Los secretos del enlace de Rafael Medina y Laura Vecino, desvelados en 95 páginas
Esta semana quien marca el ritmo de la actualidad en el mundo rosa es la revista ¡Hola!, que tiene la exclusiva de la boda de Rafael Medina y Laura Vecino. Un enlace que tiene en sello de la casa, ya que la madre del novio, Nati Abascal, trabaja para la publicación como estilista. Ella misma ha sido quien ha cuidado de todos los detalles de las 95 páginas en las que se muestran las fotos de todos los detalles de la ceremonia y también el antes y el después.
Así, por ejemplo, se ve a Laura Vecino vistiéndose de novia con un traje espectacular de Giambattista Valli, unos zapatos de Manolo Blahnik y dos joyas muy especiales: la gran corona ducal de la duquesa de Medinaceli de perlas y diamantes y una pulsera de su abuela Laura Satrústegui Figueroa. El novio también tiene su espacio en el reportaje durante los momentos previos. Él optó por un chaqué de la firma de la que es socio Scalpers.
La boda se celebró en el palacio de Tavera, en Toledo. En la capilla, adornada con cientos de flores, se ofició la ceremonia y en los patios, el almuerzo y la fiesta que continuó hasta el amanecer.
Todas las fotos tienen un argumento. Los novios, los padres, los hermanos, las amigas de ella, los amigos de él, las modelos, los aristócratas.... Y ahí en un lugar destacado la duquesa de Alba que acudió con su novio Alfonso Díez. También espacio de honor para Valentino, el gran amigo de la familia, que vistió a la madrina, Nati Abascal. Dos años después de haber dejado la aguja, el gran modisto italiano retomó el diseño para crear dos espectaculares trajes para Nati, uno verde largo que ella conjuntó con una mantilla blanca para la ceremonia y otro también verde más oscuro para la fiesta.
Rafael Medina, actual duque de Feria, en la entrevista que acompaña el reportaje habla de lo mucho que echó de menos ese día a su abuela, que por su avanzada edad no pudo viajar desde Sevilla, donde vive hasta Toledo, y a Óscar de la Renta, el modisto venezolana que le crió a él y a su hermano Luis, cuando estuvieron estudiando en EE UU. Nati decidió que ambos se fueran lejos de España en los tiempos en que el entonces duque de Ferie era noticia por sucesos escabrosos.
Y como dicen que de una boda sale otra, en ¡Hola! ya apunta a otra, la del hermano del novio, Luis que consolida relación con la millonaria Amanda Hearst, una de las más elegantes del día.
El resto de las revistas esta semana son prescindibles.
19 oct 2010
Todos los colores de Renoir
La colección de 'renoirs' del Clark Institute es una de las principales apuestas del otoño en el Prado. Sale por primera vez completa de EE UU para ofrecer una nueva visión del pintor, que nunca había sido objeto de una retrospectiva en España.
Frente a otros contemporáneos, Renoir ha sido el pintor impresionista preferido de la gente durante más de un siglo, el más celebrado y popular, y el público entusiasta así se lo reconoció desde el principio, oh regalo envenenado, reservándole las tapas de las cajas de chocolates donde han figurado tantas de sus creaciones.
Esta es una de las circunstancias que hacen del caso Renoir uno de los más complejos de dilucidar, como demuestra la exposición del Prado presentada ayer, pues exige de nosotros dejar a un lado la desconfianza o el malestar que a menudo pueden despertar sus pinturas o los entusiasmos que ha suscitado y en quiénes, y centrarnos en tales o cuales obras, en verdad notables.
Palco en el teatro. "Pasión por Renoir", primera monográfica que se celebra en España dedicada a uno de los más destacados maestros del impresonismo, presenta 31 pinturas cedidas por el Clark Art Institute. En la imagen la obra Palco en el teatro (En el concierto), óleo sobre lienzo (99.4 x 80.7 cm), pintado por Pierre-Auguste Renoir en 1880.- STERLING AND FRANCINE CLARK INSTITUTE
Pasión por Renoir - Palco en el teatroPasión por Renoir - Muchacha con abanicoPasión por Renoir - La barca-lavadero de Bas-MeudonPasión por Renoir - CebollasPasión por Renoir - AutoretratoPasión por Renoir - Bañista peinándose.Otras fotografías 1 de 8 Museo del Prado
Los cuadros son lo más luminoso de una época que entendió como nadie
No es sencillo porque pintó mucho y en muchos estilos, y dentro de cada estilo no siempre con fortuna, sin que ello le importase mucho: era un hombre jovial, y la época contribuyó lo suyo. No hay más que asomarse a sus cuadros: las encarnaduras de los desnudos no eran tan afrutadas ni mórbidas desde Rubens y pocos pintores se habían atrevido hasta entonces a meter en una sola tela todos los colores del arcoíris. Claro que esto último, como decimos, lo favoreció también la época. Pero vayamos por partes.
Quizá fuera ese rasgo de su carácter, la jovialidad, lo que animó al millonario norteamericano Sterling Clark a coleccionar tantos renoirs, parte fundamental de la fabulosa colección que donó al Instituto de Arte de Massachusetts que lleva su nombre y que puede verse hasta el 6 de febrero en las salas del Prado bajo el título Pasión por Renoir.
Como buen coleccionista, se diría que Clark, un hombre extraño, introvertido y aventurero cuyo interés por el arte se despertó tardíamente, a finales de los años diez del pasado siglo, quiso tener una muestra de cada uno de los diferentes estilos de Renoir: retratos, autorretratos, figuras femeninas, desnudos femeninos, paisajes de todo tipo, escenas de interior, naturalezas muertas y cuadros de flores (faltan, seguramente porque llegó demasiado tarde al club de los coleccionistas, los grandes cuadros de tema, como su célebre Baile en el Moulin de la Gallete). Si alguien no supiese nada de Renoir, cosa improbable, esta exposición le dará una idea muy aproximada del genio versátil de su autor, con algunas pinturas sobresalientes. Lo es su primer autorretrato, tan greco (como Manet, decía adorar, sin embargo, a Velázquez: la moda Greco no había llegado todavía), o el inquietante retrato de la joven Thérèse Berard o el chinesco de la señora Monet, que presagia tantas pinturas intimistas de Vuillard como preludian algunos de sus paisajes los de Bonnard o los de nuestro Darío de Regoyos, o tal o cual fondo los fondos de Matisse, que decía adorarlo, como también decía adorarlo Picasso, sin duda seducidos por su bondad.
Frente a la melancolía de Degas, el más hondo de los pintores impresionistas, o las voces de Pissarro o de Sisley, tan apagadas, tan honradas, (por dejar a un lado a quienes como Cézanne o Van Gogh pusieron los cimientos de la modernidad), a Renoir acaso se le tenga en el futuro como al pintor que siguió la tradición de Boucher y de Watteau, tan franceses, tan galantes. Y así se verán ahora en el Prado (otro regalo envenenado ese estar en la casa de Velázquez, de Murillo, de Tiziano, teniéndoles delante), así se verán, decíamos, estos cuadros suyos, tan distintos unos de otros, a veces incluso tan desconcertantes: como lo más luminoso de una época y lo más risueño de un autor que la comprendió como ningún otro. "Tan leve, tan voluble, tan ligero, cual estival vilano", podríamos decir con las palabras de Juan Ramón Jiménez.
Por eso, señalábamos al principio, la época, que vio en él a su pintor, lo mimó, y los coleccionistas (principalmente norteamericanos) se lo disputaron desde el principio. Renoir fue consciente de ello, y quiso corresponder a tantas atenciones esmerándose en la elección de sus temas, de sus modelos, de sus escenas de interior tanto como en la elección de los colores apastelados de su paleta. Y no desentonar con la época.
Pero sería injusto pensar solo en la dimensión social y burguesa de sus obras. En ocasiones, también Renoir se tropezó con el misterio de la vida, y quiso legitimar noblemente la alegría a la que su jovialidad le tenía destinado. Así lo prueban algunos de los cuadros.
Frente a otros contemporáneos, Renoir ha sido el pintor impresionista preferido de la gente durante más de un siglo, el más celebrado y popular, y el público entusiasta así se lo reconoció desde el principio, oh regalo envenenado, reservándole las tapas de las cajas de chocolates donde han figurado tantas de sus creaciones.
Esta es una de las circunstancias que hacen del caso Renoir uno de los más complejos de dilucidar, como demuestra la exposición del Prado presentada ayer, pues exige de nosotros dejar a un lado la desconfianza o el malestar que a menudo pueden despertar sus pinturas o los entusiasmos que ha suscitado y en quiénes, y centrarnos en tales o cuales obras, en verdad notables.
Palco en el teatro. "Pasión por Renoir", primera monográfica que se celebra en España dedicada a uno de los más destacados maestros del impresonismo, presenta 31 pinturas cedidas por el Clark Art Institute. En la imagen la obra Palco en el teatro (En el concierto), óleo sobre lienzo (99.4 x 80.7 cm), pintado por Pierre-Auguste Renoir en 1880.- STERLING AND FRANCINE CLARK INSTITUTE
Pasión por Renoir - Palco en el teatroPasión por Renoir - Muchacha con abanicoPasión por Renoir - La barca-lavadero de Bas-MeudonPasión por Renoir - CebollasPasión por Renoir - AutoretratoPasión por Renoir - Bañista peinándose.Otras fotografías 1 de 8 Museo del Prado
Los cuadros son lo más luminoso de una época que entendió como nadie
No es sencillo porque pintó mucho y en muchos estilos, y dentro de cada estilo no siempre con fortuna, sin que ello le importase mucho: era un hombre jovial, y la época contribuyó lo suyo. No hay más que asomarse a sus cuadros: las encarnaduras de los desnudos no eran tan afrutadas ni mórbidas desde Rubens y pocos pintores se habían atrevido hasta entonces a meter en una sola tela todos los colores del arcoíris. Claro que esto último, como decimos, lo favoreció también la época. Pero vayamos por partes.
Quizá fuera ese rasgo de su carácter, la jovialidad, lo que animó al millonario norteamericano Sterling Clark a coleccionar tantos renoirs, parte fundamental de la fabulosa colección que donó al Instituto de Arte de Massachusetts que lleva su nombre y que puede verse hasta el 6 de febrero en las salas del Prado bajo el título Pasión por Renoir.
Como buen coleccionista, se diría que Clark, un hombre extraño, introvertido y aventurero cuyo interés por el arte se despertó tardíamente, a finales de los años diez del pasado siglo, quiso tener una muestra de cada uno de los diferentes estilos de Renoir: retratos, autorretratos, figuras femeninas, desnudos femeninos, paisajes de todo tipo, escenas de interior, naturalezas muertas y cuadros de flores (faltan, seguramente porque llegó demasiado tarde al club de los coleccionistas, los grandes cuadros de tema, como su célebre Baile en el Moulin de la Gallete). Si alguien no supiese nada de Renoir, cosa improbable, esta exposición le dará una idea muy aproximada del genio versátil de su autor, con algunas pinturas sobresalientes. Lo es su primer autorretrato, tan greco (como Manet, decía adorar, sin embargo, a Velázquez: la moda Greco no había llegado todavía), o el inquietante retrato de la joven Thérèse Berard o el chinesco de la señora Monet, que presagia tantas pinturas intimistas de Vuillard como preludian algunos de sus paisajes los de Bonnard o los de nuestro Darío de Regoyos, o tal o cual fondo los fondos de Matisse, que decía adorarlo, como también decía adorarlo Picasso, sin duda seducidos por su bondad.
Frente a la melancolía de Degas, el más hondo de los pintores impresionistas, o las voces de Pissarro o de Sisley, tan apagadas, tan honradas, (por dejar a un lado a quienes como Cézanne o Van Gogh pusieron los cimientos de la modernidad), a Renoir acaso se le tenga en el futuro como al pintor que siguió la tradición de Boucher y de Watteau, tan franceses, tan galantes. Y así se verán ahora en el Prado (otro regalo envenenado ese estar en la casa de Velázquez, de Murillo, de Tiziano, teniéndoles delante), así se verán, decíamos, estos cuadros suyos, tan distintos unos de otros, a veces incluso tan desconcertantes: como lo más luminoso de una época y lo más risueño de un autor que la comprendió como ningún otro. "Tan leve, tan voluble, tan ligero, cual estival vilano", podríamos decir con las palabras de Juan Ramón Jiménez.
Por eso, señalábamos al principio, la época, que vio en él a su pintor, lo mimó, y los coleccionistas (principalmente norteamericanos) se lo disputaron desde el principio. Renoir fue consciente de ello, y quiso corresponder a tantas atenciones esmerándose en la elección de sus temas, de sus modelos, de sus escenas de interior tanto como en la elección de los colores apastelados de su paleta. Y no desentonar con la época.
Pero sería injusto pensar solo en la dimensión social y burguesa de sus obras. En ocasiones, también Renoir se tropezó con el misterio de la vida, y quiso legitimar noblemente la alegría a la que su jovialidad le tenía destinado. Así lo prueban algunos de los cuadros.
Luna Miguel es co-autora del libro Exhumación editado por Alpha-Decay
Luna Miguel (Madrid, 1990). Se trasladó en 1996 a Almería. En 2003 fue antologada en la segunda edición de El Jaiku en España. Entre 2004 y 2005 trabajó para ACL Radio donde realizó entrevistas a diferentes artistas, entre ellos Kepa Murua, Luis Alberto de Cuenca y Javier Roz. Sus poemas han aparecido en revistas como Espacio Luke, Los Noveles o Salamandria.
Ha publicado las plaquettes El grito (Pliegos Chichimeca, 2006) y Menú de sombras (La candela, 2006). Como ilustradora ha participado en la portada del libro Tiempos extraños para ti (Ed. Literalia) y en la portada de La Bolsa de Pipas nº 64. Es directora del blog de literatura y arte El bote de colón y redactora del fanzine Espejos y espejismos.
Cursó el año escolar 06-07 en el Lycée Masséna de Niza, allí sus poemas han sido traducidos al francés y ha terminado su primer poemario. Escribe un blog que actualiza día a día con fotografías y textos. www.lunamiguel.blogspot.com
Luna Miguel es co-autora del libro Exhumación editado por Alpha
Ha publicado las plaquettes El grito (Pliegos Chichimeca, 2006) y Menú de sombras (La candela, 2006). Como ilustradora ha participado en la portada del libro Tiempos extraños para ti (Ed. Literalia) y en la portada de La Bolsa de Pipas nº 64. Es directora del blog de literatura y arte El bote de colón y redactora del fanzine Espejos y espejismos.
Cursó el año escolar 06-07 en el Lycée Masséna de Niza, allí sus poemas han sido traducidos al francés y ha terminado su primer poemario. Escribe un blog que actualiza día a día con fotografías y textos. www.lunamiguel.blogspot.com
Luna Miguel es co-autora del libro Exhumación editado por Alpha
Poemas de Luna Miguel
4. si jeune
tan joven
y ya he perdido
media lengua
ahora sólo
espero
el día de nuestro
reencuentro
5. la maladie
pronuncias la epidemia
y un hombre muere
pronuncias el silencio
que nos queda
6. paroles
no son poemas,
lo que lees son mentiras
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