Uno de los lugares comunes del pensamiento huevón era ese de que los jóvenes, en su mayoría, estaban cada vez peor preparados, que no daban un palo al agua, que se deslizaban hacia el grado cero de cultura, que llegaban a la universidad sin saber hacer la o con un canuto, que solo eran capaces de movilizarse para el botellón, que la educación se había degradado hasta límites bochornosos por culpa de estupefacientes políticas progresistas, que en las aulas campaba la insolencia, la banalidad y la apatía, con los chavales ocupados en hacer monadas. Etcétera.
El sector educativo, y más el público, ha sido vilipendiado, escarnecido, machacado. El payaso de las bofetadas.
Lo han estigmatizado como una lacra que no estaba a la altura del gran despegue protagonizado por emprendedores que habían volado por su cuenta, con excelencia al parecer innata, por encima de la tropa de patizambos que sesteaba en el zoológico nacional. Todo esto para consumo de una sociedad envanecida, concentrada en el ombligo monetario.
La autosatisfacción de un pensamiento cascarrabias, que se regodeaba en el menosprecio al trabajo docente y en la caricatura de una juventud pánfila, y que tendría por único resplandor utópico la pantalla de la PlayStation. Esa construcción óptica no solo era falsa sino interesada.
El paisaje de cartón piedra de la España juvenil abotargada se desmorona cuando informes reveladores, como la serie (Pre)parados, que está publicando este diario, nos muestran a una juventud que se rompe la cabeza contra el muro de una sociedad cerrada, hostil, mezquina, clasista, que usa con cinismo el volumen del paro para explotar a la gente joven y de paso corroer lo que queda de bien común.
Si alguien quiere la metáfora, ahí la tiene en esos jóvenes con una o dos carreras universitarias y expediente brillante que deben ocultar su historial para poder aspirar a un contrato precario en cualquier intemperie donde se desuella la esperanza.
9 oct 2010
8 oct 2010
"Mete toda la bulla que quieras. Cuanto más, mejor dormiremos"
La perforadora llega a 39 metros de los 33 mineros chilenos atrapados .
Mientras los familiares de los 33 mineros enterrados se preparaban en la madrugada de hoy al pie de la mina San José para combatir el sueño y el frío con una vigilia de canciones, rezos y fogatas, unos metros más arriba, en la zona adonde no pueden acceder ni periodistas ni familiares, el ingeniero mecánico Mijali Proestakis charlaba por teléfono con Florencio Ávalos, 700 metros bajo tierra.
Los protagonistas
Localizados con vida 33 mineros sepultados hace 17 días en Chile
Los familiares de los mineros se preparan para el reencuentro
-
Florencio es un tipo con fama de recto y responsable entre los suyos. Con solo 33 años ya es capataz, el segundo en jerarquía de los 33. Y Mijali, a sus 41 años, lleva media vida abriendo túneles por Chile, Bolivia, Perú, Argentina, Uruguay, Jordania, Finlandia, Portugal, Tarragona y Almería.
Ambos sabían que esa noche no iban a romper, es decir, la máquina no llegaría hasta los 624 metros de profundidad donde se encuentra el taller de la mina y desde donde esperan ser rescatados. Pero, a pesar del grado técnico y la seriedad de la conversación, usaban un tono bromista.
?Esta noche, Florencio, te voy a meter mucha bulla ahí abajo? le decía Mijali.
?Mete toda la que puedas. Cuanto mayor sea, mejor dormiremos.
"Cuando más intranquilos estuvieron y peor durmieron fue durante los cinco días en que estuvimos parados porque se nos desprendió una pieza del martillo. Empleamos cinco métodos distintos y cinco materiales diferentes durante los cinco días de pesca. Uno de ellos era como una araña que se abría dentro del túnel y se cerraba por completo", comenta Mijali.
La T-130 es una mole de más de 40 toneladas, propiedad de la compañía Geotec, que se abre paso en el interior de la montaña a través de cinco martillos individuales ensartados en una misma cabecera. Mijali es el gerente de la compañía Drillers Supply, que abastece a Geotec con los martillos, barras y compresores.
La ventaja del Plan B sobre el A y el C, en el que trabajan otras dos perforadoras, es que el B arrancó sobre el trayecto de un orificio de apenas 12 centímetros de ancho por el que se había contactado ya con los mineros a finales de septiembre.
"Aquel pequeño túnel fue nuestra guía. Había que seguirlo, no desviarse. Y así empezamos a construir uno de 12 pulgadas [30,48 centímetros]. Pero era muy difícil llegar hasta ellos. Porque la máquina tiende a desviarse y hay que hacer muchos contrapesos. Por fin, el día 17 rompimos con 12 pulgadas. Fue muy emotivo. Ellos nos enviaron cartas agradeciéndonos el trabajo. Aquel túnel fue vital, porque nos permitió llevar muchas muestras de roca al laboratorio y hacer un plano vertical de todo lo que nos íbamos a encontrar. La roca es muy dura, y eso es bueno, porque hace que el pozo no se derrumbe. Pero un cambio de dureza puede dañar la herramienta. Y hay bastantes cambios".
Ahora se trabaja con 66 centímetros de diámetro y con cámaras de vídeo que registran todas las grietas de la roca. A medida que la máquina avanza dirigida por unos 20 hombres en la superficie, los de abajo van retirando escombros. La comunicación de los de arriba con los de abajo es constante. "En cuanto se instaló el sistema de videoconferencias, Mario Sepúlveda [el minero que ha ejercido de periodista en las grabaciones de vídeo] dijo que tenía una reclamación muy seria que hacernos. Yo pensé: 'Apenas hemos empezado y ya están con problemas...' Dijo que tenía una protesta que hacer a causa del champú que se le estaba enviando. Resulta que es calvo y cuando lo enfocaron tenía una peluca... La verdad es que es admirable el humor que tienen. Hacen muchas bromas, pero no son para comentarlas públicamente".
El miércoles, cuando la máquina iba entre los 525 y los 532 metros se desvió. Y los de arriba se pusieron a temblar. "Sabíamos que a un metro del pozo que estábamos perforando había un túnel. Si lo tocábamos, nos quedábamos sin una pared, perderíamos nuestra guía, sería terrible", comenta Mijali.
Finalmente, pudieron respirar hondo. Pero solo por un instante. "Aquí, a cada momento hay que tomar muchas decisiones", señala James Stefanic, de 50 años, gerente de operaciones de la compañía Geotec, dueña de la perforadora. Cuando se produjo la entrevista con Mijali la máquina se encontraba a 570 metros de profundidad. Eran las doce de la noche. "Yo me iré a casa a la una de la mañana; si todo sigue bien, mañana [por hoy] a las 14.00 horas [primera hora de la noche en España] puede que hayamos llegado. Pero eso si no surge ningún problema...".
Poco tiempo después, a las tres y media de la mañana, hora local, su amigo James Stefanic recibió una llamada. Tenía que ir a la mina. "El martillo se había desviado y había que decidir si seguir, cambiarlo o continuar", comenta James Stefanic. A las cinco de la mañana decidieron que era más prudente parar.
Tras nueve horas en que la T-130 permaneció callada, los de arriba volvieron con la bulla. Solo la separaban 39 metros de los mineros. Una vez que el monstruo de hierro llegue a los 624 metros de profundidad, se prevé iniciar el rescate entre tres y ocho días después, en función de que se decida o no entubar el túnel. "Pero ese ya será el negocio de otra gente", comenta James Stefanic. Para entonces, él y su amigo Mijali estarán celebrando el éxito de su misión.
Mientras los familiares de los 33 mineros enterrados se preparaban en la madrugada de hoy al pie de la mina San José para combatir el sueño y el frío con una vigilia de canciones, rezos y fogatas, unos metros más arriba, en la zona adonde no pueden acceder ni periodistas ni familiares, el ingeniero mecánico Mijali Proestakis charlaba por teléfono con Florencio Ávalos, 700 metros bajo tierra.
Los protagonistas
Localizados con vida 33 mineros sepultados hace 17 días en Chile
Los familiares de los mineros se preparan para el reencuentro
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Florencio es un tipo con fama de recto y responsable entre los suyos. Con solo 33 años ya es capataz, el segundo en jerarquía de los 33. Y Mijali, a sus 41 años, lleva media vida abriendo túneles por Chile, Bolivia, Perú, Argentina, Uruguay, Jordania, Finlandia, Portugal, Tarragona y Almería.
Ambos sabían que esa noche no iban a romper, es decir, la máquina no llegaría hasta los 624 metros de profundidad donde se encuentra el taller de la mina y desde donde esperan ser rescatados. Pero, a pesar del grado técnico y la seriedad de la conversación, usaban un tono bromista.
?Esta noche, Florencio, te voy a meter mucha bulla ahí abajo? le decía Mijali.
?Mete toda la que puedas. Cuanto mayor sea, mejor dormiremos.
"Cuando más intranquilos estuvieron y peor durmieron fue durante los cinco días en que estuvimos parados porque se nos desprendió una pieza del martillo. Empleamos cinco métodos distintos y cinco materiales diferentes durante los cinco días de pesca. Uno de ellos era como una araña que se abría dentro del túnel y se cerraba por completo", comenta Mijali.
La T-130 es una mole de más de 40 toneladas, propiedad de la compañía Geotec, que se abre paso en el interior de la montaña a través de cinco martillos individuales ensartados en una misma cabecera. Mijali es el gerente de la compañía Drillers Supply, que abastece a Geotec con los martillos, barras y compresores.
La ventaja del Plan B sobre el A y el C, en el que trabajan otras dos perforadoras, es que el B arrancó sobre el trayecto de un orificio de apenas 12 centímetros de ancho por el que se había contactado ya con los mineros a finales de septiembre.
"Aquel pequeño túnel fue nuestra guía. Había que seguirlo, no desviarse. Y así empezamos a construir uno de 12 pulgadas [30,48 centímetros]. Pero era muy difícil llegar hasta ellos. Porque la máquina tiende a desviarse y hay que hacer muchos contrapesos. Por fin, el día 17 rompimos con 12 pulgadas. Fue muy emotivo. Ellos nos enviaron cartas agradeciéndonos el trabajo. Aquel túnel fue vital, porque nos permitió llevar muchas muestras de roca al laboratorio y hacer un plano vertical de todo lo que nos íbamos a encontrar. La roca es muy dura, y eso es bueno, porque hace que el pozo no se derrumbe. Pero un cambio de dureza puede dañar la herramienta. Y hay bastantes cambios".
Ahora se trabaja con 66 centímetros de diámetro y con cámaras de vídeo que registran todas las grietas de la roca. A medida que la máquina avanza dirigida por unos 20 hombres en la superficie, los de abajo van retirando escombros. La comunicación de los de arriba con los de abajo es constante. "En cuanto se instaló el sistema de videoconferencias, Mario Sepúlveda [el minero que ha ejercido de periodista en las grabaciones de vídeo] dijo que tenía una reclamación muy seria que hacernos. Yo pensé: 'Apenas hemos empezado y ya están con problemas...' Dijo que tenía una protesta que hacer a causa del champú que se le estaba enviando. Resulta que es calvo y cuando lo enfocaron tenía una peluca... La verdad es que es admirable el humor que tienen. Hacen muchas bromas, pero no son para comentarlas públicamente".
El miércoles, cuando la máquina iba entre los 525 y los 532 metros se desvió. Y los de arriba se pusieron a temblar. "Sabíamos que a un metro del pozo que estábamos perforando había un túnel. Si lo tocábamos, nos quedábamos sin una pared, perderíamos nuestra guía, sería terrible", comenta Mijali.
Finalmente, pudieron respirar hondo. Pero solo por un instante. "Aquí, a cada momento hay que tomar muchas decisiones", señala James Stefanic, de 50 años, gerente de operaciones de la compañía Geotec, dueña de la perforadora. Cuando se produjo la entrevista con Mijali la máquina se encontraba a 570 metros de profundidad. Eran las doce de la noche. "Yo me iré a casa a la una de la mañana; si todo sigue bien, mañana [por hoy] a las 14.00 horas [primera hora de la noche en España] puede que hayamos llegado. Pero eso si no surge ningún problema...".
Poco tiempo después, a las tres y media de la mañana, hora local, su amigo James Stefanic recibió una llamada. Tenía que ir a la mina. "El martillo se había desviado y había que decidir si seguir, cambiarlo o continuar", comenta James Stefanic. A las cinco de la mañana decidieron que era más prudente parar.
Tras nueve horas en que la T-130 permaneció callada, los de arriba volvieron con la bulla. Solo la separaban 39 metros de los mineros. Una vez que el monstruo de hierro llegue a los 624 metros de profundidad, se prevé iniciar el rescate entre tres y ocho días después, en función de que se decida o no entubar el túnel. "Pero ese ya será el negocio de otra gente", comenta James Stefanic. Para entonces, él y su amigo Mijali estarán celebrando el éxito de su misión.
Mario Vargas Llosa. Premio Nobel de Literatura.
Todo el mundo habla sin parar por el Nobel de Vargas Llosa, como si fuera un español, ya he dicho que a mi no me da ninguna alegría porque a partir de los 80 salvo la fiesta del Chivo sus obras que me he leído todas, pero algunas se me caían de las manos, se volvió pesado y reiterativo, seguramente no salir como Presidente de su País, ssus lios amorosos le dispersaban la atención y no hacía vida de escritor sino era un personaje de si mismo, cuidando de seducir por su atractivo físico porque a las señoras que a él le gustaban , no las podía seducir por su obra y conversaciones no en la Catedral precisamente. Sobre su ruptura amistosa de García Márquez leo hoy que eso se lo deja a sus biográfos y para dar una pista se trata de seducir señoras para variar, ellos guardaban una gran amistad y no discutieron precisamente por ideales. Entonces no, ahora todo se acumula y no sé si garcía Márquez esté contento o le de igual. Recuerdo la entrega de García Márquez de su Nobel, llevaba una guayabera Colombiana, nada de smokins ni trajes especiales, su indumentaria era la de gala de su País, ¿Irá Vargas Llosa con su sombrero peruano y la flauta de cañas tocando un joropo? Se admiten apuestas.
Lo que hay DAVID TRUEBA
Nada más inoportuno que pararse a analizar las razones por las que afloran los telefilmes sobre personajes reales. La primera, no lo duden, es porque tienen subvención. Pueden incorporarse a la partida de audiovisual comunitario que han de cumplir por ley las cadenas, siempre y cuando no superen los dos episodios.
Y allá están plantados en los dos episodios. Si se subvencionara pintar de rosa a las cucarachas, asistiríamos al nuevo oficio de artista cucarachero, así de flexible es el mercado.
Se eligen personajes reales, habituales del corazón, porque de manera sencilla podemos ocupar la ficción también con el cotilleo.
Si pusiéramos todos estos telefilmes juntos certificaríamos que estamos asistiendo a la ambiciosa adaptación cinematográfica de la revista ¡Hola! Si se han adaptado novelas y obras de teatro, por qué no se podrían adaptar los seriales hagiográficos que en nuestra infancia publicaba el Lecturas.
Y además mantener el mismo tono, marca del género, respetuoso, amigable, pero siempre con la puntita de morbillo curioso.
Es obvio que si uno quiere poner en imágenes el entrañable noviazgo de Felipe y Letizia, es mejor acudir a la amabilidad del cuché que a la serialización burra que hizo la revista El Jueves y que combinaba la zafiedad de la vida real con el respeto humanizador que la sátira otorga a sus personajes parodiados.
Se anuncian sin parar nuevos asaltos a estos héroes de la aventura en la fama, algunos bordean la vida de santos, o incluso se anuncia un biopic de Mario Conde escrito por Mario Conde, consuelo mientras llega el día en que pueda reescribir los telediarios.
La elección de estos modelos audiovisuales responde más a urgencias de contabilidad, retos de audiencia, que a la búsqueda de dejar para la posteridad una memoria histórica. Es una lástima que no prosperaran otros modelos más rigurosos y exigentes. Hace poco volví a ver la miniserie que Peter Watkins rodó en 1973 sobre el pintor noruego Edvard Munch.
Elegir un maestro del arte, con una biografía compleja de angustias y vaivenes psicológicos, en enfrentamiento sangriento contra los gustos académicos de la época, dotaban a Munch de categoría y trascendencia.
Era un modelo de relato televisivo que de haber triunfado nos habría hecho, si no mejores, un poco más inteligentes.
Y allá están plantados en los dos episodios. Si se subvencionara pintar de rosa a las cucarachas, asistiríamos al nuevo oficio de artista cucarachero, así de flexible es el mercado.
Se eligen personajes reales, habituales del corazón, porque de manera sencilla podemos ocupar la ficción también con el cotilleo.
Si pusiéramos todos estos telefilmes juntos certificaríamos que estamos asistiendo a la ambiciosa adaptación cinematográfica de la revista ¡Hola! Si se han adaptado novelas y obras de teatro, por qué no se podrían adaptar los seriales hagiográficos que en nuestra infancia publicaba el Lecturas.
Y además mantener el mismo tono, marca del género, respetuoso, amigable, pero siempre con la puntita de morbillo curioso.
Es obvio que si uno quiere poner en imágenes el entrañable noviazgo de Felipe y Letizia, es mejor acudir a la amabilidad del cuché que a la serialización burra que hizo la revista El Jueves y que combinaba la zafiedad de la vida real con el respeto humanizador que la sátira otorga a sus personajes parodiados.
Se anuncian sin parar nuevos asaltos a estos héroes de la aventura en la fama, algunos bordean la vida de santos, o incluso se anuncia un biopic de Mario Conde escrito por Mario Conde, consuelo mientras llega el día en que pueda reescribir los telediarios.
La elección de estos modelos audiovisuales responde más a urgencias de contabilidad, retos de audiencia, que a la búsqueda de dejar para la posteridad una memoria histórica. Es una lástima que no prosperaran otros modelos más rigurosos y exigentes. Hace poco volví a ver la miniserie que Peter Watkins rodó en 1973 sobre el pintor noruego Edvard Munch.
Elegir un maestro del arte, con una biografía compleja de angustias y vaivenes psicológicos, en enfrentamiento sangriento contra los gustos académicos de la época, dotaban a Munch de categoría y trascendencia.
Era un modelo de relato televisivo que de haber triunfado nos habría hecho, si no mejores, un poco más inteligentes.
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