Problemas de financiación y mala relación con las instituciones políticas, claves en el cierre del Centro José Guerrero de Granada y el Chillida-Leku de San Sebastián .
El germen de Chillida-Leku, uno de los museos más hermosos que pueden (todavía...) visitarse, brotó un buen día de 1983.
El mismo día en que Eduardo Chillida y su esposa, Pilar Belzunce, quedaron atrapados por la magia verde de Zabalaga, una finca situada a las afueras de San Sebastián, ya en el término municipal de Hernani.
Un paraje de cuento a tiro de piedra de la imponente fábrica de cementos Rezola y junto al que correteaban los caballos de la yeguada militar de Lore-Toki. El lugar elegido por el escultor español más universal para instalar, 17 años y muchos esfuerzos después, su poesía de hierro, piedra y madera. El 17 de septiembre de 2000, los reyes de España inauguraban Chillida-Leku junto al escultor y su familia. Una década después, exactamente anteayer, los Chillida anunciaban el inminente cierre del museo por falta de medios, tras haber solicitado la tramitación de un expediente de regulación de empleo (ERE).
Malos tiempos para el arte, el cine y la música
Los miembros de la comisión asesora del centro Guerrero dimitieron ayer
La familia Chillida y el Gobierno Vasco negocian un cambio de modelo de gestión
Era la crónica de una clausura anunciada y el colofón a una larga ristra de desacuerdos entre los herederos del artista y las instituciones públicas afectadas (Gobierno vasco, Diputación de Guipúzcoa y Ayuntamiento de San Sebastián, que puntualmente hacen aportaciones económicas al museo). Como telón de fondo: los graves problemas de financiación de una institución de gestión familiar -se menciona la cifra de medio millón de euros de déficit acumulado en 2009- y lo que algunas fuentes de la familia Chillida vienen considerando como ausencia de generosidad política con un centro como este.
Pero el caso Chillida-Leku no está solo. Tiene un claro símil de preocupante actualidad: el Centro José Guerrero de Granada, que está a punto de sellar su certificado de defunción tras la ruputura definitiva de conversaciones entre los herederos del gran pintor español del expresionismo abstracto y la Diputación de Granada. Una ruptura que, salvo milagro de última hora (una activa plataforma cívica en apoyo del Centro José Guerrero ha pedido a la Junta de Andalucía que tome cartas en el asunto) acabará con la salida de 60 obras del artista rumbo a un guardamuebles de Madrid y la desaparición de facto del centro. El motivo: la pretensión de los políticos locales de reconvertir la institución en una sala de exposiciones de artistas locales, alejándose así de los objetivos fundacionales de la familia Guerrero.
Ayer mismo, en una carta abierta dirigida al presidente de la Diputación granadina, los tres miembros de la comisión asesora del museo presentaban su dimisión. "Debemos deplorar su empeño en liquidar el Centro José Guerrero, compartido en los últimos años por la diputada de Cultura, doña María Asunción Pérez Cotarelo, y su director de área, don Jorge López López", escribían en su texto de denuncia Juan Manuel Bonet, María de Corral y Eduardo Quesada, quienes añaden: "Gracias a ustedes, la provincia de Granada está en el trance de perder para siempre las obras de Guerrero".
La coincidencia en el tiempo de los casos Chillida y Guerrero supone un varapalo para la geografía española de museos. Cabe ahora preguntarse si la familia Chillida -extremadamente molesta con lo que consideran una actitud cicatera de las institucionesd vascas- acabará adoptando algún día la misma dolorosa decisión que los herederos de José Guerrero.
Quizá no sea un guardamuebles el destino final de obras como Buscando la luz, Monumento a la tolerancia o Besarkada, pero una cosa está clara: si las actuales negociaciones entre los Chillida y el Gobierno Vasco sobre el cambio de modelo de gestión de Chillida-Leku (a buen seguro hacia un modelo mixto público / privado) acaban en punto muerto, el legado del más universal de los escultores españoles podría acabar no ya fuera de San Sebastián, sino fuera de España.
Ofertas no faltan y los Chillida están dispuestos a escucharlas todas. La obra del escultor donostiarra es un reclamo internacional de primer orden.
La única meta de los herederos de Eduardo Chillida es preservar el proyecto de Zabalaga con el mismo espíritu que le confirió el artista: un espíritu de utopía aplicada a un espacio en el que el visitante pudiera caminar entre las esculturas como en un bosque, muy alejado de cualquier sesgo mercantilista basado en la triada gastos / ingresos / beneficios. "No somos empresarios, y hay que recordar que en este país, salvo dos o tres, los museos son deficitarios", explica una fuente de la familia que no quiere ser citada y que se muestra visiblemente molesta con el trato que desde algunos sectores se les ha dado. "Esto es un museo, no un negocio; sabíamos desde el día de su fundación que Chillida-Leku no iba a dar ni un duro.
Nos ha costado dinero desde el primer día, pero esto es insostenible".