9 oct 2010
SOLILOQUIO A UN POETA
SOLILOQUIO A UN POETA
Si, poeta, puedes hacer retumbar el trueno
en los élitros de una pajarita de papel.
Puedes abrir la jaula de la lluvia
dejando en libertad los bofetones de tu infancia.
Puedes embriagarte chupando
la capa de azúcar de las evasiones,
improvisar diabluras de cornetín de órdenes, decir “fu” a la moneda
con que compramos tus desamparos.
Puedes despilfarrarte midiendo
órbitas de satélites
con la unidad de una lombriz de tierra.
Puedes combinar los absurdos microbios
de las cosmogonías, el cuello de penumbras de un patíbulo
y hasta beber inocencia de alacranes
en el pie torcido de una bailarina.
Pero oye, oye, oye…
Si no te miras con lupa de millones de años-luz
para que en cada uno de tus gestos
anide una paloma mensajera,
sólo camuflarás en tus palabras
los volatines de los narcisismos,
la momia del porvenir de tu derrota,
el visto bueno a los espejos donde
la esclavitud refleja tu semblante.
Si, poeta, no cargues con el crimen
de abandonar el sueño en que flameas
cerrándole las puertas de ti mismo.
Más allá de las metáforas
la naranja del mar está esperando
redondear el mundo de tu mano.
Pedro García Cabrera
Si, poeta, puedes hacer retumbar el trueno
en los élitros de una pajarita de papel.
Puedes abrir la jaula de la lluvia
dejando en libertad los bofetones de tu infancia.
Puedes embriagarte chupando
la capa de azúcar de las evasiones,
improvisar diabluras de cornetín de órdenes, decir “fu” a la moneda
con que compramos tus desamparos.
Puedes despilfarrarte midiendo
órbitas de satélites
con la unidad de una lombriz de tierra.
Puedes combinar los absurdos microbios
de las cosmogonías, el cuello de penumbras de un patíbulo
y hasta beber inocencia de alacranes
en el pie torcido de una bailarina.
Pero oye, oye, oye…
Si no te miras con lupa de millones de años-luz
para que en cada uno de tus gestos
anide una paloma mensajera,
sólo camuflarás en tus palabras
los volatines de los narcisismos,
la momia del porvenir de tu derrota,
el visto bueno a los espejos donde
la esclavitud refleja tu semblante.
Si, poeta, no cargues con el crimen
de abandonar el sueño en que flameas
cerrándole las puertas de ti mismo.
Más allá de las metáforas
la naranja del mar está esperando
redondear el mundo de tu mano.
Pedro García Cabrera
CARTA IMAGINADA DE NAZIM HIKMET, EL TURCO, A MIGUEL HERNÁNDEZ, EL ESPAÑOL.
CARTA IMAGINADA DE NAZIM HIKMET, EL TURCO, A MIGUEL HERNÁNDEZ, EL ESPAÑOL.
Camarada Miguel: ¿Qué bálsamo desprenden los álamos de España?
¿Cuál es la dimensión de sus raíces?, ¿Te deja sin resuello su fragancia?
¿Cómo es la historia en las calles de España? ¿Se presume, Miguel?
¿Puede uno comprenderla cuando pasea al mediodía?
Y los niños, Miguel, ¿sonríen acaso? ¿Dan un beso a sus padres
antes de anochecer y luego se divierten en sus sueños?
¿Cómo lloran las esposas de los combatientes en tu tierra?
¿Lloran con esperanza, les nace un arco iris detrás de la tristeza?
¿Se escabullen del tedio y del horror y vuelan lejos
como las mariposas de alas verdes que imaginan el aire?
¿Qué gemidos exhala la tierra humedecida de tu patria?
¿Lo recuerdas Miguel, te asomas más allá de los barrotes?
¿Cómo cantan los pájaros de España? ¿esperan a posarse,
o simplemente en vuelo ejercitan las cuerdas para luego?
Si tu hijo y el mío se encuentran una tarde aquí en Turquía
o allí, en tu hermosa patria, ¿sabrán por qué no viven ya sus padres?
¿Se abrazarán, Miguel, sin conocerse, porque tira la sangre de poeta?
Buena suerte Miguel, mi hermano en la desdicha y en los sueños.
No olvides referirme la textura que tienen las hojas de los álamos,
los sueños de los niños españoles, las alas verdes de las mariposas,
el canto de los pájaros, y cómo va la historia por la calle.
Cuídate de esa tos que yo me cubro de noche el corazón.
J.M. JUNCO EZQUERRA
Camarada Miguel: ¿Qué bálsamo desprenden los álamos de España?
¿Cuál es la dimensión de sus raíces?, ¿Te deja sin resuello su fragancia?
¿Cómo es la historia en las calles de España? ¿Se presume, Miguel?
¿Puede uno comprenderla cuando pasea al mediodía?
Y los niños, Miguel, ¿sonríen acaso? ¿Dan un beso a sus padres
antes de anochecer y luego se divierten en sus sueños?
¿Cómo lloran las esposas de los combatientes en tu tierra?
¿Lloran con esperanza, les nace un arco iris detrás de la tristeza?
¿Se escabullen del tedio y del horror y vuelan lejos
como las mariposas de alas verdes que imaginan el aire?
¿Qué gemidos exhala la tierra humedecida de tu patria?
¿Lo recuerdas Miguel, te asomas más allá de los barrotes?
¿Cómo cantan los pájaros de España? ¿esperan a posarse,
o simplemente en vuelo ejercitan las cuerdas para luego?
Si tu hijo y el mío se encuentran una tarde aquí en Turquía
o allí, en tu hermosa patria, ¿sabrán por qué no viven ya sus padres?
¿Se abrazarán, Miguel, sin conocerse, porque tira la sangre de poeta?
Buena suerte Miguel, mi hermano en la desdicha y en los sueños.
No olvides referirme la textura que tienen las hojas de los álamos,
los sueños de los niños españoles, las alas verdes de las mariposas,
el canto de los pájaros, y cómo va la historia por la calle.
Cuídate de esa tos que yo me cubro de noche el corazón.
J.M. JUNCO EZQUERRA
Poemas de J.M- Junco Ezquerra
DE MI MADRE MUY JOVEN
De mi madre muy joven, recuerdo que volaba
disfrazada de ropa, y aprovechando el viento,
meciéndose en las liñas de cualquier azotea,
entonando con fuerza canciones melancólicas,
que hablaban casi siempre de amores separados.
Experta era en el arte de tallar la madera
sobre la que volcaba sus manos poderosas
hasta sacarle el brillo a sus partes más nobles
con un cepillo mágico que guardaba en secreto
y que solo sacaba si invocaba al asombro.
Como una combatiente luchando en la trinchera
ella se reclinaba armada hasta las cejas
con una cera negra y una bayeta antigua
hasta encontrarle el nervio a aquellos escalones
que luego, agradecidos, mostraban su tersura.
No guardo en mi cerebro su imagen recostada
ni rodeada de flores tumbada en la pradera
la suya era una estirpe de soldados civiles
batallando en el frente de las cosas que importan:
poner aditamentos como quien pone vendas
a viejos calcetines que estaban casi extintos,
hacer que plantas mustias recobraran su brío,
y aprovechar la lluvia para ocultar el llanto.
Me viene a la memoria en noches desvaídas
sus brazos extendiendo por todas partes mantas
para calmar al ogro cruel que se acercaba
y ahuyentar los espíritus del miedo y la tristeza.
Ella sabía el secreto de las aves que migran,
el lenguaje preciso que usaban las hormigas
el porque de las formas que las piedras tenían.
Su rostro se mostraba seguro entre las lilas,
y pájaros heridos a su puerta tocaban.
Los grillos esmeraban su canto en la alborada
cambiando la estridencia por un parto de estrellas,
la humedad de la tierra de su ardor recogía
la sustancia precisa para darle a los frutos
el vigor necesario y una altura imposible.
Fértil como los surcos que albergaban sus pasos
de pronto le nacía en la frente un almendro
y en su vientre de plata se abría paso el aroma
por todos los rincones de aquel campo esmaltado.
De mi madre muy joven mis neuronas cansadas
conservan los matices que portaba en los ojos.
De mi madre muy joven, recuerdo que volaba
disfrazada de ropa, y aprovechando el viento,
meciéndose en las liñas de cualquier azotea,
entonando con fuerza canciones melancólicas,
que hablaban casi siempre de amores separados.
Experta era en el arte de tallar la madera
sobre la que volcaba sus manos poderosas
hasta sacarle el brillo a sus partes más nobles
con un cepillo mágico que guardaba en secreto
y que solo sacaba si invocaba al asombro.
Como una combatiente luchando en la trinchera
ella se reclinaba armada hasta las cejas
con una cera negra y una bayeta antigua
hasta encontrarle el nervio a aquellos escalones
que luego, agradecidos, mostraban su tersura.
No guardo en mi cerebro su imagen recostada
ni rodeada de flores tumbada en la pradera
la suya era una estirpe de soldados civiles
batallando en el frente de las cosas que importan:
poner aditamentos como quien pone vendas
a viejos calcetines que estaban casi extintos,
hacer que plantas mustias recobraran su brío,
y aprovechar la lluvia para ocultar el llanto.
Me viene a la memoria en noches desvaídas
sus brazos extendiendo por todas partes mantas
para calmar al ogro cruel que se acercaba
y ahuyentar los espíritus del miedo y la tristeza.
Ella sabía el secreto de las aves que migran,
el lenguaje preciso que usaban las hormigas
el porque de las formas que las piedras tenían.
Su rostro se mostraba seguro entre las lilas,
y pájaros heridos a su puerta tocaban.
Los grillos esmeraban su canto en la alborada
cambiando la estridencia por un parto de estrellas,
la humedad de la tierra de su ardor recogía
la sustancia precisa para darle a los frutos
el vigor necesario y una altura imposible.
Fértil como los surcos que albergaban sus pasos
de pronto le nacía en la frente un almendro
y en su vientre de plata se abría paso el aroma
por todos los rincones de aquel campo esmaltado.
De mi madre muy joven mis neuronas cansadas
conservan los matices que portaba en los ojos.
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