Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

25 oct 2010

Yo no me entiendo con los sueños. Suben y bajan por mi vida cuando ésta parece que se ha detenido, que se ha quedado a la expectativa, como si todavía estuviese por recibir otras órdenes, otros cambios, otros rumbos.


Anoche, sin ir más lejos, me mostraron a X. Aunque se encontraba en mi casa, pasó de largo con los suyos, sin saludarme. Fue clara su expresión de desprecio, en el solo instante en que me miró.

Por accidentes como éste, digo que no me entiendo con los sueños. Digo que prefiero que continúen pasando con la cinta velada, como lo han estado haciendo los últimos meses.

Los sueños me muestran paisajes que ya no existen, casas perdidas, emociones y rostros de los que me he desprendido. A veces viene con ellos un gran dolor, inconsolable, duro como un granizo. Me levanto lastimado, aunque el sol esté germinando y derramándose entre las primeras nubes.

Los sueños son lo único que pueden ir lo más lejos que se anhele, cuando uno ya no quiere sino mirar hacia adelante, mirar desde el instante a lo que tiene alrededor, que eso es todo el adelante.

¿Qué hacer con esos rostros que uno no ha pedido? ¿Para que volver al dolor del amanecer en que uno era el trozo de granizo, indeshielable en medio del frío despejado de la intemperie?

Tanto atrezzo... Tanto papel y secundarios que se amontonan en el olvido... Tanta vida extraña no porque lo digan los sueños, sino porque así lo vive la vigilia. Se ha desprendido, sí, esa vida que pareciera propia y de antes, pero no por la acción de un coraje particular, sino porque ha cedido al peso de tanta irrelevancia y nieve sobre sus ramas.









Publicado por José Carlos Cataño

Los Príncipes conocerán esta noche la versión Telecinco sobre su historia

La Casa del Rey desconoce el contenido de la serie sobre don Felipe y doña Letizia

Los Príncipes de Asturias desconocen lo que la serie de Telencinco cuenta de ellos. Esta noche a las 22.00 horas se emite la primera parte de esta telemovie tan anunciada y tan contraprogramada y si don Felipe y doña Letizia quieren saber cómo los guionistas han visto su historia de amor tendrán que sentarse ante el televisor.




Felipe de Borbón. Príncipe de Asturias








En la recepción del pasado día 12 de octubre en el Palacio Real, la Princesa aseguró desconocer detalles sobre la producción solo dijo: "Ah! la serie en la que sale esa chica tan guapa, Amaia Salamanca".



Nadie en la Casa del Rey ha supervisado el guión, no ha dado información sobre el noviazgo de los Príncipes, que se hizo oficial en noviembre de 2003 y que culminó con una boda en la catedral de la Almudena en mayo de 2004.



La productora de la serie solo ha pedido permiso para rodar en algunos escenarios propiedad de Patrimonio Nacional. Joaquión Oristrell es el director de la historia.



Los avances que ha ofrecido Telecinco de la serie es lo único que han visto los miembros de la familia real. En ellos se ve a Juanjo Puigcorbé, en el papel de Rey de España con un tono de voz algo forzado, y a Marisa Paredes, como reina Sofía.



Amaia Salamanca encarna a una Princesa que se da bastante aire con la real y Fernando Gil a don Felipe.



Quién sí ha colaborado con la serie ha sido Pertegaz, el diseñador que creó el traje de novia de doña Letizia.

Alex de la Iglesia entrega la Medalla de Oro de la Academia a la "alquimista" Rosa Maria Sardà

La ceremonia de los prestigiosos premios se celebra en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona .
El director de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, Alex de la Iglesia, ha entregado hoya Rosa Maria Sardà la Medalla de Oro, por ser una "alquimista" capaz de convertir en "oro"todo lo "negro"; lo "dadaísta, en normal y lo trágico, en cómico".












En un emotivo acto celebrado en el salón de los espejos del Gran Teatre del Liceu de Barcelona, De la Iglesia ha destacado que la actriz no se deja embaucar, y que para encarnar a sus personajes les pierde el respeto: "Para estar cerca, Rosa Maria Sardà se aleja", ha dicho.



Para el director, Sardà es "la acotación en el teatro, el 'off' en el cine y la verdad en la televisión", y ha recordado su etapa en la que vendía enciclopedias a domicilio, donde ya apuntaba maneras, pues convencía a todos de que esas colecciones eran básicas en su vida.



"Te necesitamos, necesitamos ver el mundo desde tus gafas oscuras", ha dicho De la Iglesia, que en tono solemne ha proclamado: "Demos gracias a Dios de que existen personas como Rosa Maria Sardà; parecen normales, pero son extraordinarias".



Sardà, por su parte, se ha mostrado orugllosa de vivir "dignamente" de un oficio que ella eligió con el aprecio de sus compañeros: "Es el mayor éxito que uno puede esperar", ha confesado, y ha asegurado que se siente satisfecha de todos y cada uno de sus papeles: "Espero haber sido útil para la sociedad de alguna forma", ha apostillado.



La actriz ha asumido que el gremio de actores todavía sigue siendo "esa gente de la risa, del jaja-juju", y ha rechazado la etiqueta de "artista": Me considero una actriz en formación siempre", ha comentado, y ha añadido que lo que espera no es un buen personaje, sino un "buen guión".



Sardà (Barcelona, 1941) comenzó como actriz cómica, registro que en los últimos años ha combinado con el de intérprete dramática en castellano y en catalán. Tiene en su haber numerosos premios. Entre ellos, dos Goya como Mejor Actriz de Reparto por Sin vergüenza y ¿Por qué le llaman amor cuando quieren decir sexo? y un Fotogramas de Plata de 2003 por la obra teatral Wit, está considerada una de las mejores profesionales de España.



Actriz vocacional pero tardía, -"las personas mayores no se convierten en estrellas, se convierten en actores"-, ha dicho, comenzó en los 70 en el teatro, que le abrió las puertas de una larga carrera cinematográfica a las órdenes de directores como Fernando Trueba, Colomo, Ventura Pons, García Sánchez o Almodóvar. Tampoco la televisión se ha resistido a la actriz de Moros y cristianos, La niña de tus ojos, Anita no pierde el tren, A mi madre le gustan las mujeres, Caricias o Rivales, que fue presentadora de Vídeos de primera y Ahí te quiero ver , y actuó en la serie de TVE Abuela de verano. Próximamente estrenará en TV3 Divines, junto a Verónica Forqué. A pesar de todo, y haciendo gala de su vis cómica, Sardà ha dicho que ya no ve la televisión: "Como ya no sale ningún hermano mío ahora, no tiene ningún interés".



La Medalla de Oro es uno de los premios más importantes de la Academia. También lo han recibido Vicente Casanova, Fernando Rey, Carlos Saura, Francisco Rabal, Alfredo Matas, Ana Belén, Sara Montiel, Elías Querejeta, Gil Parrondo, José Luis Borau, Fernando Fernán Gómez, Carmelo Bernaola, Concha Velasco, Antonio Banderas, Basilio Martín Patino, Geraldine Chaplin, Pablo Núñez, Maribel Verdú y Carmen Maura.

24 oct 2010

América Latina existe GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

"Yo no vengo a decir un discurso", les dijo Gabriel García Márquez a sus compañeros de colegio en 1944. Y ese es el título del nuevo libro del Nobel que editará Mondadori el próximo día 29. Son 22 textos escritos para ser leídos ante un auditorio, como el de esta página sobre su visión y compromiso con su continente.
Contadora, Panamá, 28 de marzo de 1995




Gabriel García Márquez



A FONDO

Nacimiento: 06-03-1928Lugar:AracatacaLa noticia en otros webs

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Esperé hasta el último turno para hablar, porque ayer al desayuno no sabía nada de lo que aprendí en el resto del día. Soy un conversador empedernido y estos torneos son monólogos implacables en los que está vedado el placer de las interpelaciones y las réplicas. Uno toma notas, pide la palabra, espera, y cuando le llega el turno ya los otros han dicho lo que uno iba a decir. Mi compatriota Augusto Ramírez me había dicho en el avión que es fácil saber cuándo alguien se ha vuelto viejo porque todo lo que dice lo ilustra con una anécdota. Si es así, le dije, yo nací ya viejo, y todos mis libros son seniles. Una prueba de eso lo son estas notas.



La primera sorpresa nos la dio el presidente Lacalle con la revelación de que el nombre de América Latina no es francés. Siempre creí que sí lo era, pero por más que lo pienso no he logrado recordar de dónde lo aprendí y, en todo caso, no podría probarlo. Bolívar no lo usó. Él decía América, sin adjetivos, antes de que los norteamericanos se apoderaran del nombre para ellos solos. Pero, en cambio, comprimió Bolívar en cinco palabras el caos de nuestra identidad para definirnos en la Carta de Jamaica: somos un pequeño género humano. Es decir, incluyó todo lo que se queda por fuera en las otras definiciones: los orígenes múltiples, las lenguas indígenas nuestras y las lenguas indígenas europeas: el español, el portugués, el inglés, el francés, el holandés.



Por los años cuarenta se despertaron en Ámsterdam con la noticia disparatada de que Holanda estaba participando en un torneo mundial de béisbol -que es un deporte ajeno a los holandeses- y era que Curazao estaba a punto de ganar el campeonato mundial de Centroamérica y el Caribe. A propósito del Caribe, creo que su área está mal determinada, porque en realidad no debería ser geográfica sino cultural. Debería empezar en el sur de los Estados Unidos y extenderse hasta el norte de Brasil. La América Central, que suponemos del Pacífico, no tiene mucho de él y su cultura es del Caribe. Este reclamo legítimo tendría por lo menos la ventaja de que Faulkner y todos los grandes escritores del sur de los Estados Unidos entrarían a formar parte de la congregación del realismo mágico. También por los años cuarenta, Giovanni Papini declaró que América Latina no había aportado nada a la humanidad, ni siquiera un santo, como si le pareciera poca cosa. Se equivocó, pues ya teníamos a santa Rosa de Lima, pero no la contó, quizás por ser mujer. Su afirmación ilustraba muy bien la idea que siempre han tenido de nosotros los europeos: todo lo que no se parece a ellos les parece un error y hacen todo por corregirlo a su manera, como los Estados Unidos. Simón Bolívar, desesperado con tantos consejos e imposiciones, dijo: "Déjennos hacer tranquilos nuestra Edad Media".



Nadie padeció como él la presión de una Europa que ya era vieja en relación con el sistema que debía escoger, monarquía o república. Mucho se ha escrito sobre sus sueños de ceñir una corona. La verdad es que entonces, aun después de las revoluciones norteamericana y francesa, la monarquía no era algo tan anacrónico como nos parece a los republicanos de hoy. Bolívar lo entendió así y creía que el sistema no importaba si había de servir para el sueño de una América independiente y unida. Es decir, como él decía, el Estado más grande, rico y poderoso del mundo. Ya éramos víctimas de la guerra entre los dogmas que aún nos atormentan, como nos lo recordó ayer Sergio Ramírez: caen unos y surgen otros, aunque sólo sean una coartada, como las elecciones en las democracias.



Un buen ejemplo es Colombia. Basta con que haya elecciones puntuales para legitimar la democracia, pues lo que importa es el rito, sin preocuparse mucho de sus vicios: el clientelismo, la corrupción, el fraude, el comercio de votos. Jaime Bateman, el comandante del M-19, decía: "Un senador no se elige con sesenta mil votos sino con sesenta mil pesos. Hace poco, en Cartagena, me gritó en la calle una vendedora de frutas: "¡Me debes seis mil pesos!". La explicación es que había votado por equivocación por un candidato con un nombre que confundió con el mío, y luego se dio cuenta. ¿Qué podía hacer yo? Le pagué sus seis mil pesos".



El destino de la idea bolivariana de la integración parece cada vez más sembrado de dudas, salvo en las artes y las letras, que avanzan en la integración cultural por su cuenta y riesgo. Nuestro querido Federico Mayor hace bien en preocuparse por el silencio de los intelectuales, pero no por el silencio de los artistas, que al fin y al cabo no son intelectuales sino sentimentales. Se expresan a gritos desde el Río Bravo hasta la Patagonia, en nuestra música, en nuestra pintura, en el teatro y en los bailes, en las novelas y en las telenovelas. Félix B. Cagnet, el padre de las radionovelas, dijo: "Yo parto de la base de que la gente quiere llorar, lo único que hago es darles el pretexto". Son las formas de la expresión popular las más sencillas y ricas del polilingüismo continental. Cuando la integración política y económica se cumplan, y así será, la integración cultural será un hecho irreversible desde tiempo atrás. Inclusive en los Estados Unidos, que se gastan enormes fortunas en penetración cultural, mientras que nosotros, sin gastar un centavo, les estamos cambiando el idioma, la comida, la música, la educación, las formas de vivir, el amor. Es decir, lo más importante de la vida: la cultura.



Una de las grandes alegrías que me llevo de estas dos jornadas sin recreos fue el primer encuentro con mi buen vecino, el ministro Francisco Weffort, que empezó por sorprendernos con su castellano impecable. En cambio, me pregunto si alrededor de esta mesa hay más de dos que hablen el portugués. Bien dijo el presidente De la Madrid que nuestro castellano no se molesta por saltar el Mato Grosso mientras los brasileños, en un esfuerzo nacional por entenderse con nosotros, están creando el portuñol, que quizás será la lengua franca de la América integrada. Pacho Weffort, como le diríamos en Colombia; Pancho, como le diríamos en México, o Paco, como le dirían en cualquiera de las tabernas de España, defiende con razones de peso pesado el Ministerio de la Cultura. Yo me opongo sin éxito, y tal vez por fortuna, a que se instaure en Colombia. Mi argumento principal es que contribuirá a la oficialización y la burocratización de la cultura.



Pero no hay que simplificar. Lo que rechazo es la estructura ministerial, víctima fácil del clientelismo y la manipulación política. Propongo en su lugar un Consejo Nacional de Cultura que no sea gubernamental sino estatal, responsable ante la presidencia de la República y no ante el Congreso, y a salvo de las frecuentes crisis ministeriales, las intrigas palaciegas, las magias negras del presupuesto. Gracias al excelente español de Pacho, y a pesar de mi portuñol vergonzante, terminamos de acuerdo en que no importa cómo sea, siempre que el Estado asuma la grave responsabilidad de preservar y ensanchar los ámbitos de la cultura.



El presidente De la Madrid nos hizo el gran favor de tocar el drama del narcotráfico. Para él los Estados Unidos abastecen a diario entre veinte y treinta millones de drogadictos sin el menor tropiezo, casi a domicilio, como si fuera la leche, el periódico o el pan. Esto sólo es posible con unas mafias más fuertes que las colombianas y una corrupción mayor de las autoridades que en Colombia. El problema del narcotráfico, por supuesto, nos toca a los colombianos muy profundamente. Ya casi somos los únicos culpables del narcotráfico, somos los únicos culpables de que los Estados Unidos tengan ese gran mercado de consumo, por desgracia del cual es tan próspera la industria del narcotráfico en Colombia. Mi impresión es que el tráfico de drogas es un problema que se le salió de las manos a la humanidad. Eso no quiere decir que debamos ser pesimistas y declararnos en derrota, sino que hay que seguir combatiendo el problema a partir de ese punto de vista y no a partir de la fumigación.




Hace poco estuve con un grupo de periodistas norteamericanos en una pequeña meseta que no podía tener más de tres o cuatro hectáreas sembradas de amapolas. Nos hicieron la demostración: fumigación desde helicópteros, fumigación desde aviones. Al tercer paso de helicópteros y aviones, calculamos que aquéllos podían costar ya más de lo que costaba la parcela. Es descorazonador saber que de ninguna manera se combatirá así el narcotráfico. Yo les dije a algunos periodistas norteamericanos que iban con nosotros que esa fumigación debía empezar por la isla de Manhattan y por la alcaldía de Washington. Les reproché también que ellos y el mundo saben cómo es el problema de la droga en Colombia -cómo se siembra, cómo se procesa, cómo se exporta- porque los periodistas colombianos lo hemos investigado, lo hemos publicado, lo hemos divulgado en el mundo. Inclusive, muchos lo han pagado con su vida. En cambio, ningún periodista norteamericano se ha tomado el trabajo de decirnos cómo es el ingreso de la droga hasta los Estados Unidos, y cómo es su distribución y su comercialización interna.



Creo que todos terminamos de acuerdo con la conclusión del ex presidente Lacalle de que la redención de estas Américas está en la educación. A la misma habíamos llegado en el Foro de Reflexión de la Unesco el año pasado, donde acabó de diseñarse la hermosa idea de la "Universidad a distancia". Allí me correspondió sustentar una vez más la idea de la captación precoz de las aptitudes y las vocaciones que tanta falta le hacen al mundo. El fundamento es que si a un niño se le pone frente a un grupo de juguetes diversos, terminará por quedarse con uno solo, y el deber del Estado sería crear las condiciones para que ese juguete le durara a ese niño. Soy un convencido de que ésa es la fórmula secreta de la felicidad y la longevidad. Que cada quien pueda vivir y hacer sólo lo que le gusta, desde la cuna hasta la tumba. Al mismo tiempo, todos estamos de acuerdo, al parecer, en que debemos estar alerta contra la tendencia del Estado a desentenderse de la educación y encomendarla a los particulares. El argumento en contra es demoledor: la educación privada, buena o mala, es la forma más efectiva de la discriminación social.



Un buen final para una carrera de relevos de cuatro horas, que puede servirnos para disipar las dudas de si en realidad la América Latina existe, que el ex presidente Lacalle y Augusto Ramírez nos lanzaron desde el principio sobre esta mesa como una granada de fragmentación. Pues bien, a juzgar por lo que se ha dicho aquí en estos dos días, no hay la menor duda de que existe. Tal vez su destino edípico sea seguir buscando para siempre su identidad, lo cual será un sino creativo que nos haría distintos ante el mundo. Maltrecha y dispersa, y todavía sin terminar, y siempre en busca de una ética de la vida, la América Latina existe. ¿La prueba? En estos dos días la hemos tenido: pensamos, luego existimos.



El discurso fue pronunciado en Contadora, Panamá, el 28 de marzo de 1995, en Laboratorio del grupo Contadora ¿América Latina existe?).
Varios países latinoamericanos crearon este grupo que buscaba analizar y proponer soluciones a la situación compleja que atravesaba el continente. Yo no vengo a decir un discurso. Gabriel García Márquez. Mondadori. Barcelona, 2010. 160 páginas. 15,90 euros. Sale a la venta el próximo día 29.