Fabio Filipuzzi, un escritor y editor italiano, admite haber publicado durante cuatro años tres libros y tres ensayos copiados .MIGUEL MORA
Tras el inventor de entrevistas Tommaso Debenedetti, Italia no ha tardado en aportar a la historia de la literatura a su novelista y ensayista imaginario. Se trata de un ingeniero y escritor de Udine, norte del país. Su nombre es Fabio Filipuzzi y ha publicado con su firma nada menos que seis libros entre 2006 y 2010. Tan copiosa producción presentaba leves defectos. Era una copia integral de obras ajenas. Un plagio entero y verdadero.
"No sabíamos nada. Nunca sospechamos de él. Eso nos apesadumbra mucho", han declarado sus editores
En esos cuatro años de febril actividad, Filipuzzi, un friulano que según muestra su foto tiene la frente despejada, un aspecto agradable y unos 45 años, entregó a la imprenta tres novelas y tres ensayos. De la ficción, apenas algunas líneas fueron escritas por él mismo. La primera novela, La parola smarrita (La palabra perdida), es una fotocopia, salvo por las primeras frases y algunos nombres propios cambiados, de la traducción al italiano de La tarde de un escritor, un conocido libro de Peter Handke.
La segunda, titulada La hipótesis de la belleza (la verdad es que Filipuzzi titula con garbo) es un calco, de la primera a la última línea, salvo por unas palabras iniciales copiadas de El animal moribundo de Philip Roth (la víctima preferida de Debeneddetti) y por el cambio de nombre infligido a la protagonista, de Aurore, la primera novela obra del escritor e intelectual francés Jean-Paul Enthoven (conocido además del papel cuché porque hace años fue novio de Carla Bruni).
La última novela atribuida a Filipuzzi se titula La donna di velluto (La mujer de terciopelo), fue publicada igual que la segunda en 2009 y tenía una inspiración más ecléctica: se trata de un heterogéneo copia y pega que mezcla párrafos de Paul Auster y Christopher Isherwood con aportaciones de dos autores célebres por razones menos literarias: Josephine Hart (escritora irlandesa y esposa del magnate de la publicidad Maurice Saatchi) y Alain Elkann (periodista y padre de los nietos de Gianni Agnelli).
En cuanto a los tres ensayos de filosofía, estética y arquitectura, todavía no ha trascendido del todo en qué autorizadas fuentes bebió el esforzado ingeniero de Udine al abordar tan nobles asuntos.
Filipuzzi y su caso guardan una curiosa semejanza con el del compulsivo entrevistador falsario Tommaso Debenedetti. Como él, Filipuzzi es nieto de un respetado intelectual italiano del siglo XX, en su caso el crítico Angelo Filipuzzi.
Las dos editoriales que publicaron sus falsos, Campanotto y Mimesis, han declarado que jamás sospecharon que pudiera estar engañándoles. Especialmente Mimesis, donde Filipuzzi era subdirector editorial y dirigía una colección de narrativa. Un comunicado colgado en la web de la editorial tras descubrirse el pastel explica con gran prosopopeya el asunto: "Óptimo currículum, persona elegante y refinada, (Filipuzzi) ha realizado este gesto inexplicable y en parte surrealista que también a nosotros nos resulta difícil descifrar", dice. Y añade: "El ingeniero Filipuzzi, oído brevemente al teléfono, ha pedido disculpas y de modo inequívoco ha asumido toda la responsabilidad, aceptando inmediatamente nuestra petición de dimisión de su cargo. Mientras tanto la editorial ha retirado su volumen (La mujer de terciopelo) del mercado editorial y pedirá pronto un resarcimiento de daños".
El falsario impecable ha tardado cuatro años en ser descubierto, bastante menos que el romano Debenedetti, quien se tiró una década inventando y publicando entrevistas. Si fue Philip Roth quien desenmascaró al falso entrevistador al ser confrontado por una periodista italiana con una supuesta declaración suya, Filipuzzi ha sido descubierto por un lector, traductor, ensayista y librero italo-alemán de Trieste, una ciudad cercana a Udine.
Jean-Pierre Bouerdick, el descubridor de uno de los casos de plagio más asombrosos de la historia, ha contado que notó algo raro cuando leyó La parola smarrita porque le recordó mucho a uno de sus autores preferidos, Peter Handke. Tras comprobar que Filipuzzi había copiado literalmente La tarde del escritor, decidió seguir investigando, y descubrió la falsificación del Aurore de Enthoven, y más tarde el plagio colectivo perpetrado para La mujer de terciopelo.
A falta de contrastar los ensayos Eros y logos y La función social del arte, ambos editados en Campanotto y ya retirados del mercado, Bouerdick ha logrado hallar el modelo original de un tercer ensayo firmado por Filipuzzi e incluido en una antología, editada para Mimesis por él mismo y por Luca Taddio, que se titula Construir, vivir, pensar y en la que se reúnen artículos de autores vivos y muertos, entre otros José Ortega y Gasset.
El ingeniero aporta al grueso volumen el artículo La questione dello spazio e l'estetica decostruttivista di Bernard Tschumi, copia literal de un ensayo del arquitecto Claudio Nurzia, al que Filipuzzi ni siquiera cita.
A diferencia del locuaz Debenedetti, Fabio Filipuzzi no parece tener afán de protagonismo. Algunos blogs italianos le han contactado por teléfono, pero se ha negado a hacer comentarios. Sin embargo, sus editores de Campanotto y Jean-Pierre Bouerdick, Mimesis se han declarado desconcertados. "Naturalmente no sabíamos nada", ha dicho Pierre dalla Vigna, de Mimesis, "nunca sospechamos de él y nos apesadumbra mucho".
Como era de esperar, Debenedetti está disponible para hacer un comentario. Y solo tiene frases amables y admirativas para Filipuzzi. "Es un verdadero genio", exclama al teléfono. "Eso sí que es ser un campeón de la mentira. Me ha destronado. Hacemos artes distintos. Yo invento, él fusila. Aunque copiar tanto y tan bien como él es una forma de arte.
Me gustaría encontrarle y proponerle un libro a cuatro manos. ¡Falsos de autor!". Y concluye recordando su teoría favorita: "Como expliqué cuando me cazaron, esto demuestra una vez más que el sistema editorial italiano es un mundo carente de verdad en el que todo está permitido. ¿Cómo es posible que ningún crítico ni periodista se haya dado cuenta hasta ahora?".
26 sept 2010
Tu nombre
Encrucijada del tiempo
en un compendio de letras,
en una noche atemporal
es tu nombre el que resuena.
Y llegan las sombras
a asomarse en mi ventana,
cómo hago para ocultarme y huir
sin que tu nombre me encuentre.
En el vástago de palabras
que te pronuncian,
si estar contigo es la medida
de mi tiempo.
Si es brújula para mi norte
tu cuerpo que me desarma,
si las palabras que uso
son como la noche no probada.
Y este mi cuerpo se convierte
en vasija vulnerable de otro tiempo
porque tu cuerpo quiebra mi calma.
Y es tu nombre el que me descubre
tímida, insolente, sensual, enardecida
bajo la caricia de un tiempo
que aún te espera …
Civetta
Encrucijada del tiempo
en un compendio de letras,
en una noche atemporal
es tu nombre el que resuena.
Y llegan las sombras
a asomarse en mi ventana,
cómo hago para ocultarme y huir
sin que tu nombre me encuentre.
En el vástago de palabras
que te pronuncian,
si estar contigo es la medida
de mi tiempo.
Si es brújula para mi norte
tu cuerpo que me desarma,
si las palabras que uso
son como la noche no probada.
Y este mi cuerpo se convierte
en vasija vulnerable de otro tiempo
porque tu cuerpo quiebra mi calma.
Y es tu nombre el que me descubre
tímida, insolente, sensual, enardecida
bajo la caricia de un tiempo
que aún te espera …
Civetta
El Niño distinto y otros Cuentos de Francisco Lezcano
Hola, quiero comunicarles que ha salido el libro de Francisco Lezcano Lezcano
.Hombre polifácetico donde los haya y con un ánimo e ilusión que a mi me da envidia.
Escribió, entre tantos, un libro de Cuentos :!El niño distinto y otros cuentos."
Me pidió se lo prologase y así lo hice.
Se lee rápi do ,pero es mejor recrearse en su lectura poco a poco.Francisco Lezcano le da un toque de ternura de fantasía y humanidad, y natutalmente crítica social.
Es de la editorial TID. destacaría los dibujos que también son de él, y la portada que es una preciosidad, porque creo que sin saberlo la ha hecho de diseño muy actual.Además es un libro que se te pega a las manos como un guante de encaje, a mi me lo parece porque le doy valor a esas sensaciones.
En este libro una mariposa, un lagarto, un perro, una corbata perdida, una imprevista llamada a una puerta, se transforman en historias.
Una lectura que nos subyuga y nos sorprende, pues la vida está cargada de imponderables y hace falta tener alma de poeta para reiventar la realidad.
Creo que ya lo pueden encontrar en librerias, y así de paso se contagian de mi ilusión por una obra tanto dentro como por fuera similar a una cajita de Música.
Que lo disfruten!!!
25 sept 2010
Europa xenófoba
La cuestión no es que Sarkozy deporte a gitanos sin respetar sus derechos legales y humanos, sino que el 82% de los franceses le aplauden. Al igual que los marselleses, en una ciudad con el 25% de musulmanes, apoyando la prohibición de las llamadas de los muecines a la oración, algo así como prohibir repicar las campanas. Los suizos fueron más directos al aprobar en referéndum la prohibición de nuevos minaretes. A alemanes y franceses les hubiera gustado imitarlos. El veto al burka en la calle (Francia, Italia) o en edificios públicos (Catalunya) aprobado por la ciudadanía es expresión de racismo e intolerancia disfrazada de protección de la mujer olvidándose de preguntarles a ellas. Aunque los racistas explícitos son minoría, indicadores de xenofobia (asociada al racismo) muestran su rápido incremento hasta constituir una actitud mayoritaria en toda Europa.
En España, en el 2000, el 36% quería leyes más restrictivas sobre la inmigración; en el 2004, el 56%, y actualmente, el 75%. Estudios muestran que la xenofobia tiene trasfondo racista. Porque la percepción de extranjero está ligada a inmigración y esta a culturas y etnias diferentes. Pero lo que se rechaza son ciertas culturas y ciertas etnias. En España no hay hostilidad, sino respeto, por alemanes, ingleses, franceses y otras gentes de buen vivir, mientras que los gitanos nacionales siguen sufriendo discriminación y hostilidad popular. En Francia, haber nacido en el país y haber sido naturalizado a los 18 años no garantiza seguir siendo ciudadano, según otra ley de Sarkozy (¿qué piensa ahora la humanitaria Carla Bruni?) por la cual pierden la nacionalidad si tienen un incidente violento con la policía, sanción desproporcionada que en ningún caso podrían sufrir franceses de pura cepa. En Italia ser inmigrante ilegal conlleva cárcel, aunque sus empleadores apenas se arriesgan a una multa. En este cóctel de intolerancia el antiislamismo es el principal ingrediente, ahora asociado al estigma de terrorismo potencial. El 55% de los musulmanes europeos se sienten cada vez más discriminados. Con 25 millones de musulmanes en países de la UE, concentrados en las grandes ciudades, el enfrentamiento religioso-cultural prefigura la violencia bajo todas sus formas. Las élites políticas azuzan o toleran la xenofobia por intereses electorales de baja ralea. Unos para ganar votos, otros para no perderlos. Y esto va con casi todos los partidos y en todos los países salvando a unos pocos políticos que no traicionan valores fundamentales aunque les cueste perder apoyos de una ciudadanía exacerbada en sus miedos. Incluso el progre Zapatero apoya públicamente a Sarkozy en contradicción con la posición de los europarlamentarios de su partido. Es así como las deudas con según quiénes le llevan a olvidarse de aquellos a quienes prometió que no les fallaría. Ya se lo recordarán llegado el momento.
Las causas de este subidón de xenofobia son conocidas porque hay abundante investigación sobre el tema. La primera es la crisis económica y el aumento del paro. Muchos creen que los inmigrantes les quitan el empleo y contribuyen a bajar sus salarios.
En otro plano, el deterioro de la escuela pública se atribuye a la multietnicidad de sus alumnos. La delincuencia, pequeña o grande, se asocia con la inmigración. Cada uno de estos motivos no tiene apenas base empírica. Por ejemplo, la inmigración fue un factor muy positivo en el crecimiento español entre 1995 y 2005 porque contribuyó a aumentar la oferta de trabajo, con salarios moderados, y a incrementar la demanda de bienes y servicios para los nuevos residentes. La tasa de delincuencia es más alta entre la población autóctona que en la inmigrante, una vez se controla el efecto de la edad. Pero no insistiré en contraponer datos a emociones pues no se trata de un problema de conocimiento, sino de sentimiento. Y ese sentimiento está dominado por el miedo, miedo a una globalización incontrolada, a una identidad cultural amenazada, a una economía desarticulada, a la inseguridad del empleo y a la desconfianza en los políticos.
Como lo que nos quedaba de moral cristiana de amor al prójimo se lo llevó el viento de la perversión (palabra del Papa) en el seno de la Iglesia y como los principios de derechos humanos quedan para los pudientes que se los pueden permitir, ¿por qué no atrincherarnos en lo nuestro, hacer respetar nuestras leyes y costumbres y reservar para nosotros los puestos de trabajo, la educación pública y la sanidad asistencial? Primero porque no podemos, porque no hay economía europea (salvo las escandinavas) que lo resistiera, tanto por la necesidad cuantitativa de mano de obra como porque los inmigrantes son más baratos y más dispuestos a aceptar cualquier trabajo por su vulnerabilidad. Cuanto más ilegales, más vulnerables y más apetitosos para explotarlos. Segundo, porque ya están aquí y sin mejorar las condiciones en sus países de origen se quedarán si pueden. Por eso deportar gitanos podría prefigurar deportaciones masivas de ilegales que ya practican Italia y Francia. Tercero, porque no se trata sólo de inmigrantes, sino de minorías étnicas y culturales ya enraizadas en Europa. Obligarles a renunciar a su identidad es una provocación que enfrentaría a millones de personas e incitaría reacciones extremas ¿En nombre de qué se declara alienígena la religión islámica? ¿Volvemos a una guerra de religiones?
En fin, el romper con la tolerancia y el respeto del otro que nos enorgullecían como europeos es un viaje sin retorno. En un mundo interdependiente, con una economía de capa caída, cuando buscamos inversores chinos para salvar el automóvil y capitales árabes para reflotar bancos, en un planeta donde Europa es un 15% de la población, lo que nos queda es el respeto a unos valores de tolerancia y paz que nos hagan sentirnos bien en un entorno competitivo y violento. A las malas, perdemos. Nuestra última esperanza está en ganarnos el respeto del nuevo mundo por nuestra altura moral.
Pero ¿por qué usted y yo tendríamos que preocuparnos por la ola de racismo e intolerancia que recorre Europa?
En España, en el 2000, el 36% quería leyes más restrictivas sobre la inmigración; en el 2004, el 56%, y actualmente, el 75%. Estudios muestran que la xenofobia tiene trasfondo racista. Porque la percepción de extranjero está ligada a inmigración y esta a culturas y etnias diferentes. Pero lo que se rechaza son ciertas culturas y ciertas etnias. En España no hay hostilidad, sino respeto, por alemanes, ingleses, franceses y otras gentes de buen vivir, mientras que los gitanos nacionales siguen sufriendo discriminación y hostilidad popular. En Francia, haber nacido en el país y haber sido naturalizado a los 18 años no garantiza seguir siendo ciudadano, según otra ley de Sarkozy (¿qué piensa ahora la humanitaria Carla Bruni?) por la cual pierden la nacionalidad si tienen un incidente violento con la policía, sanción desproporcionada que en ningún caso podrían sufrir franceses de pura cepa. En Italia ser inmigrante ilegal conlleva cárcel, aunque sus empleadores apenas se arriesgan a una multa. En este cóctel de intolerancia el antiislamismo es el principal ingrediente, ahora asociado al estigma de terrorismo potencial. El 55% de los musulmanes europeos se sienten cada vez más discriminados. Con 25 millones de musulmanes en países de la UE, concentrados en las grandes ciudades, el enfrentamiento religioso-cultural prefigura la violencia bajo todas sus formas. Las élites políticas azuzan o toleran la xenofobia por intereses electorales de baja ralea. Unos para ganar votos, otros para no perderlos. Y esto va con casi todos los partidos y en todos los países salvando a unos pocos políticos que no traicionan valores fundamentales aunque les cueste perder apoyos de una ciudadanía exacerbada en sus miedos. Incluso el progre Zapatero apoya públicamente a Sarkozy en contradicción con la posición de los europarlamentarios de su partido. Es así como las deudas con según quiénes le llevan a olvidarse de aquellos a quienes prometió que no les fallaría. Ya se lo recordarán llegado el momento.
Las causas de este subidón de xenofobia son conocidas porque hay abundante investigación sobre el tema. La primera es la crisis económica y el aumento del paro. Muchos creen que los inmigrantes les quitan el empleo y contribuyen a bajar sus salarios.
En otro plano, el deterioro de la escuela pública se atribuye a la multietnicidad de sus alumnos. La delincuencia, pequeña o grande, se asocia con la inmigración. Cada uno de estos motivos no tiene apenas base empírica. Por ejemplo, la inmigración fue un factor muy positivo en el crecimiento español entre 1995 y 2005 porque contribuyó a aumentar la oferta de trabajo, con salarios moderados, y a incrementar la demanda de bienes y servicios para los nuevos residentes. La tasa de delincuencia es más alta entre la población autóctona que en la inmigrante, una vez se controla el efecto de la edad. Pero no insistiré en contraponer datos a emociones pues no se trata de un problema de conocimiento, sino de sentimiento. Y ese sentimiento está dominado por el miedo, miedo a una globalización incontrolada, a una identidad cultural amenazada, a una economía desarticulada, a la inseguridad del empleo y a la desconfianza en los políticos.
Como lo que nos quedaba de moral cristiana de amor al prójimo se lo llevó el viento de la perversión (palabra del Papa) en el seno de la Iglesia y como los principios de derechos humanos quedan para los pudientes que se los pueden permitir, ¿por qué no atrincherarnos en lo nuestro, hacer respetar nuestras leyes y costumbres y reservar para nosotros los puestos de trabajo, la educación pública y la sanidad asistencial? Primero porque no podemos, porque no hay economía europea (salvo las escandinavas) que lo resistiera, tanto por la necesidad cuantitativa de mano de obra como porque los inmigrantes son más baratos y más dispuestos a aceptar cualquier trabajo por su vulnerabilidad. Cuanto más ilegales, más vulnerables y más apetitosos para explotarlos. Segundo, porque ya están aquí y sin mejorar las condiciones en sus países de origen se quedarán si pueden. Por eso deportar gitanos podría prefigurar deportaciones masivas de ilegales que ya practican Italia y Francia. Tercero, porque no se trata sólo de inmigrantes, sino de minorías étnicas y culturales ya enraizadas en Europa. Obligarles a renunciar a su identidad es una provocación que enfrentaría a millones de personas e incitaría reacciones extremas ¿En nombre de qué se declara alienígena la religión islámica? ¿Volvemos a una guerra de religiones?
En fin, el romper con la tolerancia y el respeto del otro que nos enorgullecían como europeos es un viaje sin retorno. En un mundo interdependiente, con una economía de capa caída, cuando buscamos inversores chinos para salvar el automóvil y capitales árabes para reflotar bancos, en un planeta donde Europa es un 15% de la población, lo que nos queda es el respeto a unos valores de tolerancia y paz que nos hagan sentirnos bien en un entorno competitivo y violento. A las malas, perdemos. Nuestra última esperanza está en ganarnos el respeto del nuevo mundo por nuestra altura moral.
Pero ¿por qué usted y yo tendríamos que preocuparnos por la ola de racismo e intolerancia que recorre Europa?
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