Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

15 nov 2010

Más de 30.000 libros quedan 'en libertad' por las calles de Madrid

El rudo anglicismo es bookcrossing, aunque muchos en España lo llaman liberar libros o pasalibros. En castellano o en inglés, el concepto es el mismo: dejar un libro en cualquier rincón de la ciudad para que alguien pueda leerlo y, cuando acabe, vuelva a ponerlo en circulación. Y así indefinidamente, hasta que el libro aguante. La práctica nació en Estados Unidos en 2001 y se ha extendido poco a poco por todo el mundo. El Ayuntamiento de Madrid se ha unido ahora con una propuesta de calado: liberar 30.000 libros por la ciudad.




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Treinta furgonetas encargadas de repartir los libros por la ciudad durante todo el día, partieron ayer a las 12.00, desde la plaza de Oriente. En cualquier lugar se pueden encontrar los volúmenes: fuentes, parques, un banco del metro, la marquesina de un autobús... La gracia no está solo en tener la suerte de encontrar uno y llevárselo a casa. El objetivo es que, una vez leído, vuelva a ser dejado en cualquier parte para que otros puedan disfrutarlo.



La iniciativa cuenta, además, con un lado solidario. Por cada libro encontrado que se registre por parte de dos ciudadanos (esto es, que tendrá que ser liberado dos veces) en la página web www.lamayorliberaciondelibros.es antes del 24 de abril de 2011 una marca de cervezas donará tres euros para un programa municipal de inserción sociolaboral para jóvenes en riesgo de exclusión social. Y no es necesario que sea uno de los 30.000 volúmenes liberados por el Ayuntamiento. Cualquiera puede aportar su grano de arena sacando a la calle un libro de su biblioteca, al que tendrá que adjuntar una pegatina que se puede descargar en la página arriba indicada.

14 nov 2010

Jimi, íntimo; Hendrix, inédito

Fotos familiares inéditas. Postales, dibujos, letras manuscritas. La familia del legendario guitarrista desempolva el desván y el estudio de grabación. Este material (cuatro CD y un DVD) emerge a los 40 años de la muerte del genio de Seattle .
Jimi Hendrix, en su apartamento de Greenwich Village, Nueva York. En algún momento de la primavera de 1970, pocos meses antes de su muerte. Está tocando una canción con su guitarra acústica, un tema con un cierto ramalazo beatle. Canta suave y sutil, tira de falsete, destila melancolía. Sí, es él, el hombre de las guitarras furibundas y salvajes, el maestro del acople, el que quemó su guitarra en el legendario festival de Monterrey, el hombre que revolucionó la forma de tocar la guitarra eléctrica a finales de los sesenta. La grabación, que él mismo realizó en su casa, desnuda un registro que apenas cultivó. Un registro que tal vez hubiera desarrollado y nos hubiera descubierto a otro Jimi Hendrix de no producirse aquella fatídica combinación de vino y pastillas para dormir que se lo llevó el 18 de septiembre de 1970. Suddenly november morning (de pronto una mañana de noviembre) es el título de la joya. Cuatro minutos y doce segundos de un Hendrix nunca escuchado, plenamente reconocible, pero desconocido.




Postales, dibujos, manuscritos

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"De sus sueños salieron muchas ideas que plasmaba en sus canciones", dice la hermana, Janie Hendrix

"Es una de mis favoritas", confiesa por teléfono Janie Hendrix, hermanastra pequeña del creador de Purple Haze, desde algún sitio cercano a su hotel en Pensilvania. "Mi primera guitarra fue la acústica de Jimi. Me encanta esa canción desenchufada, tan cálida; su guitarra parece la brocha de un pintor".



Suddenly november morning es la última canción del último CD de la biografía musical que esta semana se edita en Estados Unidos (la que viene en España): West Coast Seattle Boy: The Jimi Hendrix Anthology. Una edición de lujo plagada de grabaciones inéditas. Cuatro CD que recorren la trayectoria de uno de los mejores guitarristas de todos los tiempos (si no el mejor, título que le otorgó la revista Rolling Stone); desde sus inicios como músico acompañante de bandas de rythm & soul y de artistas como Little Richard hasta sus últimas grabaciones caseras, esas que no llegaron a ver la luz. El lanzamiento incluye un documental producido por su hermana Janie, que ha revuelto el desván familiar para sacar a la luz cartas y letras manuscritas de su hermano. Todo este material inédito emerge ahora que se cumplen 40 años de la muerte del genio de Seattle.



Jimi Hendrix fue muy prolífico. Un enfermo de la música que iba a todas partes con su mesa de cuatro pistas para grabar sus ideas allá donde se le ocurrieran.



Atrapar las ideas al vuelo, en cuanto se presentan.



"Él solía decirme que siempre tuviera un bolígrafo al lado de la cama. 'Quién sabe lo que puedes soñar esta noche, mejor tener un bolígrafo a mano al despertar', me decía. De sus sueños salieron muchas de esas visiones que flotaban en su mente, ideas que plasmaba en sus canciones. Desde entonces tengo un bolígrafo junto a la cama".



Janie, de 49 años, escuchó aquellas palabras de boca de su hermanastro cuando apenas tenía seis años. No convivió demasiado con él. Hendrix murió cuando ella tenía nueve años. De hecho, fueron breves intervalos a lo largo de cuatro años lo que pudo disfrutar de su hermano. Los cuatro años más activos, los de las interminables giras, los cuatro años en que grabó tres discos junto a Noel Redding y Mitch Mitchell, bajista y guitarrista de The Jimi Hendrix Experience, mítica formación que cambió el rumbo del rock y la psicodelia de finales de los sesenta.



Los padres de Hendrix se divorciaron cuando él tenía apenas nueve años. Su madre era aficionada a la bebida. Acabó desarrollando un cáncer de hígado que se la llevó por delante en 1958, cuando Jimi tenía 15 años. Ese mismo año, Jimi se compró su primera guitarra. Le costó cinco dólares.



El padre, Al Hendrix, un hombre muy estricto según le describe su propia hija, rehizo su vida con otra mujer, con la que tuvo a Janie, actual directora general de Experience Hendrix, la empresa que gestiona el legado del autor de The wind cries Mary. De sus doce empleados, la mitad son de la familia.



Janie Hendrix se hizo con el control del legado de su hermanastro en 1995, tras no pocas batallas. Por un lado, las trifulcas con Leon, hermano pequeño de Hendrix que fue desheredado por su padre en el último testamento que realizó, el que otorgaba todo el control a Janie. "Lamentablemente, ya no tenemos relación con él", confiesa Janie. "Leon es un adicto. Creo que toca en un grupo".



Por otro, las maniobras del abogado, que intentó poner a la venta el catálogo del artista por 80 millones de dólares, según cuenta Janie.



Los rifirrafes ya son historia. Janie Hendrix dirige tranquila los designios del legado del guitarrista que enseñó al mundo cómo se hace un solo de guitarra con los dientes o con el instrumento a la espalda. Cuentan con 110 canciones. "Es increíble que desarrollara semejante catálogo en tan solo cuatro años. Está claro que durante esos cuatro años no hizo otra cosa que trabajar".



La antología, que está a punto de salir al mercado, es el preludio de una nueva y larga serie de ediciones que aparecerán en los próximos diez años. Lo dice Janie y lo confirma por teléfono desde su alto despacho en Madison Avenue, en Nueva York, Adam Block, de Sony Legacy. "Hay mucho más material, de alta calidad. Todavía estoy en la fase de alucinar con lo que hay", dice sin ambages.



Experience Hendrix y Sony llegaron a un acuerdo a principios de año para explotar las grabaciones inéditas de Hendrix, que nació Johnny Allen y luego fue rebautizado como James Marshall. Proyectan ir editando poco a poco ese material que está atesorado en una cámara de seguridad de tres metros cuadrados en California.



La polémica está servida en cuando la caja salga al mercado, como suele ocurrir en estos casos. Los habrá que piensen que la edición ofrece una oportunidad de ver maravillosos momentos en bruto del guitarrista de Seattle. Otros, sin embargo, probablemente critiquen el lanzamiento por editar retales. Retales con los que, eso sí, más de uno hoy se haría un señor traje. Y diga lo que diga la crítica, siempre planeará la sombra de la duda: ¿habría querido Hendrix que se publicaran hoy grabaciones suyas, algunas de las cuales él no quiso publicar en vida?



West Coast Seattle Boy... recorre cronológicamente seis años de vida musical de Hendrix. Desde sus días como guitarrista acompañante de los Isley Brothers o Little Richard hasta las últimas grabaciones que realizó en su apartamento de Greenwich Village, en Nueva York. Hay versiones alternativas de sus clásicos, grandes desparrames de local de ensayo, orgías guitarreras en el estudio, colaboraciones de músicos que pasaban por ahí e íntimas grabaciones caseras.



Momentos sublimes, hay unos cuantos. Entre ellos, la grabación en 1968, en la habitación de un hotel de Nueva York, de Tears of rage, un tema de Bob Dylan.



Albert Grossman, mánager de Dylan, le había pasado a Hendrix una cinta con canciones inéditas del autor de Blowin' in the wind. Hendrix admiraba a Dylan. Llegó a escribir, negro sobre blanco, que siempre flipó con "los huevos" que le echaba aquel tío que, sin complejos, cantaba desafinado.



Acompañado por su amigo Paul Caruso a la armónica y los coros, Hendrix se entrega a una cálida e hipnótica versión de Tears of rage.



Los cuatro CD recorren el viaje musical de ese tipo que en el escenario miraba a cámara y movía la punta de la lengua al ritmo de sus solos de guitarra, el que simulaba maniobras amorosas con ese instrumento (musical) que manejaba con la soltura del malabarista; hasta llegar a esa sorprendente grabación de Suddenly november morning.



En su última etapa, Hendrix andaba obsesionado con encontrar un nuevo sonido. Se deshizo de su bajista británico. Llamó a su amigo Billy Cox para sustituirlo. Planeó grabar algo con Miles Davis. Quería incorporar vientos y teclados a sus temas.



"En el momento en que sienta que no tengo nada que ofrecer musicalmente será cuando no me encontrarán en el planeta. No sé si viviré hasta los 28, pero me han ocurrido tantas cosas maravillosas en los últimos tres años que el mundo no me debe nada", escribió meses antes de fallecer ahogado en su propio vómito.



Hendrix murió a los 27 años. Sí, a los 27 años. Como Jim Morrison, Brian Jones, Janis Joplin y Kurt Cobain. Todos ellos mitos pertenecientes al llamado Club de los 27, héroes musicales que murieron jóvenes, en extrañas circunstancias, cuando estaban en la cima.

CARTA SIN FECHA - JOSÉ ÁNGEL BUESA- VOZ: OMAR CERASUOLO

Donde habite el olvido,

Donde habite el olvido,

En los vastos jardines sin aurora;

Donde yo sólo sea

Memoria de una piedra sepultada entre ortigas

Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.



Donde mi nombre deje

Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,

Donde el deseo no exista.



En esa gran región donde el amor, ángel terrible,

No esconda como acero

En mi pecho su ala,

Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.



Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,

Sometiendo a otra vida su vida,

Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.



Donde penas y dichas no sean más que nombres,

Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;

Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,

Disuelto en niebla, ausencia,

Ausencia leve como carne de niño.



Allá, allá lejos;

Donde habite el olvido.









 Luis Cernuda