Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

27 dic 2010

Burbujas de Navidad (David Trueba)

Soñé que el Rey aparecía en su discurso de Nochebuena con una foto de fondo del doctor Eufemiano Fuentes.
 Advertía de que jamás nos dejáramos deslumbrar por el brillo del oro. Su discurso íntegro sonaba a zapatazo en la mesa. Señalaba con el dedo a todos los cómplices de la crisis económica.
 Bancos que repartían crédito sin cuenta para hinchar a sus socios constructores, apoyándose en tasaciones a la medida.
Ayuntamientos que crecían bajo la venta indiscriminada de suelo y planes urbanísticos salvajes.
Y finalmente, entidades de medición de riesgos que, en lugar de advertir de eso, de los riesgos, premiaban los excesos, y ahora sacuden cuando ya no hay riesgo sino realidades. Realidades tan duras como que la gente pierde su casa, el dinero pagado en años de hipoteca y aún se les persigue con la deuda hasta el último rincón del Ecuador o Paraguay o Entrevías.





Cuando desperté, el Rey seguía ahí, en su papel de moderador nacional. Recordándoles a todos subliminalmente que cuando más dura se pone la cosa, siempre nos queda el orgullo de ser campeones del mundo.
Sustituir la tradicional foto de la familia y nietos por la de los futbolistas tiene algo que ver con haberlos alzado al pedestal de ejemplo de la juventud y de haber asumido que como país somos una monarquía deportiva, como bien nos recuerdan las marcas de ropa, que cada vez más asumen un discurso de patria para vender camisetas.
 En realidad, si uno mira los anuncios, todo lo venden deportistas.



El deporte, curiosamente, también fue central en el discurso navideño de la Reina de Inglaterra. En tono preolímpico, recordó que el deporte ayuda a la unión entre naciones, pero también glosó la importancia de las instalaciones asequibles, populares, al servicio de la gente.
Todo un guiño a educadores y deportistas que le habían enviado en días anteriores una protesta por los recortes del Gobierno conservador en las partidas de deporte escolar. Conocemos el paño, los institutos han visto recortadas sus competiciones deportivas, al menos en Madrid, los recintos se privatizan.
 Corremos el peligro de hinchar el deporte como hinchamos la construcción, en una burbuja que deja medallas para unos pocos y abandono para todos los demás.

Merche - Si Te Marchas

Series de temática forense como 'CSI' o 'Bones' afectan al desarrollo de los juicios

Grissom entorpece a los jueces

Los crímenes en las series televisivas se resuelven de un plumazo. La mayoría, en menos de 40 minutos. Una marca de carmín o una huella en un trozo de cristal, y listo: el asesino está perdido.
El problema viene cuando Grissom y compañía, aparte de cazar a psicópatas, se entrometen en el trabajo de abogados, fiscales y jueces en la vida real. Si los profesionales del Derecho esperan pruebas más concluyentes que las que los forenses pueden obtener, la jerga criminológica lo denomina efecto CSI. Pero, ¿existe?







Las seis vertientes del 'efecto CSI'





"Los abogados están muy influenciados", dice un médico forense

El semanario británico The Economist publicó en abril un reportaje en el que citaba el trabajo de Evan Durnal, del departamento de Justicia de la Universidad Central de Misuri. Entre otras conclusiones, Durnal afirma que los fiscales cada vez pasan más tiempo explicando a los jurados por qué una prueba no es relevante. Según él, los jurados creen poseer conocimientos científicos por la televisión.



Miguel Orós, médico forense de la Audiencia Provincial de Barcelona, afirma que el efecto CSI se cuela en los juicios. Y también en España. "Los jurados son gente de la calle y ven estas series. Están influenciados. Pero muchas veces son peores los abogados. Piden una avalancha enorme de pruebas vengan a cuento o no, contagian a sus clientes y alargan el proceso".



Las unidades policiales especializadas nacieron en EE UU a raíz del fracaso judicial en el caso del ex jugador de fútbol americano O. J. Simpson. Así fue como surgieron las series sobre cuerpos como el CSI. Los guiones realistas del principio dieron paso a tramas dramatizadas y fantásticas. Así, el doctor Orós calcula que "alrededor del 40% de las técnicas científicas que aparecen en las series no son posibles en la actualidad".



Un policía científico de Barcelona que prefiere no revelar su nombre dice confiar en la profesionalidad de los jueces, aunque matiza que su formación no es científica. "Los abogados les pueden meter un gol. Están formados, pero hasta un cierto nivel. Eso sí; el juez, con buen criterio, siempre se deja asesorar".



Este CSI, habituado a participar en juicios, relata una anécdota relacionada con la petición de pruebas irrelevantes: "Una vez nos pidieron que reconstruyéramos la caída de una persona para un supuesto caso de homicidio. Había que conseguir un muñeco de 80 kilos y subirlo a un quinto piso. Estaba muy bien, pero carecía de efectividad. Nosotros no tenemos medios técnicos suficientes para esas pruebas. Recuerdo que contesté que en la SEAT tenían maniquíes de prueba de choque muy buenos".



Douglas J. Levy, de la publicación jurídica Michigan Lawyers Weekly, reconocía en un artículo de finales del año pasado -La televisión no es la culpable del efecto CSI- que acusar a las series de temática criminal era una visión demasiado simplista. "Los que ven series como CSI no exigen más pruebas que aquellos que no las siguen para determinar que alguien es culpable", resumía. Francisco Viñals, codirector del máster en Criminalística en la Universidad Autónoma de Barcelona, coincide con la visión de Levy: "Son muchos inputs. Las series, pero también Internet, la prensa, las novelas. Pedir una pericial caligráfica ha dejado de ser ciencia-ficción".



Virginia Galera y Carmen Figueroa dirigen el doctorado en Criminalística en la Universidad de Alcalá de Henares. Galera, antropóloga física y fanática de CSI Las Vegas y Mentes criminales, opina que el efecto CSI no perjudica. Más bien todo lo contrario. "Las instituciones y el Gobierno se interesan más por los proyectos de investigación y es mucho más fácil conseguir dinero para financiarlos".



Figueroa, profesora titular de Derecho Penal, duda de que afecte en España: "El peso del jurado es mucho menor al que tiene en EE UU. A un lego en Derecho le puede influir, pero no a un profesional. Además, la jurisprudencia le da un valor muy importante a las pruebas científicas de laboratorio. No hay intereses ocultos y su valor es objetivo en un 99,9%. No se discuten".



El boom de las series de forenses fue una bendición para Marta Saloña.
Hasta ese momento, esta entomóloga de la Universidad del País Vasco sufría mucho para hacerse entender. "Colaboro con patólogos forenses en procesos judiciales y tenía que emitir informes muy detallados".
Tras CSI, todo fue a mejor. "A los jueces les suena lo que les digo. Me entienden".
Incluso la universidad le va a construir un espacio para la cría de insectos.
Y se lo debe a Grissom.

Controversia por un 'goya' de juventud

El especialista Ansón Navarro atribuye al pincel del maestro una Piedad de 1774, propiedad de unos coleccionistas privados - El debate está servido entre los expertos
En el apasionado mundo de las atribuciones de los grandes maestros, por el que se camina con pies de plomo y en el que el prestigio académico es la moneda de apuesta, Goya es un género en sí mismo.
Acaso no haya pintor que genere mayor pasión revoltosa que el genio sombrío del aragonés.




 Con las ascuas aún encendidas de la querella sobre El Coloso, que dejó de considerarse de su autoría para figurar en la de Asensio Juliá en 2008, los expertos en el creador de Los fusilamientos del 3 de mayo despiden el año con un nuevo tema de debate.
 El reputado especialista Arturo Ansón Navarro cree haber dado con un nuevo goya: una Piedad, pintada hacia 1774, una obra por tanto de juventud (calcula el profesor que terminada a los 28 años) que puede sorprender a los profanos, pero en la que reside todo lo que acabaría por definir al maestro.







"No tengo dudas, llevo más de 30 años estudiando pintura del XVIII"



Manuela Mena, conservadora de El Prado prefiere no pronunciarse

La revista especializada Ars, que dio a conocer al mundo el pasado verano el ya célebre velázquez de Yale (La educación de la virgen), publica esta semana (la misma en la que aún se habla de la atribución de otro velázquez, un Felipe IV, que descansaba anónimo en el Metropolitan) un estudio sobre esta delicada Piedad, propiedad de unos coleccionistas catalanes. Hasta ahora había sido atribuido al también pintor zaragozano Francisco Bayeu. El óleo, de 83,5 por 58 centímetros, se encuentra en perfecto estado de conservación y fue adquirido por sus actuales propietarios en 2008.



Entre los expertos, como en las citas a ciegas, la prudencia marca las primeras reacciones a la espera de conocer mejor el cuadro. Ismael Gutiérrez Pastor, profesor de la Autónoma, ya lo ha visitado. Y no alberga ninguna duda sobre la autoría de Goya. Desde el Prado, Manuela Mena, conservadora jefe del XVIII, conocida por su valiente desatribución de El Coloso, que algunos juzgaron temeraria, prefiere no pronunciarse. Otro especialista, que desea quedar en el anonimato, resta importancia al descubrimiento porque, en el mejor de los casos, sería una obra de cuando "Goya aún no era Goya".



Como suele ocurrir con estos casos, el hallazgo se produjo casi por casualidad. El profesor Ansón Navarro explica que su primer contacto con la obra fue en junio de 2008. "Recién adquirida a los herederos de un coleccionista zaragozano, y creyendo que era una pintura de Francisco Bayeu, me la enseñó el nuevo propietario para que le confirmase si efectivamente se podía considerar obra de Bayeu. De inmediato me di cuenta de que aquello no era de Bayeu, sino que estábamos ante un sorprendente goya de la época zaragozana, vinculado a las pinturas de la iglesia de la cartuja de Aula Dei, junto a Zaragoza". "Miraba detenidamente detalles de la pintura", continúa el experto, "de una belleza que me dejó absolutamente impactado.
Contemplaba el emotivo rostro de la Virgen, que inmediatamente relacioné con el de la posterior figura de La Caridad, en una de las pechinas de la cúpula Regina Martyrum de El Pilar; la delicadeza del colorido del manto y de la túnica de la Virgen, tomado de la paleta de Mengs y de Bayeu; o el impresionante y simplificado paisaje de anochecer, casi precubista; el lienzo original por detrás.
 La pintura estaba algo sucia, con el barniz enranciado, pero sin tocar, perfecta, como había salido de las manos de Goya.
No podía creerme lo que estaban viendo mis ojos. Me pareció una obra maravillosa. Al cabo de unos cinco minutos de silencio, que se les debieron de hacer interminables a las dos personas que habían traído la pintura, la que había adquirido el cuadro me preguntó, toda desconcertada, ¿es que no es de Bayeu? Le contesté de inmediato: 'No, no es de Bayeu, es de Goya".



La peripecia del cuadro está perfectamente documentada. Ansón Navarro cree que siempre estuvo en Zaragoza. "Goya pintaría esta obra devocional para un particular zaragozano. Sabemos que a medidos del siglo XX pertenecía a un canónigo del Cabildo de Zaragoza, y que fue comprado por un importante coleccionista zaragozano, que tenía desde obras de artesanía popular hasta pinturas y grabados. Al fallecer hace pocos años este señor, sus herederas se repartieron su gran colección, y una de esas herederas fue quien en 2008 vendió el cuadro al actual propietario, que es de Barcelona".



En un terreno tan resbaladizo como este, al profesor Ansón Navarro no le tiemblan las opiniones: "No tengo dudas con esta Piedad. Llevo más de 30 años en la investigación sobre la pintura aragonesa y española del siglo XVIII. Dediqué mi tesis doctoral al pintor José Luzán, primer maestro de Goya. Después he sido comisario de dos exposiciones monográficas, con catálogos de referencia, dedicadas a Francisco Bayeu, cuñado y segundo maestro de Goya, y en estos momentos estoy terminando de redactar un libro monográfico sobre los Bayeu".



Respecto a las reticencias que su descubrimiento pueda suscitar, el profesor Ansón opina que "hay que seguir estudiando la obra de Goya, con rigor, sin sensacionalismos. Hace unos años hubo un intento de sacar adelante un proyecto de catalogación de la obra pictórica y gráfica de Goya por parte de un equipo en el que estábamos varios investigadores españoles y extranjeros, algo semejante a lo que se hizo con el catálogo de Rembrandt, pero fracasó por diversos motivos. Pienso que sigue siendo necesaria la colaboración entre varios investigadores y un buen equipo de restauradores y técnicos de diversas disciplinas. Cuanto mejor investiguemos, mejores resultados obtendremos, y la obra de Goya saldrá beneficiada".