CARTA IMAGINADA DE NAZIM HIKMET, EL TURCO, A MIGUEL HERNÁNDEZ, EL ESPAÑOL.
Camarada Miguel: ¿Qué bálsamo desprenden los álamos de España?
¿Cuál es la dimensión de sus raíces?, ¿Te deja sin resuello su fragancia?
¿Cómo es la historia en las calles de España? ¿Se presume, Miguel?
¿Puede uno comprenderla cuando pasea al mediodía?
Y los niños, Miguel, ¿sonríen acaso? ¿Dan un beso a sus padres
antes de anochecer y luego se divierten en sus sueños?
¿Cómo lloran las esposas de los combatientes en tu tierra?
¿Lloran con esperanza, les nace un arco iris detrás de la tristeza?
¿Se escabullen del tedio y del horror y vuelan lejos
como las mariposas de alas verdes que imaginan el aire?
¿Qué gemidos exhala la tierra humedecida de tu patria?
¿Lo recuerdas Miguel, te asomas más allá de los barrotes?
¿Cómo cantan los pájaros de España? ¿esperan a posarse,
o simplemente en vuelo ejercitan las cuerdas para luego?
Si tu hijo y el mío se encuentran una tarde aquí en Turquía
o allí, en tu hermosa patria, ¿sabrán por qué no viven ya sus padres?
¿Se abrazarán, Miguel, sin conocerse, porque tira la sangre de poeta?
Buena suerte Miguel, mi hermano en la desdicha y en los sueños.
No olvides referirme la textura que tienen las hojas de los álamos,
los sueños de los niños españoles, las alas verdes de las mariposas,
el canto de los pájaros, y cómo va la historia por la calle.
Cuídate de esa tos que yo me cubro de noche el corazón.
J.M. JUNCO EZQUERRA
9 oct 2010
Poemas de J.M- Junco Ezquerra
DE MI MADRE MUY JOVEN
De mi madre muy joven, recuerdo que volaba
disfrazada de ropa, y aprovechando el viento,
meciéndose en las liñas de cualquier azotea,
entonando con fuerza canciones melancólicas,
que hablaban casi siempre de amores separados.
Experta era en el arte de tallar la madera
sobre la que volcaba sus manos poderosas
hasta sacarle el brillo a sus partes más nobles
con un cepillo mágico que guardaba en secreto
y que solo sacaba si invocaba al asombro.
Como una combatiente luchando en la trinchera
ella se reclinaba armada hasta las cejas
con una cera negra y una bayeta antigua
hasta encontrarle el nervio a aquellos escalones
que luego, agradecidos, mostraban su tersura.
No guardo en mi cerebro su imagen recostada
ni rodeada de flores tumbada en la pradera
la suya era una estirpe de soldados civiles
batallando en el frente de las cosas que importan:
poner aditamentos como quien pone vendas
a viejos calcetines que estaban casi extintos,
hacer que plantas mustias recobraran su brío,
y aprovechar la lluvia para ocultar el llanto.
Me viene a la memoria en noches desvaídas
sus brazos extendiendo por todas partes mantas
para calmar al ogro cruel que se acercaba
y ahuyentar los espíritus del miedo y la tristeza.
Ella sabía el secreto de las aves que migran,
el lenguaje preciso que usaban las hormigas
el porque de las formas que las piedras tenían.
Su rostro se mostraba seguro entre las lilas,
y pájaros heridos a su puerta tocaban.
Los grillos esmeraban su canto en la alborada
cambiando la estridencia por un parto de estrellas,
la humedad de la tierra de su ardor recogía
la sustancia precisa para darle a los frutos
el vigor necesario y una altura imposible.
Fértil como los surcos que albergaban sus pasos
de pronto le nacía en la frente un almendro
y en su vientre de plata se abría paso el aroma
por todos los rincones de aquel campo esmaltado.
De mi madre muy joven mis neuronas cansadas
conservan los matices que portaba en los ojos.
De mi madre muy joven, recuerdo que volaba
disfrazada de ropa, y aprovechando el viento,
meciéndose en las liñas de cualquier azotea,
entonando con fuerza canciones melancólicas,
que hablaban casi siempre de amores separados.
Experta era en el arte de tallar la madera
sobre la que volcaba sus manos poderosas
hasta sacarle el brillo a sus partes más nobles
con un cepillo mágico que guardaba en secreto
y que solo sacaba si invocaba al asombro.
Como una combatiente luchando en la trinchera
ella se reclinaba armada hasta las cejas
con una cera negra y una bayeta antigua
hasta encontrarle el nervio a aquellos escalones
que luego, agradecidos, mostraban su tersura.
No guardo en mi cerebro su imagen recostada
ni rodeada de flores tumbada en la pradera
la suya era una estirpe de soldados civiles
batallando en el frente de las cosas que importan:
poner aditamentos como quien pone vendas
a viejos calcetines que estaban casi extintos,
hacer que plantas mustias recobraran su brío,
y aprovechar la lluvia para ocultar el llanto.
Me viene a la memoria en noches desvaídas
sus brazos extendiendo por todas partes mantas
para calmar al ogro cruel que se acercaba
y ahuyentar los espíritus del miedo y la tristeza.
Ella sabía el secreto de las aves que migran,
el lenguaje preciso que usaban las hormigas
el porque de las formas que las piedras tenían.
Su rostro se mostraba seguro entre las lilas,
y pájaros heridos a su puerta tocaban.
Los grillos esmeraban su canto en la alborada
cambiando la estridencia por un parto de estrellas,
la humedad de la tierra de su ardor recogía
la sustancia precisa para darle a los frutos
el vigor necesario y una altura imposible.
Fértil como los surcos que albergaban sus pasos
de pronto le nacía en la frente un almendro
y en su vientre de plata se abría paso el aroma
por todos los rincones de aquel campo esmaltado.
De mi madre muy joven mis neuronas cansadas
conservan los matices que portaba en los ojos.
CREADORES
CREADORES
Sueñan difusas cuevas embrujadas,
paredes, ríos, bisontes, flechas, hombres,
un sol a medio hacer, apenas duermen,
en su delirio un alacrán se muda,
un cuerpo se derrite, un barco vuela,
las hojas de papel son como otoños
cayendo siempre y germinado y eso.
Y eso les da sustento y perspectiva,
hacen de un nudo en la garganta un sable,
de una nube procaz una azucena,
de un tallo verde un galopar de abejas,
de un maleficio un árbol desnudado,
del tiempo una quimera de dragones,
del cielo un agujero de nostalgias,
del mar una batalla interminable y callan.
Callan, pero en los filos del cerebro
bullen fonemas, pájaros torcidos,
besos dados a labios que se ausentan,
ritos, revoluciones, pedazos de un espanto,
formas de andar que nunca se ejercieron,
lunas rojas que nadie ha descubierto,
corazones de piedra embalsamados,
niños cegados por capricho y eso.
Y eso los hace, no privilegiados,
locos de atar subiendo una montaña
que sólo en su memoria fructifica
y de repente se transforma y nieve,
y acequias de cristal donde navega
sangre inocente derramada en vano,
cuadros a medio hacer, rinocerontes,
unicornios pastando un laberinto,
flores creciendo en la mitad de un ojo,
peces que buscan en las minas cobre,
manos tentando en la maleza y callan.
Y callan un silencio de geranios,
un diluvio de arena que se posa
entre dos cuerpos por un istmo unidos,
una constelación enarbolada,
un antiguo dolor desesperado,
un asombro pasando por un puente,
la luz perdida, prosternada y eso.
Sueñan difusas cuevas embrujadas,
paredes, ríos, bisontes, flechas, hombres,
un sol a medio hacer, apenas duermen,
en su delirio un alacrán se muda,
un cuerpo se derrite, un barco vuela,
las hojas de papel son como otoños
cayendo siempre y germinado y eso.
Y eso les da sustento y perspectiva,
hacen de un nudo en la garganta un sable,
de una nube procaz una azucena,
de un tallo verde un galopar de abejas,
de un maleficio un árbol desnudado,
del tiempo una quimera de dragones,
del cielo un agujero de nostalgias,
del mar una batalla interminable y callan.
Callan, pero en los filos del cerebro
bullen fonemas, pájaros torcidos,
besos dados a labios que se ausentan,
ritos, revoluciones, pedazos de un espanto,
formas de andar que nunca se ejercieron,
lunas rojas que nadie ha descubierto,
corazones de piedra embalsamados,
niños cegados por capricho y eso.
Y eso los hace, no privilegiados,
locos de atar subiendo una montaña
que sólo en su memoria fructifica
y de repente se transforma y nieve,
y acequias de cristal donde navega
sangre inocente derramada en vano,
cuadros a medio hacer, rinocerontes,
unicornios pastando un laberinto,
flores creciendo en la mitad de un ojo,
peces que buscan en las minas cobre,
manos tentando en la maleza y callan.
Y callan un silencio de geranios,
un diluvio de arena que se posa
entre dos cuerpos por un istmo unidos,
una constelación enarbolada,
un antiguo dolor desesperado,
un asombro pasando por un puente,
la luz perdida, prosternada y eso.
Cineastas poetas DIEGO GALÁN
Es una curiosidad, con momentos magníficos, el DVD en el que 19 realizadores, cineastas o no, dan imagen a otros tantos poemas de Miguel Hernández con motivo del nuevo disco de Joan Manuel Serrat Hijo de la luz y de la sombra.
Los diecinueve trabajos ilustran las canciones del disco desde la poética propia de cada autor, en ocasiones al servicio de la letra del poema, en otras con ciertas ínfulas de autoría propia.
Este trabajo colectivo, variopinto y siempre interesante, viene firmado, entre otros, por Montxo Armendáriz, Olea, Uribe, Chávarri, Portabella, Gómez Pereira, Garci, Coixet, Gutiérrez Aragón, Huerga, Cuerda, David Trueba, Cabrera, Bigas Luna... Miradas en busca de un poeta, título del DVD, incluye asimismo trabajos del diseñador Javier Mariscal, quizás el más lúdico, del catedrático de historia del cine Agustín Sánchez Vidal, y de Ana Marquesán, responsable del archivo de la filmoteca de Zaragoza. (A propósito de filmotecas, ha quedado suspendido el intento del ministerio de Cultura de cambiar de director a la Filmoteca Española, de lo que nos hicimos eco en esta columna ¡Bravo!)
Miradas en busca de un poeta aparecerá en el mercado en las próximas navidades. Será una buena ocasión de volver a oir en la voz de Serrat la hermosa poesía de Miguel Hernández, pero también de constatar la personalidad y en su caso el talento de un grupo de cineastas que, casi todos con humildad e imaginación, se han puesto al servicio de un empeño ajeno.
Abundan las imágenes de archivo que sitúan la época en que vivió el poeta, bien manipuladas o tal cual, junto a otras conceptuales o de lugares remotos, un caleidoscopio de estilos y propuestas que dan fe de que si el cine español va mal, no es siempre por falta de talento.
La dureza lírica de José Luis Garci, el tremendismo sensible de Olea, el testimonio brutal de Armendáriz, el imaginativo juego de la Coixet..., por citar sólo algunos de los trabajos, convierten esta colaboración entre música y cine, poesía e imágenes, literatura y voz, en un respiro en el páramo.
Los diecinueve trabajos ilustran las canciones del disco desde la poética propia de cada autor, en ocasiones al servicio de la letra del poema, en otras con ciertas ínfulas de autoría propia.
Este trabajo colectivo, variopinto y siempre interesante, viene firmado, entre otros, por Montxo Armendáriz, Olea, Uribe, Chávarri, Portabella, Gómez Pereira, Garci, Coixet, Gutiérrez Aragón, Huerga, Cuerda, David Trueba, Cabrera, Bigas Luna... Miradas en busca de un poeta, título del DVD, incluye asimismo trabajos del diseñador Javier Mariscal, quizás el más lúdico, del catedrático de historia del cine Agustín Sánchez Vidal, y de Ana Marquesán, responsable del archivo de la filmoteca de Zaragoza. (A propósito de filmotecas, ha quedado suspendido el intento del ministerio de Cultura de cambiar de director a la Filmoteca Española, de lo que nos hicimos eco en esta columna ¡Bravo!)
Miradas en busca de un poeta aparecerá en el mercado en las próximas navidades. Será una buena ocasión de volver a oir en la voz de Serrat la hermosa poesía de Miguel Hernández, pero también de constatar la personalidad y en su caso el talento de un grupo de cineastas que, casi todos con humildad e imaginación, se han puesto al servicio de un empeño ajeno.
Abundan las imágenes de archivo que sitúan la época en que vivió el poeta, bien manipuladas o tal cual, junto a otras conceptuales o de lugares remotos, un caleidoscopio de estilos y propuestas que dan fe de que si el cine español va mal, no es siempre por falta de talento.
La dureza lírica de José Luis Garci, el tremendismo sensible de Olea, el testimonio brutal de Armendáriz, el imaginativo juego de la Coixet..., por citar sólo algunos de los trabajos, convierten esta colaboración entre música y cine, poesía e imágenes, literatura y voz, en un respiro en el páramo.
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