A veces la justicia poética es tan lenta como la otra justicia. Pero, también como la otra, termina llegando. José María Millares Sall murió en septiembre del año pasado a los 88 años y ayer recibió el Premio Nacional de Poesía por el libro Cuadernos. 2000-2009, editado por Calambur, el mismo sello que publicó el título ganador del año pasado, La casa roja, del leonés Juan Carlos Mestre.
No es la primera vez que el galardón del Ministerio de Cultura, dotado con 20.000 euros, se concede póstumamente. Sucedió ya con Vicente Gaos, Joan Vinyoli, Basilio Fernández López y José Ángel Valente, que en vida también lo había recibido.
Nacido en Las Palmas de Gran Canaria en 1921, Millares Sall desarrolló en los últimos años de su vida una actividad frenética que volcó en cientos de cuadernos a los que llamaba Celdas. De allí salieron los poemas recogidos en el libro premiado, cuya publicación coincidió con la aparición de más inéditos, los recogidos en Esa luz que nos quema (Barataria).
Anarquía, esperpento, onirismo y surrealismo son algunas de las palabras que el propio Millares utilizó para definir su poesía, aunque, según él mismo, la más precisa era existencial.
Millares se estrenó editorialmente en 1949 con Liverpool, un libro publicado en la colección de la revista Planas de poesía, fundada por él mismo en colaboración con sus hermanos Manuel, el célebre pintor informalista, y Agustín, también poeta. En sus 18 números y antes de ser cerrada por "decisión gubernativa", la revista promovió un diálogo con las artes a través de la colaboración de autores como Juan E. Cirlot o Rafael Santos Torroella y llegó a publicar el poema Crucifixión, de Federico García Lorca, cuando era inédito.
Lorca y Aleixandre eran dos referentes básicos para los Millares, que también se acercaron, si bien de manera muy personal, a la corriente dominante de la época: la poesía social. Agustín fue, de hecho, incluido en la histórica antología preparada por Leopoldo de Luis.
"Un poeta, amigos míos, es un hombre como vosotros / Y como vosotros sueña en un mundo igual, / Tierno como una legumbre en nuestras bocas", decían unos versos de aquel libro inaugural, Liverpool, que trató de elevar la crítica política con unas gotas de irracionalismo.
Después de pasar largas temporadas, duraban años, entre Madrid y Las Palmas, Millares volvió definitivamente a su ciudad en los años ochenta. Desde entonces no paró de escribir. ¿Cómo? "Como quería, o como me daba la gana, sin pensar si lo que hacía era o no del gusto del lector", dijo. Y también: "A veces pienso que escribo para una generación que aún no ha nacido, y para otros que todavía tendrán que aprender a leer poesía".
Un año después de su muerte, los lectores parecen haber llegado al futuro.
6 oct 2010
5 oct 2010
José María Millares en el Parnaso (Sacado de Bardinia, de Emilio González Déniz)
José María Millares en el Parnaso
Acabo de conocer la noticia de que a José María Millares le han dado el Premio Nacional de Poesía por su libro póstumo Cuadernos 200-2009. Hace unos meses este mismo libro había sido galardonado con el Premio Ausias March al mejor libro del año. Y hay que alegrarse, aunque también me sale la rabia porque parece una confabulación del destino.
(La foto del José María Millares fue realizada por Tato Gonçalves poco antes de morir el poeta)
A menudo no respetan ni al hombre ni a la obra. Esta vez al menos se ha hecho justicia con la obra, porque el hombre murió sin que se le reconociera en la medida en que lo merecía su gran aportación poética. Es verdad que unos meses antes de irse le entregaron el Premio Canarias, pero ya no tenía gracia, pues había sido ninguneado muchas veces. Esos que ahora clamarán por la obra de Millares, colaboraron en el ninguneo, por activa o por pasiva. Donde quiera que esté ahora, si hay otra dimensión, José María debe estar partiéndose de risa, porque finalmente no han podido con él ni con su poesía. Me alegro de verdad.
Acabo de conocer la noticia de que a José María Millares le han dado el Premio Nacional de Poesía por su libro póstumo Cuadernos 200-2009. Hace unos meses este mismo libro había sido galardonado con el Premio Ausias March al mejor libro del año. Y hay que alegrarse, aunque también me sale la rabia porque parece una confabulación del destino.
(La foto del José María Millares fue realizada por Tato Gonçalves poco antes de morir el poeta)
A menudo no respetan ni al hombre ni a la obra. Esta vez al menos se ha hecho justicia con la obra, porque el hombre murió sin que se le reconociera en la medida en que lo merecía su gran aportación poética. Es verdad que unos meses antes de irse le entregaron el Premio Canarias, pero ya no tenía gracia, pues había sido ninguneado muchas veces. Esos que ahora clamarán por la obra de Millares, colaboraron en el ninguneo, por activa o por pasiva. Donde quiera que esté ahora, si hay otra dimensión, José María debe estar partiéndose de risa, porque finalmente no han podido con él ni con su poesía. Me alegro de verdad.
SUEÑOS
Es vivir destinado
a sentimientos
iluminados por la claridad
del cielo en tu cuerpo;
pues, centinela de la vida,
supone un recorrer angosto
de dolores anhelantes
vibrando en tonos agudos
el galope de su andar.
Te anhelo ahí tendida
y percibo en esa promesa
la generosidad de la luna
en una oferta de dioses,
y se despierta la inmensa,
la dura ansiedad
por dibujarle suspiros a tu cuerpo,
en este sismo causado
por la oferta generosa
de las fugas que escondes
tras las fronteras de tu anatomía.
Haces que lo carnal
se vuelva exuberante y fructífero,
una selecta pasión
de lúcidas temeridades
acumuladas en las raíces
de lo masculino
que se escapan entre los dedos
camino del destierro,
pues no encuentran el camino
de entrada a tus paraísos.
a sentimientos
iluminados por la claridad
del cielo en tu cuerpo;
pues, centinela de la vida,
supone un recorrer angosto
de dolores anhelantes
vibrando en tonos agudos
el galope de su andar.
Te anhelo ahí tendida
y percibo en esa promesa
la generosidad de la luna
en una oferta de dioses,
y se despierta la inmensa,
la dura ansiedad
por dibujarle suspiros a tu cuerpo,
en este sismo causado
por la oferta generosa
de las fugas que escondes
tras las fronteras de tu anatomía.
Haces que lo carnal
se vuelva exuberante y fructífero,
una selecta pasión
de lúcidas temeridades
acumuladas en las raíces
de lo masculino
que se escapan entre los dedos
camino del destierro,
pues no encuentran el camino
de entrada a tus paraísos.
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