Las primeras lluvias
La tierra de que hablo, hacia noviembre,
conoce el viento. Llega, desde el este,
hasta los arenales como un ave sedienta,
soplas las aguas negras. Esta noche
removió los postigos mal calzados
y agitó la palmera. En los cristales
chillaba como un pájaro perdido.
Dibujará en la grava algún signo remoto,
y veré casi al alba las huellas del fragor
sobre los restos del volcán, el naufragio nocturno.
Será un signo de nuestra vida, un eco,
ya inerte, de la tromba del cielo, que ignoramos,
querré leer en él, y será como unir,
nuevamente, las hojas resecas para un fuego.
¿Qué nos aguarda, puro, en el estruendo,
en el pico del ave enhebrando los mundos
de cuanto conocemos e ignoramos? Seguimos
recogiendo las hojas, y veremos
en la rama quebrada una imagen posible
del estertor del cielo, anoche, entre las nubes
aún grises a esta hora temblorosa.
Nada, ni tan siquiera el viento que rompía,
de madrugada, contra los postigos,
contra la grava, oscuro contra oscuro remoto,
podrá decir el signo, en la ignorancia.
Saber de un no saber, ni siquiera el sentido
de la ignorancia, ahora que las gotas resbalan
sobre el cristal, sobre la transparencia.
De "Fuego blanco" 1992
23 sept 2010
Andres Sánchez Robayna
La estrella
Non dormía e cuydava
Pedr'Eanes Solaz
Cruzó, fugaz, la estrella, y en la hierba
dejó un rastro de luz. La casa blanca
en medio de la noche supo sólo
el latido, el fulgor entre los árboles.
Tú dormías. La grava silenciosa
se llenaba de noche, la bebía
en las negras aristas, en sus poros
de oscuridad de piedra absorta, amada.
Grava fulmínea, ahora en silencio yerto
junto a la casa a oscuras. Los aleros
daban sombra de luna, fría, fresca
sombra en las losas grises que miraba
desde el salón al mar, que se extendía
como otra losa gris, iluminada.
Salí a esa sombra, hasta las jardineras
tocadas por el soplo de la noche,
el aliento invisible, aire desnudo
de sí, de mí, sobre el geranio a punto
de arder. -No vi el geranio en llamas
fijo en la oscuridad, vi la inminencia
de una cerrada combustión, la acacia
y su ceniza más allá del tiempo,
el ramaje y el cuerpo, tu sonrisa
entre la luz de enero y el reposo
del mar abajo, también él desnudo.
La luna sobre el muro blanco teje
sombras de ramas, y el helecho umbrío
se ofrece grácil, habla con la sombra.
Fui por la hierba hasta las agitadas
acacias, hasta el muro, y una calma
llenaba el aire aun en la agitación
y en la inquietud de los ramajes, clara
calma en la hierba, y contra el muro puse
la mano en su quietud. Tocaba el mundo.
Tocaba un orden, una calma, el aire
entre el mar y la acacia, y recordaba
tal vez la luz y su destino oscuro.
Entré. Volví a mirar la hierba, el cielo,
la casa silenciosa. Allí tu cuerpo
brilló en la oscuridad. y vi la estrella.
De "Palmas sobre la losa fría" 1989
El vaso de agua 2
el vaso no es una medida
sino su estancia solamente
una terraza pide al sol:
sólo la luz en que se basa
más alto el vaso no es más alto
ni menos hondo si se alza
terraza alta en su mañana
o luz altiva ya le bastan
lo que reposa en él reposa
sin ser más cosa que mirada
De "La Roca" 1984
el vaso no es una medida
sino su estancia solamente
una terraza pide al sol:
sólo la luz en que se basa
más alto el vaso no es más alto
ni menos hondo si se alza
terraza alta en su mañana
o luz altiva ya le bastan
lo que reposa en él reposa
sin ser más cosa que mirada
De "La Roca" 1984
Andrés Sánchez Robayna El vaso de agua
El vaso de agua
A Ramón Xirau
El vaso no es una medida. El vaso en pleno mediodía. el vaso es de un cristal ligero, muy delgado, delicadeza medida, estancia bajo el sol. El vaso de agua es un ensayo de quietud.
El sol bebe con un sorbo invisible. El sol sin uñas, quieto y rasgado.
El vaso está en reposo bajo el sol. y bajo la mirada, erguido y soleado. El vaso es la mirada. El vaso quieto bajo el sol rasgado.
Todo sucede en una ausencia. El vaso de agua estaba. Pero puedo dejar de pensar en lo que miro o escucho. Puedo dejar de decir lo que me miro o escucho. Sólo existe la verja de hierro recorrida por flores perezosas, al aire quieto, la terraza a esta hora crecida y plena.
El sol confluye aquí y allá, y presencia y ausencia son formas giratorias. En la terraza del sol quieto y vacío una hoja dibuja su sombra y ésta le devuelve su presencia, y la luz entre y sale del vaso de agua abatido por sombras dispersas, y el sol busca pulsar cada cosa, y todo le devuelve
su ser -y cuando se detiene sobre el vaso, luz recta y presencia obediente, el vaso no echa sombra alguna sobre la mesa de la terraza de quietud.
De "La Roca" 1984
A Ramón Xirau
El vaso no es una medida. El vaso en pleno mediodía. el vaso es de un cristal ligero, muy delgado, delicadeza medida, estancia bajo el sol. El vaso de agua es un ensayo de quietud.
El sol bebe con un sorbo invisible. El sol sin uñas, quieto y rasgado.
El vaso está en reposo bajo el sol. y bajo la mirada, erguido y soleado. El vaso es la mirada. El vaso quieto bajo el sol rasgado.
Todo sucede en una ausencia. El vaso de agua estaba. Pero puedo dejar de pensar en lo que miro o escucho. Puedo dejar de decir lo que me miro o escucho. Sólo existe la verja de hierro recorrida por flores perezosas, al aire quieto, la terraza a esta hora crecida y plena.
El sol confluye aquí y allá, y presencia y ausencia son formas giratorias. En la terraza del sol quieto y vacío una hoja dibuja su sombra y ésta le devuelve su presencia, y la luz entre y sale del vaso de agua abatido por sombras dispersas, y el sol busca pulsar cada cosa, y todo le devuelve
su ser -y cuando se detiene sobre el vaso, luz recta y presencia obediente, el vaso no echa sombra alguna sobre la mesa de la terraza de quietud.
De "La Roca" 1984
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