias"; "no pienso dejar el coche en mi casa, eso es un parche"; "¡ja!, por una parte, se lavan las manos, por la otra, nos piden que lo arreglemos nosotros".
¡Un 0%! ¿Cómo es posible que no nos sonrojemos (un poco)?
Alguna vez le he leído al politólogo Fernando Vallespín que una de las condiciones para que la democracia funcione es que tenga ciudadanos a la altura de un sistema que nos plantea deberes que habrían de cumplirse voluntariamente.
La manera de demostrarle a las autoridades que la contaminación es un asunto que preocupa es, precisamente, siendo activo en rebajarla.
Y cuando se marche esa boina, no olvidarse del asunto. Dar la matraca. Otro deber.
Ninguna broma con el Holocausto
EL PAÍS retira una campaña publicitaria por los chistes antisemitas del autor.
Unos lectores protestaron por albergar el 'blog' de Vigalondo y otros por que se suprimiera.
El viernes 29 de enero el director de cine Nacho Vigalondo alcanzó en su cuenta personal de Twitter la muy respetable cifra de 50.000 seguidores.
Para celebrarlo, escribió: "Ahora que tengo más de 50.000 followers y me he tomado cuatro vinos podré decir mi mensaje: ¡El holocausto fue un montaje!".
A lo que añadió: "Tengo algo más que contaros: la bala mágica que mató a Kennedy ¡todavía no ha aterrizado!". Ambas tenían, evidentemente, un propósito provocador, pero mientras que la segunda pasó inadvertida, la primera provocó la reacción de algunos seguidores.
Consideraban que se había excedido y le advertían de que el humor debe respetar ciertos límites.
Vigalondo les replicó con una sucesión de chistes sobre judíos y sobre el Holocausto, en una espiral de humor negro que provocó nuevas y más enconadas reacciones.
La polémica saltó a diversos blogs muy concurridos y lo que había comenzado con unos amigables reproches en su cuenta personal se convirtió en un incendio que fue creciendo y acabó afectando a EL PAÍS.
Vigalondo escribía un blog personal sobre cine en la edición digital y además esos días se emitía por televisión una campaña de publicidad, dirigida y protagonizada por el cineasta, sobre las nuevas aplicaciones desarrolladas por EL PAÍS para facilitar información en soportes digitales.
En cuanto trascendió la polémica, comenzaron a llegar protestas al diario. También al correo de la Defensora. Lectores como Miguel Moya, Julio Kierzszenson, Raquel Benchaya y Luis Artime se quejaban de que el diario siguiera dando cobijo a alguien que negaba el Holocausto o lo banalizaba.
Isabel Gómez, cuyo tío abuelo, un republicano español, murió en Mauthausen, no comprendía cómo se podía admitir que se hiciera mofa de quienes fueron víctima de semejante barbarie.
En su blog, el cineasta daba extensas explicaciones a los lectores, pero algunos no lo consideraron suficiente.
Jorge Tahauer, "sobrino y primo de personas asesinadas en el Holocausto", declaraba que el humor negro de Vigalondo "es una herida añadida al insulto y su liviana disculpa no demuestra arrepentimiento alguno".
En su edición del jueves el diario comunicó que, al tener conocimiento de esos desafortunados comentarios, el sábado había decidido retirar la campaña publicitaria: "Nacho Vigalondo bromeó en Twitter sobre el Holocausto a título personal y en un soporte ajeno a EL PAÍS, pero el periódico considera inaceptables e incompatibles con su línea editorial los comentarios vertidos. EL PAÍS pide disculpas por lo sucedido", escribió. Ese mismo día Vigalondo cerraba su blog. En su último post y en una carta publicada en la edición impresa, pedía perdón.
"Pido disculpas por el dolor que está causando mi tweet. Quiero aclarar que no soy antisemita ni negacionista. Cualquiera que conozca mi trayectoria, podrá comprobar que jamás me he acercado a esas posturas que condeno radicalmente. El tweet que ha levantado la polvareda no es la declaración de un revisionista, es la parodia de una actitud así. Y lo reitero por si acaso: no soy negacionista, no soy antisemita", escribe.
Si antes había recibido cartas contra Vigalondo, a partir del jueves comencé a recibirlas en su defensa.
Lectores como José Martull, Miguel Á. López, Ángel R. Lafuente, Alberto Zamora, Salvador Martín y Juan Carlos Caballero o José Antonio Sánchez Barruezo, entre otros, escribieron para expresar su indignación por lo que consideraban una medida desproporcionada e injusta.
Jorge Cascante nos recomendaba "con vehemencia" la novela La broma de Milan Kundera, para concluir "con una obviedad como un castillo: la broma de Vigalondo no era a costa del Holocausto judío, sino a costa de los que lo niegan".
Finalmente, Francisco López Velasco pide explicaciones al diario por "haberse plegado tan fácilmente a lo políticamente correcto".
Javier Moreno, director de EL PAÍS, insiste en las razones expresadas en el comunicado y añade: "Hay límites que no se pueden traspasar, y en este caso, los chistes superaron claramente la línea roja.
No tienen defensa posible.
Constituyen un insulto a los judíos y a cualquier persona honesta.
En el humor, habrá cuestiones en las que se pueda discutir dónde esta el límite, pero con las expresiones utilizadas en esta ocasión sobre el Holocausto, una tragedia que costó la vida a millones de personas, no se pueden mantener ambigüedades.
Hay una línea moral que EL PAÍS y sus lectores tienen muy clara y que se ha traspasado.
Con el cese de la campaña hemos querido disolver cualquier duda que pudiera haber al respecto y ofrecer disculpas a quienes se hubieran sentido ofendidos".
El desgraciado episodio permite extraer enseñanzas amargas. Algunas de ellas las enumera el propio cineasta en el penúltimo post de su blog, titulado Holocausto Vigalondo. Por ejemplo, la gran capacidad de contagio, cual epidemia viral, que tiene la red y la gran capacidad de distorsión. Como en el juego del teléfono, el mensaje final puede que no se parezca al original.
Tiene razón Nacho Vigalondo cuando afirma que nunca negó el Holocausto. Y sin embargo, muchos le acusan de negacionista.
Cualquiera que se acerque a la fuente podrá comprobarlo.
Las dos frases iniciales (recuerden la de Kennedy) pretendían ser una parodia de las teorías descabelladas que corren por Internet.
Pero no se entendió así y derivó en una polémica sobre los límites del humor.
Ahí es donde Vigalondo cometió el error: pretender afirmar su derecho a establecer sus límites con chistes y bromas, estos sí, claramente antisemitas y que hacían mofa del Holocausto.
Puesto que habla con "amigos", el tenedor de una cuenta personal en Twitter puede pensar que su conversación se desarrolla en un entorno amigable.
Pero no es una conversación privada, sino pública.
El propio cineasta echó gasolina al fuego retwiteando los mensajes que recibía.
Pretendía discutir sobre los límites del humor en términos muy parecidos a los suscitados en la polémica presentación de la gala de los Golden Globes por el humorista Ricky Gervays.
El propio Gervays lo explica muy bien en un vídeo que puede verse en YouTube: el humorista que quiere arriesgar, busca los límites de lo que es corrosivo. Cuanto más lejos vaya, más corrosivo será. Ir hasta el límite tiene, sin embargo, su riesgo: a unos les hará gracia, a otros les ofenderá. Él decide, pero él carga también con las consecuencias.
Para EL PAÍS, bromas como las expresadas por Vigalondo están más allá del límite tolerable, como lo están las bromas racistas o xenófobas y ciertos chistes sobre pederastia, violencia de género y otras lacras que han causado y causan un enorme sufrimiento. El dolor marca la frontera.
En este caso ha intervenido además un factor de distorsión a tener en cuenta, como señala el lector José Ramón Grela: "Multitud de medios han aprovechado para cargar sus tintas contra el cineasta, cada uno de ellos distorsionando más la noticia, porque así es el periodismo actual: nadie va a la fuente, todo el mundo copia y pega.
Unos por polemizar y otros por atacar a EL PAÍS".
Así ha sido.
Puesto que en ese momento el cineasta estaba encarnando la imagen pública del diario, la polémica fue utilizada por algunos medios rivales para atacarlo.
En su defensa de Vigalondo, Miriam Piquier abunda en la misma idea: "El twitter que hizo no hubiese sido noticia si no hubiera sido el protagonista / creador de la campaña de EL PAÍS".
Las ofensas no se cometieron en las páginas del diario, pero ese límite ya no es efectivo en estos tiempos de globalidad digital.
Con Internet, las fronteras entre privado y público se difuminan, como también se borran los límites entre personal y profesional.
Todo se mezcla, todo cuenta.
Nunca había sido tan fácil comunicar, pero no hay que olvidar que el mensaje, una vez lanzado, vuela libre y crece y se transforma, sin que el emisor pueda ya controlarlo.
Unos lectores protestaron por albergar el 'blog' de Vigalondo y otros por que se suprimiera.
El viernes 29 de enero el director de cine Nacho Vigalondo alcanzó en su cuenta personal de Twitter la muy respetable cifra de 50.000 seguidores.
Para celebrarlo, escribió: "Ahora que tengo más de 50.000 followers y me he tomado cuatro vinos podré decir mi mensaje: ¡El holocausto fue un montaje!".
A lo que añadió: "Tengo algo más que contaros: la bala mágica que mató a Kennedy ¡todavía no ha aterrizado!". Ambas tenían, evidentemente, un propósito provocador, pero mientras que la segunda pasó inadvertida, la primera provocó la reacción de algunos seguidores.
Consideraban que se había excedido y le advertían de que el humor debe respetar ciertos límites.
Vigalondo les replicó con una sucesión de chistes sobre judíos y sobre el Holocausto, en una espiral de humor negro que provocó nuevas y más enconadas reacciones.
La polémica saltó a diversos blogs muy concurridos y lo que había comenzado con unos amigables reproches en su cuenta personal se convirtió en un incendio que fue creciendo y acabó afectando a EL PAÍS.
Vigalondo escribía un blog personal sobre cine en la edición digital y además esos días se emitía por televisión una campaña de publicidad, dirigida y protagonizada por el cineasta, sobre las nuevas aplicaciones desarrolladas por EL PAÍS para facilitar información en soportes digitales.
En cuanto trascendió la polémica, comenzaron a llegar protestas al diario. También al correo de la Defensora. Lectores como Miguel Moya, Julio Kierzszenson, Raquel Benchaya y Luis Artime se quejaban de que el diario siguiera dando cobijo a alguien que negaba el Holocausto o lo banalizaba.
Isabel Gómez, cuyo tío abuelo, un republicano español, murió en Mauthausen, no comprendía cómo se podía admitir que se hiciera mofa de quienes fueron víctima de semejante barbarie.
En su blog, el cineasta daba extensas explicaciones a los lectores, pero algunos no lo consideraron suficiente.
Jorge Tahauer, "sobrino y primo de personas asesinadas en el Holocausto", declaraba que el humor negro de Vigalondo "es una herida añadida al insulto y su liviana disculpa no demuestra arrepentimiento alguno".
En su edición del jueves el diario comunicó que, al tener conocimiento de esos desafortunados comentarios, el sábado había decidido retirar la campaña publicitaria: "Nacho Vigalondo bromeó en Twitter sobre el Holocausto a título personal y en un soporte ajeno a EL PAÍS, pero el periódico considera inaceptables e incompatibles con su línea editorial los comentarios vertidos. EL PAÍS pide disculpas por lo sucedido", escribió. Ese mismo día Vigalondo cerraba su blog. En su último post y en una carta publicada en la edición impresa, pedía perdón.
"Pido disculpas por el dolor que está causando mi tweet. Quiero aclarar que no soy antisemita ni negacionista. Cualquiera que conozca mi trayectoria, podrá comprobar que jamás me he acercado a esas posturas que condeno radicalmente. El tweet que ha levantado la polvareda no es la declaración de un revisionista, es la parodia de una actitud así. Y lo reitero por si acaso: no soy negacionista, no soy antisemita", escribe.
Si antes había recibido cartas contra Vigalondo, a partir del jueves comencé a recibirlas en su defensa.
Lectores como José Martull, Miguel Á. López, Ángel R. Lafuente, Alberto Zamora, Salvador Martín y Juan Carlos Caballero o José Antonio Sánchez Barruezo, entre otros, escribieron para expresar su indignación por lo que consideraban una medida desproporcionada e injusta.
Jorge Cascante nos recomendaba "con vehemencia" la novela La broma de Milan Kundera, para concluir "con una obviedad como un castillo: la broma de Vigalondo no era a costa del Holocausto judío, sino a costa de los que lo niegan".
Finalmente, Francisco López Velasco pide explicaciones al diario por "haberse plegado tan fácilmente a lo políticamente correcto".
Javier Moreno, director de EL PAÍS, insiste en las razones expresadas en el comunicado y añade: "Hay límites que no se pueden traspasar, y en este caso, los chistes superaron claramente la línea roja.
No tienen defensa posible.
Constituyen un insulto a los judíos y a cualquier persona honesta.
En el humor, habrá cuestiones en las que se pueda discutir dónde esta el límite, pero con las expresiones utilizadas en esta ocasión sobre el Holocausto, una tragedia que costó la vida a millones de personas, no se pueden mantener ambigüedades.
Hay una línea moral que EL PAÍS y sus lectores tienen muy clara y que se ha traspasado.
Con el cese de la campaña hemos querido disolver cualquier duda que pudiera haber al respecto y ofrecer disculpas a quienes se hubieran sentido ofendidos".
El desgraciado episodio permite extraer enseñanzas amargas. Algunas de ellas las enumera el propio cineasta en el penúltimo post de su blog, titulado Holocausto Vigalondo. Por ejemplo, la gran capacidad de contagio, cual epidemia viral, que tiene la red y la gran capacidad de distorsión. Como en el juego del teléfono, el mensaje final puede que no se parezca al original.
Tiene razón Nacho Vigalondo cuando afirma que nunca negó el Holocausto. Y sin embargo, muchos le acusan de negacionista.
Cualquiera que se acerque a la fuente podrá comprobarlo.
Las dos frases iniciales (recuerden la de Kennedy) pretendían ser una parodia de las teorías descabelladas que corren por Internet.
Pero no se entendió así y derivó en una polémica sobre los límites del humor.
Ahí es donde Vigalondo cometió el error: pretender afirmar su derecho a establecer sus límites con chistes y bromas, estos sí, claramente antisemitas y que hacían mofa del Holocausto.
Puesto que habla con "amigos", el tenedor de una cuenta personal en Twitter puede pensar que su conversación se desarrolla en un entorno amigable.
Pero no es una conversación privada, sino pública.
El propio cineasta echó gasolina al fuego retwiteando los mensajes que recibía.
Pretendía discutir sobre los límites del humor en términos muy parecidos a los suscitados en la polémica presentación de la gala de los Golden Globes por el humorista Ricky Gervays.
El propio Gervays lo explica muy bien en un vídeo que puede verse en YouTube: el humorista que quiere arriesgar, busca los límites de lo que es corrosivo. Cuanto más lejos vaya, más corrosivo será. Ir hasta el límite tiene, sin embargo, su riesgo: a unos les hará gracia, a otros les ofenderá. Él decide, pero él carga también con las consecuencias.
Para EL PAÍS, bromas como las expresadas por Vigalondo están más allá del límite tolerable, como lo están las bromas racistas o xenófobas y ciertos chistes sobre pederastia, violencia de género y otras lacras que han causado y causan un enorme sufrimiento. El dolor marca la frontera.
En este caso ha intervenido además un factor de distorsión a tener en cuenta, como señala el lector José Ramón Grela: "Multitud de medios han aprovechado para cargar sus tintas contra el cineasta, cada uno de ellos distorsionando más la noticia, porque así es el periodismo actual: nadie va a la fuente, todo el mundo copia y pega.
Unos por polemizar y otros por atacar a EL PAÍS".
Así ha sido.
Puesto que en ese momento el cineasta estaba encarnando la imagen pública del diario, la polémica fue utilizada por algunos medios rivales para atacarlo.
En su defensa de Vigalondo, Miriam Piquier abunda en la misma idea: "El twitter que hizo no hubiese sido noticia si no hubiera sido el protagonista / creador de la campaña de EL PAÍS".
Las ofensas no se cometieron en las páginas del diario, pero ese límite ya no es efectivo en estos tiempos de globalidad digital.
Con Internet, las fronteras entre privado y público se difuminan, como también se borran los límites entre personal y profesional.
Todo se mezcla, todo cuenta.
Nunca había sido tan fácil comunicar, pero no hay que olvidar que el mensaje, una vez lanzado, vuela libre y crece y se transforma, sin que el emisor pueda ya controlarlo.
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