La princesa de Mónaco lleva a los tribunales a Alemania por no protegerla de la prensa,
Carolina de Mónaco sigue con su particular cruzada para blindar su privacidad o lo que ella cree que es privado. Por ello el representante del despacho de abogados de Hamburgo contratado por la princesa para proteger la vida privada de su familia en Alemania, Matthias Prinz, ha culpado a este país de no protegerla de los paparazzi.
Raniero III. Príncipe de Mónaco
A FONDO
Nacimiento: 31-05-1923Lugar:La noticia en otros webs
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Durante la vista celebrada ante la Gran Sala del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Prinz aseguró que en Francia y Mónaco "sí hay una fuerte protección de la vida privada", mientras que la princesa "no puede proteger su vida y la de sus hijos en Alemania".
El abogado de la princesa calificó de "insoportable" el hecho de que sus defendidos sean "acosados y vigilados las 24 horas del día".
Estrasburgo ya condenó a Alemania en 2004 por no proteger el derecho a la intimidad de la princesa por varias fotos publicadas en los años 90 en compañía de su marido y el actor Vincent Lindon.
Prinz aseguró que ya entonces el Gobierno alemán había señalado que las sentencias del Tribunal Constitucional estaban por encima de las de Estrasburgo y añadió que "los tribunales alemanes nunca han tenido interés en acatar la sentencia de 2004".
El Tribunal de Estrasburgo celebró una vista por la demanda presentada en 2008 por Carolina de Mónaco y su esposo, Ernesto de Hannover, por varias instantáneas publicadas entre 2002 y 2004 por las revistas Frau im Spiegel y Frau Aktuell . En las fotografías se veía a la princesa con su esposo en las estaciones de esquí de Saint Moritz (Suiza) y Zürs am Arlberg (Austria). Una de ellas ilustraba el artículo "El príncipe Rainiero no está sólo en casa", que informaba de cómo la princesa Estefanía cuidaba de su padre enfermo, mientras Carolina estaba de vacaciones y el príncipe Alberto se encontraba en los Juegos Olímpicos de Salk Lake City.
Después de que el Tribunal Constitucional alemán fallase que la información sobre la enfermedad del príncipe monegasco era de interés público y las fotos habían sido tomadas en lugares públicos, la princesa y su esposo acudieron a Estrasburgo.Invocaron el artículo 8 (Derecho al respeto de la vida privada y familiar) del Convenio Europeo de Derechos Humanos. Durante la vista se produjo un pequeño incidente cuando una asistente mostró algunas fotos ampliadas de la princesa, publicadas en Alemania.
El presidente de la Gran Sala, Jean-Paul Costa, pidió que no fueran mostradas, por no estar relacionadas con la demanda.
Prinz mostró posteriormente a la prensa los 13 paneles con las fotografías publicadas los pasados agosto y septiembre en el diario Bild-Zeitung y la revista Bunte. En la mayoría de ellos, la princesa aparece en bañador en la playa o en alta mar.
Otro panel muestra a la princesa con Gerard Faggionato, como supuesto amante, y otro ofrece la portada de Bunte del pasado 2 de septiembre: "Carolina, preparada para un nuevo amor".
Prinz se excusó ante Costa, si bien afirmó que las fotografías "forman parte de la vida diaria de la familia" de la princesa.
En la vista también se escuchó a las partes de la demanda de Axel Springer (editora de Bild Zeitung) contra Alemania, por la publicación de artículos y fotografías de un conocido actor y estrella de la TV alemana y su relación con los estupefacientes. Para el abogado del Gobierno alemán, Christian Walter, la principal diferencia de ambos casos es que las fotos de Carolina de Mónaco "no son sensacionalistas" y sí las del actor alemán.
Para Walter, el caso de la princesa, "en tanto que personaje público, era un tema de interés general", por lo que no se ha violado su derecho a la vida privada.
Tras la vista, la Gran Sala de 17 jueces inició su deliberación y dictará las dos sentencias en los próximos meses.
14 oct 2010
EL VIENTO.....
El viento... El vendaval, que es el viento furibundo, múltiple y sacado de quicio, con sus lenguajes oscuros, de gotas de lluvia barridas sobre las ventanas.
Los árboles se doblan. Ahora es de noche, pero esta tarde las nubes se mantenían a distancia del vendaval, siluetadas, afiladísimas por no llamar su atención sobre el horizonte.
Con las ráfagas vienen los redobles de la lluvia, que no ha podido sortear la furia de los vientos, y se estrella una y otra vez sobre los vidrios.
¿Navegamos? Noche cerrada. Dícese de "arfar" el acto de abrir la proa el oleaje. En esta oscuridad, de un invisible blanco será la espuma.
Publicado por José Carlos Cataño
Los árboles se doblan. Ahora es de noche, pero esta tarde las nubes se mantenían a distancia del vendaval, siluetadas, afiladísimas por no llamar su atención sobre el horizonte.
Con las ráfagas vienen los redobles de la lluvia, que no ha podido sortear la furia de los vientos, y se estrella una y otra vez sobre los vidrios.
¿Navegamos? Noche cerrada. Dícese de "arfar" el acto de abrir la proa el oleaje. En esta oscuridad, de un invisible blanco será la espuma.
Publicado por José Carlos Cataño
Un enigma llamado Guy Bourdin
Una exposición descubre por primera vez en España la obra del fotógrafo de moda francés - Sus provocativas imágenes definieron las décadas de los setenta y ochenta .
.Siempre hay algo que no se entiende completamente en las fotografías de Guy Bourdin (París, 1928-1991). Y lo mismo sucede con su autor.
En la Sala Canal Isabel II de Madrid se puede ver hasta el 9 de enero una exposición sobre su obra centrada en las imágenes que tomó a la modelo Nicolle Meyer -entre 1977 y 1980- en la cima de su carrera.
El francés es uno de los padres de la fotografía de moda contemporánea. La audacia, provocación e inventiva de sus instantáneas las convierten en una referencia desde los años sesenta.
Su forma de cuestionar tabúes consigue que sus composiciones mantengan su (elevado) potencial de controversia. Aunque goza del respeto de los expertos, fuera de la industria es menos conocido que Richard Avedon o Helmut Newton.
Su iconografía dialoga con Man Ray, Francis Bacon o Magritte
Varias razones podrían explicarlo. Casi todas parten de la singularidad de Bourdin. Ni su obra ni su vida se parecen a la de otros fotógrafos. Desarrolló su trabajo exclusivamente de forma comercial. Sus imágenes tienen una esencia profundamente artística y dialogan con Man Ray, Francis Bacon o Magritte. Pero nunca se vieron en otro escenario que revistas -sobre todo, la edición francesa de Vogue- o anuncios, como los de zapatos Charles Jourdan.
Siempre quiso ser pintor y, según su hijo Samuel, pintó hasta el final de sus días. Parece que sentía cierta frustración por haber alcanzado el reconocimiento en una disciplina que consideraba menor y no en las grandes artes plásticas. Una actitud que explicaría su negativa a participar en libros y su rechazo al Premio Nacional de Fotografía que le fue concedido en Francia en 1985.
Desde su muerte en 1991, se ha especulado que su relación con su obra era tan compleja que no conservó sus trabajos e, incluso, deseaba que se destruyeran. "Eso no es cierto", afirma Shelley Verthime, comisaria de la muestra organizada por la Comunidad de Madrid. "Todo está guardado: pinturas, Polaroid, las imágenes que seleccionó y las que no".
"Se han enfatizado los aspectos más controvertidos", lamenta Samuel Bourdin, que controla su legado tras una batalla legal con Martine Victoire, la última pareja de su padre. "Él venía de un planeta diferente. No era mundano, como Helmut Newton. No iba a desfiles ni a fiestas. Era excéntrico y no deseaba ser mediocre".
En las fotografías de Bourdin aparecen casi exclusivamente mujeres. Muchas veces, solo un fragmento de ellas.
Las modelos y la ropa están al servicio de una narrativa críptica y minuciosamente controlada. Plasmar sus surrealistas visiones en la era previa al retoque requería elaborados decorados, trucos y modelos dispuestas a soportar incomodidades. Tenía fama de ser exigente hasta la crueldad y proliferan leyendas sobre sus estrambóticas demandas, que incluyen teñir el mar o cubrir de pegamento a una chica.
Desde luego, fácil no debía de ser. Pero Nicolle Meyer, de 51 años, también parece decidida a destruir mitos sobre el creador. "Cualquier artista es exigente. Conozco los relatos de otras modelos, pero yo no experimenté nada parecido. Era muy perfeccionista y todos éramos herramientas para su idea. Su sentido del humor era oscuro... Dicen que sus imágenes son perversas. Yo las veo inteligentes y humorísticas".
A esta muestra, A message for you, le seguirá otra de su trabajo en blanco y negro -al que se ha prestado menos atención- y un documental. La campaña para sacar al creador del misterio y el olvido empezó en 2003, con una retrospectiva en el museo Victoria & Albert (Londres).
"Jamás concedió una entrevista. Entre 1991 y 1998 su nombre quedó como un enigma", reflexiona Verthime. "Creo que la percepción sobre él cambiará con el documental y con esta exposición. He oído muchas veces que era misógino, pero yo creo que en esencia admiraba a lo femenino. Tenía un lado muy poético y frágil".
Una biografía cargada de pistas falsas, y propensa al drama, no ayuda a evitar las hipótesis sobre la mente que generó tan inquietantes imágenes. Dos datos en particular se arrojan como explicación y evidencia de su tortuosa relación personal con las mujeres: el abandono materno y el suicidio de sus parejas. El primero está, según Samuel, frecuentemente mal explicado.
La madre de Bourdin, una mujer casada, tuvo una relación adúltera. Cuando su marido se enteró que el hijo no era suyo, le rechazó. Pasó al cuidado de su padre biológico, Maurice Bourdin, y de la madre de este. Nunca volvió a ver a su madre. En 1981, su pareja durante una década, Sybille Dallmer, se ahorcó.
La rumorología gusta de añadir a la madre de Samuel, Solange Geze, y a otra amante, Eva Gschopf, a la lista de mujeres que Bourdin abocó al suicidio. "Mi madre murió de un ataque al corazón y Gschopf no tenía relación con mi padre cuando falleció", afirma Samuel.
Fragmentos de sus escritos y proyecciones completan las 75 fotografías de la muestra. Estampas con una capacidad de seducción perturbadora y extraordinaria. Prueba de ello son las palabras que ante ellas pronunciaba ayer Ignacio González, vicepresidente y consejero de Cultura y Deportes de la Comunidad de Madrid: "Dan ganas de ponerse los zapatos".
.Siempre hay algo que no se entiende completamente en las fotografías de Guy Bourdin (París, 1928-1991). Y lo mismo sucede con su autor.
En la Sala Canal Isabel II de Madrid se puede ver hasta el 9 de enero una exposición sobre su obra centrada en las imágenes que tomó a la modelo Nicolle Meyer -entre 1977 y 1980- en la cima de su carrera.
El francés es uno de los padres de la fotografía de moda contemporánea. La audacia, provocación e inventiva de sus instantáneas las convierten en una referencia desde los años sesenta.
Su forma de cuestionar tabúes consigue que sus composiciones mantengan su (elevado) potencial de controversia. Aunque goza del respeto de los expertos, fuera de la industria es menos conocido que Richard Avedon o Helmut Newton.
Su iconografía dialoga con Man Ray, Francis Bacon o Magritte
Varias razones podrían explicarlo. Casi todas parten de la singularidad de Bourdin. Ni su obra ni su vida se parecen a la de otros fotógrafos. Desarrolló su trabajo exclusivamente de forma comercial. Sus imágenes tienen una esencia profundamente artística y dialogan con Man Ray, Francis Bacon o Magritte. Pero nunca se vieron en otro escenario que revistas -sobre todo, la edición francesa de Vogue- o anuncios, como los de zapatos Charles Jourdan.
Siempre quiso ser pintor y, según su hijo Samuel, pintó hasta el final de sus días. Parece que sentía cierta frustración por haber alcanzado el reconocimiento en una disciplina que consideraba menor y no en las grandes artes plásticas. Una actitud que explicaría su negativa a participar en libros y su rechazo al Premio Nacional de Fotografía que le fue concedido en Francia en 1985.
Desde su muerte en 1991, se ha especulado que su relación con su obra era tan compleja que no conservó sus trabajos e, incluso, deseaba que se destruyeran. "Eso no es cierto", afirma Shelley Verthime, comisaria de la muestra organizada por la Comunidad de Madrid. "Todo está guardado: pinturas, Polaroid, las imágenes que seleccionó y las que no".
"Se han enfatizado los aspectos más controvertidos", lamenta Samuel Bourdin, que controla su legado tras una batalla legal con Martine Victoire, la última pareja de su padre. "Él venía de un planeta diferente. No era mundano, como Helmut Newton. No iba a desfiles ni a fiestas. Era excéntrico y no deseaba ser mediocre".
En las fotografías de Bourdin aparecen casi exclusivamente mujeres. Muchas veces, solo un fragmento de ellas.
Las modelos y la ropa están al servicio de una narrativa críptica y minuciosamente controlada. Plasmar sus surrealistas visiones en la era previa al retoque requería elaborados decorados, trucos y modelos dispuestas a soportar incomodidades. Tenía fama de ser exigente hasta la crueldad y proliferan leyendas sobre sus estrambóticas demandas, que incluyen teñir el mar o cubrir de pegamento a una chica.
Desde luego, fácil no debía de ser. Pero Nicolle Meyer, de 51 años, también parece decidida a destruir mitos sobre el creador. "Cualquier artista es exigente. Conozco los relatos de otras modelos, pero yo no experimenté nada parecido. Era muy perfeccionista y todos éramos herramientas para su idea. Su sentido del humor era oscuro... Dicen que sus imágenes son perversas. Yo las veo inteligentes y humorísticas".
A esta muestra, A message for you, le seguirá otra de su trabajo en blanco y negro -al que se ha prestado menos atención- y un documental. La campaña para sacar al creador del misterio y el olvido empezó en 2003, con una retrospectiva en el museo Victoria & Albert (Londres).
"Jamás concedió una entrevista. Entre 1991 y 1998 su nombre quedó como un enigma", reflexiona Verthime. "Creo que la percepción sobre él cambiará con el documental y con esta exposición. He oído muchas veces que era misógino, pero yo creo que en esencia admiraba a lo femenino. Tenía un lado muy poético y frágil".
Una biografía cargada de pistas falsas, y propensa al drama, no ayuda a evitar las hipótesis sobre la mente que generó tan inquietantes imágenes. Dos datos en particular se arrojan como explicación y evidencia de su tortuosa relación personal con las mujeres: el abandono materno y el suicidio de sus parejas. El primero está, según Samuel, frecuentemente mal explicado.
La madre de Bourdin, una mujer casada, tuvo una relación adúltera. Cuando su marido se enteró que el hijo no era suyo, le rechazó. Pasó al cuidado de su padre biológico, Maurice Bourdin, y de la madre de este. Nunca volvió a ver a su madre. En 1981, su pareja durante una década, Sybille Dallmer, se ahorcó.
La rumorología gusta de añadir a la madre de Samuel, Solange Geze, y a otra amante, Eva Gschopf, a la lista de mujeres que Bourdin abocó al suicidio. "Mi madre murió de un ataque al corazón y Gschopf no tenía relación con mi padre cuando falleció", afirma Samuel.
Fragmentos de sus escritos y proyecciones completan las 75 fotografías de la muestra. Estampas con una capacidad de seducción perturbadora y extraordinaria. Prueba de ello son las palabras que ante ellas pronunciaba ayer Ignacio González, vicepresidente y consejero de Cultura y Deportes de la Comunidad de Madrid: "Dan ganas de ponerse los zapatos".
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